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sábado, 25 de julio de 2009

HAY VIDA DENTRO

Los sábados por la tarde, hoy es sábado, me suelo hacer lo que yo llamo la ITV. O sea, limpieza general y exhaustiva, de todo mi cuerpo, incluidas mis veinte uñas. Aunque parezca mentira, es cierto, tengo veinte dedos con sus respectivas uñas. Total: veinte uñas.

Me gusta cuidar mi higiene corporal, visible e invisible, sobre todo de las manos, porque son las que van al pan y porque con ellas toco algunos instrumentos.

El caso es que me senté en el baño, con la tapa de la taza quitada, y me puse a reflexionar y de paso, cortarme las uñas. Lo hago con sumo cuidado y a las de las manos las paso la lima. Lo de la lima es cierto solo a veces.

Mientras estaba en tan solitaria e íntima tarea, me fijé en una de las venas más gruesas de mi mano derecha, la más marcada y oscura y observé con sorpresa y detenimiento.

Es cierto, no es una alucinación, dentro de mi vena gorda de la mano derecha, existe una mancha blanquecina, cerúlea más bien, del tamaño de una lentejita.

Es raro, y por lo tanto, me fijé detenidamente en la manchita, con intensidad, con detenimiento, como miran los relojeros con su lente de relojero, o los artistas de las imprentas con su cuenta hilos. La mancha está quieta, paralizada, inmóvil, es como si estuviera dormida, en permanente letargo.

Pensaba yo que podía ser una mancha en la piel, pero no, está dentro de la vena. Así que me fijé más y más y cuando comprobé que estaba quieta, aparté la mirada y en ese preciso momento, en ese infinito átomo de instante, la manchita se movió. Imperceptiblemente, pero se movió.

Me fijé con más intensidad, incluso me apreté la vena por ver si la mancha caminaba, como caminan los niños que aprenden a andar con el empujoncito de sus papás, pero no se mueve del sitio. Mi manchita tiene cuerpo, o sea, tiene volumen, pequeño, pero lo tiene. Parece no tener, al menos que se vea, ojos, ni boca, ni otros signos aparentes de identidad sexual. Pero yo sé que de ser algo es hembra. No tiene sentido ser habitado por un hembro, por un macho.

Así que, ante tal incertidumbre, y para certificar la movilidad de mi manchita, puse una marca con un boli sobre la piel que envuelve a la vena que, a su vez, envuelve a la manchita.

En seis horas ha caminado milímetro y medio, como mucho, pero ha caminado.

Hoy me siento el hombre más feliz de la tierra. Por fin tengo compañía y bien a la mano.

No puedo dejar de pensar en ti, amor, digo mirándola.

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