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sábado, 15 de agosto de 2009

UNA HABITACIÓN PROPIA.

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Una habitación propia.


El cine es la parte de la otra vida que una vive por dentro. Ir al cine es ir a vivir otra clase de vida. Estar en Madrid es como vivir inmersa en una película maravillosa donde no siempre el The End es feliz, más que nada porque la realidad es la que acaba imponiéndose y la realidad, de todos modos, siempre duele.
La patrona, la señora Belarmina, al pasar al baño, me pidió el carnet porque parece ser que tiene que darme de alta como huésped ante la Policía. Me dijo que tengo derecho a dos duchas a la semana, que la habitación unipersonal cuesta diez mil pesetas, la doble ocho mil y que si comparto la habitación con Carmen tendría que pagar cuatro mil pesetas, por ser yo, y que la tengo que pagar quince días por anticipado.
Como apenas me queda dinero, dije que mañana lunes le daría la respuesta, que dos duchas a la semana me parecían pocas pero que me adaptaría a las normas.
Carmen no tenía ganas de hablar y cuando ya estábamos en la cama me dijo que no me preocupara, que mañana lo arreglaríamos todo. “Ahora duerme salada, que estamos reventadas“.
No me quitaba de la cabeza a mi hombre-dios, a mis orgasmos, a mi virginidad rota con tanta ternura y delicadeza, al sonido de la guitarra cuando la tocaba el hombre de pelo negro como ala de cuervo. Iba a darme la vuelta y a mirar para la pared, cuando Carmen me preguntó que si quería un Paxton, que no podía dormir.
- ¿Qué es un Paxton?
- Mira, te lo voy a enseñar -se levantó y del armario sacó un cartón de paquetes de tabaco de la marca Paxton, americano y mentolado- Toma, te regalo un paquete. Lo trajo mi amor para mi ¿Fumamos uno y nos relajamos un poco?
- Hace.-dije con alivio- Muchas gracias Carmen. Eres muy buena conmigo.
No veía la desnudez de mi compañera y ella tampoco veía en mi a la chica que duerme en combinación.
La noche estaba más fresca a causa de la tormenta de por la mañana y entraba la luz de la luna y la de la calle por la ventana del balcón abierto. Hablamos de mi primer libro, Doctor Zhivago, comprado en una librería de viejo, de los anuncios que había seleccionado para las entrevistas de trabajo a las que tenía que asistir por la mañana, de mil cosas. Pero, como si fuera una obsesión, pensaba en mi hombre-dios, en su voz tan musical, en su sonrisa tan blanca, en sus dedos tan largos y sensuales, en su sonrisa, en su miembro, un ser vivo que me volvía loca cuando lo tenía dentro de mi, en tantas cosas... y alguna vez que otra, pensaba en si me habría quedado preñada.
Carmen me ofreció que viviera con ella, compartiendo su habitación y su cama hasta que encontrara trabajo y ganara dinero, que ella pagaría y que ya haríamos cuentas. Era tal la confianza y amistad que me mostraba mi compañera que me parecía una traición no contarle la realidad de lo que había hecho con mi hombre-dios. Pensé, por otra parte, que es mi derecho guardar mis secretos y no le dije nada, ni esa noche ni nunca.
- ¿Cómo haces para follar y no quedarte? - pregunté como que no quiere la cosa.
- Tomo anticonceptivos. Cuando te enamores y quieras follar con tu novio, tienes que ir a un ginecólogo a que te recete lo que sea mejor para ti. Para eso tienes que haber encontrado trabajo y que te hayan dado de alta en la Seguridad Social. Como eres virgen no tienes problema. Por morrear o darte el lote con alguien no te vas a quedar. Tu tranquila, no te obsesiones. Mi amante me ha traído libros, el cartón de tabaco y me dijo que si quería ser madre que lo tendríamos que dejar. Tiene una niña de tres años y lo que viene de camino, que no quiere más responsabilidades. Se me ha pasado por la cabeza no tomar nada y quedarme sin que él lo sepa y cuando ya tenga el bombo a ver cómo se lo toma. No se que haré pero deseo con toda mi alma que me deje en estado, la verdad.
Carmen dijo que me notaba rara, que qué me pasaba. Que le contara todo, que me vendría bien sacar a flote lo que me preocupara.
- Te contaré lo que me pasa. Mi padre me echó a patadas de casa, como aquel que dice. Me ha pegado palizas hasta hace poco, hasta que me tuve que revolver contra él con una hoz en la mano. Un día me iba a pegar porque se me había perdido una navaja, ya ves, una navaja de nada y con una hoz en la mano, te lo prometo, le dije: Aunque sea mi padre, como me vuelva a poner la mano encima, le juro, por mi madre, que le mato. Y hoy... hoy, Carmen, hoy en todo el santo día no me acordé de mi madre, ni de mi padre, ni de mis hermanos, ni de nadie. Sólo pensé en una cosa: En ser libre, independiente, en tener una habitación propia con baño y bonitas vistas. En eso es en lo que pensé y no quiero que lo tomes a mal. Estoy muy a gusto contigo si es que tu también lo estás conmigo, pero comprende que mi ideal sea tener una habitación propia.
- Me vas a hacer llorar salada, porque tu historia es tan idéntica a la mía, que me da una rabia, me entra una mala hos... perdona, no diré tacos. En más de una ocasión tuve que volverme contra mi padre y contra mi hermano mayor. En una escena de la novela “Los hermanos Karamazoff” de Dostoiewski, se dice una frase: “Todos en algún momento de nuestra vida hemos deseado con todas las fuerzas del alma asesinar a nuestro padre”. Cuando te oigo lo que has tenido que sufrir en la casa de tus padres, no me extraña que los olvides para siempre. Harás bien, porque tu madre ha sido cómplice y por lo tanto, es tan culpable como tu padre. Esa violencia de las casas es mucho más frecuente de lo que se cree y más en los medios rurales. Esa es parte de nuestra lucha como mujeres y como trabajadoras. Las mayores culpables de tanto machismo y de tanta violencia han sido precisamente nuestras madres que han consentido y a veces, han ponderado las diferencias entre los hijos y las hijas. Si yo te contara lo que me hacía el hijo de puta de mi hermano... ¿Dormimos un poco? Es que me pondo mala solo de pensarlo.
- Vale, ¿a qué hora te vas al trabajo?
- A las seis y media salgo y no vuelvo hasta las nueve o las diez de la noche. Creo que hay reunión del Comité. Tu a las entrevistas vete tranquila, muy serena, con los oídos bien abiertos y verás como pronto tienes trabajo. Cuando me den el piso te vienes a vivir conmigo y tendrás media casa para ti ¿Te parece bien, Esmeralda?
- Si, muchas gracias, Carmen. Hasta mañana.
- Hasta mañana, salada. Piensa en cosas bonitas y soñarás con maravillosas películas donde tu serás la protagonista.
- Lo haré.
- Esmeralda.
- ¿Qué?
- Eres como mi hermana, la que mató un coche. Mañana te lo cuento ¿quieres?
- Carmen... cuéntamelo ahora.
- No salada, hoy ya hemos tenido bastante.
- Vale.
- ¿Me dejas que te abrace?
- Si.
- Hueles a rosas. Me dormiré anestesiada.
Pensé en que mañana, cuando se vaya, saldré a dormir a con mi hombre-dios hasta las once. Necesito sentir la gloria y él me la dará.
- Carmen.
- ¿Qué?
- Pon la manos más abajo, que me las aplastas y las tengo muy sensibles.
- Vale ¿Así está bien?
- Si, así si.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Eres muy original escribiendo, siempre me gustastes. El talento se puede limar un poquito, pero el verdadero talento lo tienen muy pocos "y tu" bajo mi punto de vista eres uno de ellos. Últimamente tengo mi sensibilidad muy agudizada, no se pq siento que algún día saldrás de alguna manera a escena ¿sabes una cosa? Para mi siempre serás mi maestro.
Besos desde Sevilla.
Angelines.

16 de agosto de 2009, 15:46  

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