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martes, 16 de febrero de 2010

X.- Empieza la etapa de la actividad.

Aquí, en casa, me siento protegido del terror que habita fuera. Se oye el crujir del viento y el sonido de la lluvia que se estampa contra los cristales de la ventana. La desazón que me produce el pie herido demuestra que aún no he muerto del todo. La penumbra de la habitación incrementa y potencia el letargo de mi inanición voluntariamente elegida. No sé cómo podría prolongar este estado, casi vegetativo, hasta el infinito. Ser consciente de mi inconsciencia y no hacer nada para evitarlo. Las nauseas que he conseguido dominar cada vez son más fuertes e incontenibles.
Cuando abro los ojos y observo cómo brilla, en la oscuridad, el cristal del cuadro, de mi cuadro, me viene una arcada terrible que me provoca un vómito que puedo contener a duras penas y me da tiempo a llegar al baño donde descargo toda la bilis y mala conciencia de una enfermedad que consiste en dolores fuertes y alternativos, algunas veces pinchazos de alfiler en la periferia de mi tobillo.
Llego y dejo que mi vómito termine y agarrado a la cisterna y con la cabeza bien baja consigo no manchar casi nada y a la vez dominar el mareo. Con el pie izquierdo me manejo lo suficientemente bien como para mantener el pie derecho a salvo de roces y contacto con el suelo.
Me siento tan débil y frágil, que no puedo evitar dejarme caer, suavemente, en la alfombra de mi habitación. Miro a la lámpara y trato de recordar si a esta también le hace falta cambiar alguna bombilla que esté fundida.
Si estuviera aquí mi madre me haría una sopa muy caliente, una tortilla francesa de dos huevos, me daría dos mitades de melocotón en almíbar y con la cucharilla, ella misma, me daría a beber el zumo. Pero mi madre no está desde hace muchísimo tiempo. Debo hacer yo por mi lo que haría mi madre si estuviera.
Contaré hasta treinta, me levantaré e iré al baño, me daré una ducha de agua fría, sin mojar el pie derecho, iré a la cocina, me haré una sopa de lluvia, la tortilla francesa y buscaré una lata de melocotón en almíbar. Tomaré un aspirina y después abriré la persiana y las cortinas y tocaré durante un rato la guitarra.
En tres horas puede que venga la secretaria del director de la empresa. Puede ser. Empiezo: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciseis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuna, veintidos, veintitres, veinticuatro, veinticinco, veintiseis, veintisiete, veintiocho, veintinueve y treinta. Ya.
Se terminó la etapa del letargo. Empieza la etapa de la actividad.

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