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viernes, 15 de febrero de 2008

THERESSE QUERELLE. 15 de febrero, viernes.

En estas noches mías, puede pasar de todo por mi cabeza y no digamos por mi corazón . Puedo rebobinar perfectamente la película de mi vida de los últimos días, incluso meses, y ver fotograma a fotograma y como si se tratara de un film de David Linch, paralizarme en ese fotograma y verme como un pétalo de rosa arrancado. No es bueno tanto cúmulo de sensaciones, tanta multitud susurrándome lo que está bien y lo que no. El piano, que para mí pasó desapercibido, ha derivado en tener el absoluto protagonismo de la casa. La alfombra persa, donde se posa el instrumento rey, es ahora el tapiz donde mi piel desnuda se siente más acogida. Desde hace muchas noches, me tiendo sobre la alfombra, la lámpara de bronce que cuelga del techo, tiene ocho brazos y varias tulipas que la hacen magnética. Con los brazos en cruz, abro mis piernas en y griega y elevo mi pubis para que mi vulva quede abierta y bien expuesta. La única luz del salón que, a esas horas de la noche de insomnio, está encendida es la lamparita de la mesilla del rincón mas lejano. Esa penumbra, mi cigarro Pall-Mall azul, mi imaginación desbordada, me lleva a un éxtasis, casi tántrico, y mirando a esa lámpara me imagino poseída por un ángel que con su falo enorme me penetra millones de veces hasta eyacular una catarata inmensa y dejarme preñada de dos mil trescientos veintitrés varones y cinco mil cuatrocientas treinta y dos hembras. Son la tribu parida por mi, que pertenecen a las partículas de mis cenizas de cuando me incineren. Antes de ayer, al irse mi marido, tres días sin joder con él, me levanté y me acosté en la alfombra, justo bajo la lámpara de bronce de ocho brazos. Fumé mi primer Pall-Mall azul y pensando y pensando me vino un orgasmo cataléctico. Al incorporame, justo al incorporarme, como si hubiera sido un castigo divino, la pesada lámpara de bronce cayó con un estruendo infernal, como si de una bomba se tratara y me quedé petrificada. La lámpara cayó a escasos tres centímetros de mi. Por poco no lo cuento. Casi me mata, ¿te imaginas?, sola en casa, a nada que me hubiera rozado habría muerto o lesionado tanto, que pude haberme desangrado sobre la alfombra persa, haberme ido en sangre como se fué mi hermano muerto. No he sido yo durante estos días. La muerte me acecha y sé que cualquier día me moriré por una cosa u otra y no será muy tarde. Dios, la lámpara, con lo que me gusta contemplarla, con la cantidad de veces que me quedo mirando, absorta, para ella, por poco me mata la ingrata. Luccía Benvenutti quiere que le pague el local si quiero participar en la editorial, quiere que esto y lo otro, pide ser la jefa de prensa, la jefa de no se qué y la jefa de no se cuanto. Dije a todo que si. Pero al salir un rayo de inteligencia y decisión me iluminó ¿Para qué quiero una socia? Por mis ovarios la editorial se crea a mi imagen y semejanza. Mi propia editorial, única y exclusivamente mía. La sede social será el piso que está para alquilar. Mi padre, que tanto me quiere, lloró de emoción cuando se lo dije y contestó: hija mía, vas a conseguir todo lo que te propongas y mi apoyo y el de tu madre, no te faltarán. Eres nuestra vida. Esta noche decidiré el nombre y mañana hablaré con el abogado administrador de nuestros bienes, que me haga un plan de viabilidad y ejecute en cuanto antes mi proyecto. Será una editorial especial, con una sección exclusiva de poesía rusa contemporánea y clásica. Irina, será mi asesora. Viajaremos, trabajaremos y seremos uña y carne. Irina tiene talento y no puede malgastarlo fregando suelos. Ahora mismo estoy pensando en ti y deseando que vengas a terminar de afinar el piano. No me importa que seas veinticuatro años mayor que yo. Es muy posible que pronto te pida que me dejes preñada. Muy posible. Compraré un piano vertical, tal vez un Yamaha, para el piso de la editorial. Mis ojos han llorado mucho estos días, pero también me has hecho muy feliz con tus conversaciones y tu música. El piano en realidad no estaba desafinado ni tenía cuerdas partidas. Mi corazonada había sido que la pistola de mi hermano muerto, estaba guardada en su interior. Lo que había oculto era un estuche metálico que contenía dinero, mucho dinero. La nota manuscrita por mi hermano, decía que lo disfrutara yo, su hermana del alma, que había sido el único ser que le había querido tal y como era ¿De donde sacó mi hermano tanto dinero? Creo que ya sé donde guardó la pistola. Mis pechos parece que están creciendo, es increíble pero el sujetador de Women Secret me queda pequeño. Mi fuente sigue manando continuamente y Catterina ya me bebió y yo a ella. Teresa Salgueiro suena al fondo y mis dedos buscan placer. Pienso en ti. No tardes... T. Q.

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