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lunes, 4 de agosto de 2008

LOS DE LA ECRETA.

De regreso a casa, por la calle, justo a la altura de la Puerta de Alcalá, dos tíos bien trajeados y con gafas de sol oscuras, me abordaron de forma casi violenta. Enseñaron unas placas que no vi y me arrinconaron dentro del portal de una casa.
- Enséñanos tu Documento de Identidad. Somos de la Policía Secreta, dijo uno, mientras el otro abría su chaqueta, como que no quiere la cosa, para que viera la cartuchera de hombrera de donde asomaba una pistola.
- ¿A qué viene esto? No he hecho nada.
- Tu calla y déjanos el bolso.
Pocas veces en mi vida me he revelado ante una situación injusta e intolerable como la que estaba viviendo sin ton ni son. Eran jóvenes, fuertes y con pistola. No pude evitar dejarles el bolso, pero con toda la rabia e impotencia del mundo.
- Mira lo que tenemos aquí... mostrando el papel que había cogido ayer del suelo con la idea de leerlo en el baño a solas y que se me había olvidado.
- ¿Qué es?
- Tu sabrás, está en tu bolso. Aquí pone no se qué de Mundo Obrero y de La Internacional.
- Ni lo he leído, lo cogí del suelo para apuntar cosas por detrás.
- Ya, y me lo creo. No te jode la lista ésta ¿Qué haces tu en casa de ese rojo de mierda?
- ¿En qué casa?
- En la que acabas de salir.
- Trabajo, soy secretaria. En el bolso está mi contrato.
Mi indignación estaba al límite, no comprendía nada, pero me daba miedo ir a la comisaría. En esto que llega la chica que me había pedido fuego frente a la puerta de la casa del hombre que no ve. Portaba una especie de wallki-talky por el que debió dar el aviso a la pareja de secretas.
- ¿Cómo lo veis?
- A comisaría. Dijo el que iba de chulo.
- Esperar un poco. Cortó el que estaba tomando los datos de mi carnet. ¿Conoces a Don Ramón, el cura de Villaornate?
- Claro, es mi primo.
- Eso te ha librado, soy de Villaornate. He ido muchas veces al baile de tu pueblo. Por esta vez vamos a dejar que te vayas. Un consejo: ten cuidado con quien tratas. Déjate de Embajadas y de rojos. Te estamos controlando porque tratas con gente peligrosa, así que mucho ojo.
- Tranquilo hombre, se cuidarme aunque no tenga pistola como vosotros y esa prepotencia tan agresiva y odiosa. Así que de Villaornate, muy bien, lo tendré en cuenta. Cuando tenga algún problema con los polis diré que eres mi amigo, que hemos bailado juntos muchas veces.
- No sabes como me llamo.
- Pero mi primo Ramón, el cura, si.
- A que te doy una ostia. Replicó.
- Tranquilos, podéis iros. Hablaré con ella. Añadió la de la blusa escotada con mi D. N. I., en la mano. Me indicó con la mirada que la acompañara andando. Los de la Secreta se fueron, aunque de mala leche, que era lo que yo quería.
- Toma el D. N. I., no lo pierdas y llévalo siempre encima. Me caes bien y te voy dar un consejo rápido: Con la policía, mejor a favor que en contra.
- Por mi no hay problema, pero que no abusen de los que ni lo hemos comido ni bebido.
- Soy oficial de la Brigada Especial Antiterrorista. Tienes que comprender que tenemos que andar con mil ojos. Vivo cerca, te invito a comer. Quiero hablar contigo largo y tendido. Eres libre, piénsatelo y di si o no. Sin compromiso. Soy de un pueblo de Sanabria. He pasado cientos de veces por tu pueblo cuando estudiaba en León. Será una conversación distendida y totalmente confidencial, te lo juro, por Dios ¿Aceptas?
- Vale, pues si, acepto ¿Cómo te llamas?
- Elisa Llamazares Trapiello. Ya veo que te llamas Ángela.
Otra vez con la duda, con la lucha interna ¿Me dejo llevar? Por primera vez me fijé en el cielo. Nunca había visto un cielo tan precioso como el que lucía en ese instante en Madrid. Un cielo así no permitiría que me hicieran daño.
“¿No nacieron los demás?/ Pues si los demás nacieron,/ ¿qué privilegio tuvieron/ que yo no gocé jamás?/”. Pedro Calderón de la Barca.

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