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jueves, 27 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN JUEVES

“El frío invierno
favorece encuentros.
¡Venir a mi lumbre!”.

Buenos días, caballo mío. ¿Cómo has pasado la noche? Vaya hombre, parece que has cenado un poco mejor. Así me gusta, a ver si poco a poco recuperas el peso perdido. Te voy a contar lo que me pasó ayer. Resulta que pensé que, ya que estamos en fechas un poco especiales, me vendría bien darme un pequeño homenaje y hacer un especial. Junto a un restaurante, que tiene cierta fama, esperaban como una docena de personas a que les tocara su turno ya que el aforo enseguida se completa, por lo que hay que dar tiempo a que acaben los que están dentro para que un encargado te de paso a la mesa que haya quedado libre. Con una ligera ojeada a la carta, me di cuenta de que no era excesivamente caro y que había platos con muy buena pinta. Pasados unos minutos, se acercó una señorita y me preguntó que cuántos éramos. Vengo solo. Sígueme, por favor. Me lleva a una mesa casi escondida en un rincón al fondo. No me importó porque tampoco soy amigo de las algarabías ¿Qué te traígo de primero? No sé, ¿qué me recomiendas? Las judías pintas, están riquísimas. Las cocinamos como si fueran de casa y a la gente les gustan mucho. Bueno, pues me traes judías pintas. De segundo, merluza o bacalao a la bilbaína. De postre, me traes arroz con leche que tenga bastante canela. Muy bien, en un momento tienes aquí las judías. Me llenó el plato con generosidad y ahumaban de tan calientes como estaban. Un poco para dar tiempo a que se enfriaran y otro poco para comprobar el trozo de chorizo que contenía, removía el contenido del plato con la cuchara . Soplando un poco el caldo probé un poco, mientras me fijaba en la decoración del local. Al bajar la vista al plato observé cómo flotaba un cuerpo bastante extraño. No lo podía creer, pero ahí estaba, roja, casi del mismo color que las judías. Una especie de arcada me sobrevino y sacando fuerzas de flaqueza, coloqué aquel cadáver flotante sobre el vero del plato. La camarera debió notar mi palidez y se acercó: ¿No te gustan? La verdad es que no. Llévate el plato, por favor. La camarera se fue hasta la cocina... al poco rato volvió con el dueño del restaurante. Por favor, no le digas a nadie lo que ha pasado. Se ve que caen del techo o vete a saber. Es la primera vez que nos pasa. Estás invitado a todo lo que quieras. No se preocupe, seré discreto. Traiga doble ración de bacalao y doble de arroz con leche. Al terminar, el dueño, en la bandejita que usan para cobrar las comandas de los clientes, había puesto un mechero Zippo y un habano, es un regalo de la casa. No deje de venir cuando quiera. Así que aquella fue la última vez que comí en un restaurante ¡Qué cielo más bonito tenemos hoy! Arre caballo mío, arre.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN MIÉRCOLES

“Duro invierno
para buenos pastores.
No nieva nada”.

Buenos días, caballo mío. Otra vez que no has terminado la cena. Como sigas así te morirás. De poco me sirve ponerte las mejores exquisiteces si tu no las haces caso. Voy a tener que llamar al veterinario y ese, ya sabes, con lo primero que empieza es con las inyecciones, así que tú mismo, que ya eres mayor. Si no estás fuerte y lucido te tendré que vender a los gitanos. Tu verás. Hoy no salimos de casa, nos dedicaremos al aseo personal tuyo y mío, te limpiaré la cuadra y haré limpieza en la casa. Anoche, mientras estaba pensando junto a la lumbre, me vino a la cabeza un recuerdo. Era un hombre que sabía mucho, que tenía respuesta para casi todo y que acudían a él para preguntarle, por las más distintas dudas que iban surgiendo, los habitantes de aquel lugar. Me lo encontré frente a frente y le di los buenos días. Buenos días, ¿No me preguntas nada? No, son tantas las dudas que uno tiene, que aún no sé resumirlas en una pregunta principal ¿No hay nada que te preocupe? Muchas cosas, por ejemplo: mi caballo lleva casi una semana que no termina su cena ¿A qué cree que se debe? Tu caballo cenará todo lo que le pongas en el pesebre, el día que note que tu comes bien. El día que se de cuenta que estás alegre y contento. Pon música en tu casa, canta aunque no sepas, ríe delante de él, dale alegría y recibirás alegría. Si comes bien y cantas, tu caballo se curará de la enfermedad que le has inculcado. La melancolía no es buena compañera para los fuertes. Este pensamiento de anoche me hizo tomar una decisión: compraré un buen aparato de radio. Aprenderé canciones y las cantaré en lo alto de mi caballo, mientras voy y vengo de mis faenas, a ver si así come. Como de resultado, amortizo la radio en un mes y de paso estoy menos triste. Caballo mío, sal a beber agua hasta el pilón, mientras, preparo la repisa donde poner un aparato que voy a comprar hoy mismo.

lunes, 24 de diciembre de 2007

HAIKU DE NOCHE BUENA

La mejor noche
es la que tiene luna.
¡Mil Navidades!”.

Buenos días, caballo mío ¿Cómo has pasado la noche? Prepárate que hoy vamos hasta el río ¿Qué te pasa que llevas unas noches que no terminas la cena? Como no comas en condiciones te quedarás en los huesos. Esta noche te pondré centeno, muelas, harina de cebada y un poco de paja, todo bien envuelto, ya verás que rico está. Es tu cena especial de la Noche Buena. Sal a beber agua mientras cojo el fardel con el almuerzo. Hoy llevo la fiambrera con bacalao al ajo arriero y un cacho de chorizo, con buen vino, que me va a saber a gloria.. Lo como junto al río y tu te quedas a la brigada de los chopos. Hoy tengo que pensar mucho antes de regresar y contemplar el agua que fluye mansa por el río, siempre me ha dado buen resultado. Mi caballo no tiene nombre, no es un caballo para presumir de gesto altivo, ni como un señorito chulo. Es un equino del montón, que sólo sirve para trabajar y para llevarme y traerme de los sitios del campo. Me hace compañía y no necesita más nombre que lo que es: caballo. Arre caballo, que hace un brís que corta el cutis. No sé por qué razón me miraba tan intensamente. Sus ojos se clavaban en los míos con una mirada tierna, embelesada, fascinante y turbadora, que de una manera u otra, era un acto de amor. No la volveré a ver jamás, pero yo sé lo que quería decir su mirada y ella supo lo que quería decir la mía. Ya ves que cosa más sencilla y hueca, sin embargo, es tan necesaria una mirada así. Aquella mirada suya bastó para alegrarme la noche de mil días. No sé a qué viene que me haya acordado de aquella mirada y aquella chica tan guapa y escesivamente joven. Estas cosas no tienen explicación lógica. El río baja crecido y ha cubierto los guijarros donde tomaba el sol en el verano. Ese tronco que flota va bien encaminado, si hay suerte y no tropieza con alguna rama, pronto llegará al Duero y de allí al mar. Parece que va a salir el sol. Los tiempos han cambiado y nada es como antes. Por estas fechas, no hace mucho, teníamos Navidades blancas y hacíamos muñecos de nieve y patinábamos en las cuestas de las bodegas. Ahora todo es distinto. Me tiemblan las manos y no es por el frío. Brillan los ojos y apenas si distingo el canto de los pájaros. Esta noche pondré mas lumbre que nunca y beberé soledad y cantaré un blues o aquello de “bésame mucho...” o lo otro de... “qué lejos estás de mi” Es muy posible que ni tan siquiera pruebe el cordero. Se lo dije al pastor: “no me lo des, total, ¿para qué?” Bueno, caballo mío. Vamos para casa que por hoy ya tengo bastante. Eso si, vamos a sonreír y a tocar la armónica y a lo mejor hasta la pandereta y “que beban y vuelvan a beber”. Arre, caballo mío que me pican los sabañones de la vida. Hay que decir que pasen feliz Noche Buena y Feliz Navidad. Que coman mucho y que beban lo que resistan, que rían y bailen y que sean muy felices. Que nunca se sabe lo que nos espera. Besos. Arre, caballo mío. Mañana te arreglaré la crin, la cola y te limpiaré las manchas de barro. Tu y yo nunca nos aburriremos ¿Vale? Pues eso.

domingo, 23 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN DOMINGO

HAIKU PARA UN DOMINGO
“Las noches negras
traen presagios de cuervos.
¡Ven, mi ruiseñor!”.

Buenos días, caballo mío ¿Cómo has pasado la noche? ¿Por qué solo has comido la mitad de lo que te puse? Espabílate que nos vamos a la tierra del Teso de Matacabras. Como está tan lejos, te podré contar lo que ha pasado ¡Quieto, no te pongas nervioso, que te limpio las lágrimas secas! ¿Has estado llorando? Tranquilo, ahora te limpio bien. Arre caballo, que cuando termine la faena del campo podrás descansar. Hoy volvemos a medio día. Esta tarde la encineran y se quedará en nada. Una pequeña urna llena de cenizas y huesecillos. La llevarán sus hijas hasta la casa, la pondrán bien visible, tal vez encima del piano y en unos días derramarán los restos de su madre en aquel lugar que ellas saben que le gustaba a la madre muerta. Imagínate, una mujer joven, llena de vitalidad, de fuerzas, de energía, de vida interior, de amor por la belleza, por el Arte, la Música, la Literatura, sus amigos del Circulo de Bellas Artes, sus hijas... Se ha ido para siempre y para siempre dejó el sufrimiento que la asolaba desde hace unos años. La enfermedad fue muy cruel con ella y desde hace tres años que la descubrieron su cáncer de huesos, ha sido casi un grito. El día que llegué a la tertulia del Círculo, no conocía a nadie y la casualidad hizo que me sentara a su lado. Leí un poema y todos se quedaron serios, sin decir nada. Ella dijo: vuelve a leerlo, más despacio, más alto, vocalizando. Lo repetí como ella dijo y al terminar utilizó su palabra mágica: precioso. Añadió: lleno de imágenes. Repásalo, púlelo un poco y te quedará precioso. El año pasado, en noviembre, ganó el Concurso de Poesía y yo quedé finalista. Tuvimos muchas conversaciones y me invitó a su casa, donde los sábados organizaba tertulias con sus mejores amigos. Le dije, en broma, si tienes piano, voy. Y tiene piano. Así que le tuve que decir la verdad. Los fines de semana, por imperativo familiar, no puedo participar en nada. Siempre me avisaba. Ven, si puedes. Cada miércoles, a pesar de los dolores, con muletas, con silla de ruedas, como fuera, ella nunca faltaba a su tertulia. A todos los que leían, decía su palabra mágica de ayuda y ánimo: precioso. A todos nos animaba a seguir trabajando la poesía. Sólo la poesía le quitaba todos los dolores. Ayer me avisaron. Aintzane García Gracia, ha muerto. Ha muerto una compañera que siempre tuvo una sonrisa y una palabra amable para mi. Ha muerto una excelente poeta y buena persona o ¿era de al revés? Arre caballo, que esta vida es un paseo por las nubes de la nada y del todo y todo se reduce a cenizas, que no son nada. Descansa en paz, compañera. Arre, caballo mío.

viernes, 21 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN VIERNES


“Mañana otoñal,
nublada, triste y seca.
¿Prendo la lumbre?”

Una chimenea ahuma en el tejado de tejas rojas. Por el humo se intuye lumbre de paja húmeda. Un hombre se hace la comida y se abriga la soledad. O tal vez, son una mujer y un hombre ¿Qué harán tan juntos a estas horas? Al acercarme detecto olor a troncos de encina que se queman ¿Cuándo me tocará a mi el tener chimenea compartida? La manta que cubre al caballo, podría extenderla y la botella de vino que llevo en las alforjas la podríamos beber juntos, despacito, muy despacito, como se despierta a los niños. Arre caballo, que ya queda menos para llegar hasta nuestra casa de las afueras. Te tengo el pesebre lleno de cebada y alfalfa. Tu tendrás buena Navidad. Arre, caballo mío.

jueves, 20 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN JUEVES

"Noche de otoño
con hilvanes de escarcha.
¡Lumbre de luna!"

Y quise hacer un poema pero no pude. Y quise hacer un relato y sólo pude escribir el título. Quise escribir un cuento y tampoco lo pude contar. Así que por hoy... no puedo seguir queriendo escribir. Mañana será otro día. Pero puedo asegurar que quise con todas mis fuerzas. El que hace lo que puede no está obligado a más. Me hubiera gustado haber sido capaz de expresar lo que ahora siento, pero... ¿Qué vida es la vida del que se siente impotente ante tanta realidad?

domingo, 9 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN DOMINGO

"Entre las ruinas
encontré una tesela.
Brilla pasado".

1º.-
Nausica tiene los senos mucho más grandes que nosotras. Como Thais y yo, nos vayamos desnudas en el río que cruza el bosque, Nausica lo sabe. Algunas veces Thais y yo hacemos diademas para el pelo con los juncos verdes y entretejemos flores preciosas entre nuestros cabellos. Cuando el sol casi quema nuestra desnudez, nos adentramos en el bosque y en la sombra más tupida extendemos la manta y sobre ella nos colocamos frente a frente mirándonos a los ojos. Thais me acaricia los senos y lame mi pubis con verdadera pasión. Bebemos nuestra botella de vino directamente, porque no tenemos vasos. Una vez fue tanta la calentura que nos entró que se nos fue de las manos nuestro límite secreto y nos dejamos llevar. La miel de su fuente manó caudalosa y la bebí con maravillosa deleitación. Thais me dice que me ama porque soy encantadora y yo la digo que es ella. Entonces me abre totalmente y me bebe como yo a ella. Nunca se es feliz del todo. Nausica tiene los senos mucho más grandes que nosotras, pero nunca jamás podrá saber lo que significa la piel de Thais acariciada por mi y la mía acariciada por ella. De regreso nos paramos en nuestro sendero y comemos nuestras bocas y con los dedos nos los metemos en el sexo. Mojados nos intercambiamos la miel y eso es un paraíso en la tierra. Por eso, precisamente por eso, nunca seremos felices del todo ¿Cómo decirle a mi padre que amo beber del sexo de mi amor? ¿O, tal vez, no la amo a ella, solo lo que emana? ¿Por qué es tan complicada la vida? ¿Por qué los senos de Nausica no me dan envidia?

sábado, 1 de diciembre de 2007

HAIKU PARA UN SÁBADO

"Perlas de rocío
sobre los juncos verdes.
Regalan agua".

Al llegar a casa y mientras desengachaba del carro al caballo, mis hermanas me avisaron de que unos militares me estaban buscando para llevarme con ellos. Me escondí, lo mejor que pude entre los techos de los pajares, porque por nada del mundo iría a la guerra. Aquellos hombres dejaron el aviso de que vendrían a recogerme al anochecer. Mis hermanas metieron en la mochila unas camisas y un pantalón, algo de comida y mi libro de siempre. Mi padre me regaló su navaja barbera y el reloj de bolsillo. Mi madre, llorosa, me dió un gran abrazo ¡Adiós hijo, procura que no te cojan! Mi hermanas lloraban sentadas en el escaño y mi padre me ayudó a preparar el caballo. En las alforjas metió mi mochila y una escopeta de dos cañones, con la que cazaba. Dejas el caballo atado a una encina, justo en la raya de Villamandos y que tengas mucha suerte. Sabes que te esperaremos siempre. Salí por las puertas traseras, evitando pasar cerca de la carretera. Al llegar al lugar convenido, dejé el caballo y cojí mis pertenencias, tan ligeras, y caminando por la oscuridad me adentré en el bosque de encinas. Acurrucado y envuelto en una capa parda, recuperé un poco de aliento y fuerzas. De repente me cayó una lágrima como un misterio. No me había dado tiempo a despedirme de ti.