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lunes, 19 de octubre de 2009

Me dejaré arañar.

El sacrificio de sacar a los perros dos veces al día lo tienen que cumplir a rajatabla, aunque se sacrifiquen. En el Retiro a esa hora hay poca gente, alguna señora con su pequinesa, algún perro alsaciano, algún perro lobo, algún corredor, un ciclista, una o dos patinadoras y varios barrenderos con su carrito y sus cepillos de púas negras. El cielo está limpio de nubes y el sol ya calienta como si fueran las doce de la mañana. El bochorno empieza demasiado pronto y la gente prefiere estar en casa, recogida.
A Lena y Leo les gusta el calor tórrido y están deseando que los perros terminen con sus faenas de higiene para volver pronto a sus quehaceres de casa. Pero hoy hay algo especial que les atrae poderosamente, sobre todo a Lena.
- Tu vete observando el suelo y los arbustos. Siempre se encuentran preservativos usados, pañuelos de papel, y en las proximidades del Ángel Caído muchas más cosas. Ya es tarde y los de la limpieza se habrán llevado lo más gordo. Hay que madrugar mucho para encontrar los restos de sus ceremonias.
- ¿Qué buscamos, cariño?
- Mira. Esas gotas de cera roja de las velas de parafina, esa sangre, esas cerillas usadas, resto de porros, y mira lo que hay aquí.
- ¿Qué es eso?
- Los algodones de la sangre. La anillaron los pezones y con alcohol y algodones la curaron. La pusieron el collar y los aros en los pezones. Para la próxima ceremonia la pondrán los aros en los labios mayores de la vulva. Así es el rito inicial. De aquí se irían al palacete y allí la terminarían de bautizar y sería la entrega al Señor Amo.
- Me da miedo porque me imagino que tiene que haber mucho dolor en todo eso.
- El dolor no se siente, sólo se siente el placer del dolor para el placer y es mucho mayor el placer, porque no existe lo uno sin lo otro. El placer de sentir que el Amo es feliz aunque los que te penetren te hagan daño, te gusta. Es increíble pero así es. Mira la sangre de los algodones. Ni te imaginas lo feliz que se sintió la chica cuando consiguió su collar y sus anillas. Es extraordinario. Vamos para casa que los perros ya están bien atendidos.
- ¿Cómo sabes tanto de eso?
- Fuí parte de la Cofradía durante diez años. Llegué a ser Gran Maestra. Me encargaba de los esclavos y de las sumisas. Primero fui sumisa, luego esclava y así fui escalando posiciones hasta llegar a Dominatrix. Lo dejé todo por el Arte. Tengo la excedencia por cinco años, renovable. Si volviera sería como Maestra Superior, aspirante a Diabla Menor. Esa es una historia pasada que solo cuento para que sepas algo más de mi. En estos momentos sólo me preocupa el Arte. Mi Arte me ocupa todo el tiempo y ahora, porque estamos en agosto y estoy tranquila, buscando la serenidad para cargar bien las pilas para la campaña de Otoño, que será muy dura. Si le aprueban el proyecto a mi marido y sale todo bien, tendré que viajar mucho. Una Galería de Londres me ha pedido el catálogo de los cuadros y el proyecto de la perfomance y se lo tengo que llevar en persona. Quisiera pasar allí ocho días para hacer de esponja y ver todo lo que pueda de lo que se está haciendo en Londres, que es donde se cuece casi todo lo de Europa. No para la cabeza de pensar en proyectos futuros. Gracias a eso soporto la realidad de la vida que no es tan dulce, no es oro todo lo que reluce, nunca se es feliz como se quisiera. Mi marido, anoche, a las doce y media de la noche estaba hablando con alguien ¿Con quién se habla a esas horas de la noche? Seguro que hablaba con Lorena, la de la Harley Davison. Me jura y perjura que no follan, que solo hablan de chopers, de quedadas y cosas de esas, pero me corroe la duda.
- Mira nuestras sombras. Es increíble, pareces un árbol y yo una zarza. Me encanta ser zarza si tu eres mi árbol, Leo ¿Por qué evitas que te de la mano o que te coja por la cintura?
- Está bien así, sin tocar.
- Me encantaría tocarte la cintura y sentir cómo crujen las hojas secas que vamos pisando ¿Me dejas?
Lena quiere sentir la piel caliente, sudorosa, de su amiga. Poco a poco la va atrayendo y nota como el árbol se junta a la zarza y la zarza aprovecha para bajar con la mano y por detrás llega más abajo.
- Quieta así, doña árbol, que la zarza quiere ver cómo estás por dentro.
Sus dedos exploran y al minuto y medio los saca y los pone mirando al sol. Brillan y están mojados. Se los ofrece y antes de que Leo los chupe los retira y los chupa ella.
- Estás dulce como la miel. Quieta otro poco.
Y las sombras se juntan y los perros tiran de las dos, pero queda tiempo para una nueva exploración. Los dedos salen más mojados y esta vez no hay engaño. Leo chupa los dedos empapados de ella misma. Lena se sube a la acera y consigue que Leo, que es mucho más alta, descienda la cara inclinada y ofrezca la boca a su amiga Lena. Se besan largo rato disfrutando de sus bocas sedientas y Leo acerca a su amiga que se deja meter los dedos. Los perros siguen tirando de sus correas.
- ¿Cómo no voy a quererte amor mío? Hoy no te has puesto los tacones para que no se note que sólo mido unos sesenta y dos y tu uno ochenta y cuatro. También me quieres, aunque no me lo digas.
- No confundas el deseo con la realidad. Tu eres mi sirvienta y me serviré de ti. Eso es todo.
- Lo sé, pero estás más húmeda que yo. Vuelve al beso y no tengas prisa. Quiero sentir.
- Y yo, mi pequeña zarza que me rasguña más de lo que me gustaría. Me dejaré arañar.

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