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viernes, 21 de agosto de 2009

La sorpresa de los instantes.

XVI
La sorpresa de los instantes.

Una no sabe cómo reaccionar ante determinadas situaciones y en el caso de mi nueva amiga Lara, me preocupa que siempre hable de sexo de una forma directa o indirecta e incluso que de alguna manera se me haya ofrecido. Me preocupa cómo averiguar si tiene tatuado un trébol de cuatro hojas en alguna parte escondida de su cuerpo, ya que visible no lo tiene.
La aproximación amistosa, que sentimos mutuamente, no debe ser contemplada desde un aspecto sexual y trataré de que no se produzca nada que vaya más allá de la propia amistad. Si es ella la mujer tatuada se terminó nuestra relación. Si no lo es, tendré que inspeccionar a Macarena. Difícil misión según es la de Granada.
Macarena había comprado unos buenos bocadillos de calamares en la Plaza Mayor y unas cervezas. Como la cerveza no me gusta, la bebieron entre ellas. Con mi coca-cola tengo bastante. Lara se puso mi blusa para no estar tan desnuda y Macarena no dejaba de reprocharle su descaro y en una de esas cosas que no tienen explicación noté cómo Macarena tenía los ojos clavados en los míos. Tienes los ojos verdes como los gatos Macarena y me gustan los gatos. Lara decía que los tiene como un gato triste y azul. Insistí: son bonitos los ojos verdes.
- Cada una es como es. Si a ella le gusta estar desnuda que esté. La desnudez es muy agradable de ver si se hace de forma natural. Los hombres en el campo, o en el trabajo de esfuerzo, se quedan medio desnudos y nadie dice nada, si lo hiciera una mujer la tratarían de puta. No es justo. -dije.
- Lo que me molesta es que siempre estéis con el sexo a vueltas. Como si no hubiera otras cosas en la vida. Desde luego yo jamás hablaré de sexo con nadie, a no ser que sea con mi novio o con mi marido, si es que algún día lo tuviera, que no creo.
Cuando terminamos de cenar, se metieron en su habitación. Querían acostarse pronto porque a las ocho empiezan el curso en el Palacio de Comunicaciones de Cibeles. Como las paredes son de papel de fumar, al principio, me pareció que discutían pero no estoy segura.
Me acosté aliviada. Por fin podía estar sola. Intenté leer el libro y al notar que mi cabeza estaba en mil sitios y que no había forma de concentrarme en la lectura, me puse a mirar a la lámpara y a pensar. Mañana es mi primer día de trabajo y tengo que estar preparada.
Son las diez de la noche y vienen a mi todas las imágenes de ayer con mi hombre-dios. Cierro los ojos y me veo, como si estuviera allí, besándole y recibiendo sus besos, su pasión, dejando que me desnudara y descubrirle como hombre y que él me tuviera como mujer ¿Estoy soñando o es real? ¿Por qué le deseo tanto? ¿Cuándo sabré si realmente estoy preñada o si esto que siento dentro, tan solo es una impresión de mujer inexperta? Si estoy preñada me echarán del trabajo... Dios mío, cuánta desolación y cuánto placer ahora reviviendo cada una de las sensaciones vividas tan maravillosamente con mi hombre-dios. Tengo que detener este aluvión de fuego que amenaza con venirme.
- ¿Puedo pasar Esmeralda? Como vi luz he venido a traerte un regalito. - Al abrir los ojos, en la puerta, como si fuera la aparición de un fantasma, estaba Macarena vestida con un camisón blanco que casi le llegaba a los pies y una sonrisa como si le hubiera tocado el gordo. Me dio un caramelo verde, de menta. Vi luz y creí que era buen momento para darte las gracias por lo que dijiste de mis ojos ¿Puedo ponerme a tu lado?- No dio tiempo ni a que contestara y deshaciéndose de su camisón, desnuda, se puso junto a mi.
- Macarena... vaya sorpresa.
- Como dormí la siesta ahora no tengo sueño y como estaba pensando en ti decidí regalarte el caramelo como algo simbólico ¿Puedo contarte un secreto?
- Si.
- Estudié Historia del Arte. Como tesis de final de carrera hice un trabajo sobre el erotismo en la obra de Gustav Klimt. Mi profesor de Arte se ofreció para asesorarme y dejarme material. Se llama José María Arguedas Cuzque, es peruano, sobrino de un famoso escritor, antropólogo e indiegenista peruano, ya fallecido. Está casado y tiene cinco hijos. El caso es que me lió, o nos líamos y fui su amante durante un tiempo. Me volvía loca, pero el hecho de que estuviera casado hizo que cortara la relación. Poco tiempo después, entré en contacto con la Obra y una de las cosas que proclaman es la castidad. Soy, mejor dicho, era muy ardiente y desde hace tres años ni me masturbo ni siento nada. Pero hoy, al ver que me mirabas a los ojos, he sentido el fuego del deseo y la lucha de la carne contra mi voluntad me ha vencido. A pesar de que me he tocado, estoy bloqueada y no siento, es como si estuviera acorchada ¿Podrías ayudarme a que me venga, al menos una vez, por favor?
- Si me enseñas el tatuaje.
- ¿Qué tatuaje?
- Uno que tienes escondido.
- Esmeralda te juro por dios que no tengo ningún tatuaje.
- ¿Lo puedo comprobar con mis propios ojos?
- Si, compruébalo como quieras.
- Ven conmigo.
Cogimos las alfombras que estaban a cada lado de la cama y las pusimos al extremo opuesto de la pared que separa la habitación, donde duerme Lara, para que no pudiera oírnos. Al oído le dije a Macarena que se tenía que correr en silencio, sin un gemido más alto que otro. Al lado del balcón, donde un poco de luz de luna junto a otro poco de las farolas de la calle, nos bañaba con un brillo dorado aceituna en los cuerpos, desnudas nos abrazamos y lamí cada uno de los poros de la piel de Macarena, suave y aterciopelada, dulce y salada, tierna y agreste, el tacto hecho milagro, a la vez que buscaba el trébol de cuatro hojas. Haciendo en ella lo que me hizo el hombre-dios se vino con abundancia. Dejé que me besara con pasión y cuando noté que pretendía hacerlo conmigo, dije con la mayor ternura posible para que no se sintiera ofendida:
- Macarena, cariño, está bien por hoy. Este será nuestro secreto ¿Puedo confiar en ti?
- Esmeralda, me has hecho la mujer más feliz de la tierra, te juro que no saldrá de aquí ¿Cuando vuelvo?
- Mañana o tal vez nunca. Ahora vete a la cama y duerme tranquila, sin cargos de conciencia, no se vaya a despertar Lara.
- Esmeralda.
- ¿Qué?
- ¿Te diste cuenta de que no tengo ningún tatuaje? Nunca miento.
- Si, pero tenía que comprobarlo.
- Hasta mañana cariño.
- Hasta mañana, Macarena.
Haber dado placer a Macarena me dio doble felicidad: su orgasmo y saber que no tiene ningún tatuaje. La vida es una sucesión de instantes y en cada uno puede haber una sorpresa. Ese debe ser el misterio de vivir.
Llevo tres o cuatro minutos sin pensar en mi hombre-dios. Un siglo. Seis horas sin pensar en mi familia. Seis horas.

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