T. Q. 2 de marzo, domingo.

Prácticamente acabo de llegar de la disco. No sería extraño que dijera mas tonterías que las que digo habitualmente. Se podría decir que estoy medio borracha, porque borracha del todo no sería capaz de teclear. Me siento flotar y en el fondo, fondo, me gustaría coger la botella de Jack Daniel´s y beber y beber. Me vendría bien una borrachera de las de aúpa y si no lo hago es porque no estoy sola y no quiero que mi marido se enfade. Me gustaría acabar ciega de alcohol y tal vez, llegar más lejos y reventar. Pero voy a serenarme. No tenía ganas de salir, ni de ver a nadie, quería escribir, leer, joder conmigo misma, pero llamó Olimpia, mi amiga de los fines de semana y aunque puse pegas, al final me convenció, ¿Cómo vas a documentarte sobre la adolescencia y juventud actual si no te mezclas en sus ambientes? Di que si, porfa. Dije que si. Sobre las seis se presentaron, tomamos café los cuatro y salimos a pasear por el Retiro. Hacía buen día y daba gusto estar por allí. Dejé que ellos llevaran la iniciativa y anduvimos por la Chopera y por los aledaños de Alfonso XII. No quería pensar en la patinadora ni en los negros de los tambores, aunque era inevitable. Una fuerza interior me lleva a imaginar situaciones donde soy poseída por mujeres y hombres. Cuando les pareció, volvimos a casa y preparamos una cena de poco cocinar. Mi marido sacó un Muga del 98, excelente y con una botella no tuvimos bastante. Ahí empezaron las risas. Dijeron de ir a bailar a la disco de Arenal, pero Olimpia y yo conseguimos convencerles de que fuéramos a la nuestra. El primer pelotazo lo tomamos los cuatro formando un pequeño corro. Olimpia dijo que iba al baño y Cipriane que iba a hacer una llamada a la canguro que se había quedado con los niños. Mi marido y yo nos quedamos solos y me decía que porque no nos perdíamos e íbamos a joder al campo, a la luz de la luna. Otro día, cariño, no tengo muchas ganas, llevo ocho días de retraso y no estoy muy allá anímicamente. Me hago la fuerte por ellos. Cuando nos volvimos a juntar los cuatro, pasamos al centro de la pista a bailar suelto y a hacer el payaso. Olimpia me dijo al oído que andaba por allí el latino ¿Cómo hacemos para que se vayan estos pesados de maridos? Déjame a mi, dije. Hablé con Maurice al oído. Se me ha olvidado comprar compresas y las necesito urgente, no vaya a bajarme y me ponga perdida ¿Podrías ir a una farmacia de guardia? Traéme compresas, salva sleeps y un paquete de Pall-Mall azul de un bar. En tres minutos estábamos solas. Me puse a buscar a la de Moratalaz y mi amiga a su rollo latino. En la puerta de los baños quedaron hablando y fumando, parecían mas que animados así que les dejé. Teníamos media hora, como mucho. La de Moratalaz no apareció y a los veinte minutos o así, volvió mi amiga y nos sentamos a la espera de los maridos. Joder, Teresse, la tiene enorme ¿Cómo los sabes? Porque si. Se la cogí en la mano mientras me comía la boca y me metía los dedos. Quiso joderme pero se tuvo que conformar con una mamada. Estoy loca, Theresse, se lo tragué todo y jamás lo había hecho. Creí que me iba a dar asco, sin embargo me ha gustado. Aquí no podemos volver o me pierdo, dijo. Al poco momento llegaron los maridos y fui al baño con el pretexto de ponerme la compresa. Al volver me encontré con la chica de Moratalaz. La pedí el móvil. Dijo que no, que mejor su correo electrónico. Es por si me decido ir a tu casa. Ok, escríbeme y dime cuando podemos quedar en una cafetería y lo hablamos. No quiero riesgos. Tomamos un tercer pelotazo y sobre las cuatro nos vinimos para casa. Como Cipriane no estaba para conducir, se quedaron hasta que se le pasó un poco. Tomaron unos poleos y acaban de irse. Estoy muy caliente y no aguanto más. Para la próxima semana si no me ha bajado iré al ginecólogo ¿Seré capaz de tener un hijo? ¿Resistiré los dolores del parto? Tengo ganas de ver a Sophie y ver como ha crecido su tripita. La deseo. Está amaneciendo y no puedo dejar de pensar en ti ¿Cuándo vendrás decidido a joderme como dios manda? No tardes, quiero que me inundes, que se me desborde por las entrañas el aluvión de tu vida, porque... T. Q.