Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

sábado, 2 de agosto de 2008

NECESITAMOS LOS MASAJES

De regreso a casa pasé por el bar de la esquina, especializado en patatas bravas y otras delicias, compré dos bocadillos grandes de calamares y dos botellines de cerveza. Al salir, varios papeles por el suelo me llamaron la atención. Cogí uno de ellos y lo metí en el bolso, como si escondiera algo prohibido, para leerlo en el baño.
Marlene aún dormía plácidamente. No quise encender la luz. La penumbra, rasgada de pequeños haces luminosos, permitía ver la desnudez de mi compañera. Su cuerpo, broncíneo, brillaba sudoroso. Su cabello, tan negro, tenía las puntas mojadas y sus caderas y toda su figura, de espaldas, mostraba una extraña y seductora belleza. Su muslos dejaban ver una ligera parte de los labios de su sexo. Sus piernas largas y sus pies, de planta más blanca, parecían interminables.
Me quedé sentada en la ladera de mi cama. Aquella mujer me hubiera gustado si me gustaran las mujeres. No era de extrañar su éxito con los hombres. Despacio, me levanté y empecé a quitarme la ropa, sin hacer un ruido. Me quedé desnuda y sobre la colcha, ladeada, contemplaba, con deleite, mientras pensaba en el hombre ciego. Se me iba la mano a mi bosque de vello negro pero no quise.
Me puse la bata de estar en casa y sin nada debajo, encendí la luz de mi lamparita. Cogí mi libro de poemas y leí un rato hasta quedarme dormida. Un leve carraspeo me despertó. Marlene, de píe sonreía.
- ¿Tienes calor verdad?
- Mucho, no lo soporto.
- ¿Sabes una cosa, Marlene? Tengo trabajo, mañana empiezo. Para celebrarlo he traído unos bocadillos de calamares y unas cervezas.
- ¿Sabes tu otra cosa? Dejaste impresionados a Vladimir y a Mario. Hablaron de repetir la cena y las copas el viernes noche.
- Bebí más de la cuenta y no tenía que haberme dejado besar de esa manera.
- No seas pendeja. Debiste haber venido con nosotros. Lo pasamos muy bien y te echamos de menos.
Los bocadillos estaban riquísimos. Marlene habla por los codos. Su vocabulario es infinitamente más rico que el mío y sabe de todo. Dice que el sábado quiere que la acompañe a ver a Onetti y cree que tendremos la cámara de fotos antes del domingo.
- ¿Me das un masaje?
- No sé dar masajes. Si me enseñas...
- Quítate la bata y extiéndete boca abajo.
Hablaba de las técnicas orientales, de lo beneficiosos y relajantes que resultaban. Dice que compraremos aceite especial y que cogeremos la costumbre de hacerlo con frecuencia. Si tuviéramos bañera... suspiraba. “Date la vuelta”. Hablaba del vello de mi pubis, tan negro y espeso, mientras sus manos de largos y finos dedos me masajeaban el cuello, los hombros, los pechos y el resto hasta los dedos de los pies... Ahora te toca a ti... Juan Carlos Onetti está enfermo y no se levanta de la cama nunca. Ha decidido dejarse morir. Necesitamos los masajes, la relajación, la energía del erotismo y la sensualidad. Busca hombres que vivan en hoteles, allí hay grandes bañeras y grandes toallas. Tenemos que cambiar esta sociedad capitalista de mierda. En Chile hay huelgas y no se sabe cómo terminará aquello. Vladimir está preocupado porque no llegan buenas noticias. Al contrario. Presiona suave, pero fuerte. Me gustaría arreglarte el pubis, lo tienes demasiado salvaje ¿Tienes maquinilla?
“Ser río que corre, ser nube que pasa,/ sin dejar recuerdo ni rastro ninguno/ es triste, y más triste para quien se siente/ nube en lo elevado, río en lo profundo”. José Santos Chocano.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio