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martes, 20 de octubre de 2009

Se acabaron las lágrimas.

La separación momentánea de las dos amigas recientes, Leo y Lena, les duele por igual. Cada una tiene sus pequeñas y particulares obligaciones. Como están solas, circunstancialmente y Lena de vacaciones absolutas, deciden pasar por casa, dejar a sus perros atendidos y volver a bajar a la calle para hacer la compra de la comida y lo necesario para la fiesta de la noche en la Galería Privada de Arte de la Artista Plástica y Visual, Leo.
Acuerdan, por lo tanto, verse a la una de la tarde en el Mercadona. Cada una de ellas mira a la otra cuando se separan. Lena antes de entrar en la puerta de la casa con su perrita prestada, mira a ver si Leo la mira y Leo la mira y ven las dos cómo se miran antes de dejar de verse y tardan segundos, pero largos segundos, en dejar de verse y mirarse. Les da pereza desacostumbrarse de estar juntas, pegadas la una a la otra. Les hace daño una mínima separación.
Lena en su casa, una vez atendida la perrita prestada, se desnuda y se mete en el baño. Enciende un cigarrillo de Lucky Strike y de repente, sin que sucediera nada que lo justifique, en apariencia, se echó a llorar totalmente desconsolada. Había pensado en llevar a la fiesta el vestido negro de tirantes, escotado a elegir, que se había comprado en Mango para el día más importante de su vida: el de su Graduación como Licenciada en Derecho. Había pensado en ponerse los zapatos de color rojo vino burdeos y la gargantilla de color vino burdeos, en pintarse los labios con carmín vino burdeos y maquillarse con un leve tono de rouge vino burdeos en sus mejillas y ahora se le ha caído el mundo absolutamente. Dios mío ¿Por qué me ha tenido que pasar esto? Lena es un valle de lágrimas y se levanta del baño y se mira al espejo y se ve monstruosa y se pregunta en qué clase de mujer se ha convertido en dos días o menos, incluso ¿Cómo imaginar lo que ha vivido con su nueva amiga? ¿Cómo imaginar que la vida es tantas vidas? Ahora se encuentra conque le ha nacido una nueva vida, la vida que no podrá contar a nadie, la vida secreta, su más absoluta vida secreta. Nadie tiene que saber la clase de mujer en la que me estoy convirtiendo. Odio a esa artista engreída de mierda, la odio con toda mi alma porque me ha envenenado con las novedades con las que me ilustra y me enciende la luz del deseo de aprender más y más. La odio porque la amo más que a nada en el mundo y ayer a estas horas, yo no era así. Pero lo tengo fácil, lo tengo muy fácil, aún estoy a tiempo. Menos mal que me he dado cuenta antes de que sea demasiado tarde. Se acabó. Leo, la Artista Genial, ha muerto definitivamente para mi. No iré. No iré. Se ducha y termina de hacer toda su higiene personal de una forma profunda y se queda tirada a posta en la alfombra del salón. Fuma un nuevo cigarrillo y piensa en ir mañana a ver a su hermano Óscar al Hospital Psiquiátrico de Alcobendas y piensa en ir el sábado a Guadalajara al mercadillo y piensa en ir a comer a Medinaceli y piensa en salir una noche por Huertas a ver si ve aquel que la puso loca una noche en la que se dejó meter mano y más, mucho más, y piensa en aquella otra noche en la que se sentó en el asiento de atrás del coche de Armando, con dos que la besaban a la vez y ella tuvo en sus manos lo que tuvo más tarde en la boca, piensa que ella no sabe nada de la vida pero tampoco es que no sepa nada de nada, que algo sabe, que algo ha hecho, que algo tiene que esconder, como aquella tarde en Fuencarral en la que se dejó seguir por un desconocido y se dejó hacer sin terminar del todo, y aquel novio del instituto que solo sabía manosear pero que no la ponía y así acabaron sin haber empezado siquiera y piensa tanto, que se queda dormida. El móvil, el móvil, suena el móvil ¿quién será? el pesado de Abel, como si lo viera, o la pesada de mi madre que seguirá pensando que soy una cría porque apenas tengo tetas. Son las doce y media y qué bien me ha venido esta hora y media de dormir desnuda en la alfombra del salón.
- Dígame.
- ...........
- Si, soy yo ¿Quién eres? ¿Leo? ¿Eres Leo? ¿Qué te pasa, Leo? ¿Por qué lloras, Leo? ¿Por qué lloras? ¿Qué te han hecho?
- No van a venir. Todos están de vacaciones. Quedamos en que vendrían como treinta personas y llevo llamando a los que estaban previstos y resulta que se han ido a la playa, o a la casa del pueblo. No hay nadie en Madrid, Lena, no hay nadie. No vendrá nadie a la preinauguración, previa presentación de mi obra. Estoy desesperada ¿Qué puedo hacer, Lena?
- Vamos a ver, para empezar, tranquilizarte ¿A cuantos esperabas?
- A veinticinco o treinta y hasta ahora sólo cuento con nueve. Es un desastre, todas mis previsiones se han ido al traste ¿Qué puedo hacer, Lena?.
- Fácil. Comprar solo canapés para diez y tu once. Celebrar que vamos a ir diez personas. Así que no te quiero volver a oír llorar ¿Estamos?
- ¿Entonces no lo aplazo?
- No. Vete bajando que en media hora estaré contigo. Una cosa, Leo. Tendrás una fiesta maravillosa y venderás casi toda tu obra, así que se acabaron las lágrimas. Ok?
- Ok, Lena.
- Pues eso, que no me entere yo de que lloras por nada ni por nadie. Eres la mejor pintora que existe y lo venderás todo y de aquí a Navidad subirá tu cotización un cincuenta por ciento ¿Me oyes, Leo?
- Si.
- Pues eso.

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