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martes, 28 de abril de 2009

SOPHIE

XVII

Sawa y el hombre negro se despidieron junto a la puerta hablando el idioma africano y besándose, que yo les vi, con un beso largo y apasionado. Sentí romperse algo en mi ser íntimo, tal vez celos, tal vez envidia, no se.
Sawa dijo que estaba cansada, que mañana tenía que madrugar, que si me quería quedar a dormir con ella, que le gustaría que le acompañara en sus mini vacaciones en Oliva, que en el chalet tiene piscina, que conoce gente en Cullera, que quedan los viernes para hacer orgías y ceremonias de iniciación al sado masoquismo, que le gustaría llevarme conmigo para iniciarme. No se.
Mientras decía las cosas yo me lavaba en el bidet y el agua era casi roja por los restos de la sangre de mi rompimiento, de mi desvirgamiento. Hacía hincapié en que le gustaría que trabajara en su empresa, que me darían suplencias y días festivos, que ganaría un buen dinero y que ella haría, por mi, todo lo que pudiera para que, aparte de ganar un dinerillo, que nunca me vendría mal para pagar matrículas y libros, iría aprendiendo y si era el caso, ir escalando posiciones. “Con tu tipo y juventud, en un par de años puedes llegar a ser encargada de sección, incluso de tienda“. No se.

De alguna manera lo que estaba haciendo era dar tiempo a que llegara la hora en que sabía que, al llegar a mi casa, mis padres ya estuvieran acostados. En quince minutos me iré de aquí y es muy posible que no vuelva jamás.

Mi padre tiene una Asesoría y me pide que colabore con él trabajando cuando pueda y me dará una pequeña paga. Con mi padre me llevo bien y me enseñará a desempeñar su trabajo de cara a que, en un futuro, me quede al cargo de su empresa, nuestra empresa, como él dice. No se.

En mi fuero interno lo que realmente deseo es disfrutar de lo que la vida me va ofreciendo, disfrutar gozosamente del devenir del tiempo y de las cosas, aprehender con mi espíritu lo más sublime y lo más detestable, en mi corazón almacenar lo bueno y lo malo, y dilatar así mi propio yo y al fin, realizarme con mis contradicciones, mis luchas, mis sufrimientos y mis gozos. No me imagino viva más allá de los treinta. No se.

Ya vestida, abracé a Sawa y ella me abrazó. “Tengo la sensación de que no te volveré a ver jamás”. No digas eso, es muy posible que por la mañana haga mi curriculum y que por la tarde te lo acerque a la tienda, es muy posible que vaya contigo a Oliva, es muy posible que cenemos juntas, es muy posible, pero ahora no se.

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