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viernes, 29 de febrero de 2008

T. Q. 1 de marzo, sábado.

No es fácil leer a Haruki Murakami a estas horas de la noche. Por un lado te fascina su forma de escribir y por otro te duele no poder dedicarle mas tiempo y leer despacito, masticando la esencia de sus palabras. Aún me quedan por leer “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” y “Sputnik mi amor”. Me esperan otros buenos escritores haciendo cola. La próxima será “Out” de la también japonesa, Natsuo Kirino. Leer es aún más necesario que escribir y los libros esperan, impacientes, en montones apilados. Nunca podré ni con la mitad de ellos, pero es muy gratificante saber que están dentro de casa, esperando su turno o su definitivo olvido. Algún día todos serán ceniza y yo mucho antes que ellos. Me he acostado con precauciones por si acaso me baja. No sería la primera vez que pongo las sábanas y el colchón perdidos. Dice Maurice, mi marido, que es un retraso motivado por los nervios y emociones del viaje a Mojácar. “La señora Saeki debió escribir la letra de la canción en este cuarto. A medida que voy escuchando el disco una y otra vez me convenzo de ello. Y “Kafka en la orilla del mar” es el muchacho que está retratado en la pintura al óleo que está colgada en la pared. Me siento en la silla, hinco el codo en la mesa tal como lo hizo ella anoche y desde el mismo ángulo, me pongo a observar. Ante mis ojos está el cuadro. No hay duda. La señora Saeki escribió la letra de “Kafka en la orilla del mar” en esta habitación, mirando el cuadro y pensando en el muchacho. Posiblemente a altas horas de la noche, cuando las tinieblas son más profundas.” Así escribe Haruki y así leo yo, un poco antes de que me de el sueño. Del sueño mejor no hablar. Si estoy contenta de padecer insomnio, es precisamente porque no soporto la intensa pesadumbre de mis sueños. Para uno bueno, mil malos y el bueno es tan breve que ni lo recuerdo. Es un alivio despertar de la zozobra. Mi vida es una zozobra y a pesar de que no me falta nada material, de que puedo disfrutar de una mediana fortuna, y tener a mi alcance todo tipo de caprichos, no me siento satisfecha por lo que tengo que hacer y por mis limitaciones, intelectuales o físicas, para conseguirlo. No hay sexo, drogas, alcohol, nada de nada que se pueda poner por delante para llenar este vacío. A veces, se siente un poco de alivio y parece vislumbrarse una temporada de mejoría. Te aferras a la posibilidad de ser feliz y mucho antes de que pase el día, te das cuenta de lo imposible. Ayer quise ser intrépida y crucé a las seis de la tarde, sola, por el Parque de El Retiro. Bajé hasta la Cuesta de Moyano, ojeé varios libros y no compré ninguno. Entré en el Museo y repasé las obras allí expuestas. Ninguna de las miradas de los otros, u otras, me incendió. Regresé cruzando El Retiro, cuando ya casi era de noche, me estaba invitando a mi misma, a una posible aventura con una desconocida, buscaba con todos mis sentidos a la patinadora y no la vi. El sonido de los tambores que tocan los negros y algunos blancos, junto a la escalinata del lago, retumbaban en mi corazón y me sentía con deseos de ir a participar de su orgía de percusiones trivales. No lo hice ayer, pero no descarto que algún atardecer me arme de valor y me atreva a intimar con algún percusionista de color para reventar de una vez la fantasía que tanto me excita. Esos tambores suenan hasta altas horas de la madrugada y en verano, con las ventanas abiertas, se escuchan desde mi cama y hay veces en que pensando y pensando, se me va la mente a África, a las tribus, a los negros altos y musculosos de sonrisa como la nieve y voz de azúcar y se me va la mano, hasta que me viene. En casa me di un baño relajante y fumé un Pall-Mall azul. Todo ayer fue irrelevante, casi seis horas sin parar de escribir y otras tantas de preparar documentación para mis trabajos. No quise coger el teléfono ni atender a nadie. Ayer fue mal día, o tal vez fue bueno. No sé. No quiero mencionar a mi hermano muerto, ni las confesiones que me hizo mi padre sobre la tía Ruth. No quiero nada, ni tan siquiera acordarme de ti. Todo me parece tan trivial y absurdo, que no merece la pena nada, o tal vez, NADA, sea todo. Mañana... T. Q.

T. Q. 29 de febrero, viernes.

Cuando no escribo me siento como si hubiera desaparecido del mundo. Escribir es la parte más placentera de todas las partes en que se diluye el día y la noche y a la vez, la más dolorosa. Llevo noventa y seis páginas de la novela sobre los niños de la guerra que trasladan a Rusia y cada vez que las releo, pulo, podo, me entra una especie de coraje, rabia, porque no me gusta como va, no me acaba de convencer. Estoy tentada de romperlo todo y empezar de nuevo. A veces, es mejor tirar la casa que reformarla. A pesar de mis dudas y temores, la tengo que escribir y conseguir que quede casi perfecta. Mis propósitos son firmes y tesón e insistencia no faltarán. La función de mi literatura no es la de parecerme a unos o a otros, si acaso, es la de tratar de conseguir dar respuesta, lo mas aproximada posible, a todas mis dudas y contradicciones y narrar una historia que fue real y novelarla, lo más fiel posible, a los sentimientos de sus protagonistas, contemplados a través de mi visión personal. Soy una mujer social y por lo tanto, inmiscuida en la vorágine de la sociedad convulsa y terrible que me ha tocado mal vivir y mal sufrir. El arte en general, la literatura japonesa, la música, la sociedad, todo lo relacionado con el país nipón, me interesan por lo que tiene de gran novedad con respecto a casi todo lo conocido en Occidente. Me quedo dormida y sueño con algo relacionado con una choper del 98, una especie de Harley Davison, con la que recorro paisajes similares a los de las películas del oeste americano y me siento libre corriendo por sinuosas y polvorientas carreteras, enfundada en un mono de cuero negro, con la cremallera bajada y mis pechos al aire. Soy la más rápida de la mujeres moteras, soy la mejor, soy la ostia, y mi sueño me habla de pasiones por las cosas. Pasión por las motos, como otros las tienen por los pianos, por los violines o por escopetas de caza. Si mi moto, estilo choper, ya digo, en vez de 125 cc, tuviera, 500 cc, o 1000 cc, volaría a 190 km/h. Un ángel negro me espera junto al Cañón del Colorado. Me poseerá y a la vuelta, pariré 50.000 ángeles mestizos que arrasarán con la injusticia. Los 50.000 justicieros, auténticos sembradores de paz, pan y justicia, no como otros cruzados del pasado. Me despierto desazonada y nerviosa. Me toco la vulva y está a punto de caramelo. Me encanta sentirme así. Me estiro como un perrillo al sol y me levanto. Desnuda junto al piano fumo mi primer Pall-Mall azul. Tengo morriña del mar y de Mojácar, si por mi fuera viviría siempre allí. Pero... mientras vivan mis padres es muy posible que busquemos otro lugar semejante, tal vez Menorca. Les quiero con locura pero... están demasiado pendiente de “su niña”. Tengo la lista de libros preparada. Ayer llamó Lucía Benvenutti y empezó: ¿Estás enfadada conmigo? No, ¿Por qué iba a estarlo? No se, te noto rara conmigo. Tranquila, que lo que me sobra es quien me regale libros. Ah, es por eso, dijo. Total que me notó que me pareció mal que me hubiera prometido cientos de libros, que va a tener que tirar y cuando llegó la hora de la verdad, pedía no se cuanto. Te van a dar mucho por el... mejoro no lo digo. Porque tengas una librería de pm en Claudio Coello, conmigo no te pases ni un pelo. Seguiremos siendo amigas, pero cada una a lo suyo. Mi hermano muerto habla en sus relatos de pistolas, de ruleta rusa, de muertos en las grandes concentraciones de motos y en los macroconciertos de rock. Tengo que investigar esas posibles pistas. Dentro de mi parece habitarme un animal peligroso y lo que no puedo permitir es que mi animal haga daño a nadie. Cuando Hair, o Catterina, o la misma Sophie, dicen que me quieren, que están enamoradas, empiezo a recelar y trato de tirar para atrás de las crines del caballo antes de que se desboque, una cosa es joder y otra amar. El afinador de pianos... aún tengo huellas de sus dedos dentro de mi. No obstante, seguiré escarbando en las profundidades del subsuelo de mis deseos de placer. No me ha bajado y la esperaba para hace cuatro o cinco días. No sé ¿Sabré poner pañales y dar el pecho a mi bebé del alma? ¿Y si no nace bien? Dios... paso página. Me acuesto y sobre mi brazo derecho mi cabeza descansa tranquila. Mañana haré mas cosas que hoy. Me acuerdo de acordarme de ti, hombre. No puedo dejar de pensar en una encina milenaria y tu y yo bailándole un vals a la luna. Porque... T. Q.

jueves, 28 de febrero de 2008

T. Q. 27 de febrero, miércoles.

Mi cabeza no para de dar vueltas y mas vueltas a todas las cosas. Mientras leo el libro para antes de dormir, “Kafka en la orilla” de Haruki Murakami, es tal la ramificación de pensamientos, que me sorprende no haber llegado a la locura. Aún resuena en los oídos de mi alma, el rumor de las olas y los estruendos de los latigazos que pegaban contra el acantilado. La espuma blanca se deshace entre los cabellos negros de las rocas, enlutadas y enormes, como cíclopes con los píes clavados en el infierno. Tan sublime belleza sobrecoge e inunda necesidad de perpetuar aquellos momentos estremecedores. Del libro me entero la mitad de la mitad y poco a poco, mis ojos se cierran y me dejo llevar por el bálsamo de la laxitud y de la relajación. Me siento caer, caer bajo el algodón de la nube. Sueño cosas terribles e indescriptibles. Los ojos de mi madre: ¡Córtate el pelo, córtate el pelo! Mi padre: Come más, come más. Que sueños mas horribles y pesarosos. Estoy harta de que los que más me deberían querer, no me entiendan. Siempre con lo mismo: Deberías hacer esto, deberías hacer lo otro, deberías... no haceros caso. Eso es lo que he decidido hacer. Todos tenemos el mismo derecho a nuestra propia autodestrucción. He dejado de beber Jack Daniel`s, he dejado de hacer muchas cosas que me gustaría y ahora solo fumo Pall-Mall azul y trabajo catorce horas diarias. Escribo la novela de Josefina y Darío, el boceto del guión para Alex, pienso en dirigir mi propio guión, tengo muy avanzado el proyecto de la editorial ¿Qué mas queréis de mi? Si no paro. Os vais a joder, no me cortaré el pelo y vestiré como me salga de las mismísimas.... tetas. Me despierto y al mirar a la lámpara de la habitación, me noto relajada y tranquila. Mis fantasmas de la noche ya me habitaron. Me levanto y enciendo mi primen cigarrillo Pall-Mall azul. Me tumbo en la alfombra persa y cierro los ojos. Mientras fumo, estoy muy triste, pero muy contenta porque soy libre, a pesar de tanta atadura. Los ecos de las palabras de mi padre aún me habitan. No puedes conformarte con lo fácil, tienes que buscar, desesperadamente, la perfección en tu escritura. Esa perfección no es posible, pero si acercarte lo más cerca que humanamente puedas. Si consigues crear un mínimo de belleza, crearás mucho amor. Porque amar la belleza es amar el amor a ti misma, que eres tu propia protagonista. Me quedaré preñada de quien sea, cuando tenga que ser. Mi marido no es capaz de preñarme, así que otro habrá. Mi hijo será mío y dentro de tres años lo llevaremos, Irina y yo, al colegio. Mi hijo será músico y si es niña, tocará el violonchelo como lo tocaba Jacqueline Du Pré. Joder, estoy como para encerrarme, pero no estoy loca. Catterina me lo dice cuando jode conmigo y le viene varias veces y me consigue varios orgasmos. Estamos locas, pero bendita locura, dice Catterina, con su acento italiano. Esta es la locura que mas gusto da, añade. El diseño de los libros que edite mi editorial tendrá un sello personal y único. Buen papel de color suave, aún no decidido, preciosa tipografía y algunas ilustraciones a lápiz que yo misma crearé. Las pastas duras y una biografía, de ocho renglones máximo, del autor o autora. Publicar cuatro libros al año de dos colecciones: poesía y relato corto. La colección de poesía se llamará: “Sangre de pluma” y la de relato corto: “Esencia de palabra”. Por lo tanto, ocho libros al año. Incluiremos un libro de poesía rusa y otro de relato, o cuento, también ruso. Si en un año todo va bien y por lo menos no perdemos dinero, crearemos una colección de novela: “El nuevo decir”. Irina, inconscientemente te incluyo en el proyecto de mi futuro y aún no se si quieres. El afinador de pianos..., el afinador... mejor lo dejo así. Volví a la cama y me acosté a la brigada de la espalda de mi marido. No haré nada y si cuando se despierte me quiere joder, que me joda, me dejaré hacer. Son las cinco de la mañana y quiero soñar cosas bonitas. Soñar, por ejemplo, que viene y que me penetra toda la noche, soñar que es un hombre como un dios, que es perfecto, aunque no lo es, tiene un año menos que mi padre y el mismo aire de ensoñación en el rostro. Mi afinador de pianos... es como mi padre y yo soy como mi hermano muerto. El vello de mi pubis necesita un buen repaso. Este domingo, Hair me lo arreglará, mientras me mete el mango del cepillo en la vulva y de vez en cuando, me succionará los pezones y yo a ella le meteré los dedos de mis pies hasta que me los empape. Son tantas cosas... pero aún así, me queda tiempo para pensar en ti, como ahora pienso, como ahora siento que eres tu el que me acaricia y me besa y me lleva a la gloria, porque... T. Q.

miércoles, 27 de febrero de 2008

"LAS TIJERAS"

Ahora que nadie me ve,
deshilacho el filete de ternera con los dedos
y lo devoro como si fuera una bestia.
Necesito sentirme primitivo.

Ahora que nadie me ve,
rasgo la funda del colchón
y rescato tu foto desnuda y abierta.
Necesito lo sonrosado de tus labios .

Ahora que nadie me ve,
abro en canal mi esternón
y te guardo entre alma y pecho.
Necesito sentirme habitado.

Han vuelto. Todos han vuelto
y andan por la casa a lo suyo.
¿Alguien ha visto las tijeras?
Buscan por la casa y ni me ven.

El del banco dice que tengo mala cara
y noto soledad y acidez de entrañas.
Ahora que nadie me oye lo voy a gritar
como se grita en el desierto:

¡Las tijeras me están cortando la vida
y el tiempo se me ha vuelto líquido!

martes, 26 de febrero de 2008

THERESSE QUERELLE, 26 febrero, martes.

Estar de vuelta en casa, en mi propia casa, es una delicia. La casa de mis padres, un chalet grande, con todo tipo de lujos, no es mi casa y aunque me siento como si lo fuera, es distinto. A las dos y cuarto ya estaba levantada y junto al piano, a no muchos centímetros de la vertical de la lámpara de bronce. Mi desnudez, en la semipenumbra, sobre la alfombra persa, me inunda de sensaciones placenteras. Me vienen a la mente todos los acontecimientos de los últimos días, o meses, o años. Es como una ensoñación que me transporta a lo mas dichoso. Mi criba personal, selecciona lo destacable y obvia u olvida, lo penoso o lo que desagrada. A la vuelta de Mojácar, llovía y casi hice lo mismo que a la ida, pero a la inversa. Vine conduciendo el todo terreno hasta Albacete, después de un pequeño descanso, reinicíamos el viaje y me quedé dormida hasta llegar a Madrid. Atrás se quedó el pueblo, mis padres, y un gran cúmulo de nuevas experiencias. El domingo hacia las tres de la madrugada, me desperté a consecuencia de mi insomnio crónico. En pijama y con una bata de estar en casa, me levanté y bajé al salón. A la luz de una lamparita estaba mi padre escribiendo en un cuaderno. Papá, ¿no duermes? No, hija, el insomnio que padeces lo has heredado de mi ¿Qué escribes, un poema? No, estoy tratando de inventar un nombre para la tienda de libros de ocasión, ¿Se te ocurre alguno? Llámala “La isla de los tesoros”. Cada libro, papá, guarda un tesoro. Mi niña querida, llevo quince días dándole vueltas y vueltas al dichoso nombre y el que se te acaba de ocurrir me parece perfecto. Mi tienda de libros y cuadros, junto a la playa, se llamará “La Isla de los Tesoros” Papá, ¿puedo preguntarte una cosa? Claro que si, hija mía, pregunta lo que quieras. ¿Por qué no eres feliz si no te falta de nada? Mi padre se separó de la mesa, se quitó las gafas de ver cerca y me miró con esos sus ojos tan negros y de mirada tan intensa. Sonrió levemente y mientras se levantaba, me cogió de la mano y me llevó hasta un sofá. Nos sentamos al lado uno del otro y con sus manos cogiendo las mías, me miraba con tanta ternura y tanta emoción, que me quedé impresionada, porque esa era la imagen de mi padre y yo misma, en mil ocasiones, desde muy niña, cuando había un problema o una circunstancia que resolver. Dios, mi padre, como quiero a mi padre. Hija, nunca he sido feliz del todo y me da la sensación que a ti te pasa lo mismo. Soy un hombre incompleto, me ha faltado tiempo para aprender muchas cosas. Con la edad me estoy acostumbrando y ya casi, casi, me rindo ¿Dónde está la felicidad completa? No existe, hija mía, no existe. Papá, ¿te puedo ayudar en algo? Si, claro que puedes. Haz una cosa en tu vida, algo muy sencillo, nunca abandones tu gran capacidad para la sorpresa, para la búsqueda, con eso ya me ayudas. Hablamos durante horas y me contó millones de cosas. Mi padre es un gran conversador y nunca me canso de escucharle. Amaneció lloviendo, por lo que se nos fastidió, a mi marido y a mi, el joder junto a la barquita varada, en el rincón de la playa. Ahora recuerdo todo. Cuando estábamos comiendo la paella en el restaurante, junto al mar, en Cabo de Gata, mi madre me miró con esos ojos acuosos y azulados y me dijo muy seria: Theresse, cuando llegues a Madrid te quitas ese peinado. Me ofende verte con esos pelos. Mamá, por favor, todo el mundo me dice que estoy muy guapa. Te digo que te quites ese peinado porque así eres exactamente igual que tu hermano Patricio y Patricio, hijo mío de mis entrañas, está muerto. Me quedé helada. Mi padre lo confirmó: hija es cierto, verte a ti y ver a tu hermano es lo mismo. Incluso, mucha gente, por lo que he observado, cree que eres un hombre. Lo pensaré, contesté. Me he mirado al espejo, mi cuerpo es tan delgado, casi sin pechos, mis pezones se han desarrollado mucho y ellos son los que me distinguirían de un muchacho. El vello de mi pubis, en forma de corazón, y mi vulva, tan carnosa, mi clítoris tan grande y desarrollado, me diferencian y me originan tanto deseo que ahora mismo mis dedos me buscan a mi misma. Me siento tan a gusto, tan a gusto... dios, me viene, me viene, pero no. Ahora no. Mi mano derecha está empapada y en parte es porque pensé en ti, te deseé y no te tuve. Antes, mucho antes de pronunciar el vocablo amor, te quiero decir que te quiero cerca, muy cerca, dentro, cubriéndome como un dios cubre a sus ángeles. Ven... T. Q.

domingo, 24 de febrero de 2008

T. Q. 24 de febrero, domingo.

Ahora mismo escucho el rumor de las olas del mar. Escribo en mi portátil y fumo un cigarro Pall-Mall azul, pienso en la inmensidad de las sensaciones que el mar produce en mi alma y percibo mi infinita pequeñez. Si me asomo a la ventana de la terraza, veo el cielo encapotado y gris. Posiblemente hoy llueva, pero el mar está tan activo en su interminable parto de olas, que no importa que no luzca el sol para que su magnetismo y belleza me sublime el deseo y me tenga en un estado de semi excitación erótica sin comparación. Desde siempre, el mar me excita. Cuando era niña y descubrí el mar, descubrí mi sexualidad. El mar, la playa, la gente, los cuerpos de los hombres y de las mujeres, tendidos al sol, produjeron en mi, inmensidad de descubrimientos. El mar de Benidorm fue el primer mar que vi y cada uno de los lugares del litoral tiene un mar distinto aunque sea el mismo. Mojácar es un pueblo precioso y su mar me transporta a inusitadas y fantásticas regiones de mi imaginación. Mi mar. El viaje fue precioso. Hasta Albacete vine dormida y prácticamente no vi el paisaje. Paramos a repostar y a tomar un café, mi marido, y una coca-cola yo. El resto del viaje conducía yo sin llegar a ciento cincuenta km/h. Me encanta conducir. No estábamos muy habladores, así que venia pensando. En la cena, en la mejicana, en el afinador de pianos, en todas y cada una de mis pequeñas y grandes cosas. El paisaje es una maravilla y voy conduciendo feliz, muy feliz. Al llegar al chalet de mis padres esperaban tan sonrientes, tan llenos de vida, tan contentos de vernos, que un vuelco en el corazón me hizo temblar de alegría y llorar emocionada. Mi madre, con su sonrisa y su pelo tan rubio y tan arreglado, parece una pequeña gran Marilyn y mi padre, tan contento de ver a su hija, tan bien afeitado, tan guapo, tan moderno, mi padre, dios mi padre, lo que yo quiero a mi padre. Que abrazo mas fuerte nos dimos. Hija mía, que guapa estás con ese peinado nuevo, hija mía cuantos siglos sin verte, mi padre me separaba para mirarme de arriba abajo y me decía que estoy muy delgada, que tengo que comer mas, que estoy guapísima, mi padre me quiere con locura y yo a él mucho mas aún. Mi padre... mi padre es la ostia para mi. Dios, qué abrazos nos dimos. Mi madre es de otra forma, la quiero mucho, como se quiere a una madre, pero es de otra forma. Están muy bien y muy a gusto en Mojácar. El médico le ha dicho a mi madre que lo que le pasa es que es muy imaginativa y que tiene una fuerza especial para vivir los sueños, le dio unas pastillas para el riego sanguíneo y parece que va mucho mejor y no dice tantas tonterías. La inauguración de la tienda de libros fue a las siete. Había muchos amigos, algunos alemanes, ingleses y franceses. Casi todos jubilados, pero también estaba un matrimonio joven con los que han cogido una amistad mas fuerte. En la tienda, mi padre, admite cuadros para tener una especie de exposición permanente. Vende los cuadros y se queda con el treinta por ciento. Los libros los compra al peso y ya tiene unos cinco mil con los que trajimos nosotros. Está tan ilusionado. Salimos a cenar a un restaurante de lujo y mi padre se portó muy bien, que no falte de nada, dijo. Hablamos de mis proyectos e ilusiones y me da su aprobación y apoyo económico y moral en lo que necesite. Mi madre ha recordado a mi hermano muerto y me preguntó si he subido a su habitación. Al decirle que si, le entró una llorera que para qué. Mamá, algún día tenía que ser. Ella no entró jamás desde el fatal desenlace y yo tarde casi tres años en hacerlo. No puedo escribir mas. Hemos quedado para dar un paseo por la playa, mi marido y yo, y se me ha ocurrido una maldad preciosa. Joderemos a orillas del mar, escondidos al lado de una barquita que vimos ayer cuando los cuatro dimos el paseo junto a las olas. La temperatura era ideal y se veía a alguna pareja tomando el sol. Comeremos los cuatro una paella en un restaurante, pegando al mar, en Cabo de Gata y sobre las seis, regresamos a Madrid. Este pueblo tiene un encanto mágico y no sería extraño que algún día me retire a vivir aquí. Me he acordado de ti, pensé tantas cosas y tan hermosas, que solo la luna lo sabe y quería que lo supieras porque... T. Q.

sábado, 23 de febrero de 2008

T. Q. 23 de febrero, sábado.

Prácticamente no he dormido. Llegué a casa a las cuatro y media, bastante borracha. Me metí en la bañera y con el agua muy caliente hasta el cuello, me quedé dormida durante dos horas. Mientras mi marido se ducha y viste, escribo esto. Dentro de un rato salimos para Mojácar. Sobre las once, si todo va bien, estaremos con mis padres junto al mar. Me hace mucha ilusión porque la luna y el mar son motivos de inspiración y me recargan la batería que me sostiene las ganas de seguir en esta vida. Ayer llamó el afinador de pianos para decirme que había encontrado el perfecto para la casa de la editorial. Es un K-Kawai del 59 con una sonoridad cristalina y perfecta. Pertenece a una famosa academia de baile situada en la calle La Palma que cierra por jubilación de la dueña. Quiere que el lunes vaya a verlo, quedaremos allí y si me gusta me lo vende. Aprovecharemos para comer juntos, o lo que surja, según sus palabras. Hablamos durante media hora. Me preguntó que donde tenia mis dedos. Fue increíble, me pidió un orgasmo por teléfono y le di dos tan placenteros como si estuviera dentro de mi ¿Sabes una cosa, Theresse? ¿Qué? Soy un hombre y me das miedo. Mejor así, señor afinador de pianos y de mi sensibilidad. La novela de los niños va lenta. Tendré que dedicarle mucho mas tiempo. Sobre las seis, me arreglé un poco y salí. Crucé el Retiro andando y no pude por menos que buscar con la mirada y el corazón, a mi patinadora misteriosa. Había parejas paseando de la mano. Otras se abrazaban sobre el césped o en los bancos. Me duele el Retiro porque envidio a los que se aman. En la Cuesta de Moyano no encontré nada que me pueda servir como documentación. Entré en el Caixa Forum y revisé toda la exposición en una hora. Busqué a la chica guapa que me miraba el otro día. No la vi pero intuyo que la encontraré pronto. En el Gijón pasó lo que tenía pasar. Un lugar emblemático, cargado de efluvios de poesía y arte en general. La gente, ya se sabe, va a lo suyo, por lo que las conversaciones de las cenas suelen ser banales. Alex no deja de ser un director de cine al servicio del comercio cinematográfico. No admite mis sugerencias sobre la banda sonora. Las actrices subidas en su pedestal, los técnicos de alto nivel insoportables y los debutantes haciendo la pelota al que se ponga por delante. Pepón es un productor de prestigio. Le comenté que quería hacer un cine distinto, un cine reflejo de la sociedad real en la que vivimos, una especie de neo-realismo italiano. Se reía de mi ¡Que ilusa! Espera un poco que subo al baño. En la calle la Luna llena, magnética, una hermosura de cielo con su gran luna y me acordé de que esa luna era una referencia, un toque de distinción, para alguien más que yo. Bajé al restaurante y seguí la corriente a la gente. Me daba la sensación de que nadie tenía ni idea, que parece que no ven el cine indie que se hace en Usa, o en UK, o en Alemania, o en Irán, que el cine es arte puro y que ellos están haciendo cine de manutención, que va siendo hora de que despierten o asuman que el cine en España nunca volverá a ser lo que fue. Los Almodóvares ya están pasados y los Amenábar ya se sabe. Hay que hacer algo realmente “Nuevo”. Allí no pintaba nada. Los halagos sobre mi guión no compensaban mi defraude, le dije a Alex que tendrían que pensar que idear una escena en un guión, puede ser el esfuerzo de muchas horas de trabajo mental y físico. Que no pueden utilizar ese esfuerzo a su conveniencia. La escena del crimen tendría que haber sido en el metro, pero bueno, la pela es la pela. Se iban casi todos a una disco de la calle Arenal a seguir con la juerga. Puse una disculpa y fui en un taxi a la mía. Llamé a mi marido y le dije que se acostara, que llegaría sobre las cuatro y media y me dijo que tranquila, cariño, lo que tu hagas, para mi, bien hecho está. Busqué a la de Moratalaz y no la vi. Una melena larga, lacia y negra como el azabache, brillante como la piel de un toro enfebrecido, me llamó la atención. Era una chica como de veinte años, su cuerpo de modelo, su rostro de india latina precioso y al notar que la miraba, me invitó a una copa, tan sonriente, tan generosa, como si me conociera de toda la vida y yo a ella. Nos sentamos y me dejé besar todo lo que quiso. Sus dedos bajo mi camiseta, tiraban de mis pezones como para arrancarlos. Me dejé llevar y tuve un orgasmo así, solo con su boca trabajando la mía y con sus dedos tirando de mis pezones. Con mis piernas cruzadas presionaba mi vulva y me vino. Nada de nombres, nada de nada. Invité a otra copa y me llevó de la mano hasta un rincón oscuro y apoyada en la pared, bien abierta se ladeó el tanga y me pidió que la comiera y lo hice en condiciones, frenéticamente, nunca había visto una corrida de mujer así. Me llenó la boca, la cara, me mojó la camiseta... una fuente que derramaba un chorro caliente largo, muy largo y dulce como almíbar de melocotón, pero distinto a todo lo conocido por mi. Como había bebido buen vino de León y cava, durante la cena en el Gijón, más las dos copas de la disco, estaba bastante pedo. Me buscó un taxi y dijo que mañana regresaba a México, su país. Nunca te olvidaré, añadió, sólo me he corrido así dos veces en mi vida, la otra fue con dos hombres. Dios, qué locuras. La de Moratalaz no apareció, pero volveré. Ayer, por la mañana, subí a la habitación de mi hermano muerto y conté el dinero que guardaba dentro del piano, en una caja metálica, redonda, de pastas de té. Doce mil euros ¿De dónde los sacó? Hay millones de veces en las que quiero ser un hada, tener una varita mágica, con estrella en el extremo y poder decir: ven y que vinieras, o ponte bien si estás mal... y que te pusieras, si yo fuera un hada... todo sería distinto. Pero no lo soy, por eso pienso luchar para que luches porque... T. Q.

viernes, 22 de febrero de 2008

T. Q. 22 de febrero, viernes.

Nadie sabe lo que puede ser el sin vivir de desear al que no tienes, amar con locura a la persona que sabes que no está lejos, que la sientes cerca, pero que no está. Saber que falta poco para que venga y que ese poco es una eternidad. Es bonito sufrir así, pero duele con un dolor íntimo que degenera en nudo en la garganta. Me acosté sobre las once y media y leí unas páginas del nuevo libro. Me di cuenta de que no me había enterado de nada, que no estaba en la palabra escrita, que mi mente vagaba por los territorios del recuerdo y vivía la escena de los dedos en mi. La vivo tan presente, tan viva, que es una sola escena en infinito bucle que empieza y termina como si fuera un tornillo sin fin, interminable. Siempre están dentro de mi sus dedos y en mi cuello su boca. No me entero de lo que hago y a veces, de lo que me dicen. Dejé el libro sobre la mesilla y apagué la lamparita. Me apoyé en mi brazo derecho y mirando al espejo, en penumbra, metí mis dedos y sentía gusto, mucho gusto. Saqué mi mano y la miré. Estaba mojada y... volví a meter todos mis dedos. Dormí placidamente y no se bien si me vino o no. Solo sé que le deseo hasta dormida. Desperté a las dos y diez, despejada, descansada y me levanté a revisar las cosas. Desnuda bajo la lámpara y junto al piano, fumé mi primer Pall-Mall azul, y recordé lo más importante. Sophie me llamó para preguntar si nos podíamos ver. Solo cinco minutos, por favor Theresse, cinco minutos. Está bien, ¿tienes a mano una cinta métrica de las de costura? Creo que si. Te espero en el piso. Al portero le dices que vas al noveno A. Su barriguita ya está tomando forma redondeada. Medí la medida de su perímetro y la apunté en el dorso de una tarjeta de visita. 21-02.-. 65,06. Puse mi cabeza sobre ella y esperé. En seis minutos vino un respingo del interior ¿Lo notaste? Ya lo creo, calla. Al poco rato se repitió el movimiento del bebé que ya está en la barriguita de Sophie. Le caían unas lágrimas como perlas. No llores cielo. Mi marido sigue sin querer joder conmigo y tengo ganas a todas horas. Los hombres me miran y los deseo. Tengo miedo de no ser fuerte y dejarme joder por cualquier extraño. En media hora le vino varias veces y yo solo una, pero muy largo e intenso. Tomamos un poco de coca-cola y fumé dos cigarros. Sophie es muy guapa y sus pechos se han hecho grandes y sus pezones muy abultados y oscuros. Tranquila, una vez a la semana nos veremos, si es posible. Irina me ayudó a empaquetar los libros que estaban en la habitación de la tía Ruth. Mientras lo hacíamos su pantalón me dejaba ver casi toda la raja de su culo. No quise darme cuenta. Nos sentamos en la terraza, al aire libre y me enseñó las fotos de su hija. Mira, aquí está con mi madre. Aquí, con mi hermana y mi cuñado. Es una niña preciosa. Si, lo es. Llamo dos veces al mes y habla como una cotorra, como decís los españoles ¿Cómo se llama? Karenina, mi hija del alma se llama Karenina Tsvetaieva. Una lágrima y otra y otra. Irina, no llores, tienes que ser fuerte. Me contó que vive con un matrimonio de su misma ciudad, que ella es amiga desde la infancia y con otro matrimonio de Lituania. En su habitación se siente muy sola y a veces se juntan y cenan todos en el salón. No le gusta lo que hacen, a veces se mezclan entre ellos y hacen de todo. Beben mucho y a mi, varias veces me han tenido para todos ellos y ya no aguanto mas. Me gusta mucho el sexo, pero no soporto el alcohol y tengo miedo de que me dejen preñada. No puedo ir al medico a ponerme un diu, o tomar anticonceptivos. Ahora la lituana está en estado, pero eso a ellos les pone mas y no paran de joder, sobre todo los fines de semana. Se sienten rechazados por la gente y prefieren hacer sus fiestas en la casa y eso significa alcohol y sexo. ¿Te gustaría vivir aquí las veinticuatro horas del día? Bien, lo consultaré con mi marido, dije. Todo es correcto y a falta de un documento que le tiene que enviar su madre, parece no haber inconveniente legal para que trabaje como asistenta y ayudante mía. Ella también escribe poemas y cuentos. Es muy trabajadora. Mañana he de ir a la cena. Mi hermano muerto tenía una pistola ¿Dónde la escondió? Hice más cosas hasta las cuatro y media en que me acosté junto a mi marido, que dormía como un lirón. Su espalda y su cuerpo entero me abrigan y por primera en mi vida me hubiera gustado tener una gran polla para metersela por el ano y poseerlo como él me posee a mi. Mi furor sexual va in crescendo. Pienso en todo lo inimaginable. Estoy disgustada porque la banda sonora de la película de Alex, de la que soy guionista, no me convence nada ¿Por qué no puedo dirigir mis propios guiones? Son tantas cosas... Abracé a mi marido y no sé cómo me las arreglé pero amanecí inundada por detrás. Sé de mi locura, pero también sé que me siento viva. Ahora suena un nuevo descubrimiento: Lizz Wright. En mi corazón mi música es el recuerdo de tu risa. Reías muy bonito.. ven en cuanto antes, porque... T. Q.

jueves, 21 de febrero de 2008

T. Q. 21 de febrero, jueves.

Hay días en los que la vida parece sonreír, todo va sobre ruedas y de repente, sucede lo inesperado. Alguien o algo se interpone y aparece el zarpazo de la noticia y todo tu ser se ve envuelto en una impotencia y dolor, que transforma lo cotidiano en caótico y triste. Hair, mi peluquera, y amiga con derecho a lo que se nos ocurra, llamó para comunicarme que su madre ha fallecido de un cáncer de pecho. Está destrozada y quería venir a pasar el domingo conmigo. Cuando le dije que nos vamos, mi marido y yo, a Mojácar para la inauguración de la librería, de libros usados, de mi padre, su desconsuelo aún era mayor. Theresse, te necesito ahora más que nunca, decía a través del móvil, inundada de todas las lágrimas. No se puede luchar contra la realidad que se impone. Tu madre, Hair, vivirá siempre para ti. Sabes que a mi me tendrás, también, siempre que se pueda y en estas fechas es imposible. Fortaleza y confianza en los días que vendrán, que serán, como todos los días de nuestra vida, testigos de la ambivalencia a la que estamos sometidos por los designios de nuestra propia naturaleza. Habitamos sucumbidos entre las eternas fuerzas ocultas que nos traen la vida y la muerte y a las que estamos expuestos todos los seres de este mundo. Cuando supe que mi hermano, mi querido hermano estaba, desangrado y muerto, en una carretera y que le traían para el Tanatorio, un desgarro interior tan fuerte y desolador como un bombazo en el tejado de mi alma, me hacía gritar de desesperación y desconsuelo: “no puede ser verdad, no puede ser que mi hermano Patrick ya no esté conmigo, se han debido equivocar”. Mis gritos y mi llanto no sirvieron para devolver la vida a quien tanto quería. Así sucede cada poco. Cada poco te enteras de que alguien de tu entorno se ha ido para siempre. Debe ser por eso que me aferro, como a un clavo ardiendo, a cualquier ligera posibilidad de placer. El afinador de pianos y yo, estuvimos juntos en el piso de Avenida del Mediterráneo. Cuando estoy con él todo en mi se transforma en espiritual, místico y mágico. Una especie de temblor íntimo me invade. Me quedo extasiada, embobada, mirando sus ojos, sus manos, dios sus manos, y su voz me arrulla los sentidos y desfallezco. Me cuenta de su vida como pianista, como miembro fundador de un gran grupo de rock sinfónico, que tuvo cierto éxito en los años setenta y ochenta, que recorrió toda España en la furgoneta del grupo, que actuaba en plazas de toros, en estadios de futbol y en los locales mas importantes de cada de ciudad o gran pueblo. Que la música en España no está fomentada y que muchos de los mejores de este país están olvidados o ninguneados. Que la Alaska, el Sabina, el Bosé el Bisbal, la Torroba y toda esa gente son artistas de pasta y que como tal, generan pasta y que no puede ni verlos porque su creatividad y hondura artística es nula. Pero así es la vida y tiene que dedicarse al oficio de afinador de pianos, heredado de su padre y abuelo. Que con la tienda de pianos de segunda mano y con el mantenimiento de varios clientes sobrevive. Pero la realidad de su auténtica vocación, como pianista de conciertos, se ha quedado frustrada. Le escucho decir esas cosas y me siento tan identificada que no puedo por menos que amarle con toda mi alma. Mi blusa estaba abierta, mis tejanos le dejaban ver los cordones de mi tanga. Después de compartir una coca-cola y varios Pall-Mall azul, nos disponíamos a salir del piso. Me abracé a él y le dije: Te quiero, aunque no me dejes que te quiera. Su abrazo me traspasó y con sus ojos brillantes puso su cara en mi mejilla y sus dedos que me abrazaban se metieron en mi vulva, por detrás. Mi niña, estás mojada, muy mojada y sus dedos buscaban en mi sexo y se metieron hasta el fondo de mis entrañas. No quiero que sufras por mi. Sacó sus dedos mojados y me los enseñó: mira como brillan y me los metió en la boca y me dijo que los chupara como si se tratara de su miembro. Jodeme ahora, por favor, jodeme, le susurraba al oído, mientras sentía su dureza como hombre. Mi niña, no quiero que sufras. Mañana o pasado, si aún lo deseas te llevaré al paraíso. Nos fuimos y al llegar a casa, lloré con infinita felicidad. Le tuve dentro, aunque solo hayan sido sus dedos y, solo por recordarlo, me vino con tanta fluidez que tuve una descarga increíble. Así es la vida, un poco de felicidad y un mucho de dolor y a veces, de al revés. Volveré a la cama y tal vez sueñe contigo porque... T. Q.

miércoles, 20 de febrero de 2008

T. Q. 20 de febrero, miércoles.

Esta noche terminé de leer “Tokio Blues”. Finalizar su lectura me dejó una grata sensación y a la vez, un poco de tristeza por haberlo terminado... no quise empezar el siguiente libro. Me recosté sobre el brazo derecho y quedé mirándome en el gran espejo del armario empotrado del dormitorio. Hacía tiempo que no me veía con el semblante tan apacible. Mi pelo negro azabache, tan enmarañado y revuelto, produce en mis ojos un destello singular. Hoy me gusto y mi mano, como, casi siempre, se entretiene jugando con los otros labios. Caigo, voy cayendo dulcemente, muy dulcemente, en la nube de algodón que precede al abismo del sueño y me dejo, me dejo. Sobre las dos y cuarto, despierto, miro a la lámpara del techo y espero. Mejor levantarse y revisar el día de ayer y preparar el día de mañana. Desnuda en el salón del piano, enciendo la lamparita del rincón alejado. Me siento en la alfombra a medio metro de la gran lámpara de bronce que cuelga del techo, apagada, a quince centímetros del piano y enciendo mi primer Pall-Mall azul. Alex me ha llamado esta tarde para invitarme a la cena de fin de rodaje. Estamos muy contentos, Theresse, en una semana empezamos postproducción y doblaje y tal vez, para Junio podamos estrenar. Hay muy buenas perspectivas de exhibición a nivel nacional y europeo. El hecho de tener a Victoria a Lorena, Javier, Justino, que está inmenso, en el reparto, nos va a dar grandes posibilidades comerciales. A las ocho en el Café Gijón, tomamos algo y cenamos en el restaurante que parece el camarote de un barco de principios del siglo XX. Ven de sport, será una cena informal para treinta personas, entre actores y personal técnico. Estará Pepón, que dice que quiere conocerte en persona. Tu guión ha gustado muchísimo. Eres la mejor y si te lo propones llegarás lejos, por cierto, ¿cómo llevas lo del proyecto del nuevo? En pañales aún, pero en quince días lo tendrás. Así me gusta, trabajadora ella, contestó. Así que iré. Me tendí sobre la alfombra persa y miré a mi lámpara preferida... estoy... muy... No ahora no. Subí a la habitación de mi hermano muerto y rebusqué en otros cajones. Me llamó la atención una carpeta azul con gomas, debajo de sus jerséis de lana. Mi hermano escribía y yo sin saberlo. Poemas con estilo sencillo, como posibles canciones para su grupo, pequeñas notas sobre los conciertos a los que asistía y... un relato, creo. Me ha dejado de piedra. Mi hermano llevaba una doble vida y sospecho que era en el filo de la navaja. Mañana, mas despejada, releeré esta carpeta. Cuando éramos pequeños, la tía Ruth nos decía que tuviéramos mucho cuidado con las malas compañías. ¿Con quién se juntaba mi hermano muerto? El afinador de pianos... si estuviera aquí el afinador de pianos le dejaría que me hiciera lo que quisiera. Tengo ganas de él, de oír su voz, de ver sus manos como se mueven cuando habla, las manos del afinador de pianos, hablan más que sus palabras y su mirada tan intensa, mirada penetrante, inquisitiva, luminosa, dios... me mira así y me desarma. Es como si con la mirada me diera la orden de que le deje ser suya y me dejo. Haz conmigo lo que quieras y llévame al paraíso. Iría contigo a ciegas. Ven pronto, por favor no me tengas así. Irina es una mujer culta, sensible y muy dispuesta a agradar. Sus pantalones ceñidos de cintura baja, su camiseta ajustada y corta y su cazadora de piel negra con cuello gris, de lobo. Se quitó la cazadora y vi, casi vi, un cuerpo de diosa nórdica. Su melena rubia natural, sus ojos inmensamente azules y brillantes. Irina, no quiero pensar en ti como hembra. Quedó en traer sus títulos y certificados de cursos y de la carrera universitaria. A ella y a Karima las di a elegir ¿Vestidas de calle o de uniforme de asistenta doméstica? Si superan la prueba de quince días, han de ponerse lo que ellas decidan. Solo un objetivo: que estén contentas con el trabajo y con el sueldo y que por lo tanto, nos tengan contentos a mi marido y a mí. Sophie llamó por la tarde. Lloraba de emoción, Theresse ¿Sabes una cosa? ¡¡¡Se mueve!!!, este hijo mío va a ser futbolista y no paraba de llorar. Tranquila cielo, tranquila. Te dije que lo sentí moverse, cuando puse mi oído en tu tripita. Theresse... me gustaría estar contigo y que me lo hicieras toda la tarde. Tranquila, el bebé necesita que estés tranquila. Dios.... ese bebé es casi mío. En veinte días sabrá si es niño o niña. Mi marido dormía como un dios romano. Me tumbé a su brigada y le observaba. Su pajarito dormía y no pude por menos que coger con mi mano esa ternura de gorrión dormido y llevármelo a la boca. Se hizo grande, muy grande y notaba como crecía y crecía. Lamí y succioné y mi boca no podía con tanto, mi vulva latía como un corazón de cordero sobre la mesa del carnicero, mi vulva... Me senté sobre su enorme gavilán y mi marido se dejó hacer, sigue así Theresse, despacito, muy despacito, sube, baja, siénteme. Córrete conmigo, susurré al oído ¿A la de trece? A la de trece, mi amor. Empiezas tu. Trece.. y aquello era el placer más intenso que recordaba, doce, despacito, once, siente, diez, siente, nueve... no puedo más, ocho... ahora un poco más deprisa, siete, seis, cinco... dios, detente tiempo de instantes lleno y permite que sea eterno... cuatro... siente como llega... siente... tres... siente, dos... déjame preñada, por favor, uno y una gran sacudida de descargas inundaron mis entrañas y me abracé a él. Quieto, amor mío, no te salgas. Me dormí con todo dentro. No hay hermosura en el mundo más hermosa que la compartida. Por eso, solo por eso, quiero compartir todas las cosas que aún nos quedan, ¿Te imaginas? Mira como tiemblan mis manos mientras escribo... tiemblan porque son tuyas... T. Q.

martes, 19 de febrero de 2008

T. Q. 19 de febrero, martes.

No existe carga tan pesada como la zozobra del remordimiento y la culpa. Por ahora mi zozobra está confeccionada con otro tipo de materiales: la impotencia y la insatisfacción, más alguna otra substáncia de la que no soy consciente. No me corresponde el calificativo de traidora a nada ni a nadie. Mi libertad me pertenece y si alguien sufre por mi culpa, no soy yo quién pueda evitarlo. A veces, cuando me acuerdo de mi hermano muerto, pienso que, a lo mejor, no le di tanto como él esperaba y como corresponde a una hermana. Hice lo que pude, con respecto a él y a todos los que me rodean. No hay cosa que mas me duela que el sufrimiento ajeno y estamos rodeados, invadidos, por oleadas de lágrimas y de caudalosos ríos de sangre. El ser humano no aprenderá nunca a dejar de ser humano y por lo tanto, cruel e imperfecto. He revisado los últimos escritos para la novela, para el proyecto de guión, los poemas, todo lo que hago, me parece inútil y sería mucho mejor dejarlo todo, quemarlo, destruirlo y olvidarme. No sé si llegaré a ser madre alguna vez, pero si lo fuera, mi mayor temor es que mi criatura sea tan sensible y delicada, que no fuera capaz de ser medianamente feliz. Traer un hijo al mundo es de una responsabilidad incomparable y me da miedo parir a un ser que ya antes de nacer, probablemente, está abocado al sufrimiento ¿Cómo es posible tanta incertidumbre? No quiero pensar en los sufrimientos innecesarios de los que me rodean. Si últimamente me regocijo con pequeños grandes regalos que me da mi osadía, no es por egoísmo personal. Solamente busco. Buscar en el camino de la vida el resquicio que me de dulzura para suplir esta amargura de existir incompleta. Mi hermano tenía en el garaje de casa, junto a sus dos motos, unas cajas de herramientas apiladas sobre una pared en el rincón. Busqué allí la pistola y no la encontré. Olimpia me dijo ayer que sus sospechas tienen fundamento. Que está atando cabos y que todo indica que su marido está liado con una alumna. Pero aún no está segura. En la disco se dejó llevar y tal vez, por el efecto de los tres pelotazos que llevaba encima, se dejó apretar contra la pared por el chico latino. Solo me metió los dedos y morreamos un poco, dijo. Me gustó tanto que estoy deseando devolverle a mi marido la misma moneda, añadió ¿Quién está libre de un secreto inconfesable? Ocho días sin joder con mi marido, quiero que esté bien cargado y que me inunde, a ver si hay suerte y me quedo. Llamó el afinador de pianos para decirme que por motivos de trabajo, tiene que afinar un piano en el Conservatorio, no podrá venir hasta mañana o pasado. Su voz, sus matices sonoros, su forma de hablarme... me trastorna. Me quedé tan triste y desolada que me lo notó y preguntó ¿No dices nada? Y me sentí tan hundida que no se me ocurrió otra cosa que decirle que... me gustaría verle. Tranquila, tranquila pequeña, ya me verás si es que ha de ser que me veas ¿Sabes una cosa? ¿Qué? Y una profunda y sincera sensación de dolor, hizo que me cayeran unas lágrimas como puños. Por favor, nunca llores por mi, y colgó. Dios, le quiero con toda mi alma. Seré tonta. Voy a ponerme a hacer las cosas. Irina empieza esta mañana y Karima esta tarde. No me acuerdo de Hair, ni de Sophie, ni de Catterina, ni de nadie. Ayer vi en un escaparate un antifaz y me vino a la cabeza la idea mas descabellada ¿Por qué no voy sola al piso de Moratalaz? Es más fácil escribir sobre lo que se conoce, sobre lo que se vive en carne viva. Amar en silencio es tan terrible... El piano... descansa triste. Me resulta fácil pensarte. Olvidarte, imposible, debe ser que... T. Q.

lunes, 18 de febrero de 2008

T. Q. 18 de febrero, lunes.

La vida de las noches es cada día más intensa y dolorosa. No poder dormir se ha convertido en un estadío para la reflexión sobre todas las cosas que acontecen. No estoy contenta de mi, a pesar de tantas cosas como me suceden. La insatisfacción permanente me asedia cada instante. Tantas preguntas sobre las grandes y pequeñas cosas mías y de mi familia. Tantas vicisitudes y tantas circunstancias, que a cualquiera podrían parecerle satisfactorias, se convierten para mi en tortura cotidiana. Todo el placer que recibo, al final no es más que una parte pequeña que recubre de una pátina dolorosa todo mi ser y no es por remordimiento de carácter moral, es algo más intenso e íntimo. Debe ser por eso que me empalaga que Catterina diga que me ama, o que Hair diga que se ha enamorado de mi. Todo es pasajero y pronto tanta tempestad habrá pasado y quedará, únicamente, aquello que sea aprovechable para las vivencias de todos los personajes en que yo misma me he convertido. Al final, cuando te miras al espejo, solo te queda la realidad. Los sueños son hermosos mientras se sueñan y duran muy poco. Catterina y yo estuvimos juntas en el piso donde se ubicará la editorial de mis preocupaciones. Es preciosa y mientras estamos juntas todo va sobre ruedas, pero... ya miro el reloj mientras me lo hace. Mal asunto. Por la tarde estuvo Sophia confirmándome una sospecha. Hair y ella son amantes. Por eso, Hair sabe de la transformación que el embarazo de su amiga, y ahora mía, se está produciendo en todo su cuerpo. Puse mi cabeza sobre el vientre de Sophie y aunque ella no se diera cuenta yo si noté que algo se movía dentro. Sus pechos son magnéticos y me gusta que me los ofrezca para su placer y para el mío. Es muy ardiente y pronto se consigue de ella varios orgasmos y ella me los consigue a mi, pero... también controlo el reloj sin que se de cuenta. Mi cabeza y tal vez, mi corazón se van acercando al espíritu de un hombre que me llena de ilusión. Mañana vendrá y tal vez, no hablemos de pianos, ni de el mal tiempo que hace. Ayer mi marido vino antes de lo previsto, nos duchamos juntos pero no jodimos porque estábamos pendientes de nuestros amigos . Fuimos los cuatro a ver el nuevo Museo de la Caixa Forum. Es una maravilla y tengo que volver. Junto al cuadro, precioso, de Barceló, había una joven muy guapa, que debe ser experta en arte contemporáneo y trabaja de asesora, creo. Hubo cruce de miradas y ella se pasó la lengua por los labios de forma... dios, es preciosa. Estamos de 10 de la mañana a ocho de la tarde, todos los días y la entrada es gratuita. Volveré, dije. Aquí estaré, contestó. No puedo más, el sueño me vence. Mañana creo que tendré un buen día y podré dedicarme a un poco a todo, sin dejar nada. Tengo seis nuevos libros en la lista. ¿Qué pasará si le beso? ¿Me rechazará? Como es tan serio y tan formal... Me acordé de mi hermano muerto y sigo con mis corazonadas. No he puesto música en todo el día. Me viene mejor en silencio. No creas que porque pase el tiempo voy a dejar de pensar en ti. Eso nunca, porque... T. Q.

domingo, 17 de febrero de 2008

T. Q. 17 de febrero, domingo.

Alguien me dijo una vez que disfrutaba de un sueño de calidad, que con tres horas o cuatro tenía suficiente. Algo así me debe pasar a mi. Los sueños dormida suelen ser poco gratificantes, por eso me valgo de los sueños que sueño despierta. Ayer mi marido puso la lámpara sobre el techo con un gancho de seguridad, así, si fallara uno, queda el otro y es más improbable que la lámpara se caiga. Por eso ya me puedo poner desnuda en la alfombra. Eso si, a medio metro de su vertical. Hoy no vendrá Hair. Su madre vive en un pueblo de Salamanca y está enferma. Sobre las ocho me llamó Catterina. Quiere verme y estoy en dudas. Tal vez quedemos en el piso. Tengo mucho que pensar y repasar todos los escritos de los últimos tres días. La novela me lleva mucha dedicación. Gracias a Google me documento algo, pero necesito ir a la hemeroteca en cuanto antes. Llevo toda la semana sin joder con mi marido y aunque nos hemos abrazado y eso, pero no ha habido más. Estoy muy contenta de haber dejado de beber. Hace un mes tenía miedo de convertirme en alcohólica. Una noche si y otra también ahogaba mis penas en Jack Daniel`s y creo que fue el causante de que mi lívido casi se anulara. Ahora una copa de vez en cuando y me gratifica saber que no estoy enganchada al güisqui. Anoche estuve en la disco. Fuimos Olimpia y yo. Los maridos nos trajeron hasta la puerta y ellos regresaron a casa. Tenían que madrugar para ir de caza y a jugar al golf. Nos pusimos un poco contentas y a las tres y media regresamos en taxi cada una a nuestra casa. Olimpia está mosqueada. Sospecha de su marido. Le ha pillado un pago de tarjeta que no sabe de qué es y le encontró en un bolsillo un tikett de una compra de lencería en el Corte. Me huele mal y está sufriendo. Anoche la de Moratalaz llegó un poco tarde. Hablamos las tres y nos explicó lo que hace en su piso los jueves y viernes. Seis parejas, ocho máximo, a cien euros pareja. Admite mujeres solas, sesenta euros y pueden participar con los otros. En realidad todo acaba en una orgía. Dice que la droga que tenía su ex ya la tiene vendida. Que se ha quitado el marrón de encima y que lleva meses sin sexo. Que no se puede enamorar y que sin amor no hace nada. En su piso solo controla que nadie use alcohol o drogas. Un amigo, segurata, vigila quien entra y quien sale. Tiene varias parejas fijas y así puede ir afrontando las deudas del piso y de su ex. Dice que hay un submundo pervertido entre la juventud. Que sabe de quien organiza otros ritos y celebraciones peligrosas. Ya te contaré. Invítame a otra coca-cola y te cuento más. No soporto ver a niñatas hasta el culo de coca y de cosas peores. Olimpia se dejó cortejar por un latino y creo que morrearon en el lavabo. Solo sé que quiere volver. Mi padre me llamó ayer, está preocupado por mi madre. La llevará al médico la próxima semana. Papá, ¿Te puedo preguntar una cosa? ¿Que? ¿Has vuelto a saber algo de la tía Ruth? ¿De esa? No. No he vuelto a saber de esa ¿Por qué lo preguntas? Por nada, por nada. Respondí. Sophie quiere contarme una cosa personalmente. Tal vez esta tarde venga. Lo deseo ¿Se mueve el niño? No mujer, aún es pronto. Es otra cosa. El afinador de pianos estuvo conmigo, sobre la alfombra, hablamos mucho. Me dejó prestada su pulsera étnica. Me cansaba de la postura y me eché. Como mi camiseta se subió un poco y se me veía el ombligo y bastante barriguita, dijo que era un hombre y que... no respondía. Me incorporé. Perdona, no era mi intención provocarte, te lo juro. Por impulso, puso la palma de su mano sobre mi mejilla y me miró a los ojos como nadie jamás me ha mirado nunca. Mi niña... eres muy joven, estás casada, eres un sol y nunca te haré daño. Brillaban sus ojos y dios, quise comerle la boca, pero me contuve. Volverá con catálogos y precios de pianos. Pero me recomienda uno, de segunda mano, que haya tocado mucho y que se conserve bien. Su mano estaba caliente y me ocupaba la mitad de mi cara. Ahora mismo sueño con su mano larga, con sus dedos de pianista, su voz, dios, su voz. Mis dedos buscan un orgasmo y creo que tendré varios. No, hoy yo sola no. Catterina por la mañana y Sophie por la tarde. Será lo mejor. Una vez tuve un sueño. Varios hombres... no déjalo así. Ann-Sophie Mutter suena, suave, al fondo. Te echo mucho de menos y sé que tu a mi. Ven... T. Q.


sábado, 16 de febrero de 2008

T. Q. 16 de febrero, sábado.

La lámpara está en el suelo esperando a que mi marido compre un gancho nuevo más fuerte que el que se rompió. Cuando la miro no puedo por menos que pensar en la fragilidad del ser humano y en que por poco no lo cuento. Así es la vida. Mi madre cada día manifiesta más síntomas de una posible demencia y me preocupa que siendo tan joven, cincuenta y seis años, pueda terminar con Altheimer. Ayer llamó y dijo: ¿Sabes una cosa, Theresse? Estoy convencida, en esta casa hay un espíritu del otro mundo. Anoche me gritaba que me quiere poseer y hoy voy a ir a que me hagan la cera y me pinten el pelo un poco más de rubia, para que, si realmente viene, que me encuentre guapa. Mamá, por favor, vete al médico que no estás bien. Mi padre quiere inaugurar su tienda de libros, de segunda mano, el próximo sábado. Está tan ilusionado que iremos a hacerles compañía en tal acontecimiento y llevarles unos cuantos libros que me ha regalado Luccía Benvenutti y dos o tres cajas con los que me sobran a mi. Aprovecharé para ver el mar. Hair me llamó el domingo, muy pronto, para decirme que estaba en su casa su amiga embarazada, Sophie. Que fuera yo porque su amiga no se atrevía a venir a la mía. Que se ponga, que hablo con ella. La convencí y vinieron las dos. Sophie es arquitecto y trabaja en la constructora de su padre. Tomamos chocolate con bizcochos con sabor a anís, riquísimo. Llevaba una blusa con los botones de abajo abiertos. Su ombligo y su vientre aún no han cambiado ¿Notas al niño? No, aún no, aún es pronto, pero noto cosas, noto como pequeños calambres internos, como sensaciones de que, por dentro, algo se está avecinando. Mis pezones están oscureciendo y mis pechos crecen un poco cada día y mi lívido está que se sale. Mi marido, Abhel, por el contrario casi ni me toca. Dice que no quiere hacer daño al bebé. Tengo ganas de joder a todas horas. Me gusta Sophie, es llana y dice las cosas como las piensa. En la habitación, frente al espejo, Hair le hizo la cera y le arregló el pubis. Casi estaba desnuda del todo y no pude evitar desearla. A Hair se le escapó decir que le había crecido la vulva y que los labios estaban más oscuros. Sophie dijo que le daba vergüenza decirlo pero que no aguantaba más, que necesitaba sexo con toda la intensidad del mundo. Fue un domingo maravilloso. Sophie vendrá cada poco a mi casa para que vea como le va creciendo la barriguita. Me da mucha envidia que esté preñada y yo no, pero es una suerte para mi que me conceda el favor de ser su bálsamo para su necesidad de sexo y a la vez ser su confidente y escuchar la evolución de su embarazo y que me relate sus sensaciones. Dios, que delicia beberla y mirar a sus ojos brillantes cuando se viene en mi boca. Hair está celosa, pero no tiene por qué. Ella me tiene siempre. El señor afinador de pianos vino a la hora prevista. Al ver mi piano se quedó sorprendido. Con uno como este aprendió en la casa de su maestro el pianista Jaume Sentís. Se le caían las lágrimas de emoción. Es un hombre alto y con una sonrisa cautivadora. Su voz, sus manos, su forma casi virtuosa de tocar el teclado. Estar con él es para mi lo más maravilloso que me ha ocurrido nunca. Mientras revisaba el piano me fijé en que llevaba una pulsera étnica junto a su reloj Cartier de plata. Se dio cuenta y se la sacó y me la dio para que la probara. La tuve puesta mientras estuvo conmigo. Cuando terminó de revisar el piano se sentó frente a mi en la alfombra y sacó su paquete de cigarrillos ¿Puedo fumar? Claro, soy fumadora como usted. Sacó una cajetilla de Pall-Mall azul. Dios... ¿te imaginas? Un hombre sentado al estilo árabe junto a mi, yo con su pulsera en mi muñeca y él fumando la misma marca que yo. Fumamos y se fueron las horas como si hubieran sido segundos. Le devolví la pulsera y le dije que volviera si era posible. Con una condición, háblame de tu, hasta Abril no cumplo los cincuenta y ocho ¿Qué día? El trece. Joder, yo los cumplo el día doce. Me pregunté, por primera vez en mi vida, si realmente he estado enamorada de mi marido. Esta noche iré a Kapital. Mi novela sobre los niños de la guerra avanza y mi proyecto de guión sigue latente. Mi hermano muerto llevaba una doble vida. Casi seguro. Ahora estoy escuchando a Nora Jones. No me han crecido los pechos, pero mis pezones están mas duros y largos que nunca. Catterina me los succiona como una diosa. Ven pronto. Te deseo porque... T. Q.

viernes, 15 de febrero de 2008

THERESSE QUERELLE. 15 de febrero, viernes.

En estas noches mías, puede pasar de todo por mi cabeza y no digamos por mi corazón . Puedo rebobinar perfectamente la película de mi vida de los últimos días, incluso meses, y ver fotograma a fotograma y como si se tratara de un film de David Linch, paralizarme en ese fotograma y verme como un pétalo de rosa arrancado. No es bueno tanto cúmulo de sensaciones, tanta multitud susurrándome lo que está bien y lo que no. El piano, que para mí pasó desapercibido, ha derivado en tener el absoluto protagonismo de la casa. La alfombra persa, donde se posa el instrumento rey, es ahora el tapiz donde mi piel desnuda se siente más acogida. Desde hace muchas noches, me tiendo sobre la alfombra, la lámpara de bronce que cuelga del techo, tiene ocho brazos y varias tulipas que la hacen magnética. Con los brazos en cruz, abro mis piernas en y griega y elevo mi pubis para que mi vulva quede abierta y bien expuesta. La única luz del salón que, a esas horas de la noche de insomnio, está encendida es la lamparita de la mesilla del rincón mas lejano. Esa penumbra, mi cigarro Pall-Mall azul, mi imaginación desbordada, me lleva a un éxtasis, casi tántrico, y mirando a esa lámpara me imagino poseída por un ángel que con su falo enorme me penetra millones de veces hasta eyacular una catarata inmensa y dejarme preñada de dos mil trescientos veintitrés varones y cinco mil cuatrocientas treinta y dos hembras. Son la tribu parida por mi, que pertenecen a las partículas de mis cenizas de cuando me incineren. Antes de ayer, al irse mi marido, tres días sin joder con él, me levanté y me acosté en la alfombra, justo bajo la lámpara de bronce de ocho brazos. Fumé mi primer Pall-Mall azul y pensando y pensando me vino un orgasmo cataléctico. Al incorporame, justo al incorporarme, como si hubiera sido un castigo divino, la pesada lámpara de bronce cayó con un estruendo infernal, como si de una bomba se tratara y me quedé petrificada. La lámpara cayó a escasos tres centímetros de mi. Por poco no lo cuento. Casi me mata, ¿te imaginas?, sola en casa, a nada que me hubiera rozado habría muerto o lesionado tanto, que pude haberme desangrado sobre la alfombra persa, haberme ido en sangre como se fué mi hermano muerto. No he sido yo durante estos días. La muerte me acecha y sé que cualquier día me moriré por una cosa u otra y no será muy tarde. Dios, la lámpara, con lo que me gusta contemplarla, con la cantidad de veces que me quedo mirando, absorta, para ella, por poco me mata la ingrata. Luccía Benvenutti quiere que le pague el local si quiero participar en la editorial, quiere que esto y lo otro, pide ser la jefa de prensa, la jefa de no se qué y la jefa de no se cuanto. Dije a todo que si. Pero al salir un rayo de inteligencia y decisión me iluminó ¿Para qué quiero una socia? Por mis ovarios la editorial se crea a mi imagen y semejanza. Mi propia editorial, única y exclusivamente mía. La sede social será el piso que está para alquilar. Mi padre, que tanto me quiere, lloró de emoción cuando se lo dije y contestó: hija mía, vas a conseguir todo lo que te propongas y mi apoyo y el de tu madre, no te faltarán. Eres nuestra vida. Esta noche decidiré el nombre y mañana hablaré con el abogado administrador de nuestros bienes, que me haga un plan de viabilidad y ejecute en cuanto antes mi proyecto. Será una editorial especial, con una sección exclusiva de poesía rusa contemporánea y clásica. Irina, será mi asesora. Viajaremos, trabajaremos y seremos uña y carne. Irina tiene talento y no puede malgastarlo fregando suelos. Ahora mismo estoy pensando en ti y deseando que vengas a terminar de afinar el piano. No me importa que seas veinticuatro años mayor que yo. Es muy posible que pronto te pida que me dejes preñada. Muy posible. Compraré un piano vertical, tal vez un Yamaha, para el piso de la editorial. Mis ojos han llorado mucho estos días, pero también me has hecho muy feliz con tus conversaciones y tu música. El piano en realidad no estaba desafinado ni tenía cuerdas partidas. Mi corazonada había sido que la pistola de mi hermano muerto, estaba guardada en su interior. Lo que había oculto era un estuche metálico que contenía dinero, mucho dinero. La nota manuscrita por mi hermano, decía que lo disfrutara yo, su hermana del alma, que había sido el único ser que le había querido tal y como era ¿De donde sacó mi hermano tanto dinero? Creo que ya sé donde guardó la pistola. Mis pechos parece que están creciendo, es increíble pero el sujetador de Women Secret me queda pequeño. Mi fuente sigue manando continuamente y Catterina ya me bebió y yo a ella. Teresa Salgueiro suena al fondo y mis dedos buscan placer. Pienso en ti. No tardes... T. Q.

miércoles, 13 de febrero de 2008

MARIPOSA SOBRE BAÚL AZUL

La mariposa blanca, revuela y duda,
se asoma al clavel, se mira en el caldero.
Su vuelo es radiante y temeroso,
pero no entra, a pesar del patio sin tapias.

Mis ojos se empañan y vuelvo al quehacer
de las cosas que entretienen el pensamiento.
Elijo aquello que tengo conmigo
y descarto lo inútil de lo intangible.

Sobre el baúl azul que se orea al sol,
observo que se ha posado y tiembla.
Contemplarla me conforta y su sombra
dibuja presagios y soplos de viento.

Proclamo míos los territorios del vuelo
y cada día cribo el aire por si viene.
Es maravilla ocuparse de la espera
Y si llega...su aleteo tembloroso, me colma.

Arranco la sonrisa y la guardo bajo llave
para cuando vuelva la celebración del rito.
Es preferible la certeza de saber que existe
antes que clavarla con el alfiler de la muerte.

Símbolo de necesidad de espera
y urgencia de estar en vilo por si acontece.
La he visto sobre el baúl y estremezco
ante la ausencia del aleteo que se queda.

Queda... orfandad de belleza.
Crisálidas de tristura.

martes, 12 de febrero de 2008

T. Q. 12 de febrero, martes.

Después de mi primer gran sueño, lleno de inquietudes, sobresaltos y pesadillas, desperté preparada para una nueva noche de actividad. La novela sobre los niños de la guerra que enviaron a Rusia, va avanzando. Tengo nombres para los niños y con la ayuda de Irina, pronto tendré los de los personajes rusos. La niña es morenita, ocho años y medio, pelo muy negro, ojos negros, delgadita y delicada de salud. Tímida, pero se siente responsable de su hermanito y como solo vive para él, saca fuerzas de donde no las tiene. Se llama Josefina. El niño es, digamos que... no muy rubio, ojos canela, fuerte de constitución, pero está delgado de tanta hambre, sonriente, vivaracho, seis años recién cumplidos. Se llama Darío. Me llamó Luccia Benvenutti para pedirme perdón por la escena de el sofá. No pasa nada. Eres libre, Luccia y en mi casa puedes hacer lo mismo que harías en la tuya. Nunca participaré contigo en nada que no sea estrictamente profesional. Ayer llamó el señor afinador de pianos. Su voz me cautivó. Su naturalidad, su... ¿cómo lo diría? Ha quedado en venir mañana sobre las diez. Ayer a las ocho y media aún dormía y mi móvil sonó. Soy Catterina, la del restaurante italiano ¿Podemos hablar? Si, claro. Quiero verte ¿Puedo? ¿Para qué quieres verme, Catterina? Para que me hagas el amor, para que hagas conmigo lo que quieras, seré tu esclava, seré tu amante, seré tu puta, seré lo que sea, pero por favor te lo pido, deja que sea algo tuyo ¿Dónde estás ahora? En la cama, desnuda, esperándote. Quiero que me beses a todas horas, que me lleves al más allá. No puedo dejar de pensar en ti ¿Quieres que te coma? Si, hazlo. No, no lo haré. Por favor necesito que oigas como me viene, pensando en ti. No Catterina, no ¿Dónde vives? En Rivas. Bien, tengo un piso amueblado en Avda del Mediterráneo, con el cartel de “Se alquila” ¿Estarías dispuesta a venir como si lo quisieras para ti? En media hora podría estar allí si quieres, me pongo una camiseta, unos tejanos y allí estaré ¿Cómo te llamas? Para ti, me llamo Kristel. Kristel, te deseo con toda mi alma ¿Quedamos? Hoy no, pero te prometo que algún día. Llámame a las tres y media y haré que te venga ¿Te parece bien? Kristel, amor mío, si supieras como estoy, con unas palabras cariñosas que me dijeras, me vendría. Bien Catterina, imagina que te las he dicho y hazlo a mi salud. Kristel, solo una cosa mas ¿Me dejarás que sea algo tuyo? Es posible, tu boca me vuelve loca y pienso en lo que serías capaz de hacerme, por eso, te digo que nos veremos un día de estos. Irina la chica de Letonia y Kimera la filipina, empezarán a trabajar para nosotros a partir del lunes. Están ilusionadas con la oferta que les hice y está decidido que pasarán quince días de prueba, si la superan, tendrán contrato de seis meses. Irina me ayudará con conversaciones sobre Rusia y su literatura y muchas otras cosas que pienso proponerle. Kimera, por ahora, será la encargada de la cocina, de la compra y de la plancha. Iremos viendo. Las dos son muy jóvenes y hermosas, pero eso es lo de menos. La chica de Kapital dijo que vive en Moratalaz, que su compañero tuvo un accidente de moto al ir a la concentración de Jerez. Llevaba una Honda de 1000 c.c, que acababa de estrenar. Ahora ella sola tiene que pagar el piso y a parte de su trabajo, se ayuda con extras que consigue en su casa. Los jueves y los viernes hace reuniones clandestinas de parejas liberales. Cobra cincuenta euros por persona y que si me animo que se lo diga, que ya sabe donde está los sábados de doce a tres de la mañana. Está liquidando la mierda de droga que su pareja no pudo vender. Iba ciego de coca, dijo ella con lágrimas en los ojos No tuve huevos para arrancarle de ese mundo tan hijoputa, añadió. Es muy posible que el sábado vaya a verla. Hay algo en ella que me parece muy valioso. Debe tener veintidós o veintitrés años y hay una historia terrible, al fondo, muy al fondo de su mirada. Subí a la habitación de mi hermano muerto y en la alfombra, desnuda, fumé un Pall-Mall azul. Dios, cuanto le quiero, porque vive en mi, mientras yo viva, aunque esté muerto. La moto de mi hermano es una Triumph de 500 cc y con ella dejó su vida. Tenía gran pasión por las motos y para andar por cuidad siempre usaba la Lambretta. Mi hermano era año y medio mayor que yo. Un día la tía Ruth dijo que las chicas y los chicos, aunque fueran hermanos, no podían estar juntos a partir de cierta edad. Nunca lo entendí. Hoy suena Lester Young y me estremezco. Saber que existes es bastante. Ojalá estuvieras aquí... T. Q.

lunes, 11 de febrero de 2008

T. Q. 11 de febrero, lunes.

Los acontecimientos se agolpan, se amontonan y luchan por no perderse en la maraña de olvidos. Son tantas las cosas que suceden y otras tantas que nunca se realizan como estaba previsto, que es ineludible el ir formando una gran coraza, un gran caparazón, para resistir tanto golpe y tanta sorpresa como nos depara la vida, a cada paso. No es fácil seleccionar lo que podríamos llamar acontecimientos, lo más sobresaliente, lo más favorable, para no dejarnos invadir por la amargura o la desesperación. De poco valen tres, o trescientos orgasmos, o mil besos y cincuenta mil dedos metidos en la vulva desesperada de una etapa de sexo convulsivo. De poco vale todo y de mucho me sirve atajar los torrenciales vendavales de destrucción que rodea. Pensar en los posibles besos es mas beneficioso que dejarnos llevar por la depresión a la que la injusticia de los poderosos nos somete. No existe tanto placer como el que se recibe para ocultar y superar tanto dolor. Lo hermoso del día no es el día en si mismo. La hermosura está en que hemos superado la noche. Mi amiga de los fines de semana se llama Olimpia y su marido Cipriane. Siempre hablamos de generalidades y de las cosas sencillas de la vida. Nos llevamos bien, porque sabemos respetar nuestras parcelas, nuestros límites. Profundizar en discusiones intelectuales nos puede llevar al conflicto, es por eso que nos soportamos mutuamente con la más sincera de las tolerancias para mantener una amistad de muchos años. Maurice y Cipriane son como hermanos y Olimpia es... es un torbellino por dentro y reprimido por fuera. Son catedráticos en la Autónoma y tienen dos niñas. En la ciudad de ocio, la blusa de Máximo Dutty estaba agotada. Nos compramos un conjunto granate de lencería fina, a muy buen precio, en Women Secret. Ella una cien de sujetador y yo una noventa, para disimular. Qué le vamos a hacer. Hice lo posible por llegar tarde al cine, así que dije que cenábamos en el Patatín- Patatán, o en el Vips. Ni hablar, dijo Ciprian, si acaso en el mismo que el otro día. Si no queda más remedio, dije como con resignación ¡Qué mala soy! En el restaurante me pedí unos espaguetis con tomate y tabasco. Una delicia. Una pareja muy joven cerca de nosotros, se daban algún piquito que otro. Ella era muy guapa, con vestido negro, corto y un poco bastante escotado, medias negras y zapatos acharolados de puntera superfina. Mientras comía, veía sus piernas y su vestido muy subido. Una fuerza irresistible me llevaba a mirar sus piernas y su boca mientras comía. Al terminar mis espaguetis, fui al baño. Me puse a lavarme las manos y se presentó la italiana. Sabía que vendrías, dijo ¿De donde sales? Soy la mujer del dueño y estaba en la cocina viendo quien entra y quien sale. Su acento italiano, su boca... La miré a los ojos y la cogí por la barbilla y dije: tu boca me vuelve loca, que lo sepas, pero no podemos hacer nada. Si podemos, y me dio una caja de cerillas, llámame. De ocho de la mañana a ocho de la tarde. Me acordé de la patinadora. Acerqué sus labios a los míos y di una tregua de milésima de segundo, metí toda lengua larga y dulce, en su boca y busqué la profundidad de su corazón, con un abrazo. No me olvides y me fui. Al separarme, apunté mi móvil en la cajetilla y se la devolví. Eres tu la que ha de llamar, si es que me deseas. En la mesa, ellos aún estaban con el segundo plato y la chica joven, se cruzaba las piernas, se las descruzaba, a veces notaba gestos como si se estuviera dando placer. Hablamos de mi próximo guión sobre la juventud. Podríamos ir a una discoteca. Dijo Olimpia, vamos a Kapital, que nos pilla cerca, dijo mi marido. Eran las 12,30 y fuimos. Cogí un medio pedo y Olimpia otro completo. Los hombres se aprovecharon y tontearon por allí con casi adolescentes. Conocí a una chica que me ofreció éxtasis. Hablamos y hablamos. El domingo tuve una agradable sorpresa: Hair no vino sola. Nunca sabré si es bueno o malo pensar tanto en ti, por ahora sé que me viene mucho mejor. No me tengas así... T. Q.

viernes, 8 de febrero de 2008

T. Q. 9 de febrero, sábado.

Algunos días deberían durar el doble y las noches el triple, otros, sin embargo, solo el tiempo que se tarda en arrancar la página de un calendario. Anoche, sucedió algo extraordinario. Leyendo Tokio Blues, me quedé profundamente dormida. Como casi siempre, ni me enteré de cuando se acostó mi marido, que, dicho sea de paso, sigue una de las series de éxito. Como a la una menos cuarto, me desperté, tan espabilada y tan descansada, que ante las insistencias de alguno de mis personajes, me levanté con la intención de escribir. Irina no se me va de la cabeza y busco la forma de justificar su contratación. De repente, recordé a la tía Ruth. La tía Ruth no era mi tía. Mi hermano y yo, la llamábamos así porque fue ella la que nos crió, prácticamente. Nosotros la llamábamos la señorita Ruthemeller, porque era buena, pero muy estricta y seca en el trato con la gente. Nos daba de comer, nos llevaba al colegio, nos contaba cuentos para dormir. Había sido la criada de mis abuelos y luego lo fue de mis padres, hasta que las leyes la obligaron a jubilarse. Procedía de un pueblo de León y para allí se fue, cansada y envejecida. Jamás volvimos a saber de ella y tampoco, en casa, nadie hizo nada por enterarse. Se olvidó como se olvida un olvido. La historia de la tía Ruth es una novela por si misma. Subí hasta la buhardilla donde ella dormía. Es grande y en un rincón hay una cama de 90, muy modesta, al lado una mesilla de noche, con un flexo granate. Sobre la pared opuesta, un armario antiguo, de tres cuerpos, con espejo en el medio. Por todas partes hay montones apilados de libros, discos de vinilo, radios antiguas, una máquina de escribir Underwood, una de coser Singer y alguna antigüedad mas. Por la buhardilla se pasa al ático que utilizo como solarium en el verano, hay plantas y geranios, una especie de cenador y mi marido tiene instalado un telescopio. Quité las tapas de los objetivos y no se veía nada. Lo giré a derecha e izquierda, bajando, subiendo y nada. El cielo de Madrid está encapotado de gris oscuro como humo de hoguera de hojarasca húmeda... Bajé a la habitación de mi hermano Patrick y miré en un cajón del armario donde aún están algunas camisas y camisetas tal y como él las tenía ordenadas. Como escondida, había una caja, de las de puros habanos, con paquetes de cigarrillos “Tres carabelas”, sin filtro.. Al coger uno para fumarlo, observé un librito, como si fueran las instrucciones de algo. “ASTRA”. Astra es una famosa marca de armas. Mi hermano muerto, tenía una pistola. Me sentí cansada y volví a acostarme. Sobre las cuatro otra vez despierta. Dios mío, no hay quién resista tanta actividad mental. Nunca para esta cabeza mía de darle vueltas a las cosas. Me levanté a fumar un cigarro ante el piano. Un poco más relajada, volví a la cama. Mi marido dormía placidamente y me puse contra su espalda, la penumbra me permitía verme ante el espejo del armario empotrado, como una sombra difuminada, quizá como realmente soy, una sombra difuminada de mi misma. Lloré, en silencio, con una pena tan profunda y dolorosa, que me sentía hundida en el abismo de mi soledad, tan... dios... ¿Qué te pasa, mi niña? ¿Por qué lloras? Nada, no me pasa nada. Vamos a ver, y me cogió como el que coge una pluma y me subió encima y me puso a horcajadas sobre su pecho, fuerte como un toro. Cuéntamelo. No sabía por donde salir ante tal sorpresa. Tengo dudas sobre todas las cosas ¿El viaje que me ofreciste, por mi cumpleaños, a Nueva York, lo cambiamos por Moscú? ¿Tenemos un hijo, o no lo tenemos? ¿Cogemos a la de Letonia o a la de Filipinas? Sus manos acariciaban mi espalda y sus dedos se metían entre mi enmarañado pelo negro azabache. No te preocupes, mujer. Tu tranquila. Debes ir al médico, que te recete somníferos. Dormir es absolutamente necesario. Su aliento caliente me doraba el oído y yo escuchaba con mi boca junto a su cuello. Sus palabras eran susurros y mi corazón le escuchaba más cerca que nunca. Besé su cuello. El viaje a Nueva York, del 10 al 20 de Abril, para que en medio esté tu cumpleaños. Bien, dije y lamí el lóbulo de su oreja. Sus manos se deslizaban erizando los estambres de mi piel. Eres una mujer creativa, más bien creadora, no puedes perder el tiempo en planchar camisas o en hacer patatas con costilla de cerdo. Tienes que escribir tus guiones de cine, tus novelas, tus poemas. Valora tu creatividad y poténciala. Mi lengua se metió en su oreja y mis caderas se movían imperceptiblemente. Del uno al quince de Agosto, iremos a Moscú para que te documentes y de paso, conocer las raíces para tu novela. Mi vulva... mi vulva, se había despertado y se abría y cerraba de forma autónoma y el pajarito de mi marido era gavilán ¿Y el niño? Restregaba lentamnete mi vulva mojada sobre su gavilán, duro como palo de billar o como cuerno de marfil. Iremos al médico ¿Sabes una cosa? Ha crecido. Lo sé y me has mojado. Cogí su miembro en mis dedos, con la punta, abrí los labios de mi nido y me senté. Aquello fue coser y cantar ¿Y de las empleadas, con cual nos quedamos? Con las dos. Subía y bajaba despacio, muy despacio. Mis pezones eran comidos con mucha hambre. Siente, siente. Si, amor mío. Dios, le quiero y nunca se lo digo. Subía y bajaba y el gavilán planeando por mis entrañas, bajando el vuelo, subiéndolo. Le comí el cuello y le dejé marcas. No, no, te corras decía él. Dios, no aguanto más. No, por dios, no. Si, aguanta, aguanta. Dios mío, mi vida debería ser este instante. Me llevó hasta su boca y me derretí totalmente en un grito sobrecogedor, notaba como tragaba toda mi descarga, mas espesa y abundante que nunca y su lengua me lamía, me lamía. Me puso de espaldas y dijo: Ahora, mi niña, a dormir. Me penetró y añadió: duerme tranquila ¿No te viene? No pienses en eso, ya me vendrá. Cerré los ojos y notaba que me caía en la profundidad de la nube que está debajo del sueño. Al despertarme ya se había ido al trabajo. Me levanté y una gran hilera de semen resbaló por mis piernas. Ni me di cuenta de su orgasmo. Encendí un Pall-Mall azul y cayeron lágrimas entre los pezones. Hoy será un buen día. Escucharé a Jacqueline Du Pré. La blusa de Máximo Dutti... ¿Piensas en mi? Me acuerdo de tu boca... T. Q.

T. Q. 8 de febrero, viernes.

La noche ha sido de las de vueltas y vueltas a la cabeza e insomne, como siempre. Pesadillas me rondaban en los sueños y prefería estar despierta. Me levanté y revisé los dos currículum-vitae seleccionados entre las tres chicas que me visitaron. Una es de Letonia y la otra de Filipinas. Las dos parecen poder realizar los trabajos de la casa con suficiente satisfacción. Irina es de Riga, la capital de Letonia, nada más entrar en casa, al ver el piano que preside el salón, se emocionó y decía que ese era su piano ¿Qué hace aquí mi piano? La misma marca, el mismo color, el mismo todo ¡¡¡Es mi piano!!!. Sus lágrimas eran incontenibles y me pidió permiso para abrir la tapa del teclado y poder pasar sus dedos por las teclas y por sus contornos. Lo acariciaba, lo besaba y no dejaba de decir, mi piano del alma, mi piano del alma. Le hice la entrevista para el trabajo y según iba leyendo mas me sorprendía. Pregunté si podría esperar a que terminara las entrevistas que aún me faltaban. Puedes tocar el piano mientras tanto. La chica filipina sabe inglés, tagalo, francés y español perfectamente. Sus facciones son muy orientales y parece coreana, casi japonesa. Una de las dos, me dije. No me gusta hacer perder el tiempo a nadie y le pedí que me dejara pensarlo hasta el lunes. Irina, es muy guapa, pero no quiero fijarme en eso, ni en que es pianista. Para mi novela necesito documentarme y ella podría ser muy valiosa. La mandé pasar a mi despacho para terminar la entrevista. Sabe ruso, inglés, letón y casi habla perfectamente español. Licenciada en Historia y Literatura y cursos de Teatro e Interpretación. Tiene una niña de tres años y medio que se quedó en Riga, y la cuida su madre y a veces, una hermana que está casada. Irina creo que tiene las de ganar. A las ocho tengo que ir a recoger el análisis del semen de mi marido. Anoche llamó Alex entusiasmado con la versión final de la escena de El Retiro. Me dijo que su sueño más inmediato es realizar una película sobre el mundo juvenil, relacionado el rock & roll, las drogas y el sexo. Miedo me da. Dice que vaya preparando un guión previo y que se lo presente cuando termine el rodaje y la promoción de la película de ahora mismo, unos dos meses. Anoche subí a la habitación de mi hermano muerto y busqué la pistola. No apareció. Mi amiga de los fines de semana dice que quiere comprarse la blusa que vimos en Máximo Dutty, que nos gustó a las dos y de paso ir a ver “American Ganster”. Supongo que iremos. La chica de acento italiano. Qué loca estoy. Escribí un poco y vi los correos. Maurice, dormía plácidamente cuando regresé a la cama. Su cuerpo brilla en la penumbra y me acurruco a su lado. Su piel está caliente, el perfil de su rostro, con los ojos cerrados, parece el de un cesar romano esculpido en mármol, solo le falta la corona de laurel. Su miembro duerme como un pajarito y dan ganas de tenerlo en la mano para que no coja frío. Lo hago y me quedo dormida. Me despierta un beso en la frente: Voy a levantarme, ¿Me la sueltas? Entonces el miembro ya no es un pajarito, es un gavilán. La suelto, me doy la vuelta dispuesta a seguir durmiendo. Me penetra y me dejo hacer. En cinco o seis minutos me inunda y se levanta a la ducha. Aprieto mis piernas y sigo dormida placenteramente. A las 08,05 estoy con Silvia Evans. Hay que repetirlo como dios manda. El que trajiste no es fiable, por el método, y de lo que tenemos ha resultado que su riqueza seminal es de un 00,3333 % de validez. Puedes hacerte las pruebas. Una citología, una ecografía, análisis de orina y de sangre, y sabrás si eres fértil o no. Así de sencillo. Lo haré. El marido de Hair no quiere que se gaste tres mil euros en juguetes, por muy eróticos que sean. Que es una locura. Ok. Preocupación de menos. Irina y Kimera. ¿Kimera o Irina? Una vez, cuando era niña, mi padre me dijo que si realmente me gustaba el cine, que no dejara de intentar ser algo en ese medio tan apasionante. Acabé siendo guionista, como Isabel Croixett y otras muchas, que no es poco. Así y todo nunca estaré satisfecha. Regresé por Menéndez Pelayo a casa. Siempre lo hago por la acera de casas y hoy lo hice por la acera de El Retiro. Paré en la puerta de enfrente de La Rosaleda ¿Estará la patinadora? No entré y en casa me senté en el piano. No sé tocar, nunca me interesó, la que lo tocaba, desde niña, era mi madre. Se lo regaló mi abuelo por su primera comunión. No llegó a ser una gran virtuosa pero lo tocaba bien. Mi hermano fue el que mas provecho le sacó. Iba a clase de piano desde crio y tocaba bastante bien, pero prefería la guitarra, donde destacaba, sobre todo con su Fender Stratocaster. Es un piano Bösendorfer, de media cola, lacado en negro. Mi abuelo lo consiguió por cuatro perras de un alemán que necesitaba dinero para poder ir a Argentina. Ahí estaba muerto de risa y ayer Irina lo tocaba. Dice que necesita un afinador y cambiar varias cuerdas. Este piano... ahora es magnético para mi. El niño es huérfano de padre y madre. En Rusia los militares alojan a quince niños y niñas españoles en un orfanato. Este boceto de poema: “Si estuvieras aquí/ tendrías mi piano y mi diadema,/ millones de serenas florituras armónicas/ que parirás sin dolor ni llanto./ Te espero con flores como poemas.”/ ¿Eres como imagino? Me acordaré... T. Q.

jueves, 7 de febrero de 2008

INVITACIÓN A RECITAL POÉTICO

El Grupo de Poesía del Aula de Encuentros en el Círculo de Bellas Artes

Le invita a su próximo

RECITAL DE INVIERNO

EN LA SUAVE CENIZA

(A Aintzane García Gracia. In memoriam)

Día 20 de Febrero de 2008, a las 20,00 hSala María Zambrano

Círculo de Bellas Artes c/ Marqués de Casa Riera nº 2 Madrid


Se me ha descolocado un poco la invitación al pegarla aquí. El caso es que estáis invitados, todos y todas los que podáis asistir. Tengo el gran honor y satisfacción, de haber sido seleccionado para leer algunos de mi poemas en el recital mencionado. Este recital es especial porque estárá dedicado a una compañera, excelente poeta y mejor persona, fallecida recientemente. La entrada es gratuita y el lugar una maravilla. Acercaros y espero que os guste. Muchas gracias a los que me leeis casi a diario y que sepais que me sirve de mucho saberlo. Esto no tendría sentido sin vuestra lectura. Por supuesto, se aceptan comentarios, círiticas y sugerencias. Evaristo Cadenas.

miércoles, 6 de febrero de 2008

T. Q. 7 de febrero, jueves.

Desperté un poco más tarde de lo habitual, sobre las tres y media, creo. Puse los brazos sobre la cara y empecé a pensar. Me sentía cansada, sin fuerzas para levantarme y me quedé así un buen rato. Mis personajes parecían gritarme: levántate y escribe sobre mi. Otro decía: me tienes olvidado y cada uno se levantaba y decía que quería más protagonismo. Una me preguntó intrigada: ¿A que esperas para liarme con un tío como dios manda? Hay peleas entre ellos y me vuelven loca con el jaleo que arman. Tranquilos todos. Está todo atado, perdón, está todo pensado y bien pensado. La escritura es una obra que necesita de varias etapas. El borrador, la poda, la reescritura, la poda de nuevo y finalmente, la corrección por parte de una tercera persona: el corrector. A pesar de tanto repaso nunca se acierta, siempre es imperfecto. Cometer errores es lo más habitual. Las tres muchachas que vinieron a verme para el trabajo, no reunían las condiciones que se necesitan para esta casa. Esta tarde recibiré a otras tres. El Retiro, a aquellas horas, estaba casi desértico. Varios jardineros y empleados de la limpieza del parque y muy pocos transeúntes o visitantes. De vez en cuando uno en bicicleta, o un patinador, o hombres y mujeres haciendo footing. Me quedé unos minutos observando la estatua de El Ángel Caído y bajé hasta Atocha por la Cuesta de Moyano. La escena de la película tiene mucha trascendencia y quiero que quede lo más perfecta posible. Esta tarde mandaré, por correo electrónico, la versión definitiva. Al regresar a casa, nada más cruzar Alfonso XII y entrar en el parque, una pareja se estaba poniendo un pico. Eran muy jóvenes. Delgados en extremo y de aspecto muy deteriorado. La chica tenía un reguero de sangre en el brazo ¿Qué miras, gilipollas? Dijo ella. Su compañero estaba en su limbo. Se me revolvieron las tripas. El frasco de la mesilla de mi hermano muerto vino a la mente. Algún caminante en dirección contraria y poco mas. Aún es pronto, me dije. Cerca del banco donde me suelo sentar había dos chicas con uniforme de colegio de monjas, se besaban y se metían mano ¿Qué miras, tío? ¿Nunca has visto a dos chicas besándose? Me levanté la cazadora por detrás. Y le dice una a otra: joder, pero si es una piva. Me senté en un banco junto a La Rosaleda. Encendí un cigarro. Cuando lo termine, si no ha llegado, me voy. No vino. Subí a la habitación de mi hermano a dejar sus cosas. El frasco tiene seis pastillas de... aspirinas ¡Qué alivio! Hair llegó a las once. Traía sus herramientas de peluquera. Nada más abrir la puerta me empujó contra la pared y me comió la boca, desesperadamente, mientras me metía los dedos. Tras la puerta me bajó al suelo y me hizo todo lo que quiso. Sus pechos y su vientre, brillaban de sudor y se limpiaba los dedos con un clinex. Fumamos un cigarro abrazadas y dijo: cada día sabes mejor. Esto es una locura y yo que venía pensando en no hacer nada... Al terminar el cigarro, la cogí de la mano y la llevé hasta la cama revuelta. Desnudas, salvo su braguita con el tampax, nos tendimos una frente a frente y nos mirábamos con infinita ternura. Me subí encima de ella y puse mi rodilla entre sus piernas, mientras comía sus pechos y su boca, apretaba con mi rodilla su sexo oculto, mis dedos acariciaron su ano y se introdujeron hasta que conseguí que le viniera. Sus lágrimas corrían por las comisuras y las bebí a besos. No llores, todo tiene arreglo. Pero si es que lloro de felicidad ¿No lo comprendes? Piden comprar un mínimo de tres mil euros. Se puede ganar mucho dinero, pero no se si atreverme a decírselo a mi marido y ahora ese dinero nos hace falta para la letra del piso y el seguro del coche. Tu marido lo tiene que saber. El dinero nos es problema, te lo dejo. Mira el catálogo ¿Cuánto cuesta este arnés? No se. El negro para mi, dije. Mañana llamaré a Luccia Benvenutti, estoy decidida. Crearemos una editorial al 50%. Libros con un sello de identidad propia. Diseño y tipografía personal y única. El guión de la película que están rodando tiene cambios como para sacarles el dinero de la inversión en la editorial y en los juguetes eróticos. Hair es buena vendedora y tendrá muchas clientes. El corazón de mi pubis ya está negro y espeso. Se puede coger el vello con los dedos. Billie Holliday me acompaña en mis cosas. Después de comer me acuesto y tengo un sueño. Me despertó el teléfono: Mi madre dice que anoche la voz del otro mundo decía: “¿Mamá, mamá donde estás?”. Me doy un baño y me preparo para recibir a las chicas de hoy. Lo que escribí en el ordenador es aprovechable. La novela trata de un niño de la guerra que llevan a Rusia. Me miré al espejo, profundamente a los ojos, puse mis labios sobre mis labios y me besé a mi misma. Mi lengua me lamió y me gustó sentirme “viva” y me dije: Está bien así, está bien así. A partir de ahora voy a quererme mas. Esa novela me dará sangre de vida como escritora y como mujer. Estos versos: “Ante el espejo/ Olas de cristal y diamante/ Conchas de coral y una perla:/ Mi corazón en ti”/ ¿Cómo eres tu? Me acuerdo mucho ... T. Q.

T. Q. 6 de febrero, martes.

Me he quedado dormida leyendo Tokio Blues y ni me enteré cuando se acostó Maurice, mi marido. Eran las dos y seguro que algún ligero ruido, real o imaginario, me despertó. Durante unos minutos intenté recuperar el sueño pero, como ya se por experiencia desde que era niña, no hay forma. Es por eso, que antes de que me vengan a la cabeza malos pensamientos, me levanto, fumo un cigarro y tomo un poco de coca-cola. Al pasar delante del ordenador se me ocurrió ponerme a escribir y de paso mirar los correos. Curiosamente, escribiendo en word, las palabras fluyen mejor que cuando lo hago, a bolígrafo o con pluma estilográfica, en folios o en cuadernos. Escribí durante dos horas, sin parar. Mañana, al recuperar el texto, veré si sirvió de algo. Tengo un correo de Alex, el director de cine. Está entusiasmado con el cambio que les propuse. Dice que están al habla con Elsa Pataki y con Leonor Watling, para ver si hacen el papel de la chica que acompaña, en patines, al asesino. Estaría bien, mientras más caché tenga la película, mayor difusión. Tengo otro correo de Hair. Esta mañana no vendrá porque tiene que ir a informarse de las condiciones de la representación de juguetes eróticos, que de juguetes no tienen nada. Mañana vendrá y me comentará todo al respecto. Me dio el sueño y me acosté satisfecha por la noticia del director de cine y por haber escrito unas cuantas páginas de la nueva novela. Antes, cogí una bandeja de plata del mueble, la pasé un paño y la escondí bajo mi cama. Me acosté de espaldas a mi marido y antes de cerrar los ojos miré, en el reloj digital, sus números grandes y verdes fósforo, de la mesilla. Marcaban: 04,56 ¿Iré al Retiro? ¿Para qué quería las balas mi hermano? ¿Tendrá una pistola escondida?... Sus manos fuertes me acariciaban mis diminutos pechos y excitaban mis largos y negros pezones. Notaba, por detrás, la enormidad de Maurice. 05,50, casi de forma inconsciente me coloqué para que me penetrara y lo hizo. Me gusta mucho esta postura y le dejé hacer. Me puse boca abajo y le favorecía sus envestidas, tan placenteras y que me suelen provocar varios orgasmos. Mis manos abrieron mis glúteos y él notó como que le ofrecía el ano. Al contrario que otras veces, no opuse resistencia y con mi ayuda, empujando hacia atrás y sus empujones hacia delante, poco a poco, muy lentamente, consiguió esconder todo su miembro dentro de mi. 06,25 y me movía hacia atrás y él hacia delante con un ritmo sincronizado y variable. 6,59. Noté una gran descarga, caliente como un disparo, dentro de mi ano que me hizo llegar y agarrando sus fuertes muslos, le insinué que no la sacara y sentí cómo mantuvo durante un rato su dureza conmigo. A los tres minutos se retiró, apreté mi esfínter y me quedé dormida, aparentemente. 07,26 Maurice acaba de salir al trabajo. Estoy boca abajo y recuerdo que dentro de mi hay una buena cantidad de semen. Muy despacio me levanto, cojo la bandeja de plata, que había dejado bajo la cama. Delante del espejo me puse de cuclillas y abrí mi esfínter como si estuviera haciendo la gran necesidad. Una gota larga y espesa, muy grande, blanca como la leche, otra más pequeña y otra y otra. En un frasco de análisis, que tenía preparado en el cajón de la mesilla, recogí el semen lo mejor que pude. Cerré el frasco y lo guardé en el bolso de los pantalones que pondría hoy. 08,03 Estaba en un laboratorio de análisis clínicos que hay muy cerca de mi casa. Allí Silvia Evans, amiga de confianza, se encargó de todo, comentando que lo intentaría, pero que lo normal es que el hombre se lo haga en el momento, en el baño. Pasado mañana tendré el resultado. De vuelta a casa preparé el día. Ayer mi madre llamó angustiada diciendo que por las noches oye ruidos extraños y que el Centro Cultural donde tiene los cuadros expuestos, le quiere comprar uno. Me han ofrecido mil euros ¿Qué hago, Theresse?. Véndelo, más vale pájaro en mano. Qué ilusión, mi primer cuadro vendido. No te preocupes de los ruidos. Serán los vecinos o los camiones de la basura. Pero hija, que son ruidos aquí en casa, por dentro. Anoche hubo uno muy raro y escuché y me pareció oír una voz ronca, como del otro mundo, que decía: “Ven, dame agua que tengo sed”. Mamá no digas tonterías y dile a papá, que a lo mejor consigo libros casi gratis. Esta tarde vendrán tres chicas por el anuncio. He descubierto un libro muy interesante sobre tipografía y diseño de libros: “MASSINI”, por Laettitia Wolf, editorial Phaidon. Pedir también: “La tercera virgen” de Fred Vargas y “El día que cambié a mi padre por dos peces de colores” de Neil Gaiman. Fred Vargas es una novelista francesa muy interesante, a descubrir. Es fumadora, como yo y sus opiniones las comparto y defiendo ante los intrasigentes antitabaco. Las estadísticas con respecto al tabaquismo pasivo son falsas. La lucha contra el tabaco sirve para focalizar la atención en algo que no tiene importancia. Mientras, el planeta sigue recalentándose y el hielo de los polos fundiéndose. Cuando nos llegue el agua por las rodillas aún habrá idiotas que seguirán preocupándose por el tabaco. Desayuno, me pongo la cazadora, la muñequera de tachuelas, las gafas negras, mis levis de siempre y mis botas negras de cuero de media caña. Mi camiseta de algodón, sin sujetador, me pellizco y ensalivo los pezones y me ajusto el tanga dentro de los labios. Voy al Retiro ¿Cómo voy a saber de riesgos si no los corro? Llama Hair disgustada. Le ha bajado. No pasa nada, ya inventaremos algo. No soy tan infeliz por no ser feliz, lo soy porque se que la felicidad plena no existe. O sea, una maravillosa mierda de vida. Aún me acuerdo de ti y... T. Q.

martes, 5 de febrero de 2008

T. Q. 5 de febrero, martes.

Las suaves facciones del rostro de Hair, las suaves curvas de su cuerpo, las suaves y abundantes protuberancias de sus pechos y sus pezones erectos adornados de aureolas marrón claro, la gran abertura de su cueva, con sus labios mayores y menores y su sonrosado interior y su manantial que me proporciona el néctar que alimenta el deseo de que me abra, como se abren las puertas de las catedrales, los dedos de sus manos, sus pulgares electrizados, sus pies... y sus ojos, su boca y su languidez en la mirada esmeralda a veces, otras azul cielo.... he poseído esos territorios, los he hecho míos y ella doblegó mi resistencia a su conquista y ya no puedo dar marcha atrás. He llegado a un acuerdo con Alex, el director de la película. La escena cambia de lugar y ahora, se desarrolla en El Retiro. A la vuelta, como para inspirarme, crucé el parque andando. Me senté en un banco a fumar un cigarro y a tratar de visualizar la teatralización del rodaje con losa actores. El personaje se arrima a los arbustos para hacer una necesidad perentoria. Sin que él lo sepa, le venían siguiendo por el Paseo de Coches, unos patinadores, aparentemente ajenos a su circunstancia. Son dos hombres con aspecto normal, pero como armarios. Se detienen y esperan a que el protagonista acabe su necesidad fisiológica. Uno de ellos, saca un cigarrillo y le pide fuego. Al mostrar su Zippo y alzarlo, el otro sacó un cuchillo de largas dimensiones y se lo clavó, tres, seis, nueve veces, en el vientre. Despacio manaba la sangre, despacio manaba la muerte y despacio, cayó junto a los patines del que pedía fuego. Este, cogió el mechero Zippo y en estampida, sobre sus patines, desaparecieron hacia la Cuesta de Moyano. Mas o menos. Hay que elaborarla un poco. En esto que, una patinadora joven se detuvo y se sentó en mi banco. Perdona, creí que eras un chico. Estoy extenuada, ya son dos horas sin parar y estoy derretida de sudor ¿Me das fuego? Saqué mi Zippo y abriéndolo, dirigí la llama abundante hacia su cigarrillo. Cogió mi mano y mirándome con sus ojos negros como el carbón, encendidos de brillo y fuego, me clavó una mirada como una navaja. Este no lo tengo. Colecciono mecheros. Su mano apretó la mía y tiró de mi. Me agarró con la otra el cuello y me atrajo hasta su boca, demoró el beso unos segundos inmensos, como para comprobar si me resistía. Su lengua poseyó a la mía y la mía a la suya en un beso profundo y hermoso ¿Qué haces? Ya ves, besarte. Te pareces a mi ídolo: Enrique Bumbury. Te deseo, ¿vienes? y fui con ella de la mano y hubiera ido al fin del mundo, tan confiada. En un rincón, bien apartado, sobre el césped mojado, dejé que me comiera toda, e hizo conmigo una obra maestra con sus dedos y su lengua, hasta llevarme al paraíso, retiró mis dedos mojados de su sexo, se subió el chándal y se fue patinando, alta y atlética. Mañana a la misma hora, en el mismo sitio y me comes. Mi novio me espera. Hay cosas en la vida que no tienen explicación y lo que me ocurrió con la desconocida no me entra en la cabeza. Pero ese no es el problema, el problema es que me gustó. Como vivo muy cerca, no tardé en llegar a casa y darme una ducha. Al mirarme al espejo vi una mujer satisfecha y me dolió. He tenido un buen día y aún son las doce. Subí a la habitación de mi hermano y dejé la cazadora y las gafas negras. Me tumbé boca abajo en la alfombra junto a su cama, desabotoné mis levis y bajando la cremallera, retiré los tejanos hasta las rodillas, con mis dedos en mi sexo, busqué un recuerdo y lo encontré. Un día, mi hermano estaba estudiando en su habitación. Patricio, Patricio, yo siempre le llamaba Patrick, que viene una chica muy guapa a verte. Bajó como un rayo y la invitó a subir. A la media hora, mi madre dijo que mirara a ver qué hacían. Al abrir la puerta vi a aquella chica, semidesnuda, y con el miembro de mi hermano en la boca, succionando como desesperada. Deja a mi hermano, ¡¡¡guarra!!! Bajé a la carrera y mi madre preguntó que qué estaban haciendo. Estudian, mamá. Dios mío, mi hermano. Me fijé en el cajón de su mesilla. Detuve el orgasmo que ya venía y abrí, como el que abre una abultada cartera que se encuentra en la calle. Una armónica, una muñequera de tachuelas, una colección de entradas de conciertos sin ordenar, un frasquito de cristal rojo, casi opaco y cuatro balas de pistola. Me hundí y lloré por mi hermano muerto. Bajé a ver los folios escritos anoche. No valen para nada, mis folios de la noche no valen para nada y los destrocé rabiosa. Para nada vale, todo vale nada. Ya lo tengo. No son dos tíos como armarios. Son una chica de estatura normal y un hombre alto y fornido. Llevan chándal igual, con la cremallera subida hasta el cuello. El hombre que está haciendo pis, se vuelve al terminar y cuando le piden fuego, la chica se baja la cremallera, no lleva nada debajo y dice: “estoy buscando a Jack”, y muestra unos senos grandes y turgentes. El hombre que recibe fuego, saca el cuchillo al bajarse la cremallera del chándal y dice: “y yo a ti”. Es cuando le clava el cuchillo, cegándose.. Así creo que es mejor. Una tortura interna me corroe ¿Cuándo será el día en el que el espejo me devuelva mi propia imagen, sonriendo, como sonreía de niña y jugaba con mi hermano en el jardín junto a la fuente de los siete caños? T. Q.