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domingo, 10 de enero de 2010

XIV.- Me Sangran los sentidos.

La selección natural de las especies se manifiesta, una vez más, en la reunión entre todos los que estamos juntos. La superficialidad de lo cotidiano, de lo que parece anodino y sin importancia, si profundizo, me doy cuenta de que Elizabeth, por alguna misteriosa circunstancia se acerca a mi y yo, por el hecho de que esté embarazada, supongo, lo percibo como de lo más natural. Al fin y al cabo los hombres están con sus parejas y aunque no lo estuvieran, no siento que pudiera congeniar con ninguno.
Como se sabe, cada día fuma menos gente y para mi propósito de aprender a fumar y hacerme fumadora, no por vicio como ya dije, solo por tener un pretexto para pensar más aún en el dueño de mi corazón, no es fácil encontrar quién te de fuego, cuando lo necesitas y menos que alguien te acompañe a compartir el momento fumador. Así que encontré de lo más natural que Elizabeth me pidiera que saliéramos al porche y sentarnos a fumar un cigarrillo juntas.
- Me joden alguna personas y sus comentarios fuera de tono. No me gustan los chistes fáciles, ni que se pongan a hablar de política. Cada uno sabe de qué pie cojea el otro y si se pican, al final, salen tarifando. Menos mal que recurren a la música. Mi marido sólo piensa en su instrumento y bien que lo maneja, que me parece mentira lo que ha progresado en tan poco tiempo. Me jode que la lagarta esa no le deje ni a sol ni a sombra ¿Te fijaste cómo le mira?
- No sé de quién me hablas. Pero sea quien sea, no te hagas mala sangre, en tu estado no te viene bien disgustarte ¿Qué tal fumo? - y diciendo esto chupé una buena calada y expulsé el humo, sin toser, mientras esperaba su respuesta
- Muy bien, como no sabes, resulta gracioso ver que eres novata ¿Vendrás mañana?
- No creo, ¿Por qué lo preguntas, Elizabeth?
- Porque si vienes mañana te cuento más cosas y si hace buen día, vamos solas hasta el río. Me gusta conocer gente nueva y me encantaría conocerte mejor. Aunque no te lo creas entre la niña, el embarazo, mi marido y millones de personas más con las que estuviera, seguiría sintiendo una inmensa soledad. Una losa me aplasta y tengo que cuidar de no hundirme. Si puedes, ven.
- No creo que deba venir si no me invitan y mucho menos si no viene Patro.
- ¿Tienes correo o móvil, una tarjeta, algo donde pueda comunicarme contigo?
- Te daré una tarjeta del trabajo, que es mi casa, y ahí lo tienes todo.
- Gracias Patty, por favor, no comentes con nadie lo que hablemos, ni a Patro ni a nadie ¿Puedo confiar en ti?
- Claro que si, tranquila. Escríbeme correos o llama al móvil cuando quieras. Si puedo te contesto ¿Te has dado cuenta? ¡Está nevando ahí fuera! ¿Te imaginas el frío que estarán pasando las personas que viven en la calle?
- Ya te digo, pobre gente. Chicos, que está nevando a todo nevar. - Avisó Elizabeth.
Salieron en trompa, tanto niños como mayores y desde el porche se hicieron de cruces al ver que la noche se había quedado blanca, en calma, fría y sin visibilidad. La nevada era tan intensa y los copos tan grandes que en cosa de minutos se cubrieron de nieve las motos aparcadas en el jardín.
Los que viven en Algete y Fuente del Saz salieron sin pensarlo dos veces y nosotras nos pusimos los impermeables y casi sin despedirnos salimos despacito. La nieve se le pegaba al casco de la motorista, Patro, y yo se la quitaba con las manos. Despacio llegamos a la carretera de Burgos y unos guardias nos aconsejaron que diéramos la vuelta. Imposible llegar en coche hasta Alcobendas sin cadenas y para las motos totalmente prohibido.
Una alegría interior me invadía ¿Me gustan las experiencias extremas? ¿Soy feliz porque nieva y la nieve me tapa hasta el pensamiento o por la inmensidad de la belleza del paisaje completamente nevado? ¿Dónde quedaste atrapado amor mío? ¿Por qué me sangran los sentidos y me siento confortada?

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