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domingo, 31 de agosto de 2008

Avalancha.

Amanecí disgustada por la experiencia con el dichoso Curro el de la Paca y dándome la vuelta, pasé la página del guitarrista. Me quedo con lo que fue bonito. Pensaba, entre sueños y delirios, me dejaba llevar por mis alucinaciones y medio dormida, me sentía tan a gusto en la cama.
Unos ligeros golpes en la puerta me despertaron del todo.
- ¿Quíen es?
- Loli, soy Loli. Que ya son las diez de la mañana.
- Pasa, mujer. Me quedé dormida.
Abrí la puerta, desnuda como estaba y Loli pasó hasta el fondo de la habitación. Extrañada de que no estuviera Marlene y sorprendida de verme desnuda. Parecía incomoda.
- Perdona, es que nosotras siempre estamos desnudas dentro de la habitación. Ahora me visto.
- Por mi no te preocupes, entre mujeres eso da igual. –Respondió sin quitarme ojo, mientras me preparaba para salir a pasar la mañana de domingo juntas, en el Rastro.
- He pensado que podríamos encargar una paella para dos, así ya estamos descuidadas.
- Por mi vale. Tenemos que celebrar mi primera semana aquí, con trabajo, con amigas como tu. He tenido una suerte increíble. Mañana empiezo a sacar el carnet de conducir y me lo pagan todo. Ahora me espera trabajar duro y solo cuento con toda la ilusión del mundo.
En la calle, el día estaba radiante, un sol espléndido llenaba de vida y luminosidad las calles de mi adorada gran ciudad. Ha bajado el calor y la temperatura es ideal. Me sigo quedando admirada por el cielo tan precioso, distinto cada día y cada vez con mas matices de hermosura. Hasta las nubes negras tienen algo especial que nunca había visto antes. Encargamos la paella y desayunamos chocolate con churros en el Callejón de San Ginés. Hablábamos como cotorras, quitándonos la palabra la una a la otra.
- ¿Sabes una cosa, Loli? No me gusta vivir de pensión. En cuanto pueda, tendré mi casa propia. Si encontrara un piso para compartir con estudiantes o lo que fuera, me iba ahora mismo. Necesito independencia, libertad. Solo podemos darnos una ducha a la semana y no puedo vivir sin un baño o ducha al día. Estoy decidida. Buscaré algo.
- Pues me dan el piso en Enero. Lo están terminando. En el centro de Moratalaz, muy bien comunicado. Tiene tres habitaciones grandes, así que sobran dos. Os venís Marlene y tu, así me ayudáis a pagarlo.
- Pues cuenta conmigo. Una cosa Loli, por si nos perdemos en el Rastro, a las dos y media o tres, nos juntamos aquí y comemos. Es lo mejor porque ya ves cómo se pone de gente y perderse es lo más fácil.
En el Rastro no cabía un alfiler y eso me encanta. La cantidad de gente, tan variada, hablando en todos los idiomas, todas las morfologías, todas las vestimentas, todas las culturas, disfruto en el Rastro como una niña con su peluche. Quería comprar una falda y camiseta a juego.
Entré en una de las tiendas de la Plaza Cascorro y quedé sorprendida de la libertad con la que las chicas andaban por allí, casi desnudas, probándose la ropa. Cogí una falda de flores azulada y me la probé en un probador improvisado que había en un rincón. Como era tan barata y tan bonita, la compré junto a la camiseta a juego.
En la calle ya se veían papeles por el suelo. Abel no debe andar lejos. Loli quería ver sandalias y como que no quiere la cosa, me perdí intencionadamente. Me gustaría hablar con Abel y eso no le importaba a mi compañera, ni a nadie. El suelo estaba plagado de octavillas. Bajaba caminando, despacio, entre tanta gente, por una de las estrechas calles, cuesta abajo, tratando de verle y de paso, mirar libros sobre bibliotecas o bibliofilia y cassetes de música. Seguía notando un olor, un sabor en el aire, lleno de erotismo y promiscuidad. El Rastro me excita sexualmente y pensaba en el desconocido del autobús. Mañana llevaré la falda nueva, si está, me dejo y que sea lo que dios quiera. Lo deseo, deseo dejar de ser virgen, deseo joder como dios manda, pero no por vicio o un defecto personal, lo deseo porque para mi es tan necesario e importante como el comer. No es obsesión, es necesidad de liberarme de la sensación de pecado, de lo prohibido. No hace falta tener marido para tener hombre. Así pienso en éste preciso instante. Es muy posible que se me pase, pero hoy por hoy, y desde que tenía nueve o diez años, tengo ganas a todas horas y ya está bien de aguantarme.
De repente, sin saber cómo, la gente empezó a correr despavorida, gritando: “¡Qué vienen! ¡Que vienen!”. Tuve la suerte de poder entrar en un portal y esperar a que pasara la marabunta desbocada.
Cuando ya creí que estaba a salvo, me di cuenta de que una señora, casi anciana, estaba sentada un poco más adentro del portal, llorando desconsoladamente, y con las manos y la cara ensangrentadas.
- Señora, por dios, ¿Qué le ha pasado?
- Que me tiraron al suelo y que han pasado encima de mi por lo menos tres o cuatro y como pude, me metí aquí, que si no, me matan.
- No llore, no llore, que yo la ayudo como pueda ¿Pero qué ha pasado? ¿Quién viene?
- Son los cabrones de los grises, la policía de los cojones, que han cargado contra la gente con balas de goma y botes de humo, arriba en la Plaza Cascorro, y claro, la gente huye despavorida.
Como pude la limpié las heridas y me di cuenta que se le había soltado la sangre, por la nariz y por eso el escándalo de la cara y algo de la ropa ensangrentadas. Tenía refregones en la frente, en un pómulo, en las manos y las medias rotas y magulladuras en los muslos.
- ¿Quiere que llame a una ambulancia o que la lleve al Hospital?
- No hija, estoy indocumentada y me buscan por roja, dicen ellos. Me mataron a dos hermanos y no contentos con eso, a mi, sin comerlo ni beberlo, me detienen cuando les parece, me quitan el carnet y me dicen que si me pillan sin carnet me vuelven a detener ¿Tu crees que hay derecho?
- ¿Cómo se llama?
- Me llamo Mercedes, pero no me delates, hija. Pareces buena y confío en ti.
- Se llama como mi madre. No se preocupe que no diré nada, estoy con usted.
Se incorporó y con la cabeza en alto, pudimos contener la hemorragia nasal.
La calle se había quedado casi vacía y como la señora ya estaba mejor, la dejé allí diciéndole que iba en busca de un amigo.
En la Plaza de los libros, como yo la llamo, un señor me informó de que la policía había hecho una redada y se había llevado detenidos a quince o veinte personas, acusados de repartir propaganda subversiva. Por las señas que di, aquel señor me confirmó que Abel había sido detenido.
No pude por menos que sentarme en un banco, medio mareada, llena de rabia y desesperación. Por primera vez en mi vida me noté por dentro, un sentimiento íntimo, político, social y una decisión definitiva. Lucharé contra la represión y la injusticia, a mi manera lucharé. No pude evitar llorar con toda mi alma. Dios mío, que no le hagan daño a Abel, pero si Abel es un cacho de pan. Pobre Abel, seguro que le torturan en los calabozos.
“¡Pobre barquilla mía,/ entre peñascos rota,/ sin velas desvelada,/ y entre las olas sola!”/ Lope de Vega.

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