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miércoles, 22 de julio de 2009

LA TIGRESA

XI
Dormitamos, más que dormimos, una hora y pico y mientras, Praxila, me hablaba anteponiendo la consabida frase: sé que eres muy inteligente y por lo tanto no hace falta que te diga que todas las precauciones son pocas, pero, por si acaso, te lo digo: ten mucho ojo. Me recomendaba que tuviera al corriente a la familia del sitio aproximado donde estaba, por si pasaba algo. Que llamara dos o tres veces al día, que fuera muy cuidadosa con los detalles, muy observadora.
Cuidado con las contradicciones, con los deslices, tienes que ser muy lista. Que nunca te pillen, y si te pillan ten preparada la coartada. Siempre con los ojos bien abiertos.
Praxila hablaba tan cerca de mi boca, que era como si quisiera que me tragara sus palabras. Nunca nombres a nadie sin necesidad y si acaso, con nombres ficticios y lugares imaginados. No anotes nombres ni teléfonos que te puedan comprometer.
- Memoriza: Trabajo en la Plaza Averroes, 6 5º B. 6566500371 ¿Sabes quién era Averroes?
- Si, lo sé. Soy profesora en un Colegio Privado, no te vayas a creer. Plaza Averroes, 6 5º B. 6566500371. Tengo memoria, no te preocupes.
- Ahí tengo mi despacho, trabajan conmigo dos chicas. Llama en horas de trabajo. También memorizaremos nuestros correos electrónicos. Puedes escribir cuando quieras que contesto siempre. Si mañana o cuando sea, en tu casa, te acuerdas de mi, que te acordarás, te resistes. En varios días como que no ha pasado nada. Si pasados esos días quieres, cítame y quedamos en un hotel de carretera a medio camino entre Puertollano y Córdoba ¿Estás de acuerdo?
- Si cariño, lo que tu digas ¿Sabes una cosa? En un lugar, cerca de mi pueblo, existe otro pueblo pequeñito y a las afueras de ese pueblo pequeñito hay una casa palacio. En esa casa vive un hombre de unos cincuenta años. Es ciego. Puso un anuncio pidiendo una mujer que le leyera sus poemas y sus relatos, que le ordenara sus papeles y sus cosas y me eligió. Vive con un ama de llaves que le cuidaba desde que era niño, debe tener setenta años esa mujer, pero le deja solo a partir de las tres y media, que es cuando llego yo. Un día dijo que no podía resistir la vida, que se iba a quitar de en medio. Al preguntarle por qué, dijo que se había enamorado de mi y le respondí que me pasaba lo mismo. Tiene fantasías y una de ellas es que le lleve a otra mujer que sea antagónica a mi y le prometí que algún día le llevaría a esa mujer.
- ¿Quieres que vaya contigo a verle?
- Me gustaría.
- Pues iré. Dame quince días y lo organizamos.
- Está bien. Gracias cariño, que quede entre tu y yo.
- Descuida ¿Es guapo?
- Te gustará. Me arriesgo a que le gustes más que yo, pero lo he decidido por su felicidad.
- Tranquila, me pondré en sus manos por ti, no por él.
- Praxila.
- ¿Qué?
- Te quiero.
- Está bien, te dejo que me quieras. Con una condición: que no sufras innecesariamente. Si sufres por mi, me arrancas de tu vida. Dime tu animal preferido.
- La tigresa.
- ¿Quieres probar tu máscara?
- Si, quiero.
Praxila, desnuda, se acercó hasta su maletín de viaje y de un sobre de tamaño folio, acolchado, con burbujas por dentro, sacó dos máscaras con adornos simulando piel. Uno de ellos era piel de tigre y el otro de murciélago, de vampiro vaya. Se puso la de ella y al acercarse con la máscara de tigre, sentí un escalofrío ¿Cómo era posible tal coincidencia?
- Prueba a ver cómo te queda. Serás la atracción de la fiesta.
Con las máscaras puestas nos miramos en el espejo grande y en el del baño. Me sentía transformada y no pude soportar el peso de la duda ¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho que mi animal preferido es una ardilla o una iguana?
A veces, millones de veces, es mejor no preguntarse cosas.
La locura es otra posibilidad.

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