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viernes, 28 de marzo de 2008

T. Q. 28 de marzo, viernes.

La mujer extraña que soy, y que ahora escribe, suspira ante la imposibilidad de plasmar la realidad de lo que le pasa íntimamente. Creo que me castigo demasiado, que soy injusta conmigo misma y que no acabo de asumir, no mis propias limitaciones, también las limitaciones de todo y todos los que me rodean. Debería aprender a aceptarme y a los otros. Mientras necesite escuchar música, leer libros, ver cine y admirar la belleza de las cosas mínimas, queda la posibilidad de seguir avanzando por el camino que me lleva al horizonte que espera. A veces se necesita retroceder tres pasos para poder avanzar uno. De mi vida externa no puedo ni debo quejarme, las cosas van bien, siempre mejorables, pero van bien, el problema está en esa vida interna que es imposible satisfacer por unas circunstancias u otras. Alex me ha llamado para decirme que la película se estrena el último fin de semana de Mayo. La ha comprado la distribuidora que tiene la mas importante cadena de multicines por toda España y la van a presentar a dos festivales, aún no concretados. Me citó para la próxima semana y quiere que le entregue el proyecto de guión que me había encargado. Lo tengo casi terminado y creo que lo podré tener dispuesto para esa fecha, aunque me cueste un par de noches o tres de rematar algunos detalles. Esta vez me he lanzado con algo mucho mas ambicioso. Será muy literario y poético, con mucho personajes que se mueven entrelazados entre tres ciudades, Madrid, Barcelona e Ibiza. Me enteré de que ha fallecido Rafael Azcona, maestro de guionistas de cine, como se sabe ¿Por eso que ayer tuve un día tan negro? No podré olvidar las amables y generosas palabras que me dedicó hace un año, cuando vino a la presentación de la primera película que se hizo basada en un guión mío. Me contó que le había gustado mucho y que era una pena que le haya pillado tan mayor, que podría ayudarme, si le quedara mas futuro, sobre todo con algunos consejos. Dijo: mira Theresse, este mundo del cine es como una pequeña mafia que se mueve centrípetamente, escribe tus guiones sin pensar en directores o productoras. Esmera tu estilo, tu impronta personal, procurando que te guste a ti sobre todas las cosas. Si es bueno, alguien te lo comprará. Descansa en paz, maestro. En el museo, delante del cuadro de Barceló, me quedé a la espera de que la azafata diera el primer paso ¿Me invitas a un cigarrillo a las ocho y cuarto? No podré, se me hace tarde, respondí. No puedo antes, replicó. Está bien, a las ocho y cuarto ¿Dónde? Esquina paseo del Prado, frente a Huertas. Estaré. Subí a la cafetería para hacer tiempo tomando café. En una mesa, junto a la celosía, miraba al exterior. Parecía a una monja de clausura en su convento. En el baño me arreglé un poco. Me compuse la camiseta y el jersey de lana, los tejanos y las botas de media caña. Mi pelo enmarañado, estaba perfecto en su imperfección, me di un poco de pintalabios y salí antes de que me echaran. En la calle ya era noche oscura. Los transeúntes hacían comentarios muy favorables sobre la arquitectura espectacular del museo. Hacía frío para ir en cazadora pero apenas si lo sentía. Frente a Huertas esperé. En un banco nos sentamos las dos. Sin uniforme parecía mas alta y mas guapa ¿No tienes frío con la cazadora? Soy atérmica, no siento el frío ni el calor. Ese cigarro. Le ofrecí un pitillo de Pall-Mall azul. Hace tres meses que dejé de fumar ¿Por qué fumas a ahora? Porque me intrigas, supongo. Mientras le daba fuego observé sus negros ojos brillantes como la luna ¿Me buscas? En absoluto, mentí. La primera vez que te vi no dejaste de mirarme, la segunda vez te vi buscarme, y hoy, ya ves. Sentadas juntas, en un banco fumando un cigarrillo, repliqué ¿Pero por qué? Me gusta el Arte, la belleza, eso es todo. Me acerqué a su mejilla y en su oído metí la lengua lamiendo muy adentro. Al separarme sus ojos eran volcanes ¿Quieres enrollarte conmigo? No sé lo que quiero. Se acercó y con sus dedos separó mi pelo para poder llegar a mi oreja. Metió su lengua y lamió durante mas tiempo que yo lo había hecho. Millones de mariposas revoloteaban por mi estómago. Nos mirábamos y hablábamos con el código de las mujeres y nos entendíamos. Parecíamos dos serpientes observándonos sin atrevernos a besarnos o a herirnos. Tragaba el humo con mucho ímpetu. Me encanta tu pelo, tu estilo, tu look, pero es imposible ¿Me das otro? Me has puesto nerviosa ¿Vendrás mañana? No sé, contesté. Traeré el coche, por si vienes, así podremos salir al campo a ver las estrellas ¿Te gustaría? Si, me gustaría. Nos separamos y me sentía feliz y pero triste ¿Me estoy convirtiendo en una coleccionista? Sus ojos de luna negra me siguen martilleando las sienes y su lengua me hace cosquillas como los flecos de sus labios. En Atocha me quedé asombrada ante las esculturas gigantescas que se exponen y la gente se detenía un rato mirando sorprendida ¿Alguien anota el nombre del artista que las creó? En la cama leía y a la segunda página me di cuenta de que no me había enterado de nada. Apagué la lamparita y mis dedos se metieron donde mas me gusta. Me dejé caer entre las plumas azules de la nube de algodón y me hundía y hundía, hasta que me vino... el sueño. Pero me acordé de ti, no creas que no, porque... T. Q.

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