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jueves, 31 de julio de 2008

POR TUS OJOS

Se me olvida la zarza junto a las ciruelas,
la ortiga en la linde
y el racimo de uvas agraces de ira.

Cada verano a la fiesta en la plaza,
a la reunión en las eras,
y a la dulzaina a la sombra del grillo.

No se me olvida, de año en año,
que siempre vienes, que estás,
que son tus ojos los que miran.

En la frondosa frescura del patio
pequeño de esta casa,
hay una silla vieja atada con cuerdas.

Tengo un yugo clavado en el portal
de entrada. Las hoces y las sogas
decoran la sala de la camilla con hule.

Se me olvida que eres más rica
que tienes un Mercedes y
collares de perlas con remaches dorados.

Pero yo tengo la noche bajo la bóveda
cóncava de la soledad
y el silencio de las brasas.

Volveré por estas mismas fechas,
aunque no tenga donde
una mosca se pose.

Ya, pero todo el viaje sólo por tus ojos,
año tras año, vida tras vida.

miércoles, 30 de julio de 2008

SI QUIERES PRESTARME LOS OJOS...

Abel nos presentó y como habíamos quedado, nos dejó solos. Lo sorprendente fue, que no me sentía nerviosa, aunque si impresionada. La casa, aquella casa, el hombre, aquel hombre. El hecho de que estuviera ciego, que no pudiera verme, ni ver nada, a nadie. Alto, fuerte, todavía joven, con aquellas gafas enormes y negras como la más negra noche. Su voz, sus manos, pero más que su voz en si, su familiaridad, su confianza, su musicalidad y su gentileza, su atención, su seriedad ¿Sonríen alguna vez los ciegos?
- Busco a una persona que pueda ayudarme a llevar a cabo un proyecto de futuro. Hay mucho trabajo que hacer y la primera fase, como si dijéramos, es ordenar esta casa tan grande, como ves, muchos cuadros, muchos objetos, muchos libros. Hay que clasificar y valorar cada una de las cosas. Calculamos que habrá diez o doce mil libros, algunos de mucho valor. Haremos un buen fichero y bucearemos en busca de los tesoros bibliográficos, que seguro que están escondidos entre tanto descontrol ¿Sabes mecanografía?
- No, se escribir a máquina con tres o cuatro dedos, pero no puedo decir que sepa mecanografía.
- Pues tendrás que aprender ¿Tienes carnet de conducir?
- No, no tengo.
- Pues te lo tienes que sacar. Yo lo pagaré. Tenemos que salir a las reuniones, a los bancos, a la casa de Miraflores y a la de Cáceres ¿Dime algo que te guste mucho, pero mucho?
- Leer poemas.
- ¿Sabes alguno de memoria?
- Si, varios.
- Dime uno, el que prefieras.
Estábamos sentados en el salón principal de aquella enorme casa. Los cuadros, las fotos en blanco y negro enmarcadas, las lámparas, las alfombras, la mesa de nogal labrada de su despacho y aquel hombre con sus gafas negras... ¿era real o un sueño? Recité un poema de San Juán de la Cruz.
- Angie, te llamas Angie ¿Verdad?
- Así es. Dígame.
- Angie, me has impresionado. Los hombres lloramos por dentro y más si son ciegos como yo. Las condiciones son estas: Si quieres prestarme los ojos..., si quieres trabajar en esta casa, si quieres ser parte de mi proyecto, mañana vienes sobre las diez de la mañana. Vas a la gestoría, que está aquí cerca, y que te hagan un contrato por tres meses. Tendrás un sueldo como Auxiliar Administrativo, lo que marque la ley, dos pagas extras y un mes de vacaciones. A parte, te pagaré bien lo que hagas estraordinario, las salidas, las visitas y cosas así, aquello que se salga de lo estrictamente profesional ¿Quieres ser mi lectora de versos?
- Claro, si usted me lo pide, seré su lectora de versos.
- Si pasados los tres meses primeros superas la prueba, que estoy convencido de que si, te haré contrato indefinido. La pregunta del millón: ¿Quieres trabajar para mi y ser los ojos que me faltan?
- Si señor, quiero, es decir, me gustaría.
Se levantó y alargó su mano derecha como para que se la estrechara. Me levanté como un rayo de la silla y se la apreté sintiendo el calor y la presión de la suya. Puso la otra mano sobre la mía y dijo las palabras que aún resuenan en mi corazón:
- Angie, bienvenida a la casa de este indefenso ciego. Procuraremos trabajar lo más y mejor posible. Formaremos un equipo de éxito y futuro ¿Estás de acuerdo?
- Si señor, de acuerdo. Muchas gracias, no se como, pero aprenderé lo que haga falta para que todo vaya bien y usted esté contento conmigo como secretaria, o lo que usted mande.
- Gracias a ti, Angie. Lo conseguiremos entre los dos. Te espero mañana y empezaremos a ver cómo conseguimos poner en orden y concierto el desastre que me rodea. Hasta mañana, Angie.
Soltó mi mano y tocó su esquila de bronce para llamar a la sirvienta. Otra sorpresa más. Aquella mujer, vestida con uniforme y cofia de criada, me acompañó hasta la puerta y con educación, me despidió.
Abel ya no estaba. Se ve que se hartó de esperarme y se fue. Me sentía como en una nube, atardecía, mis piernas temblaban, mi corazón latía como una locomotora y mis manos temblaban cuando encendí un cigarrillo y me senté en un banco a tomar aliento y revisar mentalmente lo experimentado. Tengo trabajo, tengo trabajo, me repetía una y otra vez. Dios mío, pobre hombre ¿Por qué se habrá quedado ciego? ¿Qué historia esconde? Y la casa...
Miré al cielo y vi que la luna se estaba preparando para salir. La luna, tan blanca, tan presente en mi vida, desde niña, ahí está y parece contenta porque yo lo estoy. Esta noche escribiré a casa. Que lo sepan todos. Tengo trabajo.
“No te tardes, que me muero,/ Carcelero,/ ¡No te tardes, que me muero!”. Juan de la Encina.

martes, 29 de julio de 2008

ME LLAMO ABEL COMO EL DE CAÍN.

Ayer mis nuevos amigos, si se puede usar tan excelsa palabra, me aconsejaron que no aceptara trabajos que no estuvieran a mi altura. Ellos no saben que casi no tengo dinero y que necesito trabajar ya, en lo que sea y como sea, salvo en lo malo, claro está. Por la mañana, temprano, me llamaron para aceptarme como dependienta de la tienda de electrodomésticos y les puse una disculpa para que me reserven el puesto unos días. Aceptaron y quedé en presentarme, a las nueve en punto del próximo lunes, para empezar ya.
Marlene se presentó en casa sobre las tres de la tarde. Dijo que estaba muy cansada y que ya me contaría. Quedó durmiendo y yo acudí a la cita con el político, como le llamo, para ir a ver a la persona que se ofreció a presentarme para el trabajo.
El calor sigue siendo agobiante, pegajoso, lujurioso incluso y no me acabo de aclimatar. Se pega la ropa a la piel sudorosa. Madrid es algo así como el gran paraíso deseado. Cada calle, cada escaparate, cada avenida, me deja impresionada. Todavía es pronto para saber exactamente lo que significa para mi su arquitectura, su gente, su personalidad como la gran urbe que es. Lo que si sé, es que tengo la sensación de haber nacido justo en el momento en el que pisé su terreno, su ámbito. Soy otra, porque no me reconozco.
Marlene es para mi como una diosa de la suerte, como una puerta que me hace penetrar en la antesala de lo desconocido y lo desconocido es lo que siempre deseé, consciente o inconscientemente. Pensé en Mario, demasiado tal vez. Algún resorte despertó, inquietud hormonal, que hace funcionar la máquina interna que hace sentirme mujer, viva, despierta, deseada y deseosa de carne viva. Ardo en deseos de lo infinito. Así son las cosas y así las cuento
- Es curioso, aún no sé como te llamas. Dijo el político mientras caminábamos, como dando un paseo, hasta llegar a la Calle Velázquez.
- Ni yo como te llamas tu. Me llamo Angie. Contesté.
- Angie, como la canción de los Rolling Stone. Comentó y añadió: Me llamo Abel, como el de Caín.
- ¿De dónde eres?
- De Toro, en Zamora.
- Yo soy de un pueblo de la provincia de León, pero muy cerca de Benavente.
- Este amigo que te voy a presentar es un camarada, una buena persona. Se ha quedado ciego recientemente, pero tu tranquila, lo que importa es que lleguéis a un acuerdo y que te de el trabajo, si encontraras algo mejor siempre lo podrás dejar. Nunca olvides que eres libre, como mujer y como ser humano, que es lo mismo. Os dejaré solos mientras habláis. Te espero abajo y te acompaño para regresar juntos. Por el camino te invito a una caña, si quieres.
- ¿Por qué me ayudas, Abel?
- Por nada. Ha surgido así, te noto indefensa en ésta marabunta de Madrid, pienso que te vendrá bien que te eche un mano, o que, por lo menos, lo intente. Los principios son duros siempre. Lo sé por haberlo sufrido en carne propia.
“¡Oh llama de amor viva/ que tiernamente hieres! de mi alma en el más profundo centro/.” San Juán de la Cruz.

lunes, 28 de julio de 2008

PENSAR EN UN HOMBRE CONCRETO

Marlene tiene mucho estilo para vestir, mucho mundo vivido, mucha cultura, mucho de todo. Me da cien vueltas en saber estar, en llevar una conversación, en conocimientos de la vida y se muestra muy liberal, por no decir libertina. Me impresiona, me acogota, me fascina, me domina y me dejo, porque adivino que de ella puedo aprender mucho. Nunca usa sujetador, ni excesivo tacón, ni joyas, ni anillos, ni tan siquiera reloj de pulsera, dice que son signos de burguesía. Sabe vestir y combinar muy bien. Con su melena negra y lacia, con su uno setenta y siete de altura, su delgadez, resulta muy elegante y sofisticada. Casi no se maquilla pero con sus rasgos medio orientales, medio indígenas, resulta atractiva y sofisticada. Como lo sabe, se aprovecha de ello y su éxito con los hombres está asegurado.
Vestía una falda de vuelo y una blusa de seda champagne, que le marcaba los senos y los pezones, tan negros y desarrollados. Comparado con mi uno sesenta y siete, mi vestido y mis zapatos negros, mi gargantilla de plata y mi reloj Radiant, me sentía a gusto, qué remedio, pero sabiendo que era ella la reina de la fiesta.
La cena fue muy agradable, muy abundante y el Rioja nos animó bastante, pero bastante. En el restaurante nos atendieron muy bien, la conversación distendida y aunque no conocía a los amigos de mi ya amiga Marlene, pronto pude sentirme integrada y participativa en la conversación. Mario es sobrino de un poeta uruguayo del que nunca había oído hablar, Mario Benedetti. Vladimir, el chileno, es muy alto y casi no tiene acento sudamericano. Los dos trabajan en sus embajadas respectivas y están aquí, en España, haciendo prácticas. Es muy posible que en un año les asignen una Embajada en cualquier país de habla hispana o portuguesa.
Me hicieron recitar varios poemas que se de memoria y me animaban a estar convencida de que voy a tener suerte y de que pronto tendré un trabajo interesante. Se ofrecieron para ayudarme y quedamos en volver a cenar juntos muy pronto. Me dejó sorprendida su afirmación de que Franco es un dictador. Siempre había pensado que Franco es un santo, o poco menos.
La noche la terminamos en una discoteca que se llama “La Araña Lunar”. Bebimos dos cuba libres, para mi demasiado, porque no estoy acostumbrada y hablamos por los codos. En un momento dado, nos invitaron a bailar. Marlene se pegaba mucho a Vladimir y por señas me animaba a que me arrimara más a Mario. Al principio me aguanté un poco, pero como una no es de piedra, al segundo baile me dejé llevar. Me gustaba sentir el pecho de Mario clavado en mis senos y ceder mi cuerpo ante su abrazo. Fueron cuatro o cinco bailes, así, cuerpo contra cuerpo y sentía deseos de más y más. Fue inevitable. Acabamos besándonos apasionadamente mucho, pero mucho rato. Nunca había bailado sintiendo tan intenso placer, tan intenso deseo de que se parara el mundo, era una experiencia nueva que me hacia sentir en una nube de lujuria y deseo. Eran las cuatro de la mañana y pedí que me llevaran a casa. No, querían pero ante mi insistencia lo conseguí.
Marlene se fue con ellos a su hotel, supuse que no se acostaría con los dos, aunque tengo mis dudas. Una noche es una noche y la mía había sido maravillosa y punto. En casa, en mi cama, abrí la puerta del armario y ante el espejo, veía a Mario poseyéndome, porque Mario es un hombre distinto a los que he conocido, que solo ha sido uno y nunca me besó de vedad. Me imaginé entregándome y me vino torrencialmente dos veces casi seguidas y porque me dio el sueño...
Nadie sabe que soy virgen, ni que me inquieta tanta novedad en éste Madrid de mi alma. Pensar en un hombre concreto, un hombre con nombre, es mejor que pensar en Marlon Brando.
“Soy, señor, vuestro vasallo;/ vos sois mi rey en la tierra.!” . Duque de Rivas.

jueves, 24 de julio de 2008

"LA ARTISTA DORMIDA".

Marlene se ha ido a hacer unas gestiones al Consulado y hemos quedado para las nueve de la noche en el punto cero. Dijo que quiere que me ponga guapa, que con la mejor sonrisa, para celebrar nuestra llegada a Madrid y nuestra nueva vida, nuestro principio de un presente lleno de futuro. Nos ha jodido, como diría mi padre.
Al decirle que no puedo gastar dinero, que me queda poco, que hasta que no tenga trabajo y cobre que no puedo casi ni comer. Ella dice que no nos gastaremos ni un duro. Que lo pagan todo los hombres que van con nosotras, dios mío, ¿pero que hombres van con nosotras? Para ti, un uruguayo que se llama Mario y para mí un chileno que se llama Vladimir. Cenamos, tomamos unas copas y terminamos en un baile. Será nuestra fiesta y no te preocupes del dinero. Ellos lo pagan todo.
Tu déjate llevar y no seas pendeja, me dice. Me aconsejó que no busque trabajos que no van con mi personalidad, que no piense en ser dependienta de una tienda de electrodomésticos, ni en vender seguros, o libros, o esto o lo otro. Tu eres una mujer poeta, llena de sensibilidad y de creatividad. Debes dedicarte a algo creativo. Algo relacionado con la literatura, con la poesía, con el teatro, con la música. Eres una artista dormida, despierta y déjate de la joda de la tristeza y melancolía.
Tu eres una artita dormida, repetía una vez y otra. Los hombres que nos invitan son gente muy relacionada en las Embajadas de sus países respectivos. Déjame a mi y en ocho días tendrás trabajo en algún sitio importante.
No sé, no estoy acostumbrada a éstas cosas. Dice Marlene que tendré todo aquello que me proponga. Se me ocurrió decir que me gustaría tener un cámara de fotos para fotografiarla, para hacer fotos artísticas y dijo que en unos días tendría mi cámara. Tendremos libros, iremos a ver el mejor cine, a los teatros, a los conciertos y todo gratis, que para eso somos mujeres y tenemos nuestro “arte” para conseguir las cosas. Tendremos buen música con unos buenos parlantes, altavoces, tendremos días de hoteles buenos, días de viajes para ver el mar y todo lo que se nos antoje, sin que nos cueste dinero. Dice que tendremos de todo, que no me preocupe. Dice: “Tu sueño se puede hacer realidad. Elige el que más te guste, y lo tendrás”. Me deja para el arrastre, la Marlene ésta, pero creo que tiene razón.
No me lo puedo creer, pero si, de Marlene me creo cualquier cosa, o sea, una contradicción. Es lunes por la tarde, las cinco en punto de la tarde, llegué a Madrid el sábado pasado, a las nueve de la noche y me parece que he resucitado en un mundo nuevo y que todo mi pasado no existe. Ni me he acordado de la familia, ni de Jamín, mi hermano Benjamín, el más pequeño y más guapo, ni de Armando, mi otro hermano, más rudo, mas basto que un arado, de mi padre como si no existiera y de mi madre casi nada, aunque un poco más.
Encima me ha llamado el político para que mañana a las cinco de la tarde vaya con él, que me va a presentar a un señor que me va a dar un trabajo muy interesante. Mañana, mientras vamos hasta la calle Velásquez, andando, te lo explico todo. Tu tranquila, que ya tienes trabajo, confía en mi ¿Qué me pongo para esta noche?
“Quisiera entrar en mi, vivir conmigo/ poder hacer la cruz sobre mi frente,/ y sin saber de amigo ni enemigo/, apartado, vivir devotamente”. Ramón del Valle Inclán.

miércoles, 23 de julio de 2008

EL CASO DE LA LECTORA DE VERSOS. VI

“La compañera”
Cuando estudiaba en León, vivía en una Residencia de chicas que pertenecía al colegio de monjas donde hacía el Bachiller. Compartía habitación con una compañera que era de un pueblo cercano al mío. Nadie se puede imaginar lo que me hizo sufrir aquella chica de mi misma edad, mi misma clase y, casi, de mi mismo pueblo. Era intransigente, egoísta, estúpida, rara. Todo lo que se diga es poco. Uno de los días más felices de mi vida fue aquel en el que terminamos Preuniversitario y nos despedimos, sin despedirnos, para siempre.
Mientras estudiaba la carrera, en León, vivía en una habitación, para mi sola, en la pensión de unos señores, muy atentos, de origen gallego. Me trataron como si fuera de su familia.
Al enfrentarme a la nueva experiencia de compartir habitación con una desconocida, no dejaba de tener presente la nefasta experiencia como la que conviví en la Residencia de León.
Mi compañera de ahora, se llama Marlene Trujillo Ahiaguahi, es peruana de Arequipa, aunque desde niña vivía en Lima. Marlene es ¿cómo lo diría?, distinta a todas. Alta y muy delgada, de piel cobriza, pelo largo, liso y negrísimo, facciones de indígena mezcladas con europeo. Tiene algo de filipina, algo de hawuaiana, es una belleza exótica, a mi manera de ver, aunque soy mujer como ella.
Tiene diez años casi exactos más que yo, ha venido a Madrid para hacer el Doctorado en Filosofía y Letras, becada por el gobierno peruano en colaboración con el Instituto de Cultura Hispánica. Tiene también la carrera de periodismo, que ejerció en periódicos de su país.
Nada más regalarme su piedra de Cuzco, siguió sacando sus cosas de dos enormes maletas que traía llenas de buena ropa y de objetos de cierto valor, joyas y complementos de calidad.
En un momento dado, sacó una máquina de escribir portátil, Olivetti, modelo Lettera 32. La puso sobre la mesa del escritorio y dijo:
- Todo lo que tengo está para que lo uses, siempre que esté libre. Si quieres escribir a máquina, escribe. Cuida de mis cosas como si fueran tuyas. La ropa no te vale, tu eres un poco más baja, pero si algo te gusta lo pruebas y si te apetece, úsalo, sin problemas, con toda la confianza del mundo.
Seguía sacando cosas y las iba colocando, muy ordenadamente, en el armario o en el escritorio, según correspondiera. Casi al terminar de colocar su equipaje, sacó seis libros que me mostró antes de ponerlos sobre la mesa.
- Si no los has leído, léelos. Tenía mil y pico libros, muchos objetos de arte precolombino, un auto, una guitarra, varias flautas. Todo se lo vendí a unos amigos que se quedaron con mi apartamento del centro de Lima. Es muy posible que no regrese jamás a mi país. Con la plata que tengo, más la beca, viviré en Madrid hasta que termine el Doctorado y es muy posible que, finalmente, me instale en París. Mi madre murió hace tres años y creo que no regresaré ni cuando se muera mi padre... muy posible.
Una lágrima se resbaló por la mejilla y se le posó sobre el labio superior, la recogió con su lengua... Sus ojos son negros, rasgados, como de mujer india... y yo estaba allí, sentada en mi cama mientras la observaba. Marlene era mi compañera india nacida en Arequipa, de madre india y padre blanco, como los españoles que conquistaron el Perú.
“Menos tu vientre/ todo es confuso./ Menos tu vientre/ todo es futuro/ fugaz, pasado/ baldío, turbio”./ Miguel Hernández.

martes, 22 de julio de 2008

EL CASO DE LA LECTORA DE VERSOS. V

“El político”
Temprano salí en busca de trabajo. La ciudad era un hervidero, un laberinto, un enigma, una aventura. Menos mal que la primera cita era a las diez de la mañana y que no estaba muy lejos. No me atrevía a entrar en el metro, ni a usar el autobús, demasiadas emociones para una novata en todo, como yo. Una amable señora me indicó el camino más corto y aunque tuve que andar casi una hora, llegué unos minutos antes de lo previsto.
Me atendió un señor muy correcto, aunque serio, cogió mis datos, me explicó que mi trabajo consistiría en ser vendedora en una tienda de electrodomésticos, nueva y que, si todo iba bien, en unos meses me podría hacer cargo de ella. Quedó en llamarme, si era seleccionada. No me disgustaron las condiciones ni la función a desarrollar, necesito ir ganando para pagar lo imprescindible.
De vuelta a casa decidí probar el metro, lo que haya de ser, que sea pronto. Estaba mirando los planos, para ver qué línea me correspondía para volver a casa, cuando alguien me habló:
- Hombre, qué casualidad, ¿te acuerdas de mi?
- ¿Eres el del rastro?
- Exacto ¿Vas a venir a la reunión?
- No puedo, mentí. Estoy buscando trabajo y ahora esa es mi única preocupación.
Como íbamos en la misma dirección, me enseñó a viajar en el metro, a coger las escaleras mecánicas, que me daban miedo, me consiguió un plano, en fin, muy atento y yo impresionada, fascinada, con tantas cosas como estaba experimentando.
Me pidió el teléfono y al decirle que no, contestó que sabía de un posible trabajo, que tenía que hablarlo con una persona, amiga suya, que buscaba secretaria y que mañana me llamaría para darme los datos, si es que aún estábamos a tiempo. Ante esa explicación no me quedó más remedio que dárselo. El chico se mostraba tan educado, tan atento, que no veía inconveniente en que me pudiera llamar para asuntos como el trabajo.
Al llegar a casa, encontré que en la habitación estaba la dueña hablando con una mujer que enseguida supuse que sería mi compañera. Me la presentó y nos dejó solas.
- ¿Te parece bien que sea tu compañera?
- Por supuesto que me parece bien. Podía haber sido cualquiera y como eres tu, pues me parece perfecto. Espero que nos encontremos a gusto las dos.
- Claro que si. Mira, esta piedra la cogí hace unos días en un viaje que hice, a modo de despedida de mi país, a Cuzco, la ciudad más mágica y simbólica de la cultura prehispánica. Es una piedra que contiene la magia de todo lo que significa el simbolismo de las culturas milenarias. Te la regalo, la puedes adoptar como la piedra de la suerte, de tu suerte en la vida.
- Muchas gracias, es preciosa y... ¿me la regalas sin conocerme de nada?
- No te conozco aún, pero sé lo que veo. Veo que te ha gustado la idea de compartir esta habitación con una extranjera como yo. La luz de tus ojos, tu actitud ante mí, significa mucho. Esta piedra úsala como pisapapeles o como quieras, pero consérvala como signo de nuestra convivencia y amistad, si me lo permites.
No daba crédito a lo que estaba sucediendo y me sentía muy contenta de poder compartir la habitación con una persona tan diferente en muchos aspectos, vistos e intuidos por mi.
“Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”. Dámaso Alonso.

domingo, 20 de julio de 2008

EL CASO DE LA LECTORA DE VERSOS. IV

"La segunda noche".
Parece que he llegado a Madrid con buen pie. La gente se muestra muy amable y acogedora. He mandado una postal a casa, por lo menos que sepan mi dirección y el teléfono por si pasa algo. Estuve en el rastro con Loly, muy atenta, muy simpática. Me ofreció su ayuda para buscar trabajo y me dio buenos consejos. Comimos juntas, pagó ella con la condición de que el próximo domingo pagaré yo.
Regreso a casa un poco contenta por el vino que nos tomamos. Sigo sin soportar el calor y medio desnuda, me acuesto y duermo una buena siesta. El rastro me ha impresionado, compré el Nuevo Fotogramas del mes de Abril y un libro, muy baratos. La gente, el olor, el color, todo me hace notar como una promiscuidad, un erotismo, una natuiralidad y libertad que nunca antes había notado. Un chico, muy atento, me invitó a asistir a una reunión. Según Loly se trata de un partido político prohibido, porque, según ella están prohibidos. Me aconseja que no vaya, que no me meta en líos de política si no quiero acabar en la comisaría. Esas cosas, como lo de las sectas, la prostitución, la trata de blancas, la verdad, me dan miedo porque no tengo ni idea. Debo estar sometida a miles de peligros y no sé muy bien cuales son. Me siento como si estuviera dentro de una nube transparente donde todos me ven, pero que yo no veo nada.
Mañana tengo que ver tres anuncios de trabajo. Dependienta de una tienda de electrodomésticos, vendedora de libros y vendedora de seguros. Tengo que trabajar en lo que sea, en cuanto antes, porque el dinero se me acaba rápido. Prefiero no darle vueltas a las cosas, a ver si viene pronto la compañera de habitación y me hace compañía. Estuve tentada de entrar en un cine pero no me lo puedo permitir. Me asomo al balcón, mientras fumo un cigarro, observar, convertirme en espectadora, estar atenta a todos los detalles. Tengo miedo al futuro pero no me queda otro remedio que esperar. Es domingo... dormiré. No quiero pensar.
Sobre las tres de la mañana me despierto asustada ¿He tenido una pesadilla? Alguien se acercaba a mi cama, quitaba la sábana y se me quedaba mirando. Notaba sus ojos blancos, como de ciego, y sus manos grandes, con las uñas muy largas, con la mirada me daba ordenes que obedecía. Abrí mis piernas y me expuse... notaba unos dedos fríos como el hielo y largos como fustas... se me metían y me hacían estremecer... me arranqué tres pelos de mi pubis y se los entregué, él los metió en la boca, se acercó a mi, me besó y mis pelos volvieron a mi boca ¿Es un sueño? Sudo mucho y me noto la boca seca y el sexo mojado ¿Quién estuvo aquí? Me levanto. La puerta está cerrada. Puse la toalla junto a la puerta, si alguien entra se moverá al pisarla. Quiero saber si sueño realidades o sueños que solo son sueños. En el rastro vi cosas y ahora las revivo dormida. Tengo ganas, irresistibles, abro la puerta del armario con espejo y me abro para él, me entrego y me devuelve mi rostro hermoso cuando me viene. No debí hacerlo pero lo hice.
“Triste es la vida cuando piensa el alma,/ triste es vivir si siente el corazón;/ nunca se goza de ventura y calma/ si se piensa del mundo en la ficción”. José de Espronceda.

sábado, 19 de julio de 2008

LA LECTORA DE VERSOS. III

"La dueña de la pensión".
A intervalos me despertaban los ruidos de la calle y los de la casa, pero me dejaba llevar por la frescura del dormitorio, un poco tapada con la sábana, enseguida dormía y dormía tan a gusto. Me dejaba llevar por sueños de doble filo.
El cuerpo descansado y el alma dolorida por la preocupaciones, que permanentemente me asedian, abro los ojos y me encuentro con la lámpara del techo. Es una lámpara de siete brazos y siete tulipas. Muy kisch, me gusta porque aparenta ser una gran lámpara pero no lo es. La habitación es limpia, recién pintada, el suelo de parquet antiguo. Bien pulido y barnizado. Sólo hay dos cuadros. Una reproducción de la Inmaculada de Murillo, que siempre me encantó, y otro cuadro, pareja del anterior con la imagen de San José, creo. En la mesilla de mi parte hay un cenicero de cristal labrado. Cerca de la puerta un lavabo con dos grifos y al lado una palangana y un toallero de hierro con una toalla de color azul marino. El armario y entre las ventanas, una mesa de nogal, de despacho antiguo, grande para estudiar, o lo que sea, otro cenicero y un pequeño recipiente con unos claveles rojos de plástico. Dos sillas y separada, un metro o más, la cama y la mesilla de la futura compañera. He tenido suerte, es confortable y grande. Ahora a esperar a ver con quien me toca compartirlo todo.
Una vez vestida y arreglada un poco, me acerco al servicio y al salir me espera la dueña.
- Buenos días ¿Qué tal has pasado la noche?
- Buenos días, muy bien, gracias y usted ¿Ha descansado?
- Muy bien, duermo como un tronco. Me despierto siempre cuando llega el ciego, pero como ya lo sé, pues enseguida cierro el ojo y hasta mi hora, las ocho y media, así todos los días. Como no paro, me acuesto cansada y duermo y duermo.
- ¿Hay un ciego en la casa?
- Claro mujer. Onofre es un huésped de hace años. Va a las tertulias y dos días a la semana vuelve tarde. A veces empina un poco el codo y anoche para mi que le dio al tinto en condiciones. Ya te lo presentaré, es muy buena persona. Vende el cupón en la esquina.
Según hablábamos nos íbamos acercando a la habitación. Acabamos sentadas en las camas. Ella en la de mi futura compañera y yo en la mía.
- En las habitaciones de el otro ala está la habitación de mi nieto, un hombretón, la de Onofre y la mía junto a la cocina. En esta de al lado está Loly, trabaja en un restaurante cerca de aquí. Buena chica, aunque tiene sus rarezas. Ya sabes, todos cojeamos de algo. Espera que te traigo unas magdalenas, que tendrás hambre, entre el viaje y una cosa y otra. Verás que ricas, me las trae una amiga de Campo Criptana, de donde Sarita Montiel.
- ¿Qué edad tiene señora Belarmina?
- ¿Cuántos crees tu?
- No sé. Sesenta y siete.
- Eres lista y zalamera, tengo setenta y siete. Espera, ahora vengo con las magdalenas.
“Me gusta ver el cielo/ con negros nubarrones/ y oír los aquilones/ horrísonos bramar,/ me gusta ver la noche/ sin luna y sin estrellas,/ y sólo la centellas/ la tierra iluminar”. José de Espronceda.

viernes, 18 de julio de 2008

EL CASO DE LA LECTORA DE VERSOS. II

El espejo.
Alguien trata de meter la llave en la cerradura de la puerta de la casa. Parece no acertar. Escucho ruidos y me sobresalto. Me incorporo en la cama, sudo y tengo el almohadón empapado. Me levanto, mi camisón parece transparente de tanto como he sudado. Mis bragas me estorban, me hacen daño.
Las cortinas dejan pasar luz bastante como para que la habitación esté en penumbra. Son las cinco de la madrugada. Alguien entra y se encamina, parece que con pasos tambaleantes, hacia el otro ala de la casa. Me fijo mejor en los muebles de la habitación. El armario de caoba es grande, tres cuerpos, lo abro y su espejo me representa despeinada, el pelo mojado y revuelto, tengo ojeras y cara de preocupación. Dejo caer lo que llevo encima y me quedo desnuda. Así soy yo. Esa soy yo ¿Esa soy yo?
Ayer, antes de salir de viaje, pasé por la peluquería de Carmina, me cortó la puntas y me remarcó el peinado “Tienes el pelo muy bonito, moldeable, te dejaré bien guapa”. Ahora se ha deshecho. El pelo de mi pubis es negro y largo, tupido y brillante como de visón, ensortijado. Me pica, me molesta, me lo peino con la yema de mis dedos... y mis pechos... tan pequeños, tan poca cosa pero tan sensibles...
Arde el cuerpo de tanto bochorno. Esta habitación es una hoguera, me asaré si sigue este calor. Me recuesto en la cama, desnuda y me observo de costado, ante el espejo. Miro en diferentes posturas, abro la mente y veo la maja desnuda y a la venus ante el espejo. Abro mis piernas y levantó las manos. En la pared puedo hacer figuras de sombras. Me gusta jugar conmigo, entretenerme imaginando.
Cuando tenga compañera no podré hacer esto. Pensativa vuelvo a peinar el pelo de mi pubis, arranco dos o tres y me los meto en la boca. Son tan negros, tan gruesos, tan sensuales y me abro la piernas y ,dios, qué deliciosa sensación, necesito sentir y me dejo llevar aunque me arrepienta. Hoy es distinto, será mi primera vez en Madrid, en esta habitación, ante este espejo y el orgasmo es tan elevado e intenso que me arqueo haciendo como un puente de gimnasia y lleno mi mano con el líquido del chorro que me vino.
¡Queda inaugurada mi nueva guarida, mi nueva novedad! Lamo el fruto, lo bebo. No debí hacerlo, lo sé, pero duermo feliz... o casi.
“Yo no sé lo que busco eternamente/ en la tierra, en el aire y en el cielo”; Rosalía de Castro.

jueves, 17 de julio de 2008

EL CASO DE LA LECTORA DE VERSOS

Llegada a la pensión.
La bochornosa tarde de finales de Agosto fue el principio. Sudorosa y cargada con la pesada maleta y el bolso de mano, me dispuse a buscar alojamiento. “Busca por el centro”. Cerca de la Puerta del Sol, cartel que anuncia habitación compartida. No tardé ni media hora. “Esta es tu habitación”, dijo la viejecita. Muy grande, soleada, con dos balcones a la calle. Se ven los tejados de Madrid. La otra cama es para la viajera que quiera compartir la habitación contigo. Estoy reventada. Este calor es asfixiante. La maleta abierta y sacar lo más urgente. El bocadillo de tortilla francesa, que hizo mi madre para el viaje, me sirve de cena. Ahora mejor no pensar.
Duermo el primer sueño, el de la recuperación. En la calle hay ruidos. Los aguadores, el sereno, risas y conversaciones de la gente. Hierve la calle y son las dos. Me levanto de la cama y pienso. Estoy en Madrid, ahora empieza lo peor. Vete a saber quien vendrá a ser mi compañera, con lo bien que estaría sola. El libro me ayudará en los momentos de debilidad. Mi libro, el único que tengo, es especial: “Los 25.000 mejores versos de la lengua española”, edición de Editorial Vergara. Me lo regaló él. En la primera hoja la dedicatoria con su estilográfica de tinta negra como un presagio: “Para la más guapa y buena. Con simpatía de tu amigo, que lo es, Al”. Nunca se lo agradeceré bastante, pobre, me mira con tan buenos ojos...
Me asomo a la calle. En el balcón de la derecha hay tres maceteros sin plantas y en de la izquierda, cuatro. Si fueran míos... en las ventanas de la casa de enfrente hay luz tenue, como de color rosa. A veces se mueven sombras. Huele a mojado, a ozono, al campo cuando truena y caen las primeras gotas. Mi casa, mi madre, sobre todo ella, mi padre, mis dos hermanos. Se me humedecen los ojos como en el autobús cuando les daba de mano para despedirme.
- ¿A dónde va la chica? – preguntó Inocencio el del taller de bicicletas, un meto me en todo.
- A Madrid, la chica va a Madrid a estudiar y trabajar.
Les daba de mano y les decía adiós, adiós... y mis ojos se pusieron brillantes.
El libro dice: “Al ver mis horas de fiebre/ e insomnio lentas pasar,/ a la orilla de mi lecho ¿quién se sentará?” G. A. Bécquer.
Sigo mirando por el balcón. Un taxi para en la calle frente a la puerta de la casa. Baja una mujer joven. Me meto en la habitación, con la luz apagada y sobre la cama escucho ruidos. Entra alguien en casa. Es la mujer del taxi. Escucho como abre, con llave, la habitación contigua a la mía. Enciende la luz y tose, una, dos, tres veces. No me gusta esa tos. Me quedo dormida pensando en cómo será la que vive en la habitación contigua a la mía ¿Quién dormirá junto a mi lecho?

LA MUCHACHA ENFERMA. II

La copia, casi integra, de la entrevista a la muchacha enferma me ha dolido. Hace daño contar historias que son reales, algo distorsionadas, pero reales como la vida misma.
En estos “secretos de mujer” casi no ha habido literatura ni “invenciones”.
Anoche escuché un programa de radio, que viene como anillo al dedo para corroborar la autenticidad lo de ayer, programa que tiene bastante audiencia entre gente joven y no tan joven. Se llama “Ponte a prueba” y lo emite Europa F. M. Los oyentes llaman contando su caso para que los presentadores, oyentes, o las personas que siguen el programa a través de internet y usan al mismo tiempo el chat, den su opinión o consejo. Transcribo, casi textual, lo que oí: “Estoy muy preocupada. Te cuento: soy una chica de Sevilla, de quince años y resulta que el sábado fui al pueblo de mi madre. Me enrollé con un desconocido que me rompió la virginidad y me lo hizo. No usamos preservativo y se corrió dentro. No me enteré de nada porque estaba borracha. El domingo, en Sevilla, fui a que me dieran la píldora del día después. Me la negaron porque soy menor de edad. Me pidieron que fuera con mi madre o que llevara una autorización, por escrito, de ella. Tengo miedo de haberme quedado embarazada, o que me haya infectado de algo ¿Qué hago?”.
Sin comentarios. Así están las cosas y existen cientos, o miles, de casos así.
Mañana empieza la literatura. Decía T. S. Eliott: “la gente no soporta demasiada realidad”. Duele la vida real, duele el presente y se necesita de la máscara, el disfraz, aunque sea a base de palabras. Ya dijo aquél: "escribir es fácil, lo difícil es hacerlo bien". Habrá que intentarlo.

martes, 15 de julio de 2008

LA MUCHACHA ENFERMA

El informe era sobrecogedor. Se habían hecho varias baterías de análisis y todos habían dado positivo. Ha pasado por varios filtros y cuando llega a mi despacho es porque hay total seguridad, a ciencia cierta, de que estamos ante un caso realmente dramático, y es el primero, de todos los que he recibido en mi larga vida profesional, que afecta a una chica tan joven, una adolescente.
Esta tarde viene a verme. Tiene cita a las cinco. Estoy preocupado porque no sé muy bien como reaccionaremos, ella y yo. Por ahora he preferido no pedir consejo a ningún colega.
- Siéntate. Normalmente esta primera entrevista es dura, así que te invito a una coca cola o un café, si quieres.
- No, muchas gracias. Estoy bien así.
- ¿Cuando cumples los diecisiete?
- En Marzo, el día diecinueve.
- ¿A qué edad empezaste a tener relaciones?
- Con catorce años, creo.
- ¿Por qué tan pronto?
- No sé. Me gustaba hacerlo y ya está. Un día, un chico que pescaba en el espigón, me gustó, dijo que si quería y le dije que si. A partir de ahí con ese chico he estado muchas veces. Siempre que él quería.
- ¿Con cuantos crees que has estado?
- No sé, con muchos.- ¿Cuántos?- Catorce, quince, no se.
- ¿Nunca usabais condón?- Casi nunca. De hecho creo que he tenido dos abortos y una vez tuve que ir a que me dieran la píldora del día después, pero como soy menor de edad no me la dieron. Me aguanté y tuve suerte que no me quedé.
- ¿Tus padres no sabían nada?
- No se preocupaban. Están liados con el bar. Mi madre nos dejaba las comidas hechas y punto.
- ¿De todos con los que has estado, quién crees que te pudo contagiar?
- Estuve el verano pasado ocho días en Guardamar, con un chaval que era como mi novio. Pero como trabajaba tanto, me enrollé con tres extranjeros, estuve con los tres varias veces. No sé si serían esos.
- Tendríamos que saberlo y saber si has podido contagiar a alguien ¿Con quien has estado últimamente?
- Con varios, ya dije. Una vez estuve con un casado, pero al enterarme de que tenía a su mujer embarazada, lo dejé.
- ¿Cuánto hace de eso?- Unos meses.
- ¿Cómo te sientes desde que te dieron el diagnóstico?
- Muy mal. Me siento como una vieja, con ganas de morirme. Pero no quiero que me de más pastillas, bastante tengo con las del tratamiento.
- Es importante que nos des nombres, direcciones. Todo será confidencial, secreto, lo necesitamos por si has contagiado a alguien, o por si localizamos al que te contagió.
- Pero si no sé ni como se llamaban, ni donde viven. Eran de por ahí. Ligábamos, surgía hacerlo y lo hacíamos. Al salir de la discoteca, en la playa, en el coche, en descampados, donde fuera. En mi casa varias veces y alguna en la de los tíos Mi idea era largarme con dieciocho años y ser actriz porno o dedicarme a la prostitución de lujo. Era mi ilusión, no pensaba en otra cosa.
- ¿Lo dices en serio?- Se lo juro. Mi padre dejaba películas porno encima del video. Cuando me quedaba sola, las veía, pero con doce años, no crea. Por eso me gustaba tanto hacerlo, pienso yo ¿Cómo imaginar que los catarros y las gripes, tan frecuentes, eran porque tengo lo que tengo?
- ¿Mañana podrás volver?
- Si tengo que venir vengo.
- Escribe en un papel los nombres, las direcciones, móviles, correos, lo que puedas aportar, de quien creas que te ha contagiado o que tu hayas podido contagiar. Ese papel lo metes en un sobre, lo cierras y mañana me lo entregas ¿Te parece bien?
-Ya se lo dije. No sé nombres ni direcciones.
- ¿Mañana a la misma hora?
-Vale, hasta mañana.
- ¿Estás bien?
-¿Cómo quiere que esté? Tengo dieciséis años.

EN MI PUEBLO NO HAY NEGROS. II

Quedamos en vernos en su despacho, sobre las ocho y media de la tarde del día siguiente, al cerrar la Academia y quedarse sola. Me había sorprendido su confesión de ayer, mientras comíamos. Como ya es sabido la realidad supera a la ficción. No podría haber imaginado el berenjenal en el que estaba metida mi clienta.
- ¿Cómo estás?
- Preocupada, pero bien. Ponte cómodo, estás en tu casa ¿Tomas algo?
- Coca cola, si tienes.
- Tengo. ¿Te sorprendió lo que te conté ayer?
- Mucho. Lo que importa es si eres feliz
- Cuando estoy con él inmensamente. Me duele porque engaño a mi esposo y por la plata que me cuesta. Me imagino que es el precio que me toca pagar. El problema es que es un trabajador de la empresa. Si fuera un extraño sería distinto. Aquí hay doble complicación: laboral y afectiva.
- ¿Cuánto le estás dando?
- Como puedes imaginar para mi es algo que me sobrepasa porque se trata de una persona especial, muy grande física y moralmente, culto, políglota, casado, que esa es otra, un gran hombre de raza negra. Nada más verle me impactó su presencia, su animalidad, su corpulencia. Como mujer nunca había imaginado que me pudiera impactar tanto su figura. Me gusta el jazz, el blues, el gospel, la música étnica y todo lo africano, como ya te dije, pero la sorpresa es que ese hombre despertara en mi un animal dormido que habitaba en mi sin que yo lo supiera. Se dio cuenta nada más verme y desde el principio caí enamorada como una adolescente. Imagina. Sexualmente siempre fui normal. De repente surgió el volcán. Al tercer día le mandé esperar y me adelanté, ofreciéndome, vos sabés. Cuando vi su desnudez, su hombría, su... ya sabes, un cuerpo negro, grande, con esa sonrisa tan blanca, esa boca tan enorme, esa cabeza, ese miembro... me dije, dios mío, es real, y está desnudo para mi. Su experiencia, su dominio, su herramienta, su energía... total que me enamoré como loca de loquero, porque me descubrió un mundo inimaginable, porque es una persona admirable, llena de sensibilidad y ternura, que me lleva a la gloria y sólo pienso en estar con él. Un día me pidió dinero prestado, se lo di y le dije que no me lo devolviera... ahora me lo exige y a veces agresivo, vos entendés. Mantiene a su familia y además manda dinero a sus padres y hermanos, que viven en Senegal en situación precaria. Vos me dirás como resuelvo el embrollo.
- ¿De cuanto estamos hablando?
- Dos mil mensuales, más la nómina.
- Hay que cortar en cuanto antes. Mañana le pones sobre la mesa sus nuevas condiciones laborales.
- No quiero perderlo. No puedo imaginarme sin su...
- Así no puedes seguir, o quebrará tu empresa y te quedarás sin lo uno y sin lo otro. Proponle esto aumento de nómina, hasta mil quinientos mensuales, una paga mensual de mil euros, en especie, que puedes desgravar. O acepta eso o no puedes renovarle el contrato, antes de cumpla los tres años como fijo.
- Se lo diré, pero tengo miedo que se vaya de la lengua y se entere mi esposo.
- Si no acepta, hablas con tu marido. Dile que te chantajea y te obliga a acostarte con él, recuerda que es negro, todos te creerán. No puedes permitir ni chantaje económico ni emocional, tienes a tu favor que es negro.
- Eso es injusto y racista por tu parte. Creo que cambiaré de asesor.
- Muy bien, gracias por la coca-cola.
Así es como perdí una cliente. Metí la pata, no tuve en cuenta que está enamorada y que hay temas sensibles como el racismo, por ejemplo. Estoy harto de las susceptibilidades de la gente, como la argentina que no entendió, o no quiso entender, que los negocios no se pueden mezclar con los sentimientos. También me gustó “Memorias de África”.

lunes, 14 de julio de 2008

EN MI PUEBLO NO HAY NEGROS

Por motivos profesionales es mi obligación mirar por lo intereses económicos de mis clientes. Llevábamos tiempo observando, mis colaboradores del despacho y yo, que las cuentas de la Academia de Idiomas no cuadraban del todo. Faltaba dinero que justificar.
Era muy necesario mantener una entrevista urgente con la propietaria y directora de la mencionada Academia.
La llamé para quedar. Prefirió que nos viéramos en un sitio neutral, el restaurante de la última planta de El Corte. El menú era lo de menos, hablaríamos de negocios.
- No lo tomes a mal, pero creo que gastas más de lo que la empresa se puede permitir y como ya habrás visto, de seguir así, puedes terminar el año fiscal en quiebra técnica.
A pesar de llevar varios años en España, a mi clienta no se le quita su acusado acento argentino.
- Vos sabés que siempre soy transparente con mis papeles, pero desde hace casi dos años hay un gasto que no puede figurar en la contabilidad. Habría que ver la forma de que ese gasto fuera una partida más y que se pudiera desgravar.
- ¿A qué gasto te refieres?
- Es muy personal, vos sabés, es un secreto que no se si debo contártelo. Pero, qué carajo, confío en que es una conversación, la nuestra, entre asesor y cliente y por lo tanto, confidencial, que no saldrá de aquí, quiero decir.
- Por supuesto. Entre tu y yo tiene que haber claridad y confianza. El secreto profesional es nuestra base de trabajo.
- O. K. Te cuento: El profesor de inglés y francés es senegalés, está casado, tiene tres niños, más el que viene. No sé cómo, el caso es que estamos manteniendo una relación y desde hace un tiempo me pide dinero en negro, nunca mejor dicho.
- ¿Sois amantes?
- Lo somos. Te contaré algo: En mi país no hay negros, al menos en la parte de la que soy yo. Siempre me sentí atraída por los negros. Desde niña en las películas, la música, el folclore, todo lo que tiene que ver con la cultura, el deporte y muchas otras facetas... lo negro me atraía poderosamente. África es mi pasión, por resumirlo. Me casé con diecinueve años, enamorada hasta las trancas del chavo con el que salía desde los doce, ¿vos te imaginás? Nos casamos con prisas porque estaba embarazada de mi hijo Gustavo, total que por culpa de la situación de mi país, lo vendimos todo y nos vinimos a España. Mi esposo trabaja en una compañía de importación de carne de la Argentina. Gana buena plata y es feliz con su trabajo. Nada más llegar monté la Academia y hace tres años necesité a alguien que hablara perfectamente inglés, francés, italiano..., porque me salió una oportunidad de negocio como traductora. Para ello necesitaba colaboradores que dominaran varios idiomas. Se me ofrece un tío grande como un armario, negro como el betún, que habla cinco idiomas más algún dialecto africano. ¿Vos sabés lo que eso significó para mi? Una aparición celestial. Un ángel negro, ¿qué un ángel?, un dios de ébano, en mi despacho. Negociamos y llegamos a un acuerdo. Su nómina y ya está. 1.150.- euros al mes.
- ¿Y el dinero en negro?
- Se hace tarde para mí. Mañana te cuento.

sábado, 12 de julio de 2008

LA SEÑORITA DE LA PEQUINESA. II

Hay días concentrados como comprimidos de sacarina y noches que se alargan como sombras de estatuas, otros es de al revés. Pensar en la señorita de la pequinesa era un buen entretenimiento. La vida puede cambiar en un solo instante y durante toda la noche, y el día, pensaba en lo sorprendente de la proposición de una chica a la que le doblo, sobradamente, la edad. Mientras cenaba, la perra me miraba interrogante, sin quitarme ojo, movía su rabo y la notaba nerviosa. Debía pasarle lo que a mi. Estaba deseando bajar al parque para encontrarse con su amiga pequinesa. Bajamos casi a la misma hora que ayer y, sin demora, nos acercamos hasta el parquecito. La perra nada más salir a la calle, frente al portal dejó su amarillo reguero de pis, creo yo que para marcar el territorio, o, tal vez, para dejar la señal, a su amiga pequinesa, de dónde vive.
En el parque ya estaban los habituales. La perra y yo sondeamos, con una ojeada, nuestro alrededor y comprobamos que nuestras amigas no han venido. Será cosa de esperar.
No me gusta dejar suelta a la perra, así que tirando de la correa hice el gesto de regresar a casa, pero ella no quería, me miraba con esa mirada suplicante, tan humana, llena de ternura, que a veces se les pone, como queriendo decir: “por favor tío, espera un poco”.
Encendí un cigarrillo y me acerqué al grupo de jóvenes que, casi en corro, se pasaban el cigarro de la risa, de unos a otros. Allí no estaba.
Cuando hicimos el gesto de regresar, vimos venir a la señorita con su pequinesa. Las dos perritas se pusieron muy contentas y hacían como si se besaran. La joven me besó en la mejilla.
- ¿Cómo estás, cielo?
- Aquí estamos. Mi perra no quería ir para casa hasta que no viera a la tuya.
- Se nota que se gustan. Deben ser lesbianas.
Llevaba el mismo pelo largo y revuelto, el típico peinado despeinado, sus ojos negros como el carbón, dulces y brillantes como destellos de soldadura autógena. Su camiseta blanca, de Mango y los mismos pantalones y sandalias que ayer. Un pañuelo de seda, blanco con lunares azules, anudado al cuello, delgada y algo más alta que yo.
Sentados en un banco, con nuestras respectivas correas de las perras alargadas, me lo contó todo, o casi, supongo, mientras se hacía su peta y lo fumaba.
- Me pasé. Se quitó el pañuelo y dijo: “Fíjate lo que me hice, soy gilipollas”. Si hubieras venido esto no hubiera pasado.
- ¿Por qué?
- Fácil, hubiéramos follado y así no me habría hecho esta barbaridad.
- ¿De qué son esas marcas en el cuello?. Parecen mordiscos de Drácula.
- Te cuento. Hace seis meses me dejó mi novio y casi caigo en una depresión. Hasta que un día me dije: “Se acabó, a partir de ahora ni novios ni ostias”. Total, que me metí en un chat y conocí a un tío montón de años mayor que yo. Me tiene obsesionada. Se me ocurrió decirle que haría lo que me pidiera, y claro, ahora me encuentro conque me pide que haga los “deberes” que me ordena. Ayer me mandó el “deber” de ponerme dos gotas de cera de glicerina quemando, en la yugular. No queda ahí la cosa. Quiere que me dilate el coño y los pezones. Los pezones los tengo superlargos, estirados y sensibles por ponerme pinzas y tirar de ellas con una cadena que me ato a los labios mayores de la vulva donde tengo un piercing anilla en cada labio. Es un artilugio que me compré en Chueca, y sirve para hacer estiramientos de pezones y labios de la vagina. Total, estoy hecha una pena. Encima, anoche, dos porros y la botella de ron, eso si, me corrí varias veces, pero... ¿de qué me sirve si lo hago sola, siempre sola?
- Debes cortar con eso.
- Claro, decirlo es fácil. Estoy enganchada. Voy a cumplir diecinueve años, acabo de terminar la selectividad, puedo hacer periodismo, medicina o lo que me salga del coño, tengo un 8,96 de nota media, sin embargo... soy una desgraciada con ganas de morirme o de mandar todo a la mierda y largarme a tomar por el culo. Estoy desesperada.
- Si tu ojo derecho te ofende... arráncatelo.
- Nos ha jodido ¿Me arranco al que yo, por juego, llamo mi Amo y serías tu mi amante?
- ¿Se lo preguntamos a las perras?
- Las perras seguro que quieren liarse, les va la marcha, no paran de lamerse el chocho.
Al cabo de dos meses regresaron los amigos de Nueva York en busca de su perra. La muy traidora, en el momento que vio a sus verdaderos amos ya no me hacía ni caso, ni se despidió de mi. La señorita de la pequinesa ha desaparecido, como desaparece todo.

LA SEÑORITA DE LA PEQUINESA.

No me gustan los perros, ni los gatos, ni las mascotas en general, casi prisioneros en las pisos de las ciudades. En las casas de campo es otra cosa, tienen espacio para moverse con cierta libertad. Por motivos que no vienen al caso, me encontré al cuidado de la pequinesa de unos amigos que se fueron a pasar una temporada larga en Nueva York. Un compromiso ineludible, vaya.
Me encargué, con responsabilidad, del cuidado y mantenimiento de la perrita. Cada mañana me levantaba un poco antes, para que me diera tiempo a pasearla hasta que hacía sus dos necesidades. Por la noche, solía salir después de haber cenado, por lo tanto ya no había tanta prisa para volver a casa, y al menos durante media hora, tomaba el aire con mi perrita prestada.
Como la perra es muy bonita y cariñosa, no le faltan “pretendientes” que la olisquean y alguno hasta amaga con sobrepasarse. Así que venga a tirar de la correa.
Hace tres días me acerqué, sobre las nueve y media de la noche, hasta el parquecito situado cerca de donde vivo. Allí varias personas, con sus perros, dan vueltas o se sientan en los bancos a dar tiempo a que sus animales se solacen y que, de paso, hagan lo que tengan que hacer. Una muchacha joven, se acercó a pedirme papel de liar. Al principio no entendí bien. Quería hacerse un porro y no tenía papel. Su perrita es una pequinesa cruzada que, enseguida, se hizo amiga de la mía. Me pidió que le sujetara la correa de la suya, mientras se acercaba a un grupo de jóvenes que más arriba, estaban fumando sus porros, según trascendía en el aire.
- Ya que me toca bajar a la perra, por lo menos que me de tiempo a fumar un poco.
Vestía una camiseta amplia con grandes letras en la parte delantera, unos pantalones vaqueros destrozados los bajos de tanto pisarlos y unas sandalias de piel. Con sus papeles en el mano, sacó un trozo de hachís que tenía escondido en el sujetador. Con mucha habilidad, se notaba que tenía práctica, calentó su trozo, hizo la mezcla con el tabaco y al poco ya lo tenía encendido. Hizo el gesto de pasármelo...
- No gracias, no uso de eso. Prefiero mi Pall Mall azul.
- Joder tío, me he pasado ¡Qué fuerte! Sus caladas eran intensas y tardaba en soltar el humo.
- Tu perrita y la mía se llevan da butem. No te vayas a pensar que soy una drogata, solo fumo uno al día, y a temporadas, que he llegado a dejarlo hasta meses. Ahora es distinto, estoy de vacaciones y quiero aprovechar para ponerme hasta el culo. Mis padres están en la sierra. Así que esta noche haré mi propia fiesta ¿te vienes?
- No puedo, estoy casado, ya sabes.
- A mi no me importa. Dejas la perra y pones un pretexto, tengo una botella de ron sin empezar, podrías echarme una mano hasta que la terminemos.
- ¿Te emborrachas?
- Hago un poco de todo, si vienes no te arrepentirás. Joder tío, este peta me está poniendo a cien ¿Vamos?
- Me lo cuentas, si te parece.
- Es que es un secreto.
- Me gustaría conocerlo.
Para entonces ya había terminado su porro y dijo donde vive para, que si me decido, acuda a su casa, que me espera, que le fastidia hacerlo sola.
- No voy a ir, al menos hoy.
- Está bien, mañana te cuento.

jueves, 10 de julio de 2008

MEMORIAS DE MUJER

-2- La mujer de la playa. II
El tiempo vuela siempre y cuando se está de vacaciones mucho más. Aunque si he decir la verdad, en ésta ocasión estaba deseando que llegara, en cuanto antes, el próximo amanecer y esa espera se me hacía eterna.
Cuando llegué a la playa, la desconocida estaba hablando por el móvil. Nada más verme, dio de mano a modo de saludo y de invitación a que fuera donde estaba. Me senté sobre una piedra del espigón esperando que terminara de hablar con su amante.
Se levantó y acercándose me dio un beso en la mejilla.
- ¿Cómo estás, cielo?
- Bien ¿y tu?
- Jodida. Me acaba de decir que se va ocho días a Florencia con su mujer. Me lo dice para darme en los morros, sabe de sobra lo que me fascina Florencia y que quiero ir con él. Así que me ha puesto de los nervios el muy... bueno no lo digo. Tener un amante debe ser así.
- Tranquila, mujer.
- Dame fuego, con las prisas se me olvidó coger el mechero. Voy a darme un baño. Ven conmigo.
- No, nunca entro en el mar. Te cuido de la ropa.
Mientras se bañaba desnuda, sin haber salido el sol aún, me parecía ver a una sirena, o, tal vez, una diosa de la mitología griega. Ni me fijaba en el mar, ni en el pescador entre las rocas, ni en las nubes enrojecidas del horizonte.
En pocos minutos regresó y con su toalla limpié las gotas de agua que tenía pegadas a su espalda y el resto de su esbelto cuerpo. Se puso la camiseta de algodón blanca, su tanga y su falda de zingara.
Encendimos el segundo cigarrillo y nos quedamos en silencio contemplando la inmensidad del mar.
- Soy pianista. Doy recitales, clases particulares de piano y trabajo en el Conservatorio. No sé qué pensarás de mi, pero te contaré algo: Tengo un amante desde hace años, amigo de mi marido. Cuando me parece quedamos, lo hacemos y ya está. Este de ahora es distinto, es una amante pasión, como si dijéramos. Llevamos liados cuatro meses, quedamos en hoteles de carretera, a medio camino entre su ciudad y la mía. Casi siempre los viernes de cuatro a nueve. Es muy bueno en la cama y me tiene coladísima. Es profesor de Educación Física, tres años más joven que yo, un cuerpazo y encima culto, podemos hablar de música, de pianos...
- ¿Qué piano tienes en casa?
- Tengo un Yamaha negro, de pared y otro de media cola, también negro, un K-Kaway, en una habitación, insonorizada, donde doy las clases. La música es mi vida y necesito sexo para poder tocar, sobre todo en los días previos a los conciertos. Así es mi vida, ese es mi secreto.
Durante aquellas mini vacaciones, la pianista, después de su llamada por el móvil, se bañaba desnuda y me contaba sus cosas. No he vuelto a saber de ella. Alguna vez la he escuchado en Radio Clásica. Es realmente buena interpretando a los clásicos, siendo su especialidad Frank Liszt y Frederick Chopin, nada menos.

miércoles, 9 de julio de 2008

SECRETOS DE MUJER.

-1- La mujer de la playa.
Tengo un sueño de calidad, es decir, con cuatro horas que duerma es suficiente para sentirme descansado el resto del día. En la casa todos duermen y la oscuridad no me permite ver la hora que es. Me noto impaciente por ir a ver el mar. En vez de darle vueltas a la cabeza y pensar en lo que no debo, decido levantarme y salir a la calle.
Aún no ha amanecido del todo, la frescura y el olor que desprenden las olas en la playa me conforta. No tardo ni dos minutos en estar sentado sobre el espigón de la bahía. El cielo es una maravillosa secuencia de luz y color, el mar está en calma y sus infinitas olas no paran en su incesante parto de espuma contra la arena de la playa. Enciendo el primer cigarrillo y aspiro aire de mar y una especie de confortabilidad y satisfacción me inundan. A lo lejos, entre las rocas, se divisa el perfil de un pescador con su caña. Me acuerdo de algunas acuarelas y de otros paisajes antes vistos. Este de ahora es idílico, único, lo más hermoso del mundo. Me siento acompañado por una pléyade de gaviotas y en el horizonte las nubes se vuelven rojizas anunciando la inminente salida de sol.
Por el paseo marítimo una mujer joven habla con su móvil y se quita los zapatos para bajar a la playa. Se acerca a las olas y se moja los pies. No se da cuenta de mi presencia y sigue con su conversación animada y al levantar la cabeza percibe que la observo. Es hermosa.
Se limpia la arena de los pies y se pone los zapatos. Sube por la senda del espigón y parece decidida a hablar conmigo.
- ¿Me das fuego, por favor? Para entonces ya había colgado el teléfono y al encender mi zippo, pude ver sus ojos verdes y acuosos. Había llorado.
- ¿Muy enamorada?
- Demasiado ¿Se nota?
- Un poco. Eso es bueno. Te envidio.
- No puedo permitirme que se note. Mi marido duerme en el hotel. Cuando vuelva espero que no se de cuenta ¿No tenías sueño?
- No. Me gusta fumar y en casa no puedo, así que vengo aquí un rato hasta que llegue la hora del desayuno.
- Me apetece bañarme ¿me acompañas?
- Báñate tu. Cuidaré de tu ropa.
Bajamos juntos hasta la playa. Se quedó desnuda y dentro del mar, nadó un poco y en cinco minutos la estaba secando la espalda. Su cuerpo... venus de bronce.
- Soy idiota. No debí mojarme el pelo. Dijo, mientras se ajustaba el tanga y se ponía su vestido blanco, estilo ibicenco.
- Has hecho bien. Cuando llegues al hotel podrás decir que has bajado a darte un baño.
- Tienes razón, no lo había pensado.
Nos sentamos casi rozándonos y mientras fumábamos, se hizo un silencio.
- ¡El mar es una maravilla! Somos de tierra adentro y cada vez que venimos aquí me siento otra. Me excita, entro en la gloria, me hierve la sangre y me noto muy caliente ¿Mañana vendrás?
- Claro, solo estaremos seis días, quiero disfrutar del mar todo lo que pueda.
- También vendré. Necesito hablar con él. Me tiene loca, hace sentirme como un torbellino, como un torrente desbocado. Ahora, le deseo y cuando llegue al hotel he de acostarme al lado de mi marido y esperar a que se despierte. Necesito hacer el amor y tener cuidado de que no se me escape el nombre del otro cuando me vengan ¿Estaré loca? ¿Por qué te cuento esto si te acabo de conocer?
- Desahógate si quieres. Te escucho.
Se levantó, me dio un beso en la frente...
- Mañana te cuento.

MICRPOEMAS, MICRORELATOS...

-47-
Entre tus muslos florecen rosas,
entre tus pechos caracolas,
entre tus labios eternidades.
¿Por dónde empezamos?

-48-
Se extraña el mar entre las nubes,
el cielo no parece cielo.
La hierba crece amarilla entre las piedras
y los perros ya no ladran a las chicas.
¡Se te olvidó abrir el mundo al amanecer!

-49-
Rechinan los acordes del silencio,
tiemblan las auroras en el ocaso,
y en los bosques gritan los helechos.
En la superficie del agua está escrito:
“pasa página y da tiempo a la palabra”.
Ahora.

lunes, 7 de julio de 2008

MICROPOEMAS, MICRORELATOS

-44-
Algunas veces parece que vuelo
y subo dos, tres, escalones...
Otras bajo tanto, pero tanto,
que noto el olor del infierno.
Si apareces, hablas de fuerzas,
de resistencia y surge el bálsamo,
la risa, el preámbulo de la lucha.
Si te quedaras flotaría en la nube
que nos corresponde, mujer.
Así que ya sabes,
así que ya se.

-45-
Un día de no hace mucho,
paseamos por esta misma calle,
despacito, de la mano,
como dos tórtolos en almíbar.
Ayer volvimos por esta misma calle,
paseamos, tu como sola, yo como solo,
a veces delante, otras detrás,
tal que dos extraños que se conocen.
¡Vaya papeleta!, dijo un ciego.
¡Al menos siguen juntos!,
gritó un solitario empedernido.

-46-
Cuanto más callo,
más me duele el dolor.
Cuanto más ardo,
más me consume el fuego,
me abraso en llamas encendidas.
Bebe agua fresca y te calmarás,
samaritana a la vuelta de la esquina.
¿Dónde queda la fuente?
En tu corazón, hombre,
en tu corazón.

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-41-
Los poetas
que cuentan sílabas con los dedos
dicen que no se puede escribir “luna”,
“mar”, “te quiero”, “tus labios carnosos”.
Los poetas
que cuentan silabas con los dedos
afirman que los lugares comunes
son nefastos y que una asonancia
destroza un poema.
Los poetas
que cuentan silabas con los dedos
que se vayan a tomar viento.
Anoche, junto al mar, bajo la luz de la luna,
besé tus labios carnosos y dije: lo siento,
se me fue la mano, porque te quiero.

-42-
No le puedo poner coraza
a mi corazón.
No puedo enfundar
mi afilada espada.
No quiero tener cancela
en la puerta de mi casa.
Entra y te la clavaré entera,
hasta que pidas más y más.
Dijiste que quieres sufrir de amor,
sentirte viva, acelerada.
¿A qué esperas?
¡La puerta está abierta!

-43-
No digas que no avisé,
te lo dije claramente:
Mi manera de vivir
es una condición de ser.
No puedo buscar perlas,
si acaso... palabras, versos.
No robes lo único que tengo.

sábado, 5 de julio de 2008

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-38-
Sobra la ropa,
el calor es tanto, pero tanto,
que la piel se vuelve agua
y la frente hervidero.
En tardes así, vienen ganas
de ser tu profesor de piano,
o de manualidades.
Ganas de tantas cosas...
referentes a un volcán en erupción.
Súbete encima y cabálgame
hasta derretirte en leve lava
que me eleve hasta el cielo,
o así.

-39-
Alguien se baña en el mar azul,
alguien se alivia bajo una encina,
alguien se salva de la quema,
alguien se estremece con un abrazo.
Nada nuevo bajo el sol de injusticia,
soy mucho menos que alguien,
soy nadie.

-40-
Las calles queman, se derrite la brea,
ni un alma se asoma a las ventanas,
ha sido atropellada una paloma,
un solitario se quita el sombrero
ante la maniquí del escaparate,
otra paseante luce risa ebria.
Arde Madrid, estoy dentro.
Arde Madrid, estoy solo.
No digáis que soy áspero como un trillo
o seco como el beso a un muerto.
A ver.

viernes, 4 de julio de 2008

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-35-
Iba bien,
mucho mejor de lo pensado.
Hasta que un día me ardió el alma
de tanto pensar en ti.

-36-
Por la noche, los susurros
de las hojas de los chopos al caer,
me avisan del otoño.
Por el día, la hojarasca cruje
y me noto más mayor.
No hago hogueras desde niño.

-37-
Se quemó hasta las pestañas
de tanto leer libros de amor.
Al mirarse al espejo
notó sus ojos enrojecidos.
Dejaré la casa y saldré al parque,
el aire fresco aliviará mi sed.
De noche, soñó con los límites
del infinito y con fuego en las nubes.
Sudoroso se despertó incógnito:
¿Vivo en éste hermético tiempo?

jueves, 3 de julio de 2008

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-32-
Quítate de encima los estorbos,
el vestido y los collares.
Si no eres valiente para ir al grano,
ya sabes:
cada uno por su camino
a rumiar la pérdida.
Ni tu conmigo
y yo sin ti.
¿Acaso no sabías que soy hombre?

-33-
Déjate de cuentos,
de rodeos y pasaba por aquí.
Hoy es el día,
o vienes, o no vuelvas.
No eres mujer para amiga,
eres mujer para mujer...
o nada.

-34-
Esa sombra triste que te adorna
te da un aire de melancolía,
de sublime belleza mística.
Al apretar mi mano te noté tibia,
lánguida, como si sufrieras
de fiebre por sentir lo extraordinario.
¿Por qué no rompes las ataduras
y vienes a tomar el fresco bajo la encina?
El olor a tomillo y retama
te abrirá el apetito y podrás respirar hondo,
y casi seguro que nacerán ansias
de ti y de mi, a la tenue luz de la brasa.
Ven y prueba, no cobran por el aire,
ni por la encina.

martes, 1 de julio de 2008

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-29-
No duele la espera,
¿o si?
Algo duele,
nudo en la garganta,
y no sé qué es.
Duele la certeza
de que no vendrás,
ni hoy,
ni mañana...
¡Dueles entera,
como una crucifixión!

-30-
Miras así, como a lo lejos...
miro a ver qué miras
y veo que clavas tus ojos
en lo abstracto,
en lo indefinido.
Me conformo con ver
cómo miras.
De mi ni te preocupes,
no hay nada que hacer.

-31-
Estoy labrando una sombra
en la que sembrarte.
Los surcos torcidos,
son los senderos
por los que dar pasos juntos.
La semilla es el tiempo
que vivió junto a nosotros.
La mazorca nacerá preñada
de fertilidad de futuro
y desgranada en mis manos
será el presente con el que pensarte.
Dame la mano,
necesitamos agua de boca a boca,
y abrir grietas en la muralla
por donde penetre el sol.

MICROPOEMAS, MICRORELATOS...

-26-
Oh, bella Arianne...
besemos juntas los labios y el pecho
de nuestro amado.
Bebamos las delicias de su ser,
comamos del mismo manjar,
y gocemos de su inmensa fortaleza.
Compartamos la delicia
de que nos desee, como te deseo a ti.
Oh, bella Arianne...
permite que me de en la boca el elixir
que yo más tarde te daré a ti.
Mañana serás la preferida de los dos.

-27-
La bella Ariane viste sedas
y peina cabellos lacios y negros.
Se baña cada atardecer en el río
y se deja secar desnuda al sol de agosto.
Los pastores lo saben,
los elfos lo saben,
y un carnero grande
la contempla con ojos de cordero.
La bella Arianne se deja llevar
por ensoñaciones dulces
y a veces, se abre de par en par
y una ligera brisa la eleva al éxtasis.
Oh, bella Arianne, soy Luz y te ilumino
como tu a mi cuando me miras así,
con esos tus ojos de gacela herida.
¡Yo te salvaré del sufrimiento!

-28-
Mi hermosa y perfecta Arianne,
ven al caer la tarde,
ven a los claros del bosque
donde quedé con nuestro amado.
Llegará ya oscurecido, tendremos tiempo
para que nos bañemos
en la frescura del río y nos encuentre
bien dispuestas, ardiendo y limpias.
Con las hojas de una rama de chopo
te daré aire y brisa, viento de besos,
te comeré y lameré la grieta
por donde entre el que nos ama.
Te toca a ti recibirle y dejarme una parte.
Oh, bella Arianne, qué delicia saber que existes.
¡Hoy es todo para ti, incluso yo!