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martes, 19 de febrero de 2008

T. Q. 19 de febrero, martes.

No existe carga tan pesada como la zozobra del remordimiento y la culpa. Por ahora mi zozobra está confeccionada con otro tipo de materiales: la impotencia y la insatisfacción, más alguna otra substáncia de la que no soy consciente. No me corresponde el calificativo de traidora a nada ni a nadie. Mi libertad me pertenece y si alguien sufre por mi culpa, no soy yo quién pueda evitarlo. A veces, cuando me acuerdo de mi hermano muerto, pienso que, a lo mejor, no le di tanto como él esperaba y como corresponde a una hermana. Hice lo que pude, con respecto a él y a todos los que me rodean. No hay cosa que mas me duela que el sufrimiento ajeno y estamos rodeados, invadidos, por oleadas de lágrimas y de caudalosos ríos de sangre. El ser humano no aprenderá nunca a dejar de ser humano y por lo tanto, cruel e imperfecto. He revisado los últimos escritos para la novela, para el proyecto de guión, los poemas, todo lo que hago, me parece inútil y sería mucho mejor dejarlo todo, quemarlo, destruirlo y olvidarme. No sé si llegaré a ser madre alguna vez, pero si lo fuera, mi mayor temor es que mi criatura sea tan sensible y delicada, que no fuera capaz de ser medianamente feliz. Traer un hijo al mundo es de una responsabilidad incomparable y me da miedo parir a un ser que ya antes de nacer, probablemente, está abocado al sufrimiento ¿Cómo es posible tanta incertidumbre? No quiero pensar en los sufrimientos innecesarios de los que me rodean. Si últimamente me regocijo con pequeños grandes regalos que me da mi osadía, no es por egoísmo personal. Solamente busco. Buscar en el camino de la vida el resquicio que me de dulzura para suplir esta amargura de existir incompleta. Mi hermano tenía en el garaje de casa, junto a sus dos motos, unas cajas de herramientas apiladas sobre una pared en el rincón. Busqué allí la pistola y no la encontré. Olimpia me dijo ayer que sus sospechas tienen fundamento. Que está atando cabos y que todo indica que su marido está liado con una alumna. Pero aún no está segura. En la disco se dejó llevar y tal vez, por el efecto de los tres pelotazos que llevaba encima, se dejó apretar contra la pared por el chico latino. Solo me metió los dedos y morreamos un poco, dijo. Me gustó tanto que estoy deseando devolverle a mi marido la misma moneda, añadió ¿Quién está libre de un secreto inconfesable? Ocho días sin joder con mi marido, quiero que esté bien cargado y que me inunde, a ver si hay suerte y me quedo. Llamó el afinador de pianos para decirme que por motivos de trabajo, tiene que afinar un piano en el Conservatorio, no podrá venir hasta mañana o pasado. Su voz, sus matices sonoros, su forma de hablarme... me trastorna. Me quedé tan triste y desolada que me lo notó y preguntó ¿No dices nada? Y me sentí tan hundida que no se me ocurrió otra cosa que decirle que... me gustaría verle. Tranquila, tranquila pequeña, ya me verás si es que ha de ser que me veas ¿Sabes una cosa? ¿Qué? Y una profunda y sincera sensación de dolor, hizo que me cayeran unas lágrimas como puños. Por favor, nunca llores por mi, y colgó. Dios, le quiero con toda mi alma. Seré tonta. Voy a ponerme a hacer las cosas. Irina empieza esta mañana y Karima esta tarde. No me acuerdo de Hair, ni de Sophie, ni de Catterina, ni de nadie. Ayer vi en un escaparate un antifaz y me vino a la cabeza la idea mas descabellada ¿Por qué no voy sola al piso de Moratalaz? Es más fácil escribir sobre lo que se conoce, sobre lo que se vive en carne viva. Amar en silencio es tan terrible... El piano... descansa triste. Me resulta fácil pensarte. Olvidarte, imposible, debe ser que... T. Q.

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