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domingo, 17 de enero de 2010

XVIII.- Me susurraba sueños.

Despertar es una aventura. Abro los ojos y el Cartier plateado, herencia de mi padre, dice que son las siete menos cuarto. En la calle sigue lloviendo con ganas de fastidiar el paisaje nevado y me sorprendo de haber dormido en cama extraña y con una mujer que no es mi hermana. Cuando empiezo a tomar conciencia me doy cuenta de que tengo ganas de ir al baño y de que aún no he leído el mensaje que alguien me envió poco antes de las tres de la mañana.
Al vestirme me doy cuenta de que mis pantys están sucios de algo inconfesable en la entrepierna. Debería usar braguitas aunque solo fuera por higiene. El sujetador de Patro está en el suelo y mi camisa esta abierta. Ella duerme plácidamente y su pelo de mechas rubias es lo único que sobresale entre la almohada y el embozo.
En el baño, el espejo me devuelve mi imagen con ojeras y mi pelo enmarañado se me mete en la boca y tapa mis ojos. Sentada leo el mensaje: “La niña que habita en mi vientre se ha movido y me ha hecho recordar que tengo que pensar en ti y pienso en ti. Elizza”. Otra de atar, me digo.
Me peino ante el espejo, no puedo evitar acercarme más y más y sonreír. Con un poco de suerte tengo solucionados los asuntos financieros para el año entero. A esta casa le vendría bien una buena redecoración. Mi padre me dijo en el hospital que si me gustaba el Cartier que me lo quedara, que para mi hermana sería el Quijote del 27, que le faltaban algunas hojas y que el reloj le había costado casi medio millón de los de entonces. Tienes que ser muy lista y conservarlo para que lo herede un hijo tuyo. Ya puedes estudiar más y más, para hacerte una buena profesional en lo tuyo. Cuando me muera no llores por mi, procura que a tu madre nunca le falte vuestro cariño y vuestra dedicación, que no le falte de nada, sobre todo cariño.
Me vestí y como en la casa todos duermen, salí bien abrigada a fumar un cigarro al porche. Está amaneciendo y deja de llover. El cielo clarea y puede que incluso salga el sol. La nieve se está deshaciendo y me dan ganas de ir al establo de los caballos pero soy tan ignorante en asuntos de equinos, que no se si los caballos duermen.
Prefiero esperar a que me acompañen los dueños, no se vayan a molestar si voy sola.
Despacio subo a mi habitación y en la cama duerme profundamente mi nueva amiga. Me quedo en pantys y vuelvo a la cama. Me gustaría poder soñar a la carta. Me pido un sueño de ostras y perlas, otro de cava con anchoas y otro de leche de burra en la bañera con pétalos de margaritas y dos negros que me abaniquen. Recuerdo ligeramente que soñé, esta noche, con que encontraba libros, muchos libros, y entre ellos, mi preferido: “Una habitación propia” de Virginia Wolf.
- ¿Estás despierta, cariño?
- Si.
- Voy al baño. Ahora vengo, no te duermas porfa.
- No.
Se me humedecen los ojos. Hacía mucho tiempo que nadie me decía “cariño” con tanta frecuencia y tan desinteresadamente ¿Por qué tuvo que liarse precisamente con mi mejor amiga? ¿Es que no había otra en el mundo? Y... sin embargo le perdoné y mientras estuve en Nueva York me los puso a base de bien. Menos mal que me di cuenta a tiempo. Nunca acaba de espabilar una del todo y parece ley de vida aprender a base de fracasos.
- ¿Por qué estás preocupada, cariño?
- Por nada, no estoy preocupada. Me desperté, fui al baño y salí al porche a fumar un cigarro. Eso es todo.
- ¿Necesitas dinero? ¿Quieres que te deje algo de señal? ¿Estás realmente enamorada de Armand?
- ¿Armand? ¿Le llamas Armand porque él te lo dijo mientras follabáis?
- No cariño, no llegamos a follar. No quiso él, ya te dije que solo me lo hizo y se lo hice, oralmente. Esta noche, mientras pensaba, decidí llamarle Armand, porque se llama Armando y porque quiero ir materializándolo en mi mente. Es algo así como si le estuviera llamando con el pensamiento para que él, por el efecto espejo, sienta mi llamada y regrese hasta mi casa. Que aparezca y me venga a ver.
- Patro, he decidido que si en ocho días no da señales de vida, empezaré mi proceso de olvido. Eso es lo que he decidido. Si llegara después de esos ocho días ya será tarde. Necesito un hombre real. Esta mañana me di cuenta de por la noche debí tener sueños muy fuertes, el caso es que me desperté con los pantys empapados. Necesito un hombre real, no puedo estar soñando toda mi vida con un imposible.
- ¿Sabes una cosa? Yo pensé exactamente lo mismo ¿Y sabes otra? Tuviste los sueños que yo te susurré al oído mientras dormías y te metiste los dedos en el panty y te vino cuando yo te lo pedí al oído.
- ¿Es cierto eso?
- Te lo juro y te diré más, antes de dormirme, sólo me busqué los bultos en el pecho y me vino. Y en ese momento decidí empezar el proceso del olvido, como tu dices. Si en ocho días no sabemos nada de él, olvidamos. Ya está.
Nos miramos y me di la vuelta para dormir otro poco. Fue muy grato sentir su abrazo y notar cómo me susurraba sueños. El cielo clarea y puede que salga el sol y la nieve se desvanezca como un espejismo.

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