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domingo, 16 de agosto de 2009

Los regalitos.

XI
Los regalitos.
A medianoche un griterío de gente, sirenas de Policía y ambulancias nos despertaron. En la calle se arremolinaba gente alrededor del cuerpo sin vida de una muchacha. La vecina, desde el balcón de su casa, nos informaba. Una joven que cruzaba borracha fue atropellada por un taxista. Parece ser que ya no respira. Cuando se la llevó la ambulancia, los curiosos se esparcieron por las calles adyacentes y la gente de los balcones se recogía.
- ¿Viste a esos?
- ¿A quién, Carmen?
- Los de enfrente, son homosexuales y se estaban morreando.
- ¿Dos chicos?
- Pues claro. Son maricones.
- Pues no me fijé. ¿Y dos hombres se morrean entre si?
- Anda vamos a la cama, que eres más de pueblo que las amapolas ¿Y tu eres maestra?
- Tienes razón, no me entero de nada. Ya no seré maestra, me siento engañada por los profesores, por los sistemas de enseñanza, por mis padres, por todo el mundo. Toda mi vida estudiando y ni se de política, ni de sexualidad, ni de arte, ni de teatro, ni de música, ni de nada. En Madrid me estoy enterando, en dos días, de más cosas que en toda mi vida.
- Anda, duerme que son las cuatro de la mañana, salada.
Carmen se puso mirando a la pared y a los tres minutos ya roncaba como un tractor de tercera mano, ya se: roncaba como un tractor Lanz.
Mirando para la lámpara, completamente despierta, me puse a pensar en mi hombre-dios, en aquel medio novio que tuve en León que me contaba tantas cosas y que de tanto hablar se le iba la fuerza por la boca y nunca me llevó al cine. Un día le pregunté que qué era la fila de los mancos y me contestó que para él el sexo era una cosa antigua, que él estaba por encima de tal bajeza. Se llamaba Miguel y un día me dijo que lo dejaba todo, que se venía para Madrid, que me escribiría. Nunca lo hizo. Mejor, agua que no mueve molino, déjala correr.
Poco después salí con Juanjo tres veces. Ese era por demás, en el cine quiso que le metiera la mano en el bolso, que tenía un regalito para mi y resultó que tenía un agujero y por allí se la metía. Como una boba introduje la mano en el bolso y allí estaba, como un chorizo de León, toda babosa y caliente. Me dio tanto asco que le dejé con su regalito en el bolso y me salí del cine. Ponían una de Bruce Lee, así que no perdí gran cosa.
En el pueblo me gustaba uno de Benavente que tocaba la batería en un grupo de rock que se llamaban “Terciopelo Rojo“. Como tocaba la batería, ya digo, le esperaba sentada admirando su destreza con las baquetas y su maravillosa melena rizada, como un erizo, que le tapaba los ojos y le cubría media espalda. Cuando llegaban los descansos me llevaba a un apartado y allí trataba de besarme y yo, para, que nos ven, para, que nos ven. Una noche tocaban en San Cristobal y en un descanso, mi amigo especial, el batería, me llevó en el coche hasta las eras del pueblo. Que si que luna más bonita, que si que estrellas, que si mira que regalito tengo para ti, y dale con el regalito, se baja los pantalones y dice así , con todas las letras: bájate al pilón, preciosa. Yo al ver aquella cosa tan grande y tan horrible le dije, anda llévame para la plaza que se acabó lo que se daba. Y así fue toda mi vida de chicos.
Una vez, en la pensión de León, cuando tenía quince años, al salir del baño con la bata bien atada con el cinturón, me encontré en el pasillo con una compañera con la que me hablaba poco y me dice, qué bien te comería Esmeraldina y yo toda la noche dándole vueltas sin entender una palabra. Todo el curso, en la pensión, esa compañera cuatro años mayor que yo, se lo pasó diciéndome: que bien te comería Esmeraldina. Menos mal que al curso siguiente ya no estaba que si no... me come, pero aún no se el qué.
Soñé con sangre entre las piernas y un niño con el pelo negro como ala de cuervo. Carmen me dio un beso en la frente y me dijo: me voy a trabajar, duerme y sueña que pareces un ángel cuando duermes. Si vaya un ángel que soy yo. Un demonio y si acaso.
En el hotel me dijeron que el hombre de pelo negro como ala de cuervo había dejado un sobre para mi. Lo abrí: “Esmeralda, no puedo atenderte. Ha surgido un compromiso con un compatriota que se ha presentado sin avisar. Vente a partir de las cinco que vendrá una alumna japonesa, te la presentaré. Te espero, mujer blanca con alma de cielo. Manuel”.
Una inmensa tristeza me invadió y se me saltaban las lágrimas. Cuando ya me iba, el portero de noche del hotel, salió hasta la puerta. En la calle me dijo: “Te noto indefensa. Ten cuidado con este señor de la guitarra. No es trigo limpio. Solo te aviso, ten cuidado. Aquí estamos preocupados, nos debe mucho y no sabemos si no le tendremos que echar a la calle. En quince días ha habido un desfile de chicas como tu y algún chico. Así que mucho ojo y por favor, tu no sabes nada, yo no te he dicho nada, tu verás”.
Cuando deseas que te trague la tierra, que te hundas en la más hedionda de las ciénagas, en las arenas movedizas más profundas, que te mueras, cuando deseas morirte, sientes tal impotencia, tanto desgarro, tanto destrozo, tanta desolación y encima el hombre de pelo negro como ala de cuervo se vino varias veces dentro de mi y por lo tanto, es muy posible que esté preñada... dios mío, dios mío ¿Qué será de mi?
Adiós mi hombre-dios. Adiós a mi vida, bienvenida seas, muerte. Esta tarde volveré para despedirme o, tal vez no y le mato de mi, le arranco de mis entrañas, salvo al hijo con pelo negro como ala de cuervo, al que querría como le quiero a él, mi hombre-dios.
¿Por qué es tan difícil ser medianamente feliz?

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Hipnotizas es la expresión adecuada que podría definirte,
Besos
Anyi.

17 de agosto de 2009, 2:24  

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