IX..- Dios, dime que no moriré hoy.
Abro los ojos poco antes de que ella se despierte y me sorprendo mirándome en el espejo de la puerta del armario empotrado. Mi pelo casi me tapa la cara, y mis ojos están brillando. Aparto el edredón y la sábana y veo cómo mis senos desnudos forman dos oteros en mi pecho. Sonrío. Mis pantys negros, casi transparentes, destacan la curva de mis caderas, de mis muslos, de mis rodillas y de mis piernas. Los píes se desperezan y tratan de despegar los dedos, uno a uno. Si pudiera me besaría a mi misma... porque tengo que empezar a quererme más. Me observo el vientre y me lo imagino lleno del niño dentro y le quiero también.
Me levanto al baño y me visto para esperarla sentada en el sofá del salón. Quiero aprender a fumar y hacerme fumadora para tener algo en qué entretenerme mientras pienso si sigo pensando en Él o si, por contra, decido olvidarme y pasar página. En la mesa de centro hay un papel con una nota. No me resisto y leo: “Mamá píntame el pan de mermelada y miel que quiero comerme el mundo”. Es buena escritora, buena fotógrafa, buena conversadora, es guapa y rica, sin embargo, no parece muy feliz.
¿Qué le pasa a este puñetero mundo que sólo pare infelices? Está en el baño. Dentro de poco aparecerá ¿Qué me dirá cuando me vea vestida?
- No quisiste esperar a que me despertara. Estoy muy preocupada, Patricia.- ¿Por qué?
- Me noto unos bultitos en un pecho.
- No será nada. Eso son aprensiones. No te preocupes.
- Me están creciendo. Desde que estuvo aquí el hombre desconocido me han crecido una talla por lo menos. Me encuentro rara.
- Vete al médico y que te hagan una mamografía. Pero no te preocupes eso suele ser cosa de las hormonas. Estarás ovulando.
- Iré después de Reyes. Voy a tocar mi media hora. Tengo que ensayar unas partituras.
Sentada al piano parece una profesional. Suena muy bien. Aunque no entiendo de música lo que escucho me parece muy bueno. Me acerco y admiro su destreza con el teclado. De vez en cuando corrige una nota en la partitura. Sigue tocando y no reconozco su música porque no es nada conocido, parece una composición suya.
Mientras toca, a veces, se concentra y cierra los ojos.- Mira a ver si llueve, porfa. Esto lo tengo chupado.
- Ha dejado de llover y han desaparecido las nubes.
- No te pondrás el mono. Tal y como estás, irás bien. Llevaremos unos impermeables plegables por si a la vuelta llueve. En cinco minutos salimos ¿Quieres comer o beber algo?
- Sólo quiero fumar un cigarro ¿Puedo?- Fumas en la cocina mientras coloco un poco.
- Te quedan muy bien esos pantalones negros de piel.
- Son los que uso para la moto. No sabes fumar. Déjame a mi. Chupas y succionas humo, lo retienes en la boca , aspiras y expulsas. Así. ¿Ves?
- Es que me da la tos.- Sigue entrenando, poco a poco aprenderás.
- ¿Por qué no me lo habías dicho?
- Porque era un secreto. Al estar conmigo, en la cama, creí que era el momento de hacerte partícipe de mi secreto. No te tortures por ese hombre, ni por mi, ni por nadie. Recuerda: Si te hago daño arráncame.
No me lo podía creer. Me queda bien el casco de motorista. La poderosa Harley Davison, Patro se sienta y la arranca, su sonido es música y me entra como un temblor, carne de gallina. Ella tan de negro, con su casco también negro y yo allí de píe, esperando que me diera la señal. “Sube”. “Pon los píes aquí”. “Agarrate a mi bien fuerte”. “No tanto, no tanto”. “¿Preparada?”.
Salimos despacio, muy despacio, subimos la rampa del garaje y al poco, estábamos en la calle. El suelo ya seco y había muy poco tráfico. Dimos una vuelta por la Avenida, llegamos hasta la Glorieta de Atocha, yo agarrada como una lapa. No se veía a nadie. Dimos la vuelta mirando con detenimiento. Ni rastro del hombre desconocido. Emprendimos viaje por la M 30. “Tranquila, nunca llego a cien, ochenta, noventa y así”. “Patroooooo”. “¿Qué?” “Dale caña, esto es la ostia”. “Sabía que te gustaría. Al pasar Alcobendas llegaré a ciento veinte ¿Te parece?”. “Siiiiii, a ciento cincuenta, porfa”. “¿Dónde vamos, Patro?” “Sorpresa. Ya falta poco”. Mis manos desnudas sienten como la mano, con guante, de la motorista me aprieta ¿O es una caricia Se puso a ciento veinte y sentí volar mi espíritu y en ese justo momento toqué el cielo y fui muy feliz. Puse mi cabeza vestida de casco contra el casco de mi amiga y sentí un escalofrío. Dios, dime que no moriré hoy.
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