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miércoles, 2 de diciembre de 2009

EL LOBO DEL MUNDO

En la noche, no tengo miedo tangible
a la sombra ni a su ferocidad y guadaña.
En la noche, puedo ser dueño
de territorios sedientos de ávidas lobas.

Lobas que se acercan a lamerme los pies
y adorar la hebilla de mi cinturón.
En la noche, soy el amo de mi nocturnidad
y domino la sumisión y entrega de mi bestia.

Bestia personal transferida y transmutada
en mágica odoratriz de hadas sanguinarias.
En la noche, soy capaz de arrancar el velo
negro a la esquelética calavera del ser o no ser.

Ser que durante la noche me convierte
en el héroe de mis sueños predilectos.
En la noche, puedo alentar anhelo
de ser más lobo que hombre y devorarme.

Devorarme y dejar mi rastro de sangre
entre las pisadas negras de la nieve.
En la noche, que vean mis huellas
junto al barranco de los cadáveres.

Cadáveres que un monstruo
apiló junto a mi cama de hombre.
Hombre que acecha la ferocidad
del lobo que habita el bosque.

Lobo del bosque, lobo del mundo.

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