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miércoles, 12 de marzo de 2008

T. Q. 12 de marzo, miércoles.

Mejor no hablar de los días malos para no convertirme en patética pladiñera. Dos días sin escribir una palabra casi son un alivio, un éxito de creatividad. Puede que algún día saque mas provecho de lo que no hago que de lo que hago de mala forma. Nunca se sabe donde está lo mejor de las cosas. Alguien decía que la belleza de las cosas es efímera, porque todas las cosas se terminan. La casa está fría y no puedo estar desnuda por la casa. Mi kimono japonés de seda me arropa y me da un aire de exotismo que me excita. Parezco una geisha, la gran geisha del reinado del gran mandarín. Son las tres y media de la mañana y ya llevo varios cigarros de Pall-Mall azul. Tuve la botella de Jack Daniel`s abierta y antes de servirme en el vaso, sin hielo, me arrepentí y la cerré. Estoy impaciente, nerviosa, subí a la buhardilla y me recosté en la cama que había sido de la tía Ruth y que durante los tres días de gripe de Irina, ocupó. Cierro los ojos y recuerdo la conversación con mi padre en Mojácar. La tía Ruth llegó a Madrid cuando tenía cerca de veinte años. Era muy tímida y no muy agraciada. Una de esas personas que notas como si le faltara un hervor, no era inocencia ni ingenuidad, tal vez, era falta de luces. Sin embargo su cuerpo era perfecto y sus grandes pechos la hacían muy apetecible para los hombres. Mis abuelos la admitieron y al principio la tuvieron que enseñar a casi todo. Tenía muy buena mano para la cocina y era muy trabajadora. Estaba interna y desde el principio la habilitaron la buhardilla y aunque era muy modesta en su mobiliario, la joven chica de pueblo se sentía en la gloria. Tenía libres los jueves y los sábados por la tarde. Salía con una chica de su pueblo y normalmente era muy puntual a la hora de regresar a casa. Un sábado tardó en llegar mas de la cuenta. De hecho no llegó hasta las nueve de la mañana del domingo. Dijo que había estado en casa de unos familiares lejanos que no tenían teléfono. Parece ser que la realidad fue muy diferente. A las nueve y media de la mañana llamó el afinador de pianos para decirme que venían de camino los transportistas con el piano K-Kaway. Que a él le habían surgido unos avisos para el Conservatorio y que no podía venir. Encárgate de que lo dejen en el sitio que elegimos y vigila que no le den ningún golpe. El jueves por la mañana pasaré a cobrar y a estar un rato contigo ¿No puedes venir esta tarde? Imposible, tengo que atender la tienda. Me pasé un buen rato llorando como una Magdalena, era un sentimiento de desgarro, un sufrir por amor, supongo. No se por qué siento algo de decepción. Algo me da que será una relación inacabada, como un continuo demorar. Sophie vino a casa ayer por la tarde. Tomé medida de su tripita y puse mi oído para oír la vida que lleva dentro. Es una sensación hermosa y me da envidia que ese hijo no lo lleve yo dentro de mis entrañas. Sus pechos han crecido y los pezones se le han desarrollado y oscurecido. Es una sensualidad tan especial que no pude por menos que acariciarla y hacerla llegar un par de veces. Me lo pedía con tanta insistencia y tanta dulzura, que no pude decir que no y bastó con su boca y la mía y mis dedos dentro de su vulva... dios cómo le manaba la fuente. Dije que es una niña lo que nacerá. Mi hermano muerto tenía en su habitación un póster enmarcado de Guns & Roses y ayer, fijándome bien, observé que tenía un aire al guitarrista Slach Hudson y caí en la cuenta: soy como Slach Hudson, pero en mujer y no lo sabía. Ahora me explico muchas cosas. Una flor ha nacido en mi corazón: es la primavera que te ha devuelto a mi, porque... T. Q.

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