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jueves, 31 de enero de 2008

T. Q. 1 de febrero, viernes.

Amaneció temprano y me levanté con bastantes ojeras y unos leves arañazos en la espalda que me hizo mi marido cuando le vino. La noche había sido frenética y... en la sábana hay dos gotas o tres de sangre. Al mirarme al espejo, noté mi cuello con dos huellas rojas por los mordiscos. Seguramente tendremos buen día y tal vez, hasta pueda escribir lo que anoche me rondó por la cabeza. Después del primer sueño, me desperté y me levanté al baño, fumé un cigarro y fui a ver el correo del ordenador. No había nada, pero pude escribir unos posibles primeros versos: “me asusta el rigor de la nada/ y puede que ese sea mi destino”. Parece que se las han arreglado con respecto al guión de la película. En realidad era una confusión con los nombres. Hay que poner mil ojos y así y todo, siempre se te va algo. Mi marido, Maurice, antes de ir a trabajar y de darme el beso de despedida, me dijo que anoche había estado como una fiera, enfurecida, consiguiendo orgasmo tras orgasmo y gritando: préñame, préñame ¿qué te está pasando? Que quiero tener un niño. No empieces con eso. Se fué y me dejó triste. La casa se inundó de una atmósfera densa y pesada, como si fuera de hormigón armado y mi corazón temblaba de rabia, impotencia y angustia. Una lágrima resbaló entre mis pechos. El sonido de las campanas de la iglesia de cerca de casa, hizo que me repusiera y volviera a la realidad. Sobre las diez vendrá Hair y creo que hoy me hará las mechas. Se me notan varias canas y ya corre prisa. Ayer por la tarde, me llamó desde la casa de una clienta para pedirme mi correo electrónico. La noté seria y al decírselo, contestó que ya me contaría, “ahora no puedo hablar”. T. Q. ¿Te quiero o Theresse Querelle? Anoche llamó mi madre entusiasmada ¿Sabes una cosa, Theresse? Me han seleccionado para una exposición colectiva en el Centro Cultural y tu padre ha comprado un local en el paseo marítimo donde vamos a poner la librería de viejo y galería de arte. Estamos radiantes de felicidad ¿Te imaginas, hija mía? Mis cuadros en una exposición y tu padre por fin podrá realizar su sueño. Compraremos libros al peso y los venderemos a partir de un euro. Este pueblo, Mojácar, es nuestro bálsamo ¿Cómo estás tu? ¿Cuándo me vais a dar una alegría? ¿Cazó mucho Maurice el domingo? Te dejo, cariño mío, que vamos a salir a dar un paseo junto al mar. Tu padre está como un chaval y yo como una adolescente. Adiós, hija mía. Mi madre me hace daño y no se da cuenta. Mi padre... es otra cosa. Le echo de menos, echo de menos cuando se arrodillaba en la alfombra, me cogía de las manos y me miraba con tanto amor, tanta ternura y me decía: no estés triste hija mía, tu tranquila, que todo tiene arreglo en esta vida, menos la muerte. Si alguna vez estás mal, me lo dices, pero por favor, no sufras innecesariamente. Mi niña, mi tesoro... y me daba un beso en la frente y un abrazo muy fuerte. Mi padre, dios, mi padre, ese si que me quiere ¿por qué tengo que llorar ahora? Cuanta soledad en este chalet de mierda. Me metí en la bañera y dejé correr el agua, muy caliente, hasta que me cubrió casi entera ¿Dónde están las cuchillas? Hair, ojalá estuvieras aquí, me gustaría que me bañaras como si fuera tu niña pequeña ¿Cómo olvidar lo que pasó? Cuando estábamos en la cama, tendidas y desnudas frente a frente, Hair, me miraba con tanta dulzura... Theresse, eres tan guapa, me decía, tienes una piel tan morena y tan suave, aterciopelada y calentina, y ese pelo tan negro y enmarañado, esa sonrisa tan... ¿cómo diría? , esos ojos tan verdes y luminosos, sin embargo siempre, desde que te conocí en la peluquería, te he notado, en el fondo de la mirada y en la comisura de los labios, un rictus de tristeza y melancolía ¿por qué no eres feliz Theresse? Tienes que ser feliz, eres muy guapa, tienes un cuerpo precioso, esos senos, que mas que senos son pezones, tan negros y largos, tienes que ser feliz, no llores cielo mío, te lo digo para que estés alegre, para que seas dichosa y no te hundas nunca, tienes que ser feliz, porque lo tienes todo y a partir de ahora, me tienes a mi. No llores, mi vida, no llores. Nadie me había dicho esas cosas tan hermosas. Me puse boca arriba y Hair hablaba y hablaba... ¿ves? Así, mirando hacia arriba pareces un efebo, eres efébica, eres magnética, eres una estatua griega viviente. Eres perfecta, eres divina. Me volví a mirarla y la quise abrazar pero no me dejó. No me abraces ni me beses, hoy ha de ser así. Cogió una pluma de gavilán, de las que tengo sobre la cómoda y la empezó a pasar por mi cara, por mis labios, saca la lengua y lámela, suave, y la siguió pasando por mi cuello, por mis hombros y así por cada poro de mi cuerpo. Al allegar a mi sexo, hizo lo posible para que me entrara y allí ya no podía más y gemía y gemía, no te corras, no te corras... Dentro de un rato vendrá. Escribiré cuando se vaya y puede que... fuuuuuuuu, no puedo más. Mis dedos me traicionan y me viene, pero no. Este deseo de ahora lo retengo por si Hair lo quiere. Mi cuerpo es mi universo y mi alma mi infierno. Ven, tengo que decirte que... T. Q.

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