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lunes, 17 de agosto de 2009

SATISFACCIÓN

XII
Satisfacción.


Al dejar el hotel donde vive el hombre con pelo negro como ala de cuervo y después de ponerme sobre aviso el portero, tan amable por su parte, tuve que sujetarme en una señal de tráfico. Sentí un mareo, como un desvanecimiento, pero después de respirar profundo varias veces, pude recuperarme y reemprender el camino hacia casa. Eran las siete y diez de la mañana y aún había poca gente por la calle.
Según caminaba, medio tarumba por el mareo, noté olor a aceite frito. Por casualidad me encontraba frente a la churrería donde Carmen compra sus churros recién hechos. Una especie de antojo me invadió y no pude por menos que entrar en el bar donde hacen churros y porras ante el público y los consumen, o se los llevan en un cucurucho de papel color marrón, según salen del enorme sartén con el aceite hirviendo.
Me senté y le dije al camarero que me pusiera media docena de churros y un chocolate bien caliente. En el espejo del bar pude verme con el rostro desencajado. Sentí como nauseas o arcadas y casi a la carrera, tuve que entrar en el baño. Devolví lo que no está en los escritos, porque el día anterior apenas había comido. Me tuve que sentar rápidamente en la taza del water por una repentina descomposición. Menos mal que llegué a tiempo, porque lo puse todo perdido entre tanta explosión y desparramo con olor a pájaro muerto. Como pude, después de haber evacuado por todas partes, limpié todo y me refresqué la cara con el agua del grifo. En el espejo mi aspecto no era nada alentador. Tenía cara de embarazada.
En la barra del bar el camarero, que resultó ser de cerca de mi pueblo, me puso una ración de churros, más uno de regalo, por ser yo, dijo, el chocolate bien caliente y un vaso de agua fresquita. Vuelve pronto que ya que somos paisanos podremos hablar de la tierra, ayer vine con un saco de fruta, estaban los perales que no hacían más, con eso te digo todo. Entre unas cosas y otras, se me llegaron las ocho de la mañana y decidí ir acercándome a la Plaza de Neptuno a la entrevista de trabajo.
Me dio tiempo a sentarme en un banco frente a las Cortes y de fumar un cigarro Paxton para reponer actitud mental positiva y revisar los anuncios del periódico.
A las nueve y diez entré en el edificio de la Compañía de Seguros. Me impresionaron las columnas, la escalera de mármol, las estatuas de bronce, las lámparas, los cuadros, la gente que estaba por allí toda elegante que parecía que iban de boda. No se de donde saqué las fuerzas, el caso es que me sentía relajada y como una rosa. En información pregunté por el Sr. Perales. Me dijo la señorita de información que si era por el trabajo la que me tenía que atender era la Señorita Miryam, secretaria del Señor Manzano. Sube a la planta novena y pregunta por Miryam y no te confundas y llames al Señor Manzano, Señor Perales, porque eso le pone frenético.
Me recibió una mujer de mediana edad, alta, elegantísima y muy simpática.
- Me llamo Miryam y soy la encargada de la selección de personal para el puesto que ofrecemos en el anuncio. Encantada de conocerte ¿Cómo te llamas?
- Esmeralda, Esmeralda Cadenas.
- Acompáñame, por favor.
En aquella planta había unas cuarenta o cincuenta personas, casi todos hombres, cada uno en su mesa bien ordenada, con su traje y corbata, zapatos nuevos y las siete u ocho mujeres bien arregladas con sus vestidos, sus pulseras, collares y como acabadas de salir de la peluquería. Pensaba que allí debía dar gusto trabajar y que ganarían mucho dinero para ir tan presentables.
- Tienes que rellenar esta hoja de solicitud de trabajo con tus datos y todos los detalles que se preguntan y contestar esta tabla de Tests Psicotécnico. En media hora pasaré a recogerlo y hablamos un poco ¿Te parece bien, Esmeralda?
- Si señora, me parece bien.
- Tranquila, siéntete como si ésta fuera tu casa ¿De acuerdo, Esmeralda?
- Si señora. Muchas gracias.
Como para Tests Psicotécnicos estaba yo. Miraba alrededor y notaba cómo que estaba siendo observada por casi todos. Por mi cabeza se pasaban mil imágenes y hasta tuve tiempo en pensar en que mi hijo se llamará Manuel, como su padre, mi hombre-dios. Me concentré lo que pude y mientras escribía, inconscientemente, me iba pasando la mano izquierda por mi tripita. Era algo así como estar rellenando el futuro de mi hijo. Contestaba y de paso pensaba en mi madre que, cuando se enterara, me llamaría desgraciada, puta, degenerada, viciosa, y mi padre... mi padre me desheredaría sin vuelta de hoja. Pensar en volver a pisar en el pueblo era una entelequia. A una madre soltera la miran como a una apestada si es que la miran.
- Bien Esmeralda, ha pasado el tiempo. Puedes bajar a la calle y en una hora vuelves a subir y tenemos la entrevista ¿De acuerdo, guapa?
- Si señora, de acuerdo.
- Luego te explico las condiciones económicas y todos los detalles, así que tómate un café tranquila y más tarde terminamos, mira Esmeralda si quieres bajas andando por las escaleras y te paras en cada planta para que veas la magnitud de nuestra Empresa y cómo trabaja la gente. Por cierto, no me llames señora, que me haces mayor y sólo tengo treinta y tantos. Un besito y hasta luego, cielo. -y con su sonrisa tan perfecta como la de un anuncio me dio un beso en cada mejilla.
Bajaba las escaleras y en cada planta visitaba los distintos departamentos. Las más modernas máquinas de escribir, fotocopiadoras, calculadoras, el mobiliario de oficina mezcla de clásico y actual y la gente como para una boda. Esa era la agradable impresión estética que me daban. Desde los amplios ventanales se veían la fachada y tejados del Hotel Palace, la fuente de Neptuno, el Museo del Prado. Para mis adentros pensaba que era imposible que yo pudiera trabajar en una empresa como aquella. Además según tenía yo el cuerpo y el alma, era inútil soñar en trabajar en una multinacional de tal importancia.
La entrevista, en realidad, fue como una conversación entre amigas. Miryam se mostraba tan natural, tan espontánea, que me quedaba admirada de que se mostrara así conmigo que no me conocía de nada.
- Esta tarde te daremos la respuesta definitiva. Tienes posibilidades pero las plazas son limitadas. Vamos a seleccionar a doce personas y tu haces la número 167 y aún faltan dos días de selección. Te esperamos a las cinco de esta tarde.
- Es que he quedado precisamente a esa hora, a las cinco en punto de esta tarde, para una entrevista en IBM. - No me explico de dónde saqué esa mentira tan gorda.
- Esmeralda, mis padres son de A Gudiña, provincia de Orense, cerca de Puebla de Sanabria y desde niña veraneo allí, en casa de mis abuelos, te lo digo porque se lo que significa venir del pueblo y buscar trabajo sin conocer a nadie. Una pregunta definitiva: ¿Podrás venir con nosotros a un curso en el Centro de Forrnación de Barcelona, con hotel de cuatro estrellas, más dietas y todos los gastos pagados desde este próximo domingo hasta el viernes que le sigue?
- Si, claro que si.
- Otra pregunta: ¿Te interesa el puesto de trabajo según las condiciones que te he dicho?
- Si, claro que si.
- Pues espera un momento que voy a hacer una excepción contigo, pero antes quiero pedir autorización al Señor Manzano, que es el que está por encima de mi y me gusta contar con él para casos así. Por cierto Esmeralda, ¿tus ojos son grises o azules? No me contestes ahora, cuando regrese ¿Te parece bien?
- Si, claro que si.
Mientras esperaba me fijé: los empleados se pasaban el tiempo hablando por teléfono. Reían, ponían los brazos en la cabeza, sólo les faltaba poner los píes sobre la mesa. Me preguntaba si eran los mismos que los policías de la película “El caso Watergate“. Sentí un espasmo en mi vientre y con la mano sobre el vestido dije, sin decir, tranquilo hombre que parece que todo va bien. Mi hijo va a ser un revoltoso, pensé y me acordé de que necesito peinar el cabello negro como ala de cuervo de mi hombre-dios y que él me peine y me de mimos, muchos mimos, por favor. Siento ganas inmensas de llorar de felicidad. Ya se mueve.
- Señorita Cadenas, soy Andrés Manzano, Jefe de Producción de Seguros Generales y de Vida de la Compañía. No sé qué le habrás dado a Miryam que me pide que te admitamos como Asesora Financiera y Comercial de nuestra Empresa, así, de repente, sin seguir el protocolo. Como trabaja tan bien, no le puedo negar lo que me solicita, mucho más viendo los sorprendentes resultados de tu Test Psicotécnico y esos ojos que van a vender lo que se ponga por delante, así que en nombre de Miryam y de mi mismo: Bienvenida a la Empresa, has sido admitida.
Me temblaban las piernas y no sabía ni qué decir.
- Muchas gracias, Señor Pe... Manzano.
- Tranquila guapa. Cuenta con nosotros para lo que necesites y en estos días vienes un rato a los desayunos de trabajo y la próxima semana a Barcelona. Verás cómo se puede aprender mucho y a la vez divertirse. Os dejo que hay gente esperando. Ha sido un placer conocerte, señorita Esmeralda Cadenas.
- Muchas gracias, igual le digo, Señor... - y la señorita Miryam me hacia señas con los labios: Manzano, Manzano -- ... Manzano. -dije medio paralizada por la sorpresa y por el hecho de que me llamara señorita Cadenas. Nadie me ha tratado como Miryam y el señor de las manzanas. Tengo que hacer algo para olvidarme de los perales que tiene mi padre en la huerta.
La realidad de la vida la voy soportando porque nunca se lo que esconde la maldita. Al salir del edificio me sentía plena de satisfacción. Merece la pena tanto sobresalto, creo.
¿Voy a ver a mi hombre-dios o le entierro como a mi pasado?
Mis ojos inundados.

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