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jueves, 27 de marzo de 2008

THERESSE QUERELLE, 27 de marzo, jueves creo.

Evidentemente, estoy aquí. Se que estoy, porque estoy, pero tengo mis dudas. No, así no. Empiezo de nuevo: Una terrible pesadilla me despertó. Alguien hurgaba en mis cosas personales, en mis intimidades. Me amenazaba diciendo que se lo iba a contar a todos, que le iba a decir a mi marido lo que hacía y lo que no. Que se iba a ir a Mojácar y decirles a mis padres la clase de mujer que soy. Que iba a hablar con Alex y a decirle que soy una plagiadora. Que mis ideas no son mías, que las saco de los dvds que veo, de los libros que leo, de los videos que veo en you tube y de la información que saco de san google. Una cabeza parlante, monstruosa, gritaba y gritaba: te voy a delatar, te voy a delatar. Quería despertarme, quería venir aquí, pero no podía. Maldito sueño, no debería dormir absolutamente nada. Alguien dijo que los que padecemos de insomnio viviremos mucho menos que los que duermen plácidamente sus ocho o nueve horas, como un reloj. Vale, se acepta. Que me muera antes, por mi como si es mañana, con tal de no sufrir de pesadillas como las que sufro. Mi hermano muerto tuvo temporadas de comprador compulsivo de discos, de vinilo primero, de cedés después y cuando empezó su racha de dvds, le pasó lo que le pasó. A veces le acompañaba a las tiendas de segunda mano, de la calle Montera, de Tres Cruces, los sótanos, La Metralleta, Discoplay y sitios así. Era bonito acompañar a mi hermano de tiendas de discos. A veces, compraba clásicos del rock, o blues, o punky, o tecno y a la vuelta, en el 32, me iba explicando lo que había comprado. Mira este es el primero de Leonard Cohen incluyendo "Susanne", una maravilla, este otro es de Joan Baez y trae el "Blowind in the wind" de Dylan. Este otro, otra maravilla, mira el primero de los Credence Clearwater Revival... y este... chan, chan... este es de los Ramones, ya tenemos para toda la semana, decía ¿Qué te has comprado tu? Este: y se lo enseñaba. A ver... Joder y ¿quién es esta? Es Marina Rossell. Pues no la conoce ni su padre. La conozco yo, contestaba. En casa nos sentábamos a escuchar y me quedaba entusiasmada con su entusiasmo. Eso es... entusiasmo ¿Te imaginas? Yo entusiasmada con mi trabajo, con mi profesión ¿Qué profesión tengo yo? ¿Escritora? Ojalá, si acaso aprendiz de guionista, de novelista, de poeta... una mierda en un palo, es lo que soy yo. Joder que mala hostia tengo hoy. Una vez, mi padre se puso muy enfermo y le llevaron a un hospital. Debía tener yo como unos cinco años. Me dijeron que subiera a verle. Mi madre me cogió de la mano y mientras recorría aquellos enormes pasillos le pregunté: ¿Papá se va a morir? No hija no, morirse no. Está malito, pero se pondrá bien, aunque tiene para una temporada. Le das un beso y le dices “papá, quiero que te pongas bueno”. Aquel pasillo era interminable y la gente que andaba por allí estaba muy triste y tanta enfermera y médicos con bata blanca, me daban miedo. No quería estar allí pero mi madre me agarraba fuerte de la mano y no me podía escapar. Al ver a mi padre, con un pijama de la seguridad social, con un tuvo en una muñeca y otro escondido entre las sábanas, que no se a donde iría... me quedé paralizada. Mi madre me miraba y me daba señas para que me acercara y le dijera lo que me había dicho. Me acerqué y le di un beso en la frente y se me ocurrió decirle mas o menos: papá ¿Sabes una cosa? estás horrible con ese pijama tan feo y esos tubos. Date prisa en ponerte bueno como el pan con chorizo, y estarás mucho mas guapo. El caso es que mi padre se reía y se reía y eso me gustó. Mi madre me riñó por no haberle dicho lo que ella quería que le dijera. Esta chica tiene unas ocurrencias, decía mi padre. En seis días se puso bueno y hasta ahora. Toco madera. Realmente de estas cosas no me acuerdo, pero mi padre siempre las comenta ante sus amigos. Repiten siempre las mismas cosas y las tengo archisabidas. No me encuentro con ganas de nada. Cuando voy al piso de la editorial tengo que pasar, irremediablemente, delante de una guardería. Hay madres con sus pequeños, que les llevan o recogen. Algunas están embarazadas. Me entra una pena, o envidia, o rabia, o no sé, indescriptible. Quiero tener un hijo, mi propio hijo. Acabo de leer una noticia que me ha dejado perpleja. Parece ser que en un colegio de el norte de Inglaterra unos adolescentes participaron en una orgía colectiva. Ante la posibilidad de que muchas adolescentes se hayan quedado preñadas, el propio colegio les facilitó la píldora del día después. Dice el periódico que entre chicos y chicas participaron mas de doscientos alumnos ¿Por qué no me quedo? ¿De qué sirve tanta palabra, tanta banalidad, tanto vacío, si no sirvo ni para quedarme preñada? No me acuerdo de ti ni de nadie. T. Q.

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