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viernes, 8 de enero de 2010

XII.- Me oceanea el alma de amor.

Es difícil mantener el ánimo intacto para permanecer durante tiempo mezclada en un grupo nuevo de personas, entre las cuales, durante un periodo sin determinar, seré la nueva, la extraña, la visitante, la amiga de la otra, pero que, por mi misma esencia y forma de ser, tardaré en llegar a ser admitida de pleno, como una más, entre todos ellos. Nunca se sabe lo que depara el porvenir.
Chema y su mujer, tal vez por el hecho de ser los dueños de la casa, se mostraban atentos y generosos ofreciéndome su hospitalidad. Pero necesitaba la presencia y el contacto con Patro, la amiga nueva, que había sido la que me había traído a este paradisíaco lugar.
Para finalizar los ensayos, el grupo hizo un repaso rápido por los temas ya consolidados de su repertorio. Comentaban que dominando, con la mayor perfección posible, quince temas a razón de ocho o diez minutos de media por tema, tendrían suficiente para cualquier actuación en público y que, no obstante, el objetivo era que en dos semanas más hayan podido completar la preparación de veinte por lo menos. A partir de ahí todo sería más fácil ya que solamente sería cuestión de perseverancia y de pulir y pulir los detalles para que cada una de las versiones fueran perfectas a base de repetir y repetir, como digo. Cada uno sabe de sus limitaciones y es su obligación mejorar y mejorar, se dicen.
Patro se ayudaba de un cuaderno, tamaño folio, en el que iba dando las pautas de cada canción con gráficos, esquemas y otros dibujos explicativos. Ponía ejemplos que podían hacer entender el mensaje autentico de cada tema ya que, como se sabe, cada una de las notas ha sido previamente compuesta para formar un todo que implica un mensaje concreto, recogido a su vez, en un poema, en un relato o en un cuento, es decir: un argumento. El jazz como tal, tiene la ventaja de la posibilidad de improvisación, pero siempre bajo un leit motiv concreto del que no se puede, ni se debe, salir.
Los músicos estaban bastante bien compenetrados y habían conseguido definir un estilo propio, un sello particular, una forma de ser en conjunto, que les caracterizaba y el cual trataban de potenciar. Querían sonar a como eran ellos. Querían sonar a The Tunisia Group y que al escucharles se le reconociera su estilo, su marca de la casa.
Patro era bastante insistente en imponer disciplina y exigir muchas horas de ensayo en privado, cada uno con su instrumento. “No os pido virtuosismo, pero sí dominio del instrumento. Tenéis que trabajar más cada uno por si solo para poder aportarlo al grupo. Vuestro objetivo se divide en dos conceptos claros: Cada uno bueno en lo suyo y todos buenos con lo de todos. Trabajar solos para mejorar en grupo. Fin del ensayo. Cada día lo hacéis mejor y eso está pero que muy bien. Mañana más. Un aplauso para todos”.
Todos aplaudimos y las mujeres pidieron que antes de que bajaran del escenario, hicieran una especie de bis en homenaje a la invitada: Patty, o sea, a mi. Me quedé helada y los músicos asintieron. Era emocionante ver cómo se concentraban, en cosa de segundos, y ya sin partitura, empezó a sonar su tema preferido: “A night in Tunisia”.
Pascual, el último en llegar, tocaba la trompeta como los ángeles y los demás se lucieron a base de bien. No entiendo de música pero si de emociones y de sensibilidad ante la belleza y confieso que mis lagrimas fueron abundantes. Sonaron como profesionales y la carne se nos puso de gallina. El tema, que dura casi doce minutos, fue estirado hasta el cuarto de hora. Era impresionante ver cómo les caía el sudor y cómo sonreían, al terminar, satisfechos por el trabajo bien hecho.
Me sentí el centro de todas las miradas y al finalizar, Pascual me pasó una copia en un cedé de la actuación, ensayos incluidos.
Hay veces en las que una parece un árbol que eleva los brazos al cielo y que casi lo toca. Fui árbol cerca de las nubes gris oscuro y pensé que ÉL, el hombre desconocido, que me oceanea el alma de amor, no sabe lo mucho que nos queremos.

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