Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

martes, 28 de abril de 2009

SOPHIE

XIX

Mientras subíamos a su ático me iban contando: “Somos casi pareja, venimos del local de ensayo, tenemos un grupo, ella es la voz , piano, teclados y yo guitarra, violín, bajo y compositor”. Me encanta la música, dije, siempre soñé con hacer letras de canciones.

Mirar lo que me acaban de tatuar. Separé mis rastas y bajando el cuello de la camiseta les enseñé el tatuaje. “Eres una aparición, necesitamos carne y sangre frescas y además eres poetisa. Puedes unirte a nosotros y ser nuestra letrista”. Mola, dije.

“Lo que mola es tu tatuaje, me pone”. Dijo la chica. “A mi me pone lo mismo que a ella”. ¿Vivís juntos? “Casi, porque somos inseparables desde niños“. “Acabamos de terminar segundo de medicina y salvo los días de ensayo, las fiestas de los viernes y sábado, vestimos y nos comportamos como los normales. Ya llegamos”. “Necesito sangre antes de que amanezca”, dijo la chica. Olían como a iglesia, a cripta, a sacristía, casi de inmediato me di cuenta. Olían a incienso.
Al salir del ascensor y antes de entrar en su casa, comenté que me imaginaba que esos comentarios sobre la sangre y la carne eran figurados, metáforas o algo así. “Pues claro tonta, nosotros no mordemos ni el chorizo. Hablamos así porque es parte del ritual, del vocabulario. Puedes estar tranquila que no te haremos nada que tu no quieras”. ¿Seguro? “Seguro, pero si lo dudas estás a tiempo. Te damos papel de fumar y te vas. Eres libre como los susurros del viento en los cementerios”. La que parecía llevar la voz cantante era la chica que se las arregló para abrir su capa y mostrar su blusa de seda negra, transparente, excepto dos estrechas franjas de tela más opacas coincidiendo con sus pezones, pero que no impedía exhibir de forma morbosa sus prominentes senos.
El pasillo y la casa entera estaban completamente a oscuras. Sacaron una caja de fósforos cada uno y enseguida encendieron una palmatoria de bronce y con su luz se despertaron las sombras. “Espera que en el salón tenemos los trece velones”. ¿No encendéis la luz? “Solo lo absolutamente necesario”. Un escalofrío recorrió mi espalda.
Se quitaron la capa negra y las botas de piel negra, adornos de acero en la puntera y el tacón, media caña y ocho hebillas. “¿Quieres tomar vino caliente?” ¿Vino caliente? “Sí, no te extrañe. Calentamos el vino para beberlo como si fuera sangre, se rebajan los grados, le ponemos azúcar y lo tomamos en tacita de porcelana como si fuera té chino.”. Lo probaré. “Y nosotros te probaremos a ti”, dijeron al unísono.
De una caja de madera de nogal que había en una mesa de cristal entre los sofás de piel negra, sacaron el librillo de papel de liar y unos condones de color rojo. Dios mío, pensé, esto va en serio, debería irme.
Decidí quedarme sin haber tenido en cuenta que esta noche la Luna está más llena que nunca jamás.
The end.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio