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jueves, 28 de mayo de 2009

EL ABRAZO DESPUÉS DEL SUEÑO

El andariego viajante siente hormigueo en las yemas de los dedos de los pies, siente cómo las uñas de los dedos de los pies se levantan y por debajo ve hormigueros, miles de hormigas negras y brillantes hacen su trabajo, incansables. Infinitas hileras de hormigas se introducen en cada poro de la piel que existe debajo de las uñas, las siente ascender por las tuberías enormes que son sus venas y el hormigueo va subiendo y subiendo. En la boca nota sabor a sangre y por las comisuras de los labios se deslizan enormes, gigantescas, hormigas que le van bajando por la barbilla, por el cuello, por el pecho y llegan hasta rodear su miembro largo y erecto como un poste de línea de teléfonos. Detiene el pensamiento y ahí está: Ruidos de cadenas arrastrándose por el suelo de baldosas de arcilla roja y blanda, como si fuera cera derretida, enciende la linterna de petaca y observa cómo las cadenas son arrastradas por miles y miles de ratones blancos.... que se encaminan hacia él. Os espero, os espero, os espero y la muchacha preciosa se asoma a la ventana y desnuda muestra su sexo abierto y susurra, ven, ven, ven, entra y hazme tuya. La ventana se abre y se convierte en puerta y la muchacha dice, entra, entra, entra, estoy abierta de par en par y se ve entrando con su bicicleta y la muchacha le dice que no tenga miedo, que no tenga miedo, sólo quiero de ti que me lo des todo, quiero que me poseas para siempre y que me lleves contigo. Estoy prisionera, estoy prisionera, sálvame, sálvame, te lo suplico y sus ojos negros lloran regueros de sangre y por su sexo se deslizan hormigas rojas que llevan ramitas de ortigas y en cada una de las hojas de las ortigas miles de avispas se afanan por construir avisperos de plastico que duran y duran y duran y su miembro, su miembro abre la boca y le dice al andariego que hace tiempo que le tiene en el olvido...
- Abel, Abel, despierta. Despierta, Abel.
- ¿Qué pasa, qué pasa? ¿Dónde estoy?
- Soy yo, soy yo. Ya se han ido todos y mi hermana está preparando la cena.
- Creo que me quedé dormido y que estaba soñando.
- Eso parece. Mira como te has despertado. Debía ser un sueño bonito.
- Era un sueño malo, como casi todos los míos.
- Pues sería malo pero... el efecto que te ha producido es evidente.
- Se me pasa en cuanto vaya al baño. Ya sabes, cosas de hombres.
- No te preocupes, lo comprendo. Vamos que nos espera y no quiero que piense nada.
- ¿Qué iba a pensar?
- Es muy posesiva y a nada que me descuido me pregunta y me pregunta. Si tu supieras Abel. La nuestra es una historia larga y difícil de comprender. Sólo personas muy especiales nos entenderían. Esta noche te lo contaremos y nos lo jugaremos a una carta. Si nos comprendes seremos felices. Ahora vamos a cenar y después tendremos toda la noche para los tres. Abre la mente, abre el corazón. Tras la puerta de tu alma existe otra que es la que queremos que abras y que nos dejes entrar dentro ¿Serás comprensivo con nosotras?
- No sé, supongo que si.
- ¿Me das otro abrazo?
Contra la pared se abrazaron en silencio, en la oscuridad.
- ¿Sabes una cosa Abel?
- Qué.
- Me gustaría que recordaras este abrazo toda tu vida. Que recordaras que es el abrazo de una entrega.
- Lo recordaré, con toda seguridad.
- ¿Vamos Abel?
- Vamos.

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