Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

jueves, 23 de julio de 2009

EL INFIERNO DE LA NOCHE

XII
Algo muy profundo se rompió dentro de mis entrañas. Sentí un dolor tan intenso como el que produce una traición o una falsedad. Efectivamente, el que esté loca es una posibilidad, pero no soy tonta. Esta manipuladora esconde más bazas de las que yo soy capaz de comprender.
Tal vez me equivoque, pero desde que vi la máscara que, de antemano, Praxila traía preparada de Córdoba, o de donde sea, me sentí tan abatida, tan dolorida, tan triste, tan absurda, que tomé una decisión pero no se la dije.
Como que no pasaba nada, me dispuse a planchar mi vestido que realmente estaba hecho una pena y a continuación limpié con agua y un poco de gel de baño la mancha inconfesable que tenían mis pantalones vaqueros. Mañana estará seca y nadie notará nada.
- ¿Qué quiere decir Tea?
- Mi nombre no tiene significados ocultos. Mi nombre es Arimatea, pero desde niña todos me llaman Tea.
- El mío tampoco los tiene. Praxila era una poetisa griega que le leía versos a Safo la diosa de Lesbos. Parece ser que mi padre tuvo un amor secreto. Mi madre piensa que era una mujer griega que traicionó a mi padre con otra mujer, es decir, que resultó ser lesbiana. En una ocasión, siendo yo niña, encontré a mi padre que, con la cabeza entre los brazos, lloriqueaba, completamente borracho . Traté de ayudarle, pero él, furioso, me tiró a la cara un cuaderno escrito con delicada caligrafía. Lo llevé a mi habitación y llorando como una Magdalena, leí lo que estaba escrito ¿Sabes lo que ponía?
- ¿Qué ponía?
- Praxila, Praxila, Praxila, así miles de veces. Todo un cuaderno de treinta o cuarenta hojas, terminado totalmente, con una sola palabra: Praxila. Desde entonces adoro mi nombre porque yo adoraba a mi padre.
- Es curioso. Yo idolatraba a mi padre tanto que, cuando era niña, como te pasó a ti, descubrí que mi padre besaba a su mejor amigo. Nos había llevados a todos, a mi madre, a mis dos hermanos y a mi, a Bayona, a casa de su amigo, a pasar quince días de vacaciones junto al mar.
Aquél hombre era muy guapo y a mi me parecía un dios. Un amanecer, mientras todos dormían, me llevó con él a pescar. Me enseñó a remar con su barca pequeña y aquel día me enamoré de él, creo yo, para no enamorarme de mi padre ¿Por qué hay ciertas semejanzas entre tu vida y la mía? ¿Por qué sabías que me gustan los tigres?
- Es un simple cálculo de probabilidades. No le des importancia.
- Praxila. Iré a la fiesta porque te lo prometí. Pero es muy posible que no cruce la puerta, esa puerta.
- Tea. Nunca hagas nada en contra de tu voluntad. Eres libre. Yo que tu, traspasaría esa puerta y todas las puertas que se te presenten en la vida, pero si no estás convencida de que lo deseas con toda tu alma, no lo hagas. No existe otro compromiso que de tu conciencia.

No pude contener las lágrimas. Y mientras me consolaba Praxila besándome y dándome mimos la pude inducir para cambiarnos de vestido y de máscara. La gente creerá que yo soy ella y que ella soy yo.
- ¿No me sacas las fotos que tenías pensadas?
- No Praxila. Mi fotografía no será convencional. No me interesas como modelo y no lo digo de mala forma. Te conozco y prefiero fotografiar lo desconocido, lo que no es convencional. Fotos de mujeres desnudas ya hay muchas. O consigo que mis fotos sean únicas, personales y distintas, o lo dejo.
El tiempo corre más que un tren o que un avión, el tiempo es veloz como un suspiro y ya son las doce menos cinco. Mi tristeza íntima permanece. Mi infierno interior sigue con su tortura y su masacre interna me produce tal destrozo que siento que la realidad me acerca, peligrosamente, a la frontera con la cordura.
En la casa, en el piso de la calle Libertad, hay que entrar con contraseña que Praxila sabe y dice sin que yo pueda entenderla. Parece algo en alemán o en otro idioma desconocido.
Una vez dentro, el salón está casi lleno de gente sentada en mesas como si fuera un café clandestino donde se juegan millonarias partidas de póker. Nos saludan muy atentos, muchos besos y parabienes y yo trato de reconocer a alguien y si, hay alguien que conozco, por mucho que se esconda tras su máscara de zorro. El hombre mayor, el señor amable está allí y la jovencita que estaba junto a él y M la actriz de teatro. Veinte o veinticinco personas, cada una con su máscara.
- Te has dejado el Cartier en casa. Es una lástima, te lo pensaba robar. - Me dijo un hombre como un armario, con la cabeza más brillante que una bola de guá y tatuaje en el cuello - ¿Traspasamos la puerta juntos?
- Eso cuesta.
- ¿Cuanto por ser el primero?
- 1.200.
- Hecho. Ahí los tienes.
- Búscame a otros tres como tu y a dos chicas más jóvenes que yo. Ellos 1.000 y ellas 600.
- Dame unos minutos y te aviso.
Nunca hablaré del infierno de la noche ¿O si?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio