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lunes, 31 de agosto de 2009

El dominó y la barandilla.

V
El dominó y la barandilla.


Mi papá a veces me llevaba al café del pueblo y mientras jugaba su partida de dominó yo leía el periódico y algunas personas le decían a mi padre que a ver si me daba de comer más jamón, que tienes a la chica muy delgada, que sus brazos sirven para palillos, baquetas, con los que tocar el tambor. Llegó un momento es que esos comentarios dejaron de hacerme daño. Tardé en acostumbrarme porque al principio me dolían y odiaba a todo el mundo.

Una vez, en el cine, una niña de mi edad que era morenita y muy atenta, me invitó, con su mejor voluntad, a ir con sus amigas a los bancos de la parte delantera, a pocos metros de la pantalla, donde se juntaban los chicos y las chicas. Una de las más mayores me preguntó que cómo me llamaba. Dije mi nombre: Esmeraldina, y ella riéndose y consiguiendo que se rieran las demás, dijo: Esmeraldina la delgadina. Todas se reían de mi y empezaron a llamarme Delgadina, Delgadina, Delgadina.

Volví a sentarme junto a mi papá donde me sentía más protegida. Como si se hubiera corrido la voz por el efecto dominó, en mi pueblo, en la escuela y en todos los sitios, me llamaban Delgadina y con ese terrible mote me quedé. La rabia y la impotencia que sentía no se puede comparar a nada. Jamás en mi vida he ofendido a otro, al menos de forma consciente. Nunca usé el mote de nadie aunque era normal utilizarlos porque todos en mi pueblo lo tienen. Eso no justifica que me lo pusieran y que me llamen así, porque si soy delgada no es culpa mía. Las desgracias que me pasaban nunca venían solas, el caso era estar a punto de lágrima.
A la puerta del Hotel Diplomatic, Miryam y yo esperábamos a que nos vinieran a recoger sus amigos. No tardó en aparecer un todo terreno de la marca Nissan, creo, y salieron Anna y Jordi a recibirnos de forma muy efusiva, besos y abrazos, quiero decir. Miryam se sentó al lado de Jordi, el conductor y Anna y yo en los asientos de atrás. Ellos hablaban en catalán que no entendía más que alguna palabra suelta. Anna me decía que íbamos a la torre, que es como ellos llaman a los chalets, de unos amigos situado en un pueblo de la costa, Arenys de Mar. La noche era calurosa y el bochorno húmedo, el que no entendiera lo que decían y el misterio con el que se manifestaban me hacía sentir cierta incomodidad morbosa, una curiosidad excitante.

Anna es algo mayor que yo y su marido algo mayor que ella. Vestían muy bien y cuando se dirigían a mi lo hacían en castellano. Al llegar a nuestro destino, una torre a pocos metros de la playa, salieron varias personas a recibirnos. El que hablaran en catalán, entre ellos, me parecía extraño pero pronto me adapté a la situación. En un gran porche, no muy bien iluminado, tenían encendida una barbacoa donde un hombre corpulento y en bañador se encargaba de asar carne que iba poniendo en una gran bandeja. Las mujeres en bikini y los hombres en bañador. Pude deducir que preparaban una partida de póker de la que Miryam era partícipe.
El vino, la alegría, la buena fraternidad se respiraba en el ambiente. El cocinero, con la frente mojada de sudor, me preparaba, panceta, costillas y butifarra sobre grandes trozos de pan y según me lo iba dando me ofrecía tragos y más tragos de vino por el porrón. “A esta joven tan guapa que no le falte de nada“. “Eso, eso, y si le falta algo que lo pida y se le dará”. “Cómo está la niña”, “A la niña se le podría hacer un favor”, me pareció entender que decían en catalán pensando que yo ni me enteraba. Unos y otras se reían y algunas veces me sentía incómoda de tan pendientes como estaban de mi.

Miryam me decía que estuviera tranquila que son gente maja, agradables y campechanos. Aquí hay pintores, escritores, arquitectos de nombre, todos cultísimos y con mucha pasta. Nos interesan como futuros clientes para nuestra asesoría financiera. Observa y anota en tu mente sus nombres, sus profesiones, etc. Con discreción pero sin perder detalle.
El rumor del mar, la noche estrellada, la buena cena, el buen vino me animaron bastante y al menos me permitió no sentirme cohibida, acobardada.
Ann me enseñó el impresionante salón de la casa y me indicó donde estaba el baño, por si lo necesitaba. Debían ser las once de la noche cuando se metieron en el salón y en una mesa redonda se pusieron a jugar. Seis hombres y tres mujeres, cada uno con su bebida y buen fajo de billetes.

En la terraza que daba al mar, como escondido entre la penumbra de las sombras, había un hombre con unas Rayban negras sentado en un sillón de mimbre. La espuma de las olas, cuando se estrellaban contra las rocas, tan solo a unos metros en vertical de nosotros, escupían como gritos de látigo sobre la piel de un corcel, como metrónomo perfecto, un compás, una música perfecta gracias al silencio que entre ola y ola se producía. Miraba a las estrellas mientras fumaba un cigarrillo de Paxton. El hombre dijo en castellano:

- ¿Se ve bien la Osa Mayor?

- Si señor, perfectamente. Las estrellas más brillantes brillan de forma especial ¿Usted no las ve?

- No tengo esa suerte. Soy ciego. No recuerdo tu perfume ¿Es la primera vez que vienes?
- Si señor. Soy amiga de Miryam, la de Madrid.
- ¿Cómo se ve Venus?
- ¿Venus? No sé cual es. Nunca me lo dijeron.
- Durante muchos años estuve obsesionado con Venus. Cada noche cogía mi telescopio y la observaba. Ahora todo se fastidió. Venus no es una estrella, es un planeta y su luz es la que le da el sol ¿Conoces los misterios de las estrellas?
- No señor. Me gusta mirar el cielo y me parece tan misterioso.... que no sé si será mejor no saber nada o saber parte ya que saberlo todo es imposible..
- ¿Puedes ayudarme? Quiero apoyar mis manos sobre la barandilla donde te apoyas tu. Estoy en rehabilitación, mis piernas aún no son lo que eran. - Le cogí de las manos y tiré de él con todas mis fuerzas y gracias a que colaboró, pudo levantarse. Sus manos huesudas, casi secas, su extrema delgadez y su voz profunda y seca como paja de centeno, escondía matices de ternura. La voz une o separa y aquél hombre con su voz, unía.
- El mar está tranquilo. Las sirenas duermen y los tiburones ya se acostaron. Es la hora de la noche de paz del mar ¡Qué serenidad la del profundo mar en su profundidad! Estudiar el mar, saber lo más posible del mar y del cielo es más gratificante que saberlo de la gente que me rodea. Ellos están a lo suyo y yo aquí contemplando el mar a pesar de que soy ciego y de que no puedo verlo, tan feliz y tan desgraciado a la vez.
- ¿Necesita que le ayude?
- Si. Que me tires al agua. Coge de mis pies y échame al mar como si fuera un saco de arena. Nadie se dará cuenta hasta el amanecer y yo te quedaré eternamente agradecido.
- Sus uñas se clavaron en mis manos cuando le ayudé a levantarse. Debería cortarse las uñas antes de que el mar le trague. Un hombre como usted debería cuidarse las uñas.
- Tienes razón. Aún no estoy preparado ¿Si a un caballo herido de muerte le ves que sufre, le ayudarías a morir?
- Sin duda.
- Levanta el brazo y señala con tu dedo extendido a la estrella Polar. - al decirle que ya lo tenía, se aproximó a mi y cogiéndome de la cintura, por detrás, me hizo girar ciento ochenta grados.
- Quieta ahí. Si no has modificado la inclinación de tu brazo, tu dedo está señalando a Venus. - Su aliento olía a vino y a chuleta de cordero, a mar y a viento y su voz en mi oído era suave y delicada como el terciopelo rojo que adorna los pianos. Noté cómo se apretaba a mi cuerpo, como su altura le permitía besarme el pelo en lo más alto de mi cabeza, noté cómo su mano me dirigía el brazo y lo iba girando señalando lo más destacado del cielo. Esa debe ser la luna, por ahí debe estar la Vía Láctea y aquí... estás tu con tu perfume a lavanda volviéndome loco ¿Lo notas?

Y noté cómo entre mis piernas estaban la suyas y cómo sus manos me apretaban y me giraban hasta ponerme contra la barandilla mirando al mar. Me tenía inmovilizada y yo no ponía resistencia. Con una de sus manos me hizo volver la cabeza y me pidió la boca. Dejé que me besara mientras sentía su enorme virilidad rozándome los muslos... El mar iluminado por la bóveda celeste es hermoso y el hombre ciego, con albornoz de seda... me besaba mientras la barandilla se movía y se movía... si se rompiera la barandilla caeríamos juntos, pero la barandilla no se podía romper jamás porque era un gran muro de piedra y sobre el muro los hierros pintados de azul marino donde nos apoyábamos. Eran el cielo y la tierra lo que se movía.
El hombre ciego era delgado, altísimo, con el pelo largo y canoso y me pidió que me pusiera de rodillas y me puse.

jueves, 27 de agosto de 2009

El aullido de los perros y lo sublime.

IV
El aullido de los perros y la estatua.

Un día de verano mi papá me llevó con él a moler trigo al molino. Iba subida en los sacos que llevábamos en el carro de vacas y cerca de las escuelas había unos perros tomando el sol. El molinero no estaba en su molino pero nos dijo su mujer que descargara, mi papá, el carro y que volviera mañana a buscar la harina.
Al regresar por donde los perros, resultó que se habían unido y no se podían soltar. La perra aullaba muy bajito y despacio, como si le doliera mucho y llorara, el perro, más grande y sin consideración, aullaba satisfecho. Me parecía a mi que querían soltarse de la parte de atrás del cuerpo, por donde estaban pegados, sin conseguirlo.
- Papá, ¿Por qué llora la perrita?
- Aquella nube tiene forma de barco y la otra de pipa de marinero.
- Lo de las nubes lo inventé yo, no te hagas el desentendido ¿Por qué llora la perrita?
- Son cosas de la naturaleza, cuando seas mayor lo entenderás.
- ¿Qué es la naturaleza? ¿Me lo puedes decir?
La suite de la planta onceava del Hotel Diplomatic, que nos tocaba compartir a Miryam y a mi, era grande, elegante y lujosa, como todo el Hotel. La habitación más espaciosa y mejor decorada que yo había visto jamás, de película vaya. Desde sus grandes ventanales se podía ver el mar a lo lejos, los tejados, la Catedral, Barcelona iluminada y señorial a mis pies y percibí una sensación de bienestar, de satisfacción personal, por poder vivir durante una semana en tan privilegiado lugar. Contemplando el horizonte desde aquel lugar me parecía a mi que estaba cerca de la gloria. Mis lágrimas emocionadas, no pasaron desapercibidas y Miriam me abrazó por detrás y dijo que estábamos aquí para trabajar y a la vez para disfrutar de la ciudad y del éxito de haber sido seleccionada por la Compañía. Miryam huele a amapola, creo. En la pared, casualidades de la vida, reproducciones de cuadros de Gustav Klimt, litografías de Miró, Dalí y Andy Warholl.
- Esmeralda, aquí estamos, y lo que hagamos, o digamos, será nuestro particular secreto. Todo es confidencial entre tu y yo. Nada de lo que veas, o de lo que hagamos, saldrá jamás de aquí y quedará para siempre como nuestro secreto. Tengo muchos amigos catalanes y voy a quedar para cenar con ellos, te vienes y te los presento. Me voy a servir un cuba libre ¿Quieres?
- No, muchas gracias. Solo coca-cola ¿Quieres un Paxton?
- Si. Me voy a desnudar ¿Te importa?
- No. Puedes estar tranquila, nunca diré nada. -Miryam se servía un Ballantines con coca-cola y se iba quitando la ropa mientras hablaba por teléfono.
- Anna. Ya soc aquí ¿Hay partida? Está bien. Una amiga va conmigo.
En el baño, el sonido de la ducha y el vapor del agua caliente... y yo sin saber muy bien qué hacer. Pensaba que lo mejor sería dejar que ella lleve la iniciativa de todo. Comportarme pasivamente y observando. Aprehender cada detalle y cada sensación. Miryam me pidió la toalla y pude ver su hermoso cuerpo completamente mojado y brillante. Podría ser modelo de artista, Miryam tiene magnetismo personal, tiene... atracción y me lleva continuamente los ojos a los suyos porque prefiero no embelesarme con el resto, su boca, por ejemplo. Volví a asomarme al exterior mientras, mecánicamente, me desnudaba para entrar en la ducha cuando saliera ella.
- Tienes cuerpo efébico, Esmeralda. Pareces un muchacho desnudo de Sorolla en la playa, eres mitad mujer y mitad hombre. Tus caderas aún no son anchas, tus senos aún no han crecido del todo y tus pezones son de chico. Eres hermosa y hermoso a la vez. Con ese cuerpo tienes la mitad del éxito en la vida cerca de tus manos. Podrás conseguir casi todos tus sueños, porque eres como un ángel. Y esos tus ojos que no sabe una si son azules o grises. Llevas el vello del pubis salvaje y agreste, sin arreglar y eso es muy excitante para los hombres y para algunas mujeres. No te preocupes por el curso, tendrás que estudiar, pero habrá tiempo para ver y hacer muchas cosas en esta ciudad tan deslumbrante. Hazte amiga de alguna compañera y sal a descubrir Barcelona con ella, porque yo tendré reuniones de trabajo algunas noches. No te preocupes si ves que me retraso.
En la calle, Barcelona olía a mar y a progreso, a ebriedad de los sentidos. Barcelona me excita, me enerva, me invita al desenfreno, a la locura. La gente habla en todos los idiomas del mundo, las mujeres son hermosas, elegantes y deshinbidas y los hombres me miran con cara de deseo y yo... en una nube, entre atolondrada y absorta. Acabo de llegar y en este instante me gustaría quedarme como una estatua, derretida en lo sublime y petrificada para siempre. Tanta belleza hace daño.

miércoles, 26 de agosto de 2009

EL TEATRO Y LA COMEDIA HUMANA

LAS ENCADENADAS MEMORIAS DE LA AGENTE ESMERALDA CADENAS, O EL FLUIR DE LA VIDA POR LOS TORTUOSOS CAMINOS DE LA SUPERVIVENCIA DECENTE, DENTRO DE LO QUE CABE Y LAS MIL LECTURAS QUE SE DEDUCEN CUANDO HASTA LAS SOMBRAS SE MUEVEN INQUIETAS.

III
El Teatro y la Comedia humana.


Una de las veces que mi papá me llevó a Villaquejida en su bicicleta Orbea, no me llevaba al cine, íbamos a ver Comedias. En el local donde proyectaban las películas habían puesto un escenario y la obra que representaban se titulaba “La vida es sueño”. Los actores eran aficionados dirigidos por el maestro de los chicos, según me contó mi papá.
Para mi fue un descubrimiento porque yo no sabía qué era el Teatro. Me impresionó el señor que hacía de Segismundo, un hombre muy corpulento, muy como Tarzán, con voz profunda y cavernosa, lleno de cadenas gordas por todas partes y que decía unos versos maravillosos. Había otro actor que hacia el papel de un personaje gracioso con el que nos reímos mucho. Según los comentarios lo habían hecho todos muy bien. A mi me parecía algo extraordinario, casi tanto como el cine.
Al regresar con mi papá en la bici, le dije que Calderón de la Barca era muy famoso, que venía en la Enciclopedia y que “La vida es sueño” también.
- Esmeraldina ¿Sabias que hice una vez de Don Juan Tenorio?
- ¿De verdad?
- Si hija, actor por un día. Hicimos unas Comedias los mozos y a mi me dieron el papel de Don Juan.
- Pues yo no podré ser actriz ni nada, todos se ríen de mi porque soy pequeña y delgada.
- Ya crecerás y te pondrás como todas las niñas. Es cosa de que los médicos den con lo que te pasa. Tienes que comer mucho chorizo y mucho jamón y a la vez, estudiar y aprender de todo. Los labradores somos pobres y no quiero que seas como nosotros, unos pobres desgraciados.
- Seremos pobres, pero venimos del Teatro, papá y de nuestro pueblo no había nadie, solo nosotros.
- Tu estudia y no pienses tanto, que no paras.
En el aeropuerto de Barajas, a las cinco en punto de la tarde, nos reunimos los trece compañeros más la señorita Miryam, que iba de encargada de expedición. Para hacer el curso de Agentes de Seguros éramos nueve chicos y cuatro chicas. Todos de una edad parecida y con las mismas ganas de comernos el mundo.
En el avión nos colocaron por orden alfabético y a mi me tocó sentarme junto a Carlos Cuadrado. Intentaba que nuestra conversación fuera coherente pero no había forma. Impecablemente vestido, en plan chulo y con una forma de hablar y de estar pretenciosa que me parecía insoportable. Pronto, tanto él como yo nos dimos cuenta de que ni para ti, ni para mi. Me quedó tiempo para mirar a las nubes desde arriba, para ver y disfrutar del cielo más alto de lo que nunca me había imaginado. Estaba impresionada y me hacia la fuerte para no mostrarme nerviosa, mezcla de emoción y miedo.
Aunque parezca mentira, me resulta difícil el trato con la gente. La gente, así dicho en general, no me gusta. Prefiero la más absoluta de las soledades, pero hay que vivir, hay que trabajar y para eso necesito fuerzas que no tengo, por lo que sufro lo indecible.
Al bajar del avión, ya en Barcelona, sentí el alivio de que el viaje había terminado con éxito, y a la vez sentía la desazón de la convivencia con aquellos desconocidos. En seguida te das cuenta de con quién puedes y no puedes congeniar. En Barcelona, comprendí que desempeñamos papeles, que somos actores, que hay mucha máscara, mucha hipocresía y mucha... falsedad. Vaya vida esta... podía estar tan feliz, sin embargo todo me parece tan estúpido, tan absurdo que de buena gana me tiraba por un puente.
Barcelona, nada más pisar tierra, me impresionó y en el ambiente se respiraba una especie de humedad pegajosa en la piel y en los sentidos que te hacía sentir como en un lugar maravillosamente imperfecto.
Al llegar al Hotel Diplomatic, Miryam se encargó de todos los trámites y junto a recepción nos dijo que mañana a las ocho en las oficinas de la Compañía, a cien metros de allí. “Tener cuidado que no os pase nada, Barcelona es como una buena amante, todo excitación, procurar que no os traicione“.
En el hall del Hotel dos chicas, sentadas en uno de los sofás de piel, se besaban desesperadas. Una de ellas me miraba como la miraba yo. Al poco rato se levantaron y resultó que eran pareja de hombre y mujer. Llevaban el pelo largo, muy largo, muy cuidado, lacio y rubio, una melena como si fuera una copia exacta la de ella y la de él. Se cogieron de la mano y antes de salir a la calle, la chica me miró sonriendo.
El teatro del mundo está en marcha y la comedia humana se está representando. Barcelona está encendida y siento su influjo ¿Cuánto hace que no veo a la luna?

martes, 25 de agosto de 2009

LA MAESTRA Y LA CRUZ

II
Las maestra y la cruz.
Me parece que nací con una enfermedad, o con algo raro, el caso que era extremadamente delgada y pequeña para mi edad. Cuando empecé a ir a la escuela no tenía amigas y al salir al encerado todas las niñas se reían de mi, o conmigo, no se. En el pueblo teníamos a la misma maestra de niñas desde hacía muchos años. Se llamaba Doña Patrocinio, pero todo el mundo la llamaba Doña Patro. Era seca y mala, al menos eso me parecía a mi. Muchas veces me hice la enferma por no ir a la escuela, esa es la verdad.
Un día me mandó salir al estrado y me preguntó por la tabla de multiplicar. Sólo se me daban bien los pares y hasta el siete. Al llegar al siete por siete, me atascaba y no había forma de seguir. Le dije a la maestra que si le daba igual le decía la del ocho, que era más que el siete, o la del diez, incluso.
Sacó una regla de un cajón y me mandó poner la mano para darme un reglazo. Puse la mano, pero la quitaba según veía que la regla me iba a dar. Al tercer intento, como quitaba la mano, me dio un reglazo en toda la cabeza que aún me duele. Me aguanté y no lloré. Un poco solo.
Al llegar a casa, mi mamá me dio una aspirina. Se me pasó el dolor de cabeza y ya pude jugar a los mapas.
Dos o tres días después, íbamos mi papá y yo en el carro de vacas y nos encontramos con la maestra que salía de comprar en la tienda y mi papá dijo: ¡¡¡Soooo!!! . Se pararon las vacas y bajó del pescante para hablar con ella.
Me daba vergüenza que tuviera que decirle nada a Doña Patro por mi culpa. Me puse a mirar para las nubes para disimular y cuando mi papá subió al carro, dijo que no me preocupara, que no me volvería a pegar jamás.
- Seguimos: ¿siete por siete?
- Siete por siete, siete por siete... Mira papá, aquella nube parece un elefante y aquella otra, una tortuga.
- ¿Siete por siete?
- Cuarenta y nueve, que era broma, que ya la se toda. Es que al salir al encerado la maestra me pone de los niervos.
Al año siguiente, Doña Patro se jubiló y vino una maestra nueva que se llamaba señorita Pilar. Esa si que me quería y gracias a ella pude presentarme a un examen para beca. Lo aprobé y así fue como dejé la escuela y mi casa, para ir con casi doce años a estudiar a León. Allí tenía una habitación compartida.
Antonio Cubillos paró el coche y me pidió por favor, que no bajara, que le escuchara un momento.
- Déjame que te cuente una cosa: Este trabajo es muy duro, es uno de los trabajos más difíciles y peores de llevar, por eso precisamente si eres capaz de soportarlo y hacerte una buena profesional, ganarás mucho dinero. La Compañía es una olla express a presión, a punto de explotar, y cada uno de nosotros estamos sometidos a esa presión. Mi mujer ha estado ingresada unos días y encima, este mes está siendo flojo. Tenemos una campaña con objetivos altos, pero relativamente fáciles de conseguir a nada que trabajes adecuadamente y que tengas un poco de suerte. Como incentivo contamos con un viaje a Nueva York, ocho días en hotel de cinco estrellas a gastos pagados.
Le prometí a mi mujer, que lleva una temporada de médicos, que nos íbamos a Nueva York. Que haría todo lo humanamente posible por conseguir el viaje. Está muy ilusionada porque conocer Nueva York es uno de nuestros sueños. Estas pólizas del Señor Navarro de sobra sé que no se habrían firmado de no haber sido por tu habilidad, por tu vista comercial. Pero te pido, por favor, que no le digas a nadie lo que ha pasado en el despacho de la Academia y yo te daré el doble en cuanto ya estés incorporada de forma oficial a la Compañía, si te lo prometo es porque lo pienso cumplir. De hecho es frecuente este tipo de colaboraciones entre nosotros. Hoy por ti, mañana por mi. Los tienes bien puestos Esmeralda y te veo con mucho futuro aquí, o donde te metas y en mi, en Antonio Cubillo, tienes un compañero y si puede ser, un amigo, pero si estas pólizas no las entrego como mías, me quedo sin cobrar comisiones este mes y pongo en peligro el viaje. Perdona, por no haber sabido tener más tacto, más delicadeza, contigo. Estoy pasando mala racha emocional y me afecta en el trabajo... pero haremos lo que tu digas. Aunque no te lo parezca, tengo mi dignidad.
- ¿Me enseñas una foto de las niñas?
Antonio Cubillos fue un buen compañero y amigo del cual aprendí durante varios años. Conviene estar rodeados de buenos compañeros y compañeras, por si acaso. Antonio y yo nos hicimos favores mutuamente y a los dos nos vino bien.
Comprendí que cada uno de nosotros carga con su propia cruz, que el que más y el que menos tiene su pequeña gran cruz y su propio Gólgota.
Nuestra civilización está soportada sobre los cimientos de otras muchas civilizaciones anteriores, de igual manera que nuestra historia personal es la consecuencia de nuestra primera historia. Debe ser por eso que mi infancia sale a relucir a nada que un ligero soplo de viento espolvorea mis recuerdos y el presente es la fuerza con la que lucho por superar aquella debilidad y esta. Creo.

lunes, 24 de agosto de 2009

LAS ENCADENAS MEMORIAS DE LA AGENTE ESMERALDA CADENAS

LAS ENCADENADAS MEMORIAS DE LA AGENTE ESMERALDA CADENAS, O EL FLUIR DE LA VIDA POR LOS TORTUOSOS CAMINOS DE LA SUPERVIVENCIA DECENTE, DENTRO DE LO QUE CABE Y LAS MIL LECTURAS QUE SE DEDUCEN CUANDO HASTA LAS SOMBRAS SE MUEVEN INQUIETAS.

I
La primera, en la frente.

Mi papá era labrador y cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, nos quería mucho. A mi me llamaba Esmeraldina. Me decía: Esmeraldina, trae mis zapatillas y yo decía que no, que me da miedo. Pues no te llevo al cine y entonces, corría como loca a la habitación oscura, que como daba mucho miedo, cerraba los ojos para no ver las sombras moverse. Palpando el suelo, bajo la cama de los padres, cogía las zapatillas a cuadros y se las llevaba. Mi papá siempre venía muy cansado de trabajar, como un negro, decía, en el campo.
No me gustaba comer los garbanzos y mi papá decía: si no hay garbanzos no hay cine y yo comía los garbanzos. No me gustaba el tocino del cocido porque me daba asco, olía fatal y sabía peor. Si no hay tocino no hay cine. Mi papá era muy bueno y muy simpático. Todo el mundo le quería, sin embargo, en casa daba muchas voces y mi madre se pasaba los días y las noches llorando, pero como yo era tan pequeña pensaba que eso sería lo normal.
Todos los domingos mi papá, antes de ponerse bien guapo para ir a misa de doce, le daba aire a las ruedas de su bicicleta Orbea, la engrasaba bien y la ponía a la sombra para que no se despegaran los parches. Era emocionante ver la bicicleta preparada a la sombra. Significaba que mi padre me iba a llevar al cine.
Mi papá me llevaba a misa y me decía que fuera al banco de las niñas. En la iglesia miraba al Santísimo Cristo del Altar Mayor, que tenia mucha sangre y gesto de dolerle mucho la corona de espinas que tenía clavada alrededor de la cabeza, aunque ya estaba muerto ¡Qué pena más inmensa me daba el Cristo! pero cambiaba mi pensamiento y me imaginaba en el cine.
A las cuatro de la tarde mi papá ponía una almohadilla atada al portabultos y él se ajustaba los bajos de los pantalones y con unas pinzas de la ropa se arreglaba para que no se le mancharan con la grasa de la cadena o del piñón. Me subía al portabultos y cuando ya arrancaba, me decía: agarra fuerte que nos vamos al cine. Me agarraba tan fuerte, pero tan fuerte, que a veces mi papá decía: no tanto, no tanto.
El cine estaba en un pueblo a siete kilómetros, Villaquejida (León). La película empezaba a las cinco en punto de la tarde.
Mi papá me llevó al cine durante dos años seguidos sin perder casi un solo domingo, excepto cuando nevaba o hacía muy malo, que no podía ser. Un día, al volver a casa ya se había hecho de noche y se pinchó la bicicleta. Tuvimos que regresar andando. Mi padre me cogía de una mano y con la otra llevaba la bici agarrada por el manillar. Por primera vez mi padre y yo pudimos tener una conversación en serio y ya tenía cinco años, o menos.
- ¿Qué te ha parecido la película, Esmeraldina?
- Me ha gustado tanto, que he llorado.
- ¿Pero la entendías?.
- Claro papá, era española, y como todo el mundo lloraba, pues yo también.
- ¿Qué quieres ser de mayor, Esmeraldina?
- Escritora. Quiero escribir historias que hagan llorar, como la película de hoy.
- Para ser escritora hay que ser hija de ricos y nosotros no lo somos.
- Pues yo seré lo que quiera, que para eso me preguntó lo que quiero ser, además, puedo escribir en los periódicos que son más baratos que los libros. -A mi padre y a mi madre siempre les llamábamos de usted, era obligatorio.
- Eres muy pequeña para saber lo que quieres ser.
- Ya lo se y otra cosa que quiero, es ir a vivir a Madrid. Vivir en Madrid es lo que más me gusta de toda mi vida.
- Madrid está muy lejos ¿Por qué se te ha metido esa idea en la cabeza?
- Porque Madrid sale en todos los Nodos.
Un domingo mi padre no preparó la bicicleta, me puse a llorar y me escondí debajo de la cama de ellos, que era la que más miedo daba. Habían cerrado el cine de Villaquejida y se me fastidiaron las películas y los emocionantes viajes montada en el portabultos de la Orbea de mi padre. Cuando iba subida sobre la almohadila, agarrada a mi padre, las nubes corrían y los árboles quedaban atrás. A veces mi padre cantaba y yo aprendía canciones. “¿Para qué quiero tus besos / si tus labios no me pueden besar?", por ejemplo.
Ahora que vivo en Madrid, que podría ser la realidad de un sueño cumplido, no es oro todo lo que reluce, no por Madrid en si, supongo que es que la vida misma no es un inmenso vergel donde las fuentes, con caños de oro, manan felicidad para beber a boca llena. Las dificultades son la sal de la vida, en Madrid y en Pekín, creo.
Miryam me presentó a los compañeros y compañeras de mi grupo. Esta será tu mesa de trabajo. El teléfono, el fichero de clientes, una agenda a estrenar, y todo el material que necesites está en los armarios. Hoy sales con Cubillos y te fijas en cómo trabaja.
Antonio Cubillos ya calzaba cuarenta años bien cumplidos. Tenía el coche aparcado en la Calle Cervantes y mientras íbamos andando, me preguntaba que de donde soy, que si hacía mucho que vivía en Madrid, que si he trabajado antes y cosas así.
- Vamos a ver un posible cliente que tiene una Academia en Carabanchel. Tu no hables. Escuchas y vas aprendiendo el producto y cómo se rellenan las Pólizas. A este señor ya le he visitado dos veces y me ha dicho que hoy firmará, casi seguro, porque en realidad nunca se sabe. El cliente se llamaba Señor Navarro y Cubillos ya le había avisado de que le íbamos a visitar.
- Buenos días, Señor Navarro ¿Cómo está usted? - mi compañero le ofrece la mano y el cliente ni se digna en dársela y comenta que está muy liado y que no puede atendernos, que lo siente pero que volvamos en un par de meses. Que no insista, que hoy es mal día. Por la puerta entreabierta vi que en un pasillo había colgado un calendario con una foto de la Catedral de León. Cubillos daba por aplazada la visita.
- Perdone que le haga una pregunta, Señor Navarro ¿Es usted de León?
- Pues si señorita ¿Por qué lo dices?
- Soy de Santa Colomba, provincia de Zamora, rayando con la de León. Como he visto el calendario...
- Yo soy de Villaquejida.
- Qué pueblo más bonito. Allí me llevaba mi padre al cine cuando era pequeña ¿No podría hacer un hueco y recibirnos, por favor?
- Pasar anda, que haré un hueco, como dices, por ser tu de la zona ¿Cómo se llama tu padre que igual le conozco?
- Moisés Cadenas.
- ¿Eres hija de Moisés Cadenas? Pero si hicimos juntos la mili en Caballería, en Salamanca. Mira lo que son las cosas.
- Le traemos una propuesta para la Academia y un seguro de Vida para usted. - No se como me las arreglé el caso es que, mientras el Señor Navarro y yo hablábamos del pueblo, el compañero Cubillos rellenaba la documentación de dos pólizas. Una de Generales muy amplia y otra de Vida bastante importante para nuestros objetivos y que no estaba prevista.
- Así que Esmeralda Cadenas. Tienes la forma de hablar y los gestos de tu padre. Vaya casualidad. Cuando llegué al cuartel tu padre ya era Cabo Primero y al enterarse de que soy de Villaquejida me ayudó muchísimo. Pues nada, pasa por aquí cuando quieras y tomamos café. Por cierto, aquí al lado está el taller de los Hermanos Herrero. Son de Cimanes, muy amigos míos y a lo mejor les interesa lo vuestro. Les dices que vas de parte mía y ya te hablaré de más gente de por allí.
De regreso en el coche, dice Cubillos con dos huevos: “Ya te dije que le tenía en el bote”.
- Pero vamos a ver, Cubillos, con todos mis respetos ¿Quién ha hecho esta operación?
- Yo ¿Quién la va a hacer? Oye niña, que tengo mujer y dos hijas, así que no me jodas.
- Tranquilo que no te jodo, no. Está bien saber dónde se pone la era. Para el coche, que me bajo y vuelvo en el Metro ¡Que pares el coche, joder!
... y tuve fuerzas bastantes en el alma para no llorar.

domingo, 23 de agosto de 2009

LAS MADRUGADAS DE UN NIÑO

LAS MADRUGADAS DE UN NIÑO

Como estallido en la noche,
era de noche, bien me acuerdo,
se abrió rechinando aquella puerta
que me robó de cuajo el sueño.

¡Arriba hijo, arriba
que tenemos que ir a por trigo!

La mano de nieve y callosa de la madre
me espabila la frente y los sentidos.
¡Que es de noche, madre, que es de noche!
Las estrellas por las rendijas se metían,
las baldosas heladas mientras me vestía.

Sube al carro y tápate con mantas y sacos
que para el domingo ponen una de romanos.
¡Que es de noche, padre, que es de noche!
Lento sube el carro por el pedregoso camino,
negras sombras y frío el cielo tan temprano.

Por los tesos asoma una torta de fuego.
Padre ¿qué es aquello tan rojo que sale?
El sol, hijo, para que podamos vernos,
El sol, para que trabajemos de sol a sol.

Daos prisa que se caen las espigas,
daos prisa que ya nos suda la camisa.
Sube al carro que la era nos espera,
sube al carro que es hora de la trilla.

Mi madre me da uvas y queso
porque dice que saben a beso.
¡Vaya beso y qué bueno sería
si no fuera tan de amanecida!

Regresa el carro lento, muy lento,
al paso de las vacas rumiando silencio.
El camino huele a retama y a lirios,
el sol está que arde y lo calienta todo.

¡Qué misterio tan pronto descubierto!
¡Qué dolor descubrirlo tan pronto!
¡Madre, que era muy niño!
¡Padre, que era de noche, recién dormido!

Preferible no pensar en aquél frío, tan frío,
preferible segar con guadaña bien afilada.
¡Ten cuidado que no te cortes, hijo!
Mejor ser hombre desde niño.
 
Preferible no llorar de madrugada.
¡Hay que ser valientes, siempre valientes!
Que se gana más con la realidad de la vida
que mirando estrellas por las rendijas.

¡Arriba hijo, arriba
que tenemos que ir a por trigo!

¡Madre, que era muy niño!
¡Padre, que estaba dormido!

sábado, 22 de agosto de 2009

EL VACÍO DE LO ABISMAL

XVII
El vacío de lo abismal.


Desde que era niña paso las noches enfrascada en mil pensamientos, en mil películas que me cuento a mi misma y que consiguen que, entre unas cosas y otras, duerma tres o cuatro horas. Me da tiempo, por tanto, a repasar todo lo que he hecho durante el día y lo que tengo previsto para el siguiente. A veces me ronda una idea y le doy vueltas y más vueltas y no se para qué. Al día siguiente la realidad me lo estropea todo.
Escribí una carta a mis padres, principalmente a mi padre, donde le pedía perdón y le animaba a que comiera mucho, que si todo me iba como tenía pensado, pronto tendría un piso y que entonces vinieran a pasar unos días conmigo y así conocer este maravilloso desastre que es Madrid.
Mis amigas, Lara y Macarena, parecen dormir como cepos y no han dado un ruido en toda la noche. No obstante, tengo gran pesar al respecto. Creo que metí la pata con Macarena al mencionar, e insistir, en buscarle el trébol de cuatro hojas tatuado. Una metedura de pata como una casa. De haber hecho lo que hice, de sentir cómo recibía placer de mi, me queda un sabor dulce y mis sentidos se han abierto a nuevas experiencias. Es muy agradable notar la piel caliente de alguien que te desea y que es capaz de poner los ojos en blanco por lo que le haces.
A las ocho y media salí de casa hacia el trabajo. Como iba desahogada de tiempo tomé un café y fumé un Paxton con cierta relajación. Algo parecía haber pasado en Madrid que todo eran sirenas de Policía y de ambulancias.
En la planta novena me esperaba en su despacho Miryam , tan guapa, tan elegante, tan enjoyada y me mandó pasar con su amabilidad de costumbre.
- Voy a hacerte tres preguntas muy importantes, las contestas y te presento a tus compañeros de grupo. Tenemos un desayuno de trabajo en la cafetería del Hotel Palace y sobre las once, te acercas a la calle Huertas a una clínica que trabaja para nosotros y que te hagan un reconocimiento médico. Te haremos el Contrato de Trabajo con fecha de mañana y mañana mismo empiezas a visitar clientes con un compañero, o compañera, experimentado para que veas en qué consiste tu actividad en nuestra Empresa.
- Muy bien. - contesté.
- Estas preguntas son muy personales y te las hago con el único fin de que consigas bienestar emocional. Te dije ayer y te lo repetiré siempre, nos interesa que seas muy feliz con nosotros y contigo misma. Anota en este folio tus tres preocupaciones principales en este instante. Ya.
- Familia, falta de dinero para comprarme ropa adecuada para mi trabajo y que vivo en una pensión en habitación compartida con otra compañera.
Miryam en tres segundos me solucionó los problemas, como si fuera tan fácil. Decía que, por mi bien, era conveniente tener buena relación con la familia. Escríbeles cada poco, no esperes que te contesten. No dejes de escribirles y muéstrate optimista y feliz. Segundo punto. Debes comprar ropa que no sea cara pero tampoco barata, que se adapte a tu personalidad. Un buen vestido te dará a ganar para que compres diez. Como vas a tener compañeras déjate aconsejar por ellas y luego haz lo que tu creas. Trataré de que el Señor Manzano me autorice a que, antes del viaje a Barcelona, te podamos dar algo de dinero como anticipo. El asunto vivienda: tendrás que sacrificarte dos o tres meses hasta que empieces a vender y a ganar, a parte de tu sueldo fijo, buenas comisiones. Si eres excelente Agente de Seguros, que lo serás, en tres meses podrás alquilar tu propio piso ¿Qué te parecen mis tres soluciones para tus tres problemas?
- Es curioso Miryam, la carta a mi familia ya la tengo escrita. En tres meses iré a vivir con una amiga a su piso a estrenar. Me han ofrecido dinero prestado y vestidos pero no los acepté. Si me dais un anticipo para que al menos me compre lo más urgente, sería perfecto.
- Cuenta con ello. Por cierto Esmeralda, en Barcelona tendrías que compartir habitación con una compañera, pero yo como Ejecutiva tengo derecho a una suite para mi sola. He pensado que me acompañes y seamos amigas y compañeras. Al fin y al cabo estamos en el mismo barco ¿Te parece bien?
- Pues claro, para mi es un gran orgullo. Ese viaje me hace mucha ilusión y si vas a ser mi compañera mucho más.
En la calle seguía el infernal ruido de tráfico aumentado por el frenesí de sirenas de Policías y de ambulancias. En la cafetería, preciosa por cierto, juntamos tres mesas y nos trajeron de todo: zumos, pastas, magdalenas, fruta, napolitanas, increíble para mis inocentes ojos acostumbrados a la precariedad. Las compañeras y compañeros majísimos, un sueño para una chica que acaba de llegar del pueblo.
Apoyados en la barra había dos señores que parecían modelos de pasarela o empresarios de cine o de que se yo qué, que no me quitaban ojo. Todo era tan perfecto que sólo la insistente mirada de aquellos dos me ponía un poco bastante nerviosa. Me ofende tanta mirada, es como si tuviera monos en la cara.
Sobre la una, según regresaba hacia casa enfrascada en mis pensamientos, del portal de una vivienda salen los tipos que no paraban de mirarme en la cafetería del Hotel Palace, pistola en mano y la placa.
- Quieta ahí. Somos Inspectores de la Policía Secreta, muéstranos tu documentación. Estás detenida en calidad de testigo. Tienes que acompañarnos. Tranquila, nos acompañas a reconocer a dos elementas que parece que conoces bien.
Tan de repente, tan agresivo, tan violento, que me quedé paralizada. No sabía cómo reaccionar. Pedí permiso para fumar un cigarrillo Paxton y mientras lo hacía no podía imaginar a qué se debía tal forma de tratarme.
En la comisaría esperaba Carmen, mi compañera de habitación, Carmen que, según pensaba yo, estaba en Guadalajara. No entendía nada. Por eso digo que la vida es una sucesión de instantes y en cada uno, una sorpresa... la vida es... ¿Cómo imaginar semejante cosa?
Lara y Macarena son presuntas terroristas de una facción escindida de un partido de ultraderecha. Las detuvieron en el aeropuerto de Barajas con los billetes para México a punto de coger el avión. Portaban varias armas y material para montar dos bombas de relojería, documentación comprometida y algo más sin especificar, pero nada bueno.
Intentaban estar cerca de alguien que, a su vez, estuviera cerca de políticos y sindicalistas de izquierda y Carmen era el mejor señuelo para ellas y a mi me tenían marcada como objetivo para un secuestro. La Policía, y todo el mundo, se portaron bien conmigo y no tengo queja de nada ni de nadie a pesar del susto de los gilipollas prepotentes que me detuvieron y que de buena gana les hubiera dado una patada en todos los huevos, por chulos, por hijos de puta. Hay formas y formas ¿No tienen Centro de Formación?
Ahora, en frío me pregunto: ¿Lara no era mi mejor nueva amiga para toda mi vida y Macarena no tenía el sexo acorchado? Todo salió bien gracias a que pregunté por el tatuaje a quién no lo tenía.
Dice Carmen que van a solicitar que me concedan una Medalla de Oro al Mérito Civil por colaboración en impedimento de acto terrorista. Me da igual. Siento el vacío de lo abismal ¿Por qué a mi?
Esa voz interior, que siempre habla cuando ya es tarde, me grita: “A ver si espabilas, hija“.
De mi hombre-dios, ni acordarme en nueve horas. Dos horas y un poco. De mi familia, en nueve horas. Nueve horas. Del hijo ya ni me acuerdo. Ha dejado de moverse, asustado el pobre hijo mío.
Hace daño ser un poco feliz, debe ser por eso que soy Esmeralda Cadenas, la muchacha con los ojos más tristes que de aquí a la luna.
En Madrid, 14 de Septiembre

viernes, 21 de agosto de 2009

La sorpresa de los instantes.

XVI
La sorpresa de los instantes.

Una no sabe cómo reaccionar ante determinadas situaciones y en el caso de mi nueva amiga Lara, me preocupa que siempre hable de sexo de una forma directa o indirecta e incluso que de alguna manera se me haya ofrecido. Me preocupa cómo averiguar si tiene tatuado un trébol de cuatro hojas en alguna parte escondida de su cuerpo, ya que visible no lo tiene.
La aproximación amistosa, que sentimos mutuamente, no debe ser contemplada desde un aspecto sexual y trataré de que no se produzca nada que vaya más allá de la propia amistad. Si es ella la mujer tatuada se terminó nuestra relación. Si no lo es, tendré que inspeccionar a Macarena. Difícil misión según es la de Granada.
Macarena había comprado unos buenos bocadillos de calamares en la Plaza Mayor y unas cervezas. Como la cerveza no me gusta, la bebieron entre ellas. Con mi coca-cola tengo bastante. Lara se puso mi blusa para no estar tan desnuda y Macarena no dejaba de reprocharle su descaro y en una de esas cosas que no tienen explicación noté cómo Macarena tenía los ojos clavados en los míos. Tienes los ojos verdes como los gatos Macarena y me gustan los gatos. Lara decía que los tiene como un gato triste y azul. Insistí: son bonitos los ojos verdes.
- Cada una es como es. Si a ella le gusta estar desnuda que esté. La desnudez es muy agradable de ver si se hace de forma natural. Los hombres en el campo, o en el trabajo de esfuerzo, se quedan medio desnudos y nadie dice nada, si lo hiciera una mujer la tratarían de puta. No es justo. -dije.
- Lo que me molesta es que siempre estéis con el sexo a vueltas. Como si no hubiera otras cosas en la vida. Desde luego yo jamás hablaré de sexo con nadie, a no ser que sea con mi novio o con mi marido, si es que algún día lo tuviera, que no creo.
Cuando terminamos de cenar, se metieron en su habitación. Querían acostarse pronto porque a las ocho empiezan el curso en el Palacio de Comunicaciones de Cibeles. Como las paredes son de papel de fumar, al principio, me pareció que discutían pero no estoy segura.
Me acosté aliviada. Por fin podía estar sola. Intenté leer el libro y al notar que mi cabeza estaba en mil sitios y que no había forma de concentrarme en la lectura, me puse a mirar a la lámpara y a pensar. Mañana es mi primer día de trabajo y tengo que estar preparada.
Son las diez de la noche y vienen a mi todas las imágenes de ayer con mi hombre-dios. Cierro los ojos y me veo, como si estuviera allí, besándole y recibiendo sus besos, su pasión, dejando que me desnudara y descubrirle como hombre y que él me tuviera como mujer ¿Estoy soñando o es real? ¿Por qué le deseo tanto? ¿Cuándo sabré si realmente estoy preñada o si esto que siento dentro, tan solo es una impresión de mujer inexperta? Si estoy preñada me echarán del trabajo... Dios mío, cuánta desolación y cuánto placer ahora reviviendo cada una de las sensaciones vividas tan maravillosamente con mi hombre-dios. Tengo que detener este aluvión de fuego que amenaza con venirme.
- ¿Puedo pasar Esmeralda? Como vi luz he venido a traerte un regalito. - Al abrir los ojos, en la puerta, como si fuera la aparición de un fantasma, estaba Macarena vestida con un camisón blanco que casi le llegaba a los pies y una sonrisa como si le hubiera tocado el gordo. Me dio un caramelo verde, de menta. Vi luz y creí que era buen momento para darte las gracias por lo que dijiste de mis ojos ¿Puedo ponerme a tu lado?- No dio tiempo ni a que contestara y deshaciéndose de su camisón, desnuda, se puso junto a mi.
- Macarena... vaya sorpresa.
- Como dormí la siesta ahora no tengo sueño y como estaba pensando en ti decidí regalarte el caramelo como algo simbólico ¿Puedo contarte un secreto?
- Si.
- Estudié Historia del Arte. Como tesis de final de carrera hice un trabajo sobre el erotismo en la obra de Gustav Klimt. Mi profesor de Arte se ofreció para asesorarme y dejarme material. Se llama José María Arguedas Cuzque, es peruano, sobrino de un famoso escritor, antropólogo e indiegenista peruano, ya fallecido. Está casado y tiene cinco hijos. El caso es que me lió, o nos líamos y fui su amante durante un tiempo. Me volvía loca, pero el hecho de que estuviera casado hizo que cortara la relación. Poco tiempo después, entré en contacto con la Obra y una de las cosas que proclaman es la castidad. Soy, mejor dicho, era muy ardiente y desde hace tres años ni me masturbo ni siento nada. Pero hoy, al ver que me mirabas a los ojos, he sentido el fuego del deseo y la lucha de la carne contra mi voluntad me ha vencido. A pesar de que me he tocado, estoy bloqueada y no siento, es como si estuviera acorchada ¿Podrías ayudarme a que me venga, al menos una vez, por favor?
- Si me enseñas el tatuaje.
- ¿Qué tatuaje?
- Uno que tienes escondido.
- Esmeralda te juro por dios que no tengo ningún tatuaje.
- ¿Lo puedo comprobar con mis propios ojos?
- Si, compruébalo como quieras.
- Ven conmigo.
Cogimos las alfombras que estaban a cada lado de la cama y las pusimos al extremo opuesto de la pared que separa la habitación, donde duerme Lara, para que no pudiera oírnos. Al oído le dije a Macarena que se tenía que correr en silencio, sin un gemido más alto que otro. Al lado del balcón, donde un poco de luz de luna junto a otro poco de las farolas de la calle, nos bañaba con un brillo dorado aceituna en los cuerpos, desnudas nos abrazamos y lamí cada uno de los poros de la piel de Macarena, suave y aterciopelada, dulce y salada, tierna y agreste, el tacto hecho milagro, a la vez que buscaba el trébol de cuatro hojas. Haciendo en ella lo que me hizo el hombre-dios se vino con abundancia. Dejé que me besara con pasión y cuando noté que pretendía hacerlo conmigo, dije con la mayor ternura posible para que no se sintiera ofendida:
- Macarena, cariño, está bien por hoy. Este será nuestro secreto ¿Puedo confiar en ti?
- Esmeralda, me has hecho la mujer más feliz de la tierra, te juro que no saldrá de aquí ¿Cuando vuelvo?
- Mañana o tal vez nunca. Ahora vete a la cama y duerme tranquila, sin cargos de conciencia, no se vaya a despertar Lara.
- Esmeralda.
- ¿Qué?
- ¿Te diste cuenta de que no tengo ningún tatuaje? Nunca miento.
- Si, pero tenía que comprobarlo.
- Hasta mañana cariño.
- Hasta mañana, Macarena.
Haber dado placer a Macarena me dio doble felicidad: su orgasmo y saber que no tiene ningún tatuaje. La vida es una sucesión de instantes y en cada uno puede haber una sorpresa. Ese debe ser el misterio de vivir.
Llevo tres o cuatro minutos sin pensar en mi hombre-dios. Un siglo. Seis horas sin pensar en mi familia. Seis horas.

jueves, 20 de agosto de 2009

EL TRÉBOL DE CUATRO HOJAS

XV
El trébol de cuatro hojas.

La confesión por parte de mi nueva amiga Lara, me sorprendió ¿Cómo imaginar que una persona que tiene todo en la vida no es feliz? Es guapa, joven, dinámica, sonriente, habladora por los codos, inteligente, parece tener un buen trabajo y sin embargo, dice que se considera desgraciada.
En eso pensaba mientras se iba desnudando, poco a poco, y colocando su ropa en la silla con delicadeza. Entre las dos apartamos la colcha para que no se arrugue y abrimos las sábanas fresquitas. Huelen a laurel, dijo Lara. Necesito una toalla para ponerla debajo, no quiero manchar la sábana.
Sobre la mesa escritorio, una mesa grande de despacho años veinte, aparte de algunos libros y cuadernos de estudio, tenemos unas botellas de coca-cola de cristal. Carmen trae de su trabajo toda la coca-cola que le parece. Como a ella no le gusta, soy yo la que la bebe. Lara se está colocando, desnuda, en la cama y espera que yo me ponga a su lado. Abro dos botellas y le ofrezco una.
- Gracias Esmeralda. No soy muy de coca-cola pero como me invitas la tomaré a tu salud ¡Qué buen tacto tienen estas sábanas y me encanta el olor!
Como sólo hay un cenicero, me siento sobre la cama, al lado de mi amiga. Encendemos el cigarrillo Paxton mentolado y fumamos, curiosamente, en silencio. La bebida no está muy fría pero se agradece. Traguitos pequeños y de vez en cuando una chupada al cigarrillo, exhalar el humo y quedarse mirando como se deshace. El humo... dios mío, cómo es posible que mi hombre-dios no me haya dejado una nota con su dirección. Cómo es posible que mi hombre-dios, con lo que decía que yo, su mujer blanca más hermosa de la tierra, suponía para él, que no haya tenido el detalle de decirme adiós. Adiós para siempre, mi amor. Y... sólo con pensar en el padre, se me mueve el hijo, se nota que cuando pienso, el hijo mío, me responde diciéndome: tranquila mamá que yo estoy contigo. A esa pared le vendría bien un par de cuadros de Gustave Klimt o de... Zobel. Cuando cobre, compraré litografías enmarcadas. Este Paxton es una delicia...
- Me encantan estos silencios. Es la primera vez que tu y yo estamos en silencio, Esmeralda. Cuánto daría por conocer la diezmillonésima parte de tus pensamientos. Tus reales pensamientos, no los que me puedas decir que tienes. Porque piensas más allá de lo que dices, incluso más allá de lo que sientes. Curiosamente no me has dicho que tengo un cuerpo precioso, ni que mi desnudez te excita. No, tu no. Tu piensas en mi más de lo que piensas, incluso me atrevo a decir que no sabes que nos queremos, porque lo sabes... nos queremos más allá de nosotras mismas... aunque jamás lo digamos. Tu eres mi amiga del alma y lo serás eternamente, aunque luches por no reconocerlo. Tu eres... mía sin serlo y yo tuya cuando quieras. Si quieres puedes poseerme que sabes que no me opondría... Me dueles, Esmeralda.
- Lara ¿Por qué dices esas cosas?
- Porque las siento. Aunque no me mires sé que me miras, sé que me deseas lo mejor, porque me aprecias, me estimas, me amas a tu manera, pero me amas como yo a ti también te quiero. Hace tres meses tuve que dejar al hombre de mi vida. Fue mi hombre durante cinco años, se dice pronto, y un día me dijo que le gustaría que yo no fuera tan negra, tan morena, que estaba cansado de mi maraña de pelo negro, que necesitaba a una rubia. Que me tiñera de rubia. Después de cinco años dice que me tiña de rubia ¿te imaginas? Yo de rubia, ni hablar. Una amiga le vio con una pareja, ella rubia y él un gitano del mundo del flamenco. Resulta que está liado con los dos... ¿Crees que hay derecho a esto después de cinco años de estar pegados uno al otro, día y noche, follando como locos a todas horas... pero ahora un porrito, ahora otro, ahora otro... así que se le fue la olla y ahora está, el amor de mi vida, está con una mujer rubia y con un hombre moreno... y yo... trato de escribir, pero escribir duele. Escribir es sufrir... así que cuando te veo con la botella en tus labios me digo: quiero ser botella de coca-cola... quiero ser el roce de tus labios para que bebas mis palabras y tragues mi esencia de mujer... Ahí vestida y yo aquí, desnuda, hacemos la más hermosa escena de amor y muerte. Porque yo quisiera morirme en este instante y quedarme petrificada junto a ti... y dentro de mil años que nos descubran y sepan que dos mujeres se amaban sin que se lo dijeran.
- Lara.
- ¿Qué?
- ¿Algún día me dejarás que te peine ante el espejo?
- Si. Siempre que quieras, cuando quieras y como quieras. Pero me tienes que decir qué te preocupa... por qué tus ojos siempre están tristes como un desierto sin un triste cactus... tu sufres mucho, te pasa lo que a mi... ¿Qué te preocupa?
- Que no tengo ropa ni dinero para comprarla ¿Cómo voy a llevar al trabajo siempre el mismo vestido?
- Eres un sol... ¿ves? Eres genial. Cuánta ternura, dios, cuánta ternura..
- Lara, pero si no he dicho nada.
- Si has dicho, si. Sales con lo de los vestidos para cambiar de tercio, para que no sigamos tan tristes, hablas de lo material para que nos olvidemos de lo espiritual. Eres un sol cuando amanece. Te dejaré dinero, vestidos lo que quieras. No sufras por las nimiedades de la vida, sufre por lo que importa realmente. Sufre por tu futuro, por ti... y tampoco mucho, sólo lo justo y necesario...
- ¿Se puede?
- Pasa, pasa, Macarena... estamos fumando un cigarrillo y tomando una coca-cola ¿Quieres?
- No. Muchas gracias yo ni bebo ni fumo.
- Ni folla. Macarena es mujer mujer, no como nosotras que somos mujer-vicio, bueno, al menos yo.
- Qué pronto te las arreglas para estar desnuda. Eres un caso, Lara. Acabas de conocer a Esmeralda y te adueñas de su cama y encima desnuda...
- Siéntate con nosotras y relájate que no te comeremos, descuida.
- He pensado que podría bajar a comprar algo y lo cenamos aquí ¿Os parece bien?
- Genial, has tenido una idea genial. Baja tu hoy y cada día bajamos una. -dije esperando la aprobación de Lara.
Macarena es distinta, otra manera de ser. No es tan loca, tan espectacular, tan efervescencia como Lara, pero tiene el encanto de ser muy buena persona. Dice Lara que coquetea con el Opus Dei, que duerme con camisón y que reza tres ave marías y tres padrenuestros antes de dormirse con las manos entrelazadas como para evitar que se le vayan al ya me entiendes. Es mujer para santa.
Sea como sea, no se me puede olvidar que éstas pájaras traman algo ¿Quién de las dos esconde el tatuaje de un trébol de cuatro hojas?
No puedo dejar de buscárselo. Carmen me lo pidió y se lo tengo que conseguir. Por ella y por mi. Si Carmen está en peligro también lo estoy yo. Me ha dado un estremecimiento, debe ser el niño que llevo dentro.
Tranquilo hijo mío, todo se arreglará.

miércoles, 19 de agosto de 2009

LA VAMPIRA

XIV
La vampira.

Al salir del hotel, donde me confirmaron la ausencia definitiva de mi hombre-dios, tuve que sentarme en un banco de la plaza para rehacerme del impacto, de la impresión. Antes de regresar al encuentro con mi nueva amiga Lara, decidí fumar un cigarrillo de Paxton. Con lagrimas en los ojos y con un sentimiento abismal de decepción y fracaso en mi interior, me prometí a mi misma ser fuerte, convertirme en piedra ante los sentimientos y dejar de sufrir innecesariamente por unos o por otros. Tomé la decisión de no dejarme arrastrar por la melancolía y el duelo. Soy más importante que nadie, más “yo” que nadie, por lo tanto que les den morcilla a todos y todas. Yo a lo mío, a luchar por mi.
La andaluza, de Puente Genil, me esperaba leyendo un libro de Luis Cernuda. “Tienes que leerlo, yo lo tengo como libro de cabecera y lo repaso cada poco”. Como tenía ganas de relajarme y Lara también estaba cansada, decidimos regresar a la pensión.
Por el camino nos compramos un helado de cucurucho en la calle Príncipe. Estaba riquísimo. Lara le daba unos lengüetazos con una lengua larguísima y se reía y reía.
- Los helados son muy sensuales. Hay que comerlos con lascivia, como si se lamiera la más hermosa de todas las pollas ¿A ver cómo lo comes tu?
- Normal ¿Cómo voy a comerlo?
- Saca más la lengua. Más, más, todavía más. Que recatada eres hija mía.
Según íbamos deleitándonos con nuestro helado italiano, el mío de chocolate, el de Lara de fresa, comprobaba la singular belleza de mi amiga. Su pelo negro azabache, ensortijado, largo hasta media espalda, sus ojos negros como de mora, y su sonrisa como una bahía de azahar. Su cuerpo tan sensual y provocativo con sus pechos grandes y firmes y además, siempre riendo, siempre de broma, siempre derrochando felicidad, me parecía que era como a mi me gustaría ser. No en el aspecto físico, me refiero a su constante optimismo, a su predisposición para la risa y la alegría.
Al llegar a la casa, según abríamos la puerta, sonó el teléfono que estaba situado en el salón donde algunos huéspedes ven la televisión. La señora Belarmina, la patrona, dijo que la llamada era para mi. Un vuelco me dio en el corazón. Mi padre que se ha muerto, pensé. La patrona al darme el auricular me dijo por lo bajo y como escondiéndose, que era Carmen la que llamaba.
- Dígame. Si, me doy cuenta, si. Está bien. No se preocupe que allí estaré. A las nueve en la novena ¿Puedo llevar ropa informal? De acuerdo, no se preocupe, seré puntual. Muchas gracias, muy amable. Adiós, buenas tardes.
Lara no perdía detalle.
- ¿Ha pasado algo? Te has quedado pálida.
- Vaya susto. Pensé que mi padre se habría muerto. Menos mal. Era del trabajo. Que mañana a las nueve, que lleve la documentación para tramitar el contrato. -Tuve que mentir. La vida es una leona que devora al que se descuida, menos mal que Carmen me avisó de detalles que ahora no puedo desvelar.
Macarena, la de Sevilla, aún dormía plácidamente. Lara quería entrar conmigo en mi habitación para conversar como cotorras, como a ella le gusta, pero la detuve con la disculpa de que había dejado todo descolocado. Que me diera tiempo a poner un poco de orden. Quedó fuera y yo aproveché para cerrar con llave la mesilla de Carmen y el armario ropero, con espejo, donde guardamos nuestra ropa y efectos personales.
- Ya puedes pasar. Como verás es una habitación grande pero sencilla. -Trataba de hacer lo posible para que no notara ningún cambio en mi actitud hacia ella.
- Me gusta muchísimo ¡Qué maravilla de cama! y esta penumbra, este fresquito. Prefiero tu habitación cien veces a la mía. Te la cambio.
- Ten en cuenta que en esta cama dormimos dos personas y entonces ya no es tan chollo. Porque Carmen es muy buena compañera que si no, de qué iba yo a dormir con nadie ¿Fumamos un cigarrillo?
- Me encantaría, más que nada por observar cómo fumas.
- Voy a abrir el balcón y fumamos mirando a la calle que es todo un espectáculo.
- Esmeralda, el espectáculo somos nosotras dos juntas aquí, en tu habitación. Tu me contemplas a mi y yo te contemplo a ti, espectadoras de nosotras mismas. ¿Fumamos acostadas? -Preguntó mientras se deshacía de sus zapatos de medio tacón. Al verse en el espejo del armario dijo que tendría que cortarse un poco el pelo, “me pesa y me da calor“. Se lo cogió y con una habilidad pasmosa hizo un moño que le subía por todo lo alto de la cabeza. Ese pelo... tan negro, tan largo, tan voluptuoso, me recordaba a mi hombre-dios y Lara es una hembra, una diosa-hembra con un verbo, con una forma de hablar que yo sentía cada palabra suya como un poema. Sin embargo no podía dejar de cumplir las instrucciones de Carmen.
- Si, pero no puedes acostarte vestida. Ten en cuenta que es mi cama pero también la de mi compañera. Estás muy morena ¿has tomado el sol o es que eres tan negra siempre?
- Soy muy negra todo el año pero ahora estoy más porque he ido a la playa casi ocho días seguidos. Hago nudismo como una forma de liberación y también de rebeldía, una especie de protesta contra muchas de las cosas que pasan en nuestra sociedad. ¿Me dejas estar desnuda?
- Si. Pero ponte para el otro lado, ese es el mío.
- Esmeralda tu y yo somos la antítesis, las caras opuestas de la moneda. Somos contrarias y sin embargo nos entendemos de forma misteriosa y casi de forma automática nos hemos sentido compenetradas y eso es lo que necesito, porque sufro mucho ante la imposibilidad que tengo de encontrar a alguien con quien desarrollar esa comunicación que nutre como el comer.
- ¿Lo dices en serio, Lara?
- En serio, Esmeralda. Aquí donde me ves, tan alegre, tan jajajaja... interiormente soy una jaula de leones hambrientos, un tren de mercancías descarrilado, un desastre, soy la más puta mierda que existe... Ven, ponte a mi lado y dame ese cigarro. Lo necesito...
¿Cómo es posible que no me haya acordado de mi hombre-dios ni de mi hijo? ¿Si estoy preñada por qué no me he acordado de lo que llevo dentro?
Lara me perjudica por ser vampira de mi realidad, por su culpa me he olvidado de lo “importante“ pero no me queda más remedio que conseguir la información que necesito.

martes, 18 de agosto de 2009

Saldremos adelante.

XIII
Saldremos adelante.
Mis padres no tenían teléfono por lo que, si quería hablar con ellos, tenía que llamar a casa de una vecina que nos hacía el favor de avisar y mi madre se acercaba a atender la llamada. Como estaba tan contenta al salir de la entrevista de trabajo, pensé que era el momento ideal para que supieran dónde vivo, por si nos pasa algo a ellos o a mi, que todo puede ser.
- Mamá ¿Qué tal está?
- Bien hija, bien. Ya sabes, como siempre ¿Qué tal tu? ¿Qué tal te trata la gente de Madrid?
- Bien, mamá, estoy bien. No se preocupe. Quería decirle que ya tengo trabajo, acabo de salir de una entrevista y me han admitido. Estoy muy contenta porque es una Empresa fuerte, muy importante. Apunte mis señas en un papel para que las tengan. Un día de estos le escribiré.
- Hija ¿No preguntas por tu padre?
- ¿Qué le pasa?
- Nada, solo que desde que te fuiste no habla, ni come, ni nada. Está como atontado. Trato de que se anime, de que por lo menos coma y me dice que le deje en paz, que cría cuervos y te sacarán los ojos. Cosas así. Me tiene preocupada, Esmeraldina.
- Pues allá él ¿Le pega a usted, mamá?
- No hija, tu padre será lo que sea, pero jamás me ha pegado. Bueno, hala, que te costará mucho esta llamada. Ten mucho cuidado con las malas compañías, hija.
- Mamá, mamá ¿Tienes para apuntar? Mamá, mamá, ¿Estás ahí?
Mi madre había colgado y me dejó con la palabra en la boca. No pude contarle nada ni apuntó mi dirección y teléfono.
Volví a marcar por si había sido un problema de la línea telefónica.
- Mari Luz, perdona que te moleste, mujer. Dile a mi madre que se ponga. Es que se cortó.
- Esmeraldina, tu madre colgó y se fue llorando. Es lo que te puedo decir.
- Mari Luz, por favor, toma nota de mis señas y teléfono y si alguna vez pasa algo, me avisas, si me haces el favor.
- Claro que si mujer. Con toda confianza. Ya sabes que os aprecio a todos. Tu madre, la pobre, bastante tiene para ella. Cuídate y trata de estar bien. Aquí estamos, si quieres llamas y te digo cómo se encuentran. Esmeraldina, que nunca se me olvida lo que hiciste por mis niñas cuando las ayudabas a hacer los deberes y las dabas clases particulares sin querer cobrar ¿Te acuerdas de eso? Pues así es la vida, hoy por mi y mañana por ti. Un beso salada y ya puedes ser fuerte que la vida es muy dura y ahí tu sola, en la capital, me imagino que mucho más. Hala adiós, para que no gastes que te hará falta. Ya lo apunté todo, le paso la nota a tu madre y yo lo copio aquí en la libreta.
- Mari Luz, Mari Luz... -otra que colgó con la puñetera manía de que esto cuesta. Se le quitan a una las ganas de acordarse de ellos.
Iba para casa, para mi habitación compartida, con una alegría inmensa y una tristeza similar. Escribiré a casa de vez en cuando y que se conformen. Ahora la que parece enfadada conmigo es mi madre, que encima de que trato de defenderla y ayudar en lo que pueda, va y me corta. Tiene razón Carmen cuando dice que las madres son tan culpables por consentir, por ser cómplices.
Al llegar a casa, había una pequeña revolución de maletas. Resulta que Carmen se iba por una semana a Guadalajara. En la empresa no le pagan los días de vacaciones que trabaje, por lo que tomó la decisión de consumirlos cerca de su querido. Por otra parte, acababan de llegar dos nuevas huéspedes, andaluzas de esas que rompen el sentío de arte y simpatía.
Cuando le conté a Carmen que ya tenía trabajo se puso muy contenta y me llenó de besos y abrazos de la alegría que le entró. Nos fuimos a comer al restaurante las cuatro.
Las andaluzas nos fueron comentando sus cosas. La más simpática y más guapa, se llama Lara, es de Puente Genil y su compañera de Granada. Han venido a hacer cursos y prácticas en Correos durante seis meses. Si aprueban las destinan como directoras de sucursal a sus respectivos lugares de origen. Ocuparán la habitación contigua a la de Carmen y mía.
La patrona, señora Belarmina, ha dicho que las duchas aparte cuestan a cien pesetas cada una. Cuando vuelva Carmen de su semana de vacaciones y yo de mi semana de curso en Barcelona, es probable que nos planteemos coger un piso alquilado para las cuatro.
- Es que para mi la bañera es fundamental, por higiene, por relax, por más higiene, vaya.
- A saber lo que harás tu en la bañera. - dijo Carmen.
- De todo niña, en la bañera hago de todo. Menuda soy yo para mis cosas.
Macarena es más seria, más cerebral digamos. Es que Lara es... un torbellino, guapísima, lista como el hambre y encima escribe en sus ratos libres. Así que congeniamos enseguida. Si fuera un hombre podría decir que fue un flechazo entre las dos. Me vuelve loca su dinamismo, su agilidad mental, sus... bromas, su gracia andaluza, vaya.
Después de la comida Macarena dijo que estaba cansada y que necesitaba algo de siesta. Enseguida Lara se apuntó a acompañar a Carmen hasta el autobús de Guadalajara, que se coge en Avenida América y así aprovechamos para enseñarme el Metro y cómo manejarme por él. A las cuatro se fue Carmen y Lara y yo regresamos hasta casa.. Me contaba que su padre era un gran lector y poeta aficionado. Cuando nació ella, su hija, se empeñó en ponerle de nombre Lara por la famosa novela “El doctor Jivago”. Años después salió la famosa película.
- ¿Notas el ambiente morboso del Metro?
- ¿Por qué lo dices, Lara?..
- Aquellos chicos no paran de mirar y están diciendo que estamos muy buenas, que vaya polvo que tenemos.
- ¿Cómo puedes saber lo que dicen?
- Lo leo en los labios y en los ojos. El caso es que ellos no están nada mal. Madrid me enciende los sentidos.
- ¿Te enciende Madrid?
- Aquí hay más libertad, más anonimato, más diversidad. La gente no repara en que si les ven unos u otros. No pasa como en las ciudades pequeñas o en los pueblos donde todo el mundo se conoce y por eso me parece que aquí la gente se explaya, se desinhibe, se manifiesta dando rienda suelta al erotismo que lleva dentro, de forma natural, inconsciente. Huelo a sexo en el Metro, en los autobuses, en las calles con mucha gente... No me hagas caso que estoy un poco majara y digo las cosas como las siento ¡Chiquilla, vaya amiga mía que te has hecho!
Bajamos en Sol y tomamos un café en una cafetería muy bonita de la Plaza de Sevilla y le dije que aquí, al lado, tengo una entrevista de trabajo. Espera que no tardo nada. Si ves que me retraso vas para casa o haces lo que quieras.
- Pero si ya tienes trabajo ¿Para qué quieres más entrevistas?
- Porque he quedado en presentarme. Por escuchar las condiciones no pierdo nada.
- Tienes razón. Vete tranquila. Te espero aquí que se está muy a gustito.
En la recepción del Hotel no estaba el portero de por la mañana. Pregunté por Manuel, el hombre con pelo negro como ala de cuervo y el encargado me dijo que “ese señor se fue a las once de la mañana. Aquí no ha dejado ninguna nota o recado. Comentó, por encima, que había alquilado un piso por Ópera. Que piensa montar una Academia de Música. Sólo dijo que por Ópera, no dejó señas, ni teléfono, ni rastro. Pagó y se fue. Eso es todo señorita“..
El desgarro que sentí fue el de un rayo que parte un tronco seco y éste arde junto con lo que hay alrededor. Mi hijo, el hijo que llevo en mis entrañas, no sabrá de su padre. Se ve que el hombre con pelo negro como ala de cuervo no quiere saber de mi ni del fruto de mi vientre. Sentí nauseas y un revuelo en el estómago que, a base de respiraciones profundas, conseguí dominar y evitar el vómito. Se mueve mi niño bueno.
- Tranquilo hijo, saldremos adelante como sea para que no te falte de nada.

lunes, 17 de agosto de 2009

SATISFACCIÓN

XII
Satisfacción.


Al dejar el hotel donde vive el hombre con pelo negro como ala de cuervo y después de ponerme sobre aviso el portero, tan amable por su parte, tuve que sujetarme en una señal de tráfico. Sentí un mareo, como un desvanecimiento, pero después de respirar profundo varias veces, pude recuperarme y reemprender el camino hacia casa. Eran las siete y diez de la mañana y aún había poca gente por la calle.
Según caminaba, medio tarumba por el mareo, noté olor a aceite frito. Por casualidad me encontraba frente a la churrería donde Carmen compra sus churros recién hechos. Una especie de antojo me invadió y no pude por menos que entrar en el bar donde hacen churros y porras ante el público y los consumen, o se los llevan en un cucurucho de papel color marrón, según salen del enorme sartén con el aceite hirviendo.
Me senté y le dije al camarero que me pusiera media docena de churros y un chocolate bien caliente. En el espejo del bar pude verme con el rostro desencajado. Sentí como nauseas o arcadas y casi a la carrera, tuve que entrar en el baño. Devolví lo que no está en los escritos, porque el día anterior apenas había comido. Me tuve que sentar rápidamente en la taza del water por una repentina descomposición. Menos mal que llegué a tiempo, porque lo puse todo perdido entre tanta explosión y desparramo con olor a pájaro muerto. Como pude, después de haber evacuado por todas partes, limpié todo y me refresqué la cara con el agua del grifo. En el espejo mi aspecto no era nada alentador. Tenía cara de embarazada.
En la barra del bar el camarero, que resultó ser de cerca de mi pueblo, me puso una ración de churros, más uno de regalo, por ser yo, dijo, el chocolate bien caliente y un vaso de agua fresquita. Vuelve pronto que ya que somos paisanos podremos hablar de la tierra, ayer vine con un saco de fruta, estaban los perales que no hacían más, con eso te digo todo. Entre unas cosas y otras, se me llegaron las ocho de la mañana y decidí ir acercándome a la Plaza de Neptuno a la entrevista de trabajo.
Me dio tiempo a sentarme en un banco frente a las Cortes y de fumar un cigarro Paxton para reponer actitud mental positiva y revisar los anuncios del periódico.
A las nueve y diez entré en el edificio de la Compañía de Seguros. Me impresionaron las columnas, la escalera de mármol, las estatuas de bronce, las lámparas, los cuadros, la gente que estaba por allí toda elegante que parecía que iban de boda. No se de donde saqué las fuerzas, el caso es que me sentía relajada y como una rosa. En información pregunté por el Sr. Perales. Me dijo la señorita de información que si era por el trabajo la que me tenía que atender era la Señorita Miryam, secretaria del Señor Manzano. Sube a la planta novena y pregunta por Miryam y no te confundas y llames al Señor Manzano, Señor Perales, porque eso le pone frenético.
Me recibió una mujer de mediana edad, alta, elegantísima y muy simpática.
- Me llamo Miryam y soy la encargada de la selección de personal para el puesto que ofrecemos en el anuncio. Encantada de conocerte ¿Cómo te llamas?
- Esmeralda, Esmeralda Cadenas.
- Acompáñame, por favor.
En aquella planta había unas cuarenta o cincuenta personas, casi todos hombres, cada uno en su mesa bien ordenada, con su traje y corbata, zapatos nuevos y las siete u ocho mujeres bien arregladas con sus vestidos, sus pulseras, collares y como acabadas de salir de la peluquería. Pensaba que allí debía dar gusto trabajar y que ganarían mucho dinero para ir tan presentables.
- Tienes que rellenar esta hoja de solicitud de trabajo con tus datos y todos los detalles que se preguntan y contestar esta tabla de Tests Psicotécnico. En media hora pasaré a recogerlo y hablamos un poco ¿Te parece bien, Esmeralda?
- Si señora, me parece bien.
- Tranquila, siéntete como si ésta fuera tu casa ¿De acuerdo, Esmeralda?
- Si señora. Muchas gracias.
Como para Tests Psicotécnicos estaba yo. Miraba alrededor y notaba cómo que estaba siendo observada por casi todos. Por mi cabeza se pasaban mil imágenes y hasta tuve tiempo en pensar en que mi hijo se llamará Manuel, como su padre, mi hombre-dios. Me concentré lo que pude y mientras escribía, inconscientemente, me iba pasando la mano izquierda por mi tripita. Era algo así como estar rellenando el futuro de mi hijo. Contestaba y de paso pensaba en mi madre que, cuando se enterara, me llamaría desgraciada, puta, degenerada, viciosa, y mi padre... mi padre me desheredaría sin vuelta de hoja. Pensar en volver a pisar en el pueblo era una entelequia. A una madre soltera la miran como a una apestada si es que la miran.
- Bien Esmeralda, ha pasado el tiempo. Puedes bajar a la calle y en una hora vuelves a subir y tenemos la entrevista ¿De acuerdo, guapa?
- Si señora, de acuerdo.
- Luego te explico las condiciones económicas y todos los detalles, así que tómate un café tranquila y más tarde terminamos, mira Esmeralda si quieres bajas andando por las escaleras y te paras en cada planta para que veas la magnitud de nuestra Empresa y cómo trabaja la gente. Por cierto, no me llames señora, que me haces mayor y sólo tengo treinta y tantos. Un besito y hasta luego, cielo. -y con su sonrisa tan perfecta como la de un anuncio me dio un beso en cada mejilla.
Bajaba las escaleras y en cada planta visitaba los distintos departamentos. Las más modernas máquinas de escribir, fotocopiadoras, calculadoras, el mobiliario de oficina mezcla de clásico y actual y la gente como para una boda. Esa era la agradable impresión estética que me daban. Desde los amplios ventanales se veían la fachada y tejados del Hotel Palace, la fuente de Neptuno, el Museo del Prado. Para mis adentros pensaba que era imposible que yo pudiera trabajar en una empresa como aquella. Además según tenía yo el cuerpo y el alma, era inútil soñar en trabajar en una multinacional de tal importancia.
La entrevista, en realidad, fue como una conversación entre amigas. Miryam se mostraba tan natural, tan espontánea, que me quedaba admirada de que se mostrara así conmigo que no me conocía de nada.
- Esta tarde te daremos la respuesta definitiva. Tienes posibilidades pero las plazas son limitadas. Vamos a seleccionar a doce personas y tu haces la número 167 y aún faltan dos días de selección. Te esperamos a las cinco de esta tarde.
- Es que he quedado precisamente a esa hora, a las cinco en punto de esta tarde, para una entrevista en IBM. - No me explico de dónde saqué esa mentira tan gorda.
- Esmeralda, mis padres son de A Gudiña, provincia de Orense, cerca de Puebla de Sanabria y desde niña veraneo allí, en casa de mis abuelos, te lo digo porque se lo que significa venir del pueblo y buscar trabajo sin conocer a nadie. Una pregunta definitiva: ¿Podrás venir con nosotros a un curso en el Centro de Forrnación de Barcelona, con hotel de cuatro estrellas, más dietas y todos los gastos pagados desde este próximo domingo hasta el viernes que le sigue?
- Si, claro que si.
- Otra pregunta: ¿Te interesa el puesto de trabajo según las condiciones que te he dicho?
- Si, claro que si.
- Pues espera un momento que voy a hacer una excepción contigo, pero antes quiero pedir autorización al Señor Manzano, que es el que está por encima de mi y me gusta contar con él para casos así. Por cierto Esmeralda, ¿tus ojos son grises o azules? No me contestes ahora, cuando regrese ¿Te parece bien?
- Si, claro que si.
Mientras esperaba me fijé: los empleados se pasaban el tiempo hablando por teléfono. Reían, ponían los brazos en la cabeza, sólo les faltaba poner los píes sobre la mesa. Me preguntaba si eran los mismos que los policías de la película “El caso Watergate“. Sentí un espasmo en mi vientre y con la mano sobre el vestido dije, sin decir, tranquilo hombre que parece que todo va bien. Mi hijo va a ser un revoltoso, pensé y me acordé de que necesito peinar el cabello negro como ala de cuervo de mi hombre-dios y que él me peine y me de mimos, muchos mimos, por favor. Siento ganas inmensas de llorar de felicidad. Ya se mueve.
- Señorita Cadenas, soy Andrés Manzano, Jefe de Producción de Seguros Generales y de Vida de la Compañía. No sé qué le habrás dado a Miryam que me pide que te admitamos como Asesora Financiera y Comercial de nuestra Empresa, así, de repente, sin seguir el protocolo. Como trabaja tan bien, no le puedo negar lo que me solicita, mucho más viendo los sorprendentes resultados de tu Test Psicotécnico y esos ojos que van a vender lo que se ponga por delante, así que en nombre de Miryam y de mi mismo: Bienvenida a la Empresa, has sido admitida.
Me temblaban las piernas y no sabía ni qué decir.
- Muchas gracias, Señor Pe... Manzano.
- Tranquila guapa. Cuenta con nosotros para lo que necesites y en estos días vienes un rato a los desayunos de trabajo y la próxima semana a Barcelona. Verás cómo se puede aprender mucho y a la vez divertirse. Os dejo que hay gente esperando. Ha sido un placer conocerte, señorita Esmeralda Cadenas.
- Muchas gracias, igual le digo, Señor... - y la señorita Miryam me hacia señas con los labios: Manzano, Manzano -- ... Manzano. -dije medio paralizada por la sorpresa y por el hecho de que me llamara señorita Cadenas. Nadie me ha tratado como Miryam y el señor de las manzanas. Tengo que hacer algo para olvidarme de los perales que tiene mi padre en la huerta.
La realidad de la vida la voy soportando porque nunca se lo que esconde la maldita. Al salir del edificio me sentía plena de satisfacción. Merece la pena tanto sobresalto, creo.
¿Voy a ver a mi hombre-dios o le entierro como a mi pasado?
Mis ojos inundados.

domingo, 16 de agosto de 2009

Los regalitos.

XI
Los regalitos.
A medianoche un griterío de gente, sirenas de Policía y ambulancias nos despertaron. En la calle se arremolinaba gente alrededor del cuerpo sin vida de una muchacha. La vecina, desde el balcón de su casa, nos informaba. Una joven que cruzaba borracha fue atropellada por un taxista. Parece ser que ya no respira. Cuando se la llevó la ambulancia, los curiosos se esparcieron por las calles adyacentes y la gente de los balcones se recogía.
- ¿Viste a esos?
- ¿A quién, Carmen?
- Los de enfrente, son homosexuales y se estaban morreando.
- ¿Dos chicos?
- Pues claro. Son maricones.
- Pues no me fijé. ¿Y dos hombres se morrean entre si?
- Anda vamos a la cama, que eres más de pueblo que las amapolas ¿Y tu eres maestra?
- Tienes razón, no me entero de nada. Ya no seré maestra, me siento engañada por los profesores, por los sistemas de enseñanza, por mis padres, por todo el mundo. Toda mi vida estudiando y ni se de política, ni de sexualidad, ni de arte, ni de teatro, ni de música, ni de nada. En Madrid me estoy enterando, en dos días, de más cosas que en toda mi vida.
- Anda, duerme que son las cuatro de la mañana, salada.
Carmen se puso mirando a la pared y a los tres minutos ya roncaba como un tractor de tercera mano, ya se: roncaba como un tractor Lanz.
Mirando para la lámpara, completamente despierta, me puse a pensar en mi hombre-dios, en aquel medio novio que tuve en León que me contaba tantas cosas y que de tanto hablar se le iba la fuerza por la boca y nunca me llevó al cine. Un día le pregunté que qué era la fila de los mancos y me contestó que para él el sexo era una cosa antigua, que él estaba por encima de tal bajeza. Se llamaba Miguel y un día me dijo que lo dejaba todo, que se venía para Madrid, que me escribiría. Nunca lo hizo. Mejor, agua que no mueve molino, déjala correr.
Poco después salí con Juanjo tres veces. Ese era por demás, en el cine quiso que le metiera la mano en el bolso, que tenía un regalito para mi y resultó que tenía un agujero y por allí se la metía. Como una boba introduje la mano en el bolso y allí estaba, como un chorizo de León, toda babosa y caliente. Me dio tanto asco que le dejé con su regalito en el bolso y me salí del cine. Ponían una de Bruce Lee, así que no perdí gran cosa.
En el pueblo me gustaba uno de Benavente que tocaba la batería en un grupo de rock que se llamaban “Terciopelo Rojo“. Como tocaba la batería, ya digo, le esperaba sentada admirando su destreza con las baquetas y su maravillosa melena rizada, como un erizo, que le tapaba los ojos y le cubría media espalda. Cuando llegaban los descansos me llevaba a un apartado y allí trataba de besarme y yo, para, que nos ven, para, que nos ven. Una noche tocaban en San Cristobal y en un descanso, mi amigo especial, el batería, me llevó en el coche hasta las eras del pueblo. Que si que luna más bonita, que si que estrellas, que si mira que regalito tengo para ti, y dale con el regalito, se baja los pantalones y dice así , con todas las letras: bájate al pilón, preciosa. Yo al ver aquella cosa tan grande y tan horrible le dije, anda llévame para la plaza que se acabó lo que se daba. Y así fue toda mi vida de chicos.
Una vez, en la pensión de León, cuando tenía quince años, al salir del baño con la bata bien atada con el cinturón, me encontré en el pasillo con una compañera con la que me hablaba poco y me dice, qué bien te comería Esmeraldina y yo toda la noche dándole vueltas sin entender una palabra. Todo el curso, en la pensión, esa compañera cuatro años mayor que yo, se lo pasó diciéndome: que bien te comería Esmeraldina. Menos mal que al curso siguiente ya no estaba que si no... me come, pero aún no se el qué.
Soñé con sangre entre las piernas y un niño con el pelo negro como ala de cuervo. Carmen me dio un beso en la frente y me dijo: me voy a trabajar, duerme y sueña que pareces un ángel cuando duermes. Si vaya un ángel que soy yo. Un demonio y si acaso.
En el hotel me dijeron que el hombre de pelo negro como ala de cuervo había dejado un sobre para mi. Lo abrí: “Esmeralda, no puedo atenderte. Ha surgido un compromiso con un compatriota que se ha presentado sin avisar. Vente a partir de las cinco que vendrá una alumna japonesa, te la presentaré. Te espero, mujer blanca con alma de cielo. Manuel”.
Una inmensa tristeza me invadió y se me saltaban las lágrimas. Cuando ya me iba, el portero de noche del hotel, salió hasta la puerta. En la calle me dijo: “Te noto indefensa. Ten cuidado con este señor de la guitarra. No es trigo limpio. Solo te aviso, ten cuidado. Aquí estamos preocupados, nos debe mucho y no sabemos si no le tendremos que echar a la calle. En quince días ha habido un desfile de chicas como tu y algún chico. Así que mucho ojo y por favor, tu no sabes nada, yo no te he dicho nada, tu verás”.
Cuando deseas que te trague la tierra, que te hundas en la más hedionda de las ciénagas, en las arenas movedizas más profundas, que te mueras, cuando deseas morirte, sientes tal impotencia, tanto desgarro, tanto destrozo, tanta desolación y encima el hombre de pelo negro como ala de cuervo se vino varias veces dentro de mi y por lo tanto, es muy posible que esté preñada... dios mío, dios mío ¿Qué será de mi?
Adiós mi hombre-dios. Adiós a mi vida, bienvenida seas, muerte. Esta tarde volveré para despedirme o, tal vez no y le mato de mi, le arranco de mis entrañas, salvo al hijo con pelo negro como ala de cuervo, al que querría como le quiero a él, mi hombre-dios.
¿Por qué es tan difícil ser medianamente feliz?

sábado, 15 de agosto de 2009

UNA HABITACIÓN PROPIA.

X
Una habitación propia.


El cine es la parte de la otra vida que una vive por dentro. Ir al cine es ir a vivir otra clase de vida. Estar en Madrid es como vivir inmersa en una película maravillosa donde no siempre el The End es feliz, más que nada porque la realidad es la que acaba imponiéndose y la realidad, de todos modos, siempre duele.
La patrona, la señora Belarmina, al pasar al baño, me pidió el carnet porque parece ser que tiene que darme de alta como huésped ante la Policía. Me dijo que tengo derecho a dos duchas a la semana, que la habitación unipersonal cuesta diez mil pesetas, la doble ocho mil y que si comparto la habitación con Carmen tendría que pagar cuatro mil pesetas, por ser yo, y que la tengo que pagar quince días por anticipado.
Como apenas me queda dinero, dije que mañana lunes le daría la respuesta, que dos duchas a la semana me parecían pocas pero que me adaptaría a las normas.
Carmen no tenía ganas de hablar y cuando ya estábamos en la cama me dijo que no me preocupara, que mañana lo arreglaríamos todo. “Ahora duerme salada, que estamos reventadas“.
No me quitaba de la cabeza a mi hombre-dios, a mis orgasmos, a mi virginidad rota con tanta ternura y delicadeza, al sonido de la guitarra cuando la tocaba el hombre de pelo negro como ala de cuervo. Iba a darme la vuelta y a mirar para la pared, cuando Carmen me preguntó que si quería un Paxton, que no podía dormir.
- ¿Qué es un Paxton?
- Mira, te lo voy a enseñar -se levantó y del armario sacó un cartón de paquetes de tabaco de la marca Paxton, americano y mentolado- Toma, te regalo un paquete. Lo trajo mi amor para mi ¿Fumamos uno y nos relajamos un poco?
- Hace.-dije con alivio- Muchas gracias Carmen. Eres muy buena conmigo.
No veía la desnudez de mi compañera y ella tampoco veía en mi a la chica que duerme en combinación.
La noche estaba más fresca a causa de la tormenta de por la mañana y entraba la luz de la luna y la de la calle por la ventana del balcón abierto. Hablamos de mi primer libro, Doctor Zhivago, comprado en una librería de viejo, de los anuncios que había seleccionado para las entrevistas de trabajo a las que tenía que asistir por la mañana, de mil cosas. Pero, como si fuera una obsesión, pensaba en mi hombre-dios, en su voz tan musical, en su sonrisa tan blanca, en sus dedos tan largos y sensuales, en su sonrisa, en su miembro, un ser vivo que me volvía loca cuando lo tenía dentro de mi, en tantas cosas... y alguna vez que otra, pensaba en si me habría quedado preñada.
Carmen me ofreció que viviera con ella, compartiendo su habitación y su cama hasta que encontrara trabajo y ganara dinero, que ella pagaría y que ya haríamos cuentas. Era tal la confianza y amistad que me mostraba mi compañera que me parecía una traición no contarle la realidad de lo que había hecho con mi hombre-dios. Pensé, por otra parte, que es mi derecho guardar mis secretos y no le dije nada, ni esa noche ni nunca.
- ¿Cómo haces para follar y no quedarte? - pregunté como que no quiere la cosa.
- Tomo anticonceptivos. Cuando te enamores y quieras follar con tu novio, tienes que ir a un ginecólogo a que te recete lo que sea mejor para ti. Para eso tienes que haber encontrado trabajo y que te hayan dado de alta en la Seguridad Social. Como eres virgen no tienes problema. Por morrear o darte el lote con alguien no te vas a quedar. Tu tranquila, no te obsesiones. Mi amante me ha traído libros, el cartón de tabaco y me dijo que si quería ser madre que lo tendríamos que dejar. Tiene una niña de tres años y lo que viene de camino, que no quiere más responsabilidades. Se me ha pasado por la cabeza no tomar nada y quedarme sin que él lo sepa y cuando ya tenga el bombo a ver cómo se lo toma. No se que haré pero deseo con toda mi alma que me deje en estado, la verdad.
Carmen dijo que me notaba rara, que qué me pasaba. Que le contara todo, que me vendría bien sacar a flote lo que me preocupara.
- Te contaré lo que me pasa. Mi padre me echó a patadas de casa, como aquel que dice. Me ha pegado palizas hasta hace poco, hasta que me tuve que revolver contra él con una hoz en la mano. Un día me iba a pegar porque se me había perdido una navaja, ya ves, una navaja de nada y con una hoz en la mano, te lo prometo, le dije: Aunque sea mi padre, como me vuelva a poner la mano encima, le juro, por mi madre, que le mato. Y hoy... hoy, Carmen, hoy en todo el santo día no me acordé de mi madre, ni de mi padre, ni de mis hermanos, ni de nadie. Sólo pensé en una cosa: En ser libre, independiente, en tener una habitación propia con baño y bonitas vistas. En eso es en lo que pensé y no quiero que lo tomes a mal. Estoy muy a gusto contigo si es que tu también lo estás conmigo, pero comprende que mi ideal sea tener una habitación propia.
- Me vas a hacer llorar salada, porque tu historia es tan idéntica a la mía, que me da una rabia, me entra una mala hos... perdona, no diré tacos. En más de una ocasión tuve que volverme contra mi padre y contra mi hermano mayor. En una escena de la novela “Los hermanos Karamazoff” de Dostoiewski, se dice una frase: “Todos en algún momento de nuestra vida hemos deseado con todas las fuerzas del alma asesinar a nuestro padre”. Cuando te oigo lo que has tenido que sufrir en la casa de tus padres, no me extraña que los olvides para siempre. Harás bien, porque tu madre ha sido cómplice y por lo tanto, es tan culpable como tu padre. Esa violencia de las casas es mucho más frecuente de lo que se cree y más en los medios rurales. Esa es parte de nuestra lucha como mujeres y como trabajadoras. Las mayores culpables de tanto machismo y de tanta violencia han sido precisamente nuestras madres que han consentido y a veces, han ponderado las diferencias entre los hijos y las hijas. Si yo te contara lo que me hacía el hijo de puta de mi hermano... ¿Dormimos un poco? Es que me pondo mala solo de pensarlo.
- Vale, ¿a qué hora te vas al trabajo?
- A las seis y media salgo y no vuelvo hasta las nueve o las diez de la noche. Creo que hay reunión del Comité. Tu a las entrevistas vete tranquila, muy serena, con los oídos bien abiertos y verás como pronto tienes trabajo. Cuando me den el piso te vienes a vivir conmigo y tendrás media casa para ti ¿Te parece bien, Esmeralda?
- Si, muchas gracias, Carmen. Hasta mañana.
- Hasta mañana, salada. Piensa en cosas bonitas y soñarás con maravillosas películas donde tu serás la protagonista.
- Lo haré.
- Esmeralda.
- ¿Qué?
- Eres como mi hermana, la que mató un coche. Mañana te lo cuento ¿quieres?
- Carmen... cuéntamelo ahora.
- No salada, hoy ya hemos tenido bastante.
- Vale.
- ¿Me dejas que te abrace?
- Si.
- Hueles a rosas. Me dormiré anestesiada.
Pensé en que mañana, cuando se vaya, saldré a dormir a con mi hombre-dios hasta las once. Necesito sentir la gloria y él me la dará.
- Carmen.
- ¿Qué?
- Pon la manos más abajo, que me las aplastas y las tengo muy sensibles.
- Vale ¿Así está bien?
- Si, así si.

viernes, 14 de agosto de 2009

Espadas plateadas a la luz de la luna...

IX
Espadas plateadas a la luz de la luna...

Me dejé llevar por el magnetismo de un hombre como no había visto a ningún otro. Con su aspecto de dios de otra dimensión a todas las imaginadas por mi. Su imponente figura, su rostro enigmático y hermoso como el de un inca del Machu Pichu, su piel tersa y brillante, lisa y suave como la seda, su color cobrizo, sus ojos alargados y brillantes como el reflejo de un espejo, sus manos como millones de estrellas rozando las mías y me decía, sin decirlo: Ven, ven, ven, y yo iba ¿Cómo resistirse? “Soy de Arequipa, la segunda ciudad de Perú, profesor de música y guitarrista profesional. Puedo ser tu maestro de vida y tu, mi alumna predilecta ¿Quieres venir conmigo?” y cuando lo decía, con aquella sonrisa de montaña nevada, era tan alto y delgado, con aquél roce de su mano en mi mejilla, y aquella mirada que me rompía, me destrozaba la intimidad, porque él había detectado que lo deseaba con toda mi alma, no podía resistirme.

Me llamo Manuel Trujillo Mérida, me gusta contar cuentos mientras me cepillo el pelo, decía cuando, desnudos, sentados en la alfombra frente al espejo, me peinaba y me peinaba, y a través del espejo veía a dos personas maravillosas cómo se querían, una era yo, la mujer blanca, como él me llamaba, y otra persona dios, era él. Mi dios atlético, musculoso, sin un solo pelo en el pecho, tan terso, tan brillante...

¿Esmeralda, sabes el cuento del camello? Te lo contaré: se titula “Camello declarado indeseable“. Dice así: “Aceptan todas las solicitudes de paso de frontera, pero Guk, camello, inesperadamente declarado indeseable. Acude Guk a la central de policía donde le dicen nada que hacer, vuélvete al oasis, declarado indeseable inútil tramitar solicitud. Tristeza de Guk, retorno a las tierras de infancia. Y los camellos de familia, los amigos, rodeándolo y qué te pasa, y no es posible, por qué precisamente tú. Entonces una delegación al Ministerio de Tránsito a apelar por Guk, con escándalo de funcionarios de carrera: esto no se ha visto jamás, ustedes se vuelven inmediatamente al oasis, se hará un sumario. Guk en el oasis come pasto un día, pasto otro día, Todos los camellos han pasado la frontera sigue esperando. Así van el verano, el otoño. Luego Guk, vuelta a la ciudad, parado en una plaza vacía. Muy fotografiado por turistas, contestando reportajes. Vago prestigio de Guk en la plaza. Aprovechando busca salir, en la puerta todo cambia: declarado indeseable. Guk baja la cabeza, busca los ralos pastitos de la plaza. Un día los llaman por altavoz y entra feliz en la central. Allí es declarado indeseable. Guk vuelve al oasis y se acuesta. Come un poco de pasto, y después apoya el hocico en la arena. Va cerrando los ojos mientras se pone el sol. De su nariz brota una burbuja que dura un segundo más que él“. Fin.

Es precioso, me ha hecho llorar ¿lo inventaste tu? No, mujer blanca, es de Julio Cortázar y entonces la ponía sobre mi hombro, tan brillante y poderosa y a través del espejo le miraba y preguntaba, sin preguntarle ¿quieres? y sin perder tiempo la metía en mi boca y me llevaba a la gloria y yo a él. Sube, me decía y me ponía encima y decía entra, y entraba hasta el fondo y le preguntaba ¿Manuel qué número gastas de zapatos? El cuarenta y cinco. No me extraña.

Sus manos me rodeaban toda la cintura y me cimbreaba, como al junco que soy de su lago de perlas, según decía y sigue así, despacio, siente, ven sube y dame de beber y su lengua entraba en mi, tan llena, y recibía lo suyo y lo mío.

Esto es el Concierto de Aranjuez, esto es de Albéniz, esto de Atahualpa Yupanqui, esto de Sinesterra, esto de Citarrosa, esto de Paco de Lucía, esto de Sainz de la Maza, esto es de... y tocaba como los maestros y yo me embelesaba ante sus dedos fulgurantes en los trastes del mástil y la música era él, mi hombre-dios. Esto es mío y me alimenta, mujer blanca... te vendrá bien y me venía intenso como un relámpago y se me ponían los ojos en blanco de tanta gloria como me daba. Mientras le cepillaba el pelo, por enésima vez y él practicaba con su guitarra, le conté un mini cuento:

“Estaban Adán y Eva sentados a la sombra de una encina contemplando a la luna. Eva dijo: la serpiente se ha venido a vivir con nosotros. Parece simpática. Adán contestó: No te fíes, una serpiente siempre será una serpiente“ Fin.

¿De quién es? Mío ¿de quién va a ser? Nunca conocí a una mujer blanca tan hermosa como tu, y me miraba encandilado con sus ojos como espadas plateadas a la luz de la luna.

¿Quién dijo que sólo hay estrellas en el cielo? Vi multitud de cielos estrellados, sin una sola nube, dentro de mi y sentí que me los obsequiaba el hombre de pelo negro como ala de cuervo.

En la calle casi es de noche aún olíaa a ozono, a calle mojada, a tormenta, a calma después de tanta tempestad ¿Era yo la que salía de la casa del hombre con pelo negro como ala de cuervo?

Al llegar a la casa, a la habitación compartida, Carmen dijo que estaba preocupada por mi. Le conté que el Retiro es un Paraíso, que la paella una delicia, y que había visto en el cine Ideal, las películas: “Los hombres las prefieren rubias” y “Con faldas y a lo loco”. Tardé un poco por no salirme antes de que terminara. Dije.

- Ahora tienes los ojos como el lazo azul de mi Primera Comunión. Cómo se nota que te encanta el cine, salada.