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viernes, 31 de julio de 2009

CASI TODAS SIN SUJETADOR

V
Casi todas sin sujetador.

Nuestra singular procesión caminaba hacia el Pentagrama, que yo aún no sabía qué era, cuando a la altura del metro Tribunal, vimos cómo la gente se arremolinaba.
- ¿Qué ha pasado? -preguntó Felipe.
- Que esta chica se ha caído desmayada de muy mala forma y se ha debido dar un golpe en la cabeza con el suelo de la acera. Está sin conocimiento, parece. - dijo un hombre de mediana edad.
Una chica, algo mayor que yo, yacía de muy mala forma en el suelo, boca abajo, y totalmente sin sentido. Oscar, que al parecer es médico, dijo que pidieran una ambulancia y sin moverla trató de reanimar a la chica mientras le miraba el pulso.
- ¿Me escuchas? Si me oyes mueve una mano. Te has dado un golpe y tienes un chichón muy feo en la frente ¿Puedes oírme? Llamar a una ambulancia rápidamente.- dijo Oscar mientras le daba aire con un abanico.
Poco a poco, la muchacha empezó a volver en si y trataba de levantarse pero no podía. “Tranquila, no te muevas que va a venir una ambulancia y te lleva”. La chica hizo otro intento para levantarse pero le era imposible, no tenía fuerzas suficientes. Oscar le dijo que estuviera tranquila, que no hiciera esfuerzos inútiles, mientras, buscaba algo, que yo no sabía, en los brazos y en las piernas. Parece ser que junto a los tobillos tenía las señales de la evidencia.
- ¿Qué te has puesto?
- Caballo, caballo y coca. Ambulancia no, ambulancia no. -decía la pobre chica.
- Tranquila mujer. Te llevan y te pones buena. ¿De dónde eres?
- De a tomar por culo.
Dicho esto, hizo un tercer intento de levantarse y lo consiguió. Cogió su bolso, se miro por si le faltaba algo y echando a correr Fuencarral abajo, nos dejó a todos con dos palmos de narices.
- Eso es para que se vea, con el susto que nos ha dado y se va sin dar ni las gracias.
- Pobre chica, bastante tiene para ella. - comentó Oscar- Es drogadicta.
En el Pentagrama había bastante gente, pero tuvimos suerte que pudimos juntar dos mesas y sentarnos todos juntos. Como yo no estoy acostumbrada a estas cosas, estaba impresionada por lo que acabábamos de presenciar.
- Ya te irás acostumbrando. En Madrid hay de todo, hasta de lo que no hay, se encuentra. - dijo Carmen que se había sentado a mi lado.
- Bueno, vamos a tomar una buena copa, que nos la merecemos. Me voy a tomar un cubata que no lo salta ni un gitano. - dijo Felipe.
Como eran tan conocidos, todos menos yo, claro, les iban a saludar y algunos les daban de mano desde las mesas o desde la barrra del bar que estaba muy animada. Oscar y Carmen sentados cerca de mi. Elisa, Felipe y Dolores a continuación. Alfonso, como no puede parar, estaba de mesa en mesa, besando a casi todas y dando la mano a casi todos.
Le dije a Elisa que me gustaba mucho su voz, su forma de cantar, su forma de tocar la guitarra, que muchas gracias por dejármela y que con mi primer sueldo me compraría una guitarra como la de ella. A Oscar le pregunté que cómo sabía que la chica de antes era drogadicta. “Porque tenía el tobillo acribillado a pinchazos con las agujas hipodérmicas con las que se inyecta heroína“. Comentó. Yo, como siempre, ni idea de qué era todo eso.
De vez en cuando todos bajaban la cabeza hacia el centro y uno, o una, comentaba por lo bajo: “Aquél es Joaquín Sabina, aquél otro es Hilario Camacho. Aquí paran casi todos los cantautores”. Yo ni idea, no había oído hablar de ninguno.
Pasados los primeros minutos, una vez asentada, tuve tiempo de tomar nota visual y observar el panorama en condiciones. Gente joven, bien vestida, todos muy sonrientes, algunos demasiado, la verdad, y sobre todo como muy sanos, muy cultos, muy intelectuales, podría decir. Me llamó la atención que las chicas iban muy escotadas, muy abiertas, algunas con unas minifaldas de vértigo, y casi ninguna llevaba sujetador. Son detalles que puede que no tengan importancia, pero a mi me parecía significativo. Muy liberadas. Se veían algunas parejas besándose con muchas ganas.
Alfonso regresó diciendo que esta noche no hay actuación que, por lo visto, han denunciado los vecinos por el ruido y que se suspenden las actuaciones hasta octubre. No hay actuación ni de Javier Krahe ni de nadie. Ha habido una denuncia por exceso de ruido.
La chica que nos preguntó lo que vamos a tomar al bajarse a recoger los vasos y los ceniceros de la mesa, nos dejó ver con toda tranquilidad cómo se bamboleaban sus precisas tetas. Todos y todas las vimos y las admiramos. Alfonso la decía: limpia aquí que quedó agua, la chica limpiaba y Oscar decía: limpia aquí, por favor y ella obediente, limpiaba y su bamboleo era tan hermoso que hasta a mi me gustaba.
- La cadenas que durante siglos y siglos han esclavizado a las clase trabajadora y al proletariado en general, parece ser, que, gracias a la lucha incesante de los trabajadores, durante generaciones y generaciones, por fin, compañeros, por fin, está dándonos pequeños signos de éxito. Prueba de ello -decía Felipe, con la voz engolada y solemne, en plan de broma supuse, - prueba de ello repito, son las evidencias que aquí tan gratamente observamos. La mujer se está liberando de uno de los emblemas más evidentes de su opresión: los sostenes, o sea, los sujetadores. Ni una casa sin pan y ni una sola mujer con sujetador. Lo de que vayan sin bragas va a ser más complicado, pero todo se andará.
Todos se reían y hasta aplaudían. Por unanimidad los hombres tomaron cuba libres y las mujeres tomamos café irlandés. Otra novedad para mi. A mitad de la consumición todos levantaron sus cubatas y sus irlandeses y Alfonso dijo: “Compañeros y compañeras, vamos a brindar por la encantadora Ezmeralda. Brindamos, por ti, porque encuentres pronto trabajo y porque aquí, en Madrid, y que seas inmensamente feliz. Va por ti presiosa”. Todos y todas chocaron sus vasos contra el mío, mientras decían: por ti, por ti, po ti... Me emocioné tanto que se me cayó una lágrima como un puño.
Sobre las tres y media salimos del Pentagrama poco menos que cantando el Asturias Patria querida. Nos despedimos allí mismo, con efusivos abrazos y besos de todos y Carmen y yo regresamos andando hasta casa, hasta nuestra habitación compartida.
- ¿Lo has pasado bien?
- Ya lo creo, voy un poco piripi, pero en la gloria. Qué bien os portáis todos conmigo. Por cierto, no me habéis dejado pagar nada y eso no puede ser.
- Tranquila. Hay más días que ollas.
La luna seguía sin aparecer, pero el cielo era maravilloso y yo me sentía en la gloria. Un milagro, vaya.

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