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miércoles, 26 de agosto de 2009

EL TEATRO Y LA COMEDIA HUMANA

LAS ENCADENADAS MEMORIAS DE LA AGENTE ESMERALDA CADENAS, O EL FLUIR DE LA VIDA POR LOS TORTUOSOS CAMINOS DE LA SUPERVIVENCIA DECENTE, DENTRO DE LO QUE CABE Y LAS MIL LECTURAS QUE SE DEDUCEN CUANDO HASTA LAS SOMBRAS SE MUEVEN INQUIETAS.

III
El Teatro y la Comedia humana.


Una de las veces que mi papá me llevó a Villaquejida en su bicicleta Orbea, no me llevaba al cine, íbamos a ver Comedias. En el local donde proyectaban las películas habían puesto un escenario y la obra que representaban se titulaba “La vida es sueño”. Los actores eran aficionados dirigidos por el maestro de los chicos, según me contó mi papá.
Para mi fue un descubrimiento porque yo no sabía qué era el Teatro. Me impresionó el señor que hacía de Segismundo, un hombre muy corpulento, muy como Tarzán, con voz profunda y cavernosa, lleno de cadenas gordas por todas partes y que decía unos versos maravillosos. Había otro actor que hacia el papel de un personaje gracioso con el que nos reímos mucho. Según los comentarios lo habían hecho todos muy bien. A mi me parecía algo extraordinario, casi tanto como el cine.
Al regresar con mi papá en la bici, le dije que Calderón de la Barca era muy famoso, que venía en la Enciclopedia y que “La vida es sueño” también.
- Esmeraldina ¿Sabias que hice una vez de Don Juan Tenorio?
- ¿De verdad?
- Si hija, actor por un día. Hicimos unas Comedias los mozos y a mi me dieron el papel de Don Juan.
- Pues yo no podré ser actriz ni nada, todos se ríen de mi porque soy pequeña y delgada.
- Ya crecerás y te pondrás como todas las niñas. Es cosa de que los médicos den con lo que te pasa. Tienes que comer mucho chorizo y mucho jamón y a la vez, estudiar y aprender de todo. Los labradores somos pobres y no quiero que seas como nosotros, unos pobres desgraciados.
- Seremos pobres, pero venimos del Teatro, papá y de nuestro pueblo no había nadie, solo nosotros.
- Tu estudia y no pienses tanto, que no paras.
En el aeropuerto de Barajas, a las cinco en punto de la tarde, nos reunimos los trece compañeros más la señorita Miryam, que iba de encargada de expedición. Para hacer el curso de Agentes de Seguros éramos nueve chicos y cuatro chicas. Todos de una edad parecida y con las mismas ganas de comernos el mundo.
En el avión nos colocaron por orden alfabético y a mi me tocó sentarme junto a Carlos Cuadrado. Intentaba que nuestra conversación fuera coherente pero no había forma. Impecablemente vestido, en plan chulo y con una forma de hablar y de estar pretenciosa que me parecía insoportable. Pronto, tanto él como yo nos dimos cuenta de que ni para ti, ni para mi. Me quedó tiempo para mirar a las nubes desde arriba, para ver y disfrutar del cielo más alto de lo que nunca me había imaginado. Estaba impresionada y me hacia la fuerte para no mostrarme nerviosa, mezcla de emoción y miedo.
Aunque parezca mentira, me resulta difícil el trato con la gente. La gente, así dicho en general, no me gusta. Prefiero la más absoluta de las soledades, pero hay que vivir, hay que trabajar y para eso necesito fuerzas que no tengo, por lo que sufro lo indecible.
Al bajar del avión, ya en Barcelona, sentí el alivio de que el viaje había terminado con éxito, y a la vez sentía la desazón de la convivencia con aquellos desconocidos. En seguida te das cuenta de con quién puedes y no puedes congeniar. En Barcelona, comprendí que desempeñamos papeles, que somos actores, que hay mucha máscara, mucha hipocresía y mucha... falsedad. Vaya vida esta... podía estar tan feliz, sin embargo todo me parece tan estúpido, tan absurdo que de buena gana me tiraba por un puente.
Barcelona, nada más pisar tierra, me impresionó y en el ambiente se respiraba una especie de humedad pegajosa en la piel y en los sentidos que te hacía sentir como en un lugar maravillosamente imperfecto.
Al llegar al Hotel Diplomatic, Miryam se encargó de todos los trámites y junto a recepción nos dijo que mañana a las ocho en las oficinas de la Compañía, a cien metros de allí. “Tener cuidado que no os pase nada, Barcelona es como una buena amante, todo excitación, procurar que no os traicione“.
En el hall del Hotel dos chicas, sentadas en uno de los sofás de piel, se besaban desesperadas. Una de ellas me miraba como la miraba yo. Al poco rato se levantaron y resultó que eran pareja de hombre y mujer. Llevaban el pelo largo, muy largo, muy cuidado, lacio y rubio, una melena como si fuera una copia exacta la de ella y la de él. Se cogieron de la mano y antes de salir a la calle, la chica me miró sonriendo.
El teatro del mundo está en marcha y la comedia humana se está representando. Barcelona está encendida y siento su influjo ¿Cuánto hace que no veo a la luna?

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