T. Q. 6 de marzo, jueves.
De sobra se que el camino está lleno de piedras, de charcos, de cardos y zarzas. De sobra lo sé porque cada día me toca tropezar con distintos baches y arañarme, hasta hacerme sangre, con las púas de las malditas zarzas que siempre me rasguñan las piernas. No me conformo con saber que es ley de vida el sufrimiento y el desconsuelo. No me conformo y busco desesperadamente el alivio. A Irina le ha bajado la fiebre pero continúa con el catarro agarrado al pecho y algo de gastroenteritis. La farmacéutica me recomendó un jarabe para el principio de bronquitis y parece que le va bien. En tres días suponemos que podrá hacer vida normal. Ha sido una experiencia muy emotiva el estar pendiente de su gripe. Karima, la chica filipina de por las tardes, viene unas horas antes para hacer la limpieza y la compra. Se están haciendo buenas amigas y compañeras. He trabajado mucho en la novela de los niños rusos y ayer, a pesar de mi gran disgusto, pude ir a la reunión con Alex en la productora. Menos mal que fui y llegué a tiempo para corregir unos detalles en los carteles y publicidad de la película. Conseguí que mi nombre como guionista apareciera con el mismo tamaño de letra que los del director y primeros actores y actrices de reparto. Aparecerá: Guión cinematográfico: Theresse Querelle. Por poco me ponen en las filas de abajo donde nadie lee. En el cine se verá mi nombre al lado del director: Guión: Theresse Querelle. Los guionistas tenemos que empezar a luchar por nuestros derechos. Sin nuestra labor no pueden hacer nada. En Estados Unidos se han pasado casi medio año en huelga todos los guionistas de TV y cine. Aquí, en España, estamos muy lejos de ser reconocidos y valorados. Cuando éramos niños, no tan niños, mi hermano muerto y yo, mis padres hicieron un viaje de diez días a New York. Como era verano la tía Ruth nos llevó con ella a su pueblo. Era Agosto, en aquel pueblo de León, estaban atareados con las faenas del campo y la tía Ruth nos llevaba a ver como trillaban en la era, como regaban la remolacha, la alfalfa y las legumbres que los labradores cultivaban. Mi hermano debía tener quince años y yo trece para catorce. Los chicos y las chicas de aquel pueblo no nos quitaban ojo, les parecíamos señoritos porque vestíamos siempre de domingo, como ellos decían. Mi hermano se ligó a la hija del médico y tuvo con ella unas tórridas experiencias, que nunca me contó del todo. A mi me gustaba un chico que estudiaba en León y bailábamos juntos y no nos separábamos ni a sol ni a sombra. Me enseñó muchas cosas de su pueblo y sobre todo a admirar el cielo y a la luna, que le tenía fascinado. Una noche, después del baile en la plaza, me llevó hasta la casa de la tía Ruth y un poco antes de llegar nos detuvimos en un rincón oscuro de unas tapias. Allí se puso pesado y hasta que no consiguió un beso no paró. Me apretaba contra la pared y yo sentí cosas que nunca había sentido. Me besó varias veces y no se como pero en uno de esos besos nos dimos la lengua y estuvimos besándonos como dios manda un buen rato. Por primera vez sentí lo que tienen los chicos y lo que tenía yo como chica. Me abracé a él y aprovechó para tocarme lo que quiso. Al día siguiente volvimos para Madrid y siempre, siempre me acuerdo de aquel chico y de lo que me hizo. Sus besos... aún me duran. Ahora mismo tengo el tampax completamente mojado de sangre, si no fuera por eso me metería los dedos. Me pasa muy de vez en cuando, pero me pasa. Me acuerdo de aquel rincón oscuro, de aquella tapia y... lo hago. Por la tarde fui al encuentro con la chica de Moratalaz. Hablamos durante casi dos horas. Me contó tantas cosas que yo alucinaba. Está todavía bajo los efectos de la pena por la muerte de su novio, en la moto que acababa de estrenar cuando iba a la concentración de Jerez, y dice que ya va mucho mejor. Es muy posible que un día me líe la manta a la cabeza y acuda, con antifaz, a una de sus orgías clandestinas. Muy posible. Ahora tengo sueño y dejo de escribir. Pensaré que estás conmigo abrazándome con toda tu ternura y mi deseo, porque... T. Q.
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