Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

sábado, 1 de agosto de 2009

LOS OJOS MÁS TRISTES QUE DE AQUÍ A LA LUNA.

VII
Los ojos más tristes que de aquí a la luna.

Cuando desperté Carmen ya no estaba en la cama. Me incorporé y por primera vez tomé conciencia real de la habitación en la que el destino, el azar, o la simple casualidad, me había tocado en suerte. La lámpara, siempre, desde que tengo conciencia, siempre la lámpara que cuelga del techo y que, por lo general, coincide justo encima de la cama o casi. La lámpara es mi objeto magnético por excelencia, mi objeto decorativo más contemplado de toda mi vida, como diría Carmen, de toda mi puta vida.
El armario ropero con su espejo de cuerpo completo. Odio los armarios roperos con espejo. El palanganero, la palangana, encima ésta de aquí, ni tan siquiera es blanca como la que tiene mi madre. Como la toalla es azul, han puesto una horrible palangana azul. Qué ordinariez. La jofaina azul bajo el palanganero con agua. Odio las jofainas azules. El cuadro apaisado con unos gamos y tres galgos que les persiguen. Odio ese tipo de cuadros. El cuadro colgado justo encima de mi cabeza, un San José con el Niño Jesús en brazos y el Niño, a su vez, con un lirio en la mano. Odio ese tipo de cuadros. Odio esta habitación, odio vivir entre la vulgaridad y la sordidez. Odio oír a la gente que vive en la habitación de al lado. Odio tener una compañera, odio, dios mío, odio todo lo que me rodea. Odio mi vida de habitación compartida en habitación compartida. Y la hija de mi padre, Esmeraldina, tiene que vivir aquí, en Madrid, en una odiosa habitación compartida. Dios mío, no lo puedo soportar. Dios mío yo no resisto vivir aquí. Me voy a morir si no cambio de rumbo.
Siempre odié con toda mi alma a la gente que dice tacos o blasfemias. A mi padre se lo decía: papá, por favor no digas esas palabrotas. No me gusta que mi padre diga esas palabrotas porque le hacen de menos. Siempre odié a la gente que a todas horas habla de lo mismo, de joder y de esas cosas, que tanto odio. No quiero estar ni ponerme a la altura de esa gente que no sabe hablar de otra cosa que no sea de sexo, de lo morboso y obsceno. No existe nada más ordinario y soez.
Saldré a la calle a buscar trabajo y de paso iré buscando una habitación que me guste realmente y abandonaré esta casa. La maleta, también odio las maletas, se dice pronto, desde que tenía once años para doce, con la maleta arrastras ¿Cuando será el día en que me sienta satisfecha de mi misma? ¿Cuándo podré tener mi habitación propia?
Carmen regresa de la calle con un cucurucho de papel de estraza lleno de churros calientes. Viene contenta con sus churros en un cucurucho.
- Buenos días, salada ¿Te has despertado ya? ¿Qué tal has dormido, corazón? ¿Quieres unos churros bien calentitos? Tu has llorado ¿Por qué has llorado, mi niña? Tienes los ojos más tristes que desde aquí a la luna y eso no lo consiento. Estos churros los hizo el churrero delante de mi. Cada domingo bajo a esta hora a la calle para comprar los churros y hoy, como estás tu, he comprado seis más para ti. Cómelos antes de que se enfríen y baja a la calle, compra el periódico, el Ya que es el que más anuncios trae, busca un trabajo digno y verás como, más pronto que tarde, tendrás un sueldo que te permita vivir con dignidad. Te dejaré un plano y tu pregunta, que la gente es muy amable y te ayudará. Será tu primer día sola, pero alguna vez tenía que ser.
- ¿Por qué me llamas corazón y mi niña, por qué me has comprado los churros y te portas así conmigo si yo no he hecho nada?
- Esta noche te contaré una historia y tal vez comprendas mejor. Levántate y a la calle, que está a punto de llegar EL.
- ¿Cómo se llama?
- Ananias, se llama Ananias. Es hermano gemelo de Oscar, el amigo que nos acompañó anoche.
- ¿Carmen, si te lo pido dejarás de decir tacos y blasfemias?
- Me estás pidiendo que deje de fumar raso por corriente, pero lo intentaré. No eres la primera que me da la vara con mi forma de hablar, pero piensa que en esta vida todo tiene su por qué, su razón de ser. Pero esa es otra historia.
Me vestí y arreglé un poco y a la calle. A la aventura como una valiente bien cobarde.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio