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sábado, 24 de octubre de 2009

No hay vuelta atrás.

La vida es un misterio imposible de explicar y no merece la pena preocuparse por aquello que no hace más daño que la propia experiencia y como tal experiencia, si es grata, bien venida sea.
La pequeña Lena se pregunta a qué clase de enfermedad pertenece su atadura a una mujer que, por muy fantástica que sea como Artista, como mujer, como persona, le atrae tan poderosamente y que aunque luche, siempre acaba vencida porque, aunque no quiera, le hace feliz. Le hubiera gustado saber de Psicología para entenderse mejor. Lo único de lo que tiene certeza es de que algo muy fuerte y desconocido invadió su espíritu, que la domina de forma sobrehumana. Leo dice que existe el llamado síndrome del Ángel Exterminador y que es muy posible que sea ese síndrome el que la está influyendo. Que también pasó por ello cuando se unió, incondicionalmente, a su maestro con sólo catorce años.
- No te preocupes por nada. Estamos rodeados de síndromes, de efectos incontrolados, de efectos de rayos ultravioleta, efectos de espejos, efectos de complejos de Edipo, de Electra, de Narciso, de Venus, de Afrodita, de Eros, de Tánatos, de síndromes como el de Estocolmo, hasta por la consabida Ley de Murphy, tantas derivaciones víricas que nos produce esta sociedad enferma en la que vivimos rodeados de los efectos, producidos por la propia condición de ser personas, que nos pueden influir, positiva o negativamente, en un momento determinado, que la única fuerza contra la que debemos luchar es contra aquello que nos perjudique en nuestra dignidad y libertad. Los límites los pone cada uno en cada momento. Es fácil, si te gusta y no te hace daño, acéptalo. Un día decidí que probaría de todo en mi vida, excepto determinadas drogas. Lo he probado casi todo y al final elegí con la único que realmente interesa: el trabajo como Arte. Haz lo mismo, mi pequeña Lena.
- Me asusta lo que siento. Por otra parte, contigo soy feliz, aunque me duela, deseando que me puedas enseñar tanto como sabes. Nunca me hablas de tu maestro y me gustaría saber cómo fue aquello que tan marcada te dejó.
- Esa historia es la historia del capítulo aparte. Hay que esperar a que surja el contexto, el momento en que surja de forma espontánea. Hoy toca enseñarte mi taller, mi estudio de Artista. Comeremos allí y trabajaremos hasta poco antes de salir con los perros.
En una bolsa metieron los alimentos que iban a tomar y bajaron en el ascensor como les gusta, abrazadas como si temieran que separadas la otra se va a escapar.
- Me encanta verte junto a mi en el espejo del ascensor, mi pequeña Lena. Tu y yo en los espejos parecemos inseparables. Tenemos que controlarnos porque agosto no dura toda la vida. Hay que ir pensando en el día en el que no podamos estar juntas. Tienes que buscar un hombre que te de lo que jamás te podré dar yo, por ser mujer y por estar casada. Piensa en mi ahora y almacena pensamientos que puedas utilizar cuando no puedas tenerme.
- No me lo pongas difícil. Si no puedo estar contigo me conformaré pero... no me interesan los hombres ni nadie, excepto tu, al menos es lo que siento en este momento ¿Está muy lejos tu taller?
- Ya llegamos. Son los locales de los bajos y los sótanos. Aquí tenían un Colegio mis abuelos y más tarde continuaron mis padres hasta que a causa de la crisis y de las trabas del Ayuntamiento, lo cerraron y empecé a utilizarlo yo. Aquí también trabaja mi marido y con algún colega hace sus maquetas y sus pruebas de resistencia de materiales. Nos viene muy bien aprovecharlo y que esté tan cerca de donde vivimos. Espero que te guste esta tu segunda casa.
- Tienes muchas cosas Leo, muchas cosas.
Al abrir la puerta del Colegio un halo de olor a cerrado, una especie de vapor invisible rodeó a las amigas y fue tal la sorpresa de Lena que no pudo por menos que pensar en una película de terror.
- Entra, no tengas miedo. Hay que subir las persianas y abrir las ventanas para que ventile un poco. Vamos a bajar al sótano que allí es donde está el taller. Dame la mano y sígueme, la escalera está al fondo del pasillo.
- Leo, tengo miedo.
- Si has llegado hasta aquí, mi pequeña Lena, significa que no hay vuelta atrás.

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