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jueves, 31 de enero de 2008

T. Q. 1 de febrero, viernes.

Amaneció temprano y me levanté con bastantes ojeras y unos leves arañazos en la espalda que me hizo mi marido cuando le vino. La noche había sido frenética y... en la sábana hay dos gotas o tres de sangre. Al mirarme al espejo, noté mi cuello con dos huellas rojas por los mordiscos. Seguramente tendremos buen día y tal vez, hasta pueda escribir lo que anoche me rondó por la cabeza. Después del primer sueño, me desperté y me levanté al baño, fumé un cigarro y fui a ver el correo del ordenador. No había nada, pero pude escribir unos posibles primeros versos: “me asusta el rigor de la nada/ y puede que ese sea mi destino”. Parece que se las han arreglado con respecto al guión de la película. En realidad era una confusión con los nombres. Hay que poner mil ojos y así y todo, siempre se te va algo. Mi marido, Maurice, antes de ir a trabajar y de darme el beso de despedida, me dijo que anoche había estado como una fiera, enfurecida, consiguiendo orgasmo tras orgasmo y gritando: préñame, préñame ¿qué te está pasando? Que quiero tener un niño. No empieces con eso. Se fué y me dejó triste. La casa se inundó de una atmósfera densa y pesada, como si fuera de hormigón armado y mi corazón temblaba de rabia, impotencia y angustia. Una lágrima resbaló entre mis pechos. El sonido de las campanas de la iglesia de cerca de casa, hizo que me repusiera y volviera a la realidad. Sobre las diez vendrá Hair y creo que hoy me hará las mechas. Se me notan varias canas y ya corre prisa. Ayer por la tarde, me llamó desde la casa de una clienta para pedirme mi correo electrónico. La noté seria y al decírselo, contestó que ya me contaría, “ahora no puedo hablar”. T. Q. ¿Te quiero o Theresse Querelle? Anoche llamó mi madre entusiasmada ¿Sabes una cosa, Theresse? Me han seleccionado para una exposición colectiva en el Centro Cultural y tu padre ha comprado un local en el paseo marítimo donde vamos a poner la librería de viejo y galería de arte. Estamos radiantes de felicidad ¿Te imaginas, hija mía? Mis cuadros en una exposición y tu padre por fin podrá realizar su sueño. Compraremos libros al peso y los venderemos a partir de un euro. Este pueblo, Mojácar, es nuestro bálsamo ¿Cómo estás tu? ¿Cuándo me vais a dar una alegría? ¿Cazó mucho Maurice el domingo? Te dejo, cariño mío, que vamos a salir a dar un paseo junto al mar. Tu padre está como un chaval y yo como una adolescente. Adiós, hija mía. Mi madre me hace daño y no se da cuenta. Mi padre... es otra cosa. Le echo de menos, echo de menos cuando se arrodillaba en la alfombra, me cogía de las manos y me miraba con tanto amor, tanta ternura y me decía: no estés triste hija mía, tu tranquila, que todo tiene arreglo en esta vida, menos la muerte. Si alguna vez estás mal, me lo dices, pero por favor, no sufras innecesariamente. Mi niña, mi tesoro... y me daba un beso en la frente y un abrazo muy fuerte. Mi padre, dios, mi padre, ese si que me quiere ¿por qué tengo que llorar ahora? Cuanta soledad en este chalet de mierda. Me metí en la bañera y dejé correr el agua, muy caliente, hasta que me cubrió casi entera ¿Dónde están las cuchillas? Hair, ojalá estuvieras aquí, me gustaría que me bañaras como si fuera tu niña pequeña ¿Cómo olvidar lo que pasó? Cuando estábamos en la cama, tendidas y desnudas frente a frente, Hair, me miraba con tanta dulzura... Theresse, eres tan guapa, me decía, tienes una piel tan morena y tan suave, aterciopelada y calentina, y ese pelo tan negro y enmarañado, esa sonrisa tan... ¿cómo diría? , esos ojos tan verdes y luminosos, sin embargo siempre, desde que te conocí en la peluquería, te he notado, en el fondo de la mirada y en la comisura de los labios, un rictus de tristeza y melancolía ¿por qué no eres feliz Theresse? Tienes que ser feliz, eres muy guapa, tienes un cuerpo precioso, esos senos, que mas que senos son pezones, tan negros y largos, tienes que ser feliz, no llores cielo mío, te lo digo para que estés alegre, para que seas dichosa y no te hundas nunca, tienes que ser feliz, porque lo tienes todo y a partir de ahora, me tienes a mi. No llores, mi vida, no llores. Nadie me había dicho esas cosas tan hermosas. Me puse boca arriba y Hair hablaba y hablaba... ¿ves? Así, mirando hacia arriba pareces un efebo, eres efébica, eres magnética, eres una estatua griega viviente. Eres perfecta, eres divina. Me volví a mirarla y la quise abrazar pero no me dejó. No me abraces ni me beses, hoy ha de ser así. Cogió una pluma de gavilán, de las que tengo sobre la cómoda y la empezó a pasar por mi cara, por mis labios, saca la lengua y lámela, suave, y la siguió pasando por mi cuello, por mis hombros y así por cada poro de mi cuerpo. Al allegar a mi sexo, hizo lo posible para que me entrara y allí ya no podía más y gemía y gemía, no te corras, no te corras... Dentro de un rato vendrá. Escribiré cuando se vaya y puede que... fuuuuuuuu, no puedo más. Mis dedos me traicionan y me viene, pero no. Este deseo de ahora lo retengo por si Hair lo quiere. Mi cuerpo es mi universo y mi alma mi infierno. Ven, tengo que decirte que... T. Q.

T. Q. 31 de enero, jueves.

No hace ni una gota de frío y el sol entra hasta la mitad del salón. Aunque es enero ya empiezan a notarse brotes en los manzanos y en alguna de las parras del jardín. Los pajarillos están alterados como la propia naturaleza. No es normal lo que está pasando ahí fuera. Y se nota, se nota en muchos aspectos de nuestra vida. La gente está tensa, irritable, excitada, exuberante, tímida, deprimida, dolorida, extraña, la gente y yo andamos a la greña con nosotros mismos. Es una lucha continua que no tiene sentido alguno. No hay forma de arreglarnos. Un día bien y seis mal y a veces ni eso. Me he levantado con el píe izquierdo. Me ha llamado Dorothy, de la productora. Que hay que revisar el guión de “La casa detrás del monte de encinas”. Parece ser que hay un personaje que maté en la página veintisiete y que vuelve aparecer a partir de la noventa y ocho. Mira que corrijo, que quito, que pongo, que pego, que despego y nunca queda perfecto. Lo leyeron dos o tres de confianza y no detectaron nada. Veré a ver como lo arreglo, porque, mañana empiezan el rodaje. De Hair no he vuelto a saber nada desde el martes, en cierto modo mejor así. Me llamó Luccía Benvenutti para invitarme a una presentación de un libro en el Hortel Kafka, dice que me presentará a Elvira Lindo y a Antonio Muñoz Molina y a pesar de eso, puse una disculpa. Aproveché para hacerle el pedido de los libros y añadí dos nuevos: “Vida y destino”, de Vasili Grossman, y “La gloria de los niños” de Luís Mateo Díaz. Ahora pide que le incluya el nombre de la editorial. Todo son pegas, menos mal que me los trae a casa y estamos de tertulia un buen rato mientras nos tomamos un pelotazo. El disco de María Cecilia Bartoli, “María”, ha sido elegido como uno de los mejores del año 2007. No es extraño. Anoche pude escribir un poema a repasar y por la tarde dejar concluido un relato breve que me gusta. He dejado de beber tanto y he fumado lo mío. Hair me preguntó si tenemos niños. No creo que los podamos tener. Mi marido y yo llevamos jodiendo sin protección y sin nada, desde recién casados y nunca me quedo. Estoy obsesionada con que soy estéril ¿Os habéis hecho pruebas médicas? Lo estamos pensando, pero no creo que mi marido sea el culpable. Es muy activo y muy generoso en sus descargas. Eso no importa ¿Imagínate que su semen no es de calidad suficiente? ¿Por qué tu y no él? Déjalo, pasa página. ¿Tu tienes niños? No, aun no. Esperaremos a que cumpla treinta y dos años y entonces me quedaré preñada. Sé que puedo quedarme en cuanto me lo proponga ¿Cómo lo sabes? Lo sé, estoy completamente segura. Mientras me hacía la manicura y los pies jugaba a meter y sacar, de vez en cuando, el mango del cepillo y la fuente de mi sexo manaba despacito y yo sintiendo, sintiendo. Hair estaba sentada en el suelo y se demoraba en su trabajo y yo disfrutaba con delectación. Tus pies necesitan mimos y me chupaba los dedos como si fueran grandes falos. Nunca sospeché que en los dedos de los pies se pudiera esconder tanto placer. Se quitó la camiseta y el sujetador y dijo que no era justo que yo estuviera desnuda y ella no. Mis pies, dios, mis pies, los usaba entre sus senos tan hermosos y le brillaban los ojos y me decía que haremos todo lo que nos imaginemos pero que hoy, domingo, nos teníamos que aguantar sin corrernos. Ya no llegamos al rastro. Te invito a comer. Al terminar de arreglarme el pubis y dejarme un poco de vello, casi nada, en forma de corazón, se quitó los pantalones y el minúsculo tanga y pude ver su pubis rasurado y su sexo cerradito. Me agarró de la mano y me llevó hasta la alfombra donde daba el sol. Encendimos unos cigarrillos y nos mirábamos a los ojos sin tocarnos, desnudas y de costado frente a frente. Nos mirábamos hasta traspasarnos y sabíamos que nos gustaba. Comimos poco, un filete y patatas fritas y lo acompañamos con un Muga del 96, riquísimo. Hair hablaba por los codos y reía y reía. No tomamos ni café y pensamos en dormir una buena siesta. En mi cama nos tendimos otra vez frente a frente, sus ojos tan negros y tan brillantes, su pelo rubio y liso, media melena, dios, es preciosa y llena de vida... No puedo dejar de pensar en ella. No dormimos nada. Ahora mismo estoy desnuda al sol que da en la alfombra, apoyada en el respaldo del sillón de piel y noto como resbala el líquido por mis piernas. Nunca me había pasado esto. No me he tocado, lo juro, y sin embargo me pasa lo que me pasa. La imaginación es fructífera y me parece estar lista para volver a escribir. Mañana viene Hair, dice que la he envenado y ella... ¿qué me ha hecho a mi? Me ha sometido. Qué maravilla de placer si no fuera por lo otro.

martes, 29 de enero de 2008

T.Q. 30 de enero, miércoles

Necesito escribir como el comer, es un imperativo impregnado de aventura, peripecias indeterminadas y sorpresa. Nunca el resultado final es feliz del todo, pero así es la vida: un continuo riesgo. Ahora me siento confortada y confío en que mi amistad, especialmente especial, con mi peluquera, Hair, sea fructífera y luminosa como un girasol entre maizales, que sea fuente inacabable de experiencias inagotables, como la fluidez de una improvisación de jazz o de blues que, como Keith Jarret ante el teclado de un Steinway, se me desborde la creatividad por todos los poros de mi ser. Que no se me olvide apuntar en la lista de libros a pedir a mi librera de siempre, Lucccía Benvenutti, “Sauce ciego, mujer dormida” de Haruki Murakami y ya de paso que incluya también, “Tokio blues”, que me avergüenzo de no haber leído aún. Cecilia Bartoli suena al fondo y ahora canta, como la diosa lírica que es, “Casta diva” y me siento estremecer y se me eriza la piel al recordar los momentos vividos el domingo pasado, cuando Hair y yo, nos dimos el beso de la conformidad de ser grandes amigas y desvergonzadas y todo, todo y todo lo que pasó. Libres de ataduras, complejos y tabúes y recordar y recordar y recordar. Dios, qué vida esta, la cantidad de sorpresas que nos puede llegar a dar. Dijo que me diera una buena ducha y que me pusiera mucho champú en el pelo, mientras ella preparaba los utensilios para hacerme el trabajo completo. Pusimos ante el espejo la silla de ruedas que uso en el ordenador y al salir de la ducha, Hair, con una toalla de algodón blanca, me secó el pelo. Al agacharse a coger el cepillo, su pantalón de cinturilla se bajó tanto que la pude ver el tanga de cordón que llevaba. Su magnético trasero casi se sale y mis ojos no perdían detalle. Soy una mujer y no soy lesbiana, pero prefiero mirar a los ojos de las mujeres y a los pechos con grandes sugerencias. No quiero que me hagas nada en el pelo hoy. Hazme la manicura y los píes. Te pagaré lo que quieras, pero no me siento con ganas de que me toques la cabeza. Estoy pasando malos días y mi cabeza está como en carne viva. Tranquila, no hay problema. Haré lo que me digas ¿A qué hora quieres irte? No tengo prisa, hasta las ocho no vuelve mi marido del tenis. Que casualidad, hasta las ocho no regresa el mío de caza. Podemos ir juntas al rastro, dije. Está bien, haremos lo que quieras. Me cogió la mano derecha y mientras me hacia la manicura, se puso de rodillas y la veía allí abajo mientras me contaba cosas. Su marido se había puesto el chándal para ir a sus partidos, ella se despertó con los ruidos y le pidió un poco de coca-cola para quitar la resaca del medio pedo que se había cogido por la noche y al llegar con el refresco a la cama, ella se puso de espalda y dijo déjala en la mesilla cariño, ahora quiero dormir un poco y sin esperarlo, su marido la penetró por detrás y ella se dejo hacer y así estuvieron mas de una hora en locura y frenesí, hasta que recibió en su boca la gran descarga que aprovechó hasta la última gota. Por eso me retrasé un poco. Es una coincidencia, yo también tragué, hasta la última gota, de mi marido. Su risa... decía: estamos las dos llenas de leche de marido por dentro. Dios, ¿cómo olvidarlo? Quítate el albornoz y deja que vea tu plumón, tu bosque, tu pelambrera. Te haré una depilación especial y te dejaré un pequeño corazón. Y peinaba mi cabellera íntima y me dejé llevar y sin quererlo me abrí y ella metió el mango del cepillo hasta donde no se podía mas y no puse resistencia. Una vez te peinaba en la peluquería, y te masajeé el cuello con mis pulgares, te miraba a los ojos por el espejo, te apreté un poco más y un poco más y un poco más, en la nuca. Note cómo te vino un estremecimiento ¿Aquel día te corriste en silencio?... Creo que si... porque se que más de una vez, al volver de la peluquería, me metía en la ducha y allí me hacia la reina de mi placer a cuenta tuya y de tus dedos en mi nuca. Lo sabía. Te corriste y yo también en cuanto llegué a casa. Tendrás muchas historias con tus clientas. Si, muchas, por eso me gusta tanto la libertad de estar por cuenta propia ¿Te corres con ellas? Nooooooooooo, jamás. Solo ha habido tres o cuatro mujeres así, como tu y yo ahora. Pero fue antes de ser peluquera, cuando compartía piso de estudiante en Salamanca ¿Me lo contarás todo? Y entonces se dio cuenta de que mis jugos estaban empapando la toalla, que tenía debajo de mi y se había formado una mancha como el mapa de Corcega. Si yo supiera improvisar, como hacía John Coltrane, contaría que... Ahora, Cecilia Bartoli canta “O mío bambino caro”... y me dan ganas de tomar una botella de Jack Daniel´s, de tres o cuatro tragos a morro y llorar toda la mañana borracha de mi, aquí sola o, tal vez, esperar a ver si Hair me llama, como ayer y me dice que se está volviendo loca y que desea venir a beber mi veneno. O mío bambino caro... nunca podré tener hijos que me revuelvan la casa y me llenen de gritos los contenidos de la felicidad de tenerlos... estar loca, volverme loca, dios... cuánto placer y cuanto sufrimiento. Si al menos estuviera aquí... como está su perfume, el perfume de las nubes y la tempestad de las contradicciones. Soy mujer estéril, con eso lo digo todo. Cecilia Bartoli...¿dónde me llevas? Me tumbaré al sol, desnuda, y me dejaré envolver con la brisa de mis suspiros y que mis dedos se alejen de mi vulva... No respondo de mi... T. Q

domingo, 27 de enero de 2008

T. Q. 27 de enero, domingo.

Las noches son mi tortura y mi delicia y la de hoy ha sido mas que nunca. Afortunadamente me he contenido y no bebí. Solo fumé dos cigarros mientras leía unos relatos preciosos de Monterroso. Maurice, mi marido, hoy tiene caza y no volverá hasta el atardecer. Llevamos una mala temporada, mi libido ha caído por los suelos y nunca tengo ganas. Esta mañana me levanté al mismo tiempo y mientras se duchaba le vi lo mal que lo debe estar pasando así que le di una sorpresa. Nunca me gustó tanto hacerle feliz, hasta la última gota, lo que se merecía desde hacía más de un mes. Le acompañé hasta el todo terreno y junto con los perros, se fue tan contento. Que tengas buen día de caza. Vete al rastro y pásalo bien y como mucho, una caña. No sé, hoy viene la peluquera. Nos dimos un beso en los labios y se fue. Falta poco. Coloqué el desastre de mi mesa de trabajo y me sentía impaciente, pero ilusionada. En la noche mi imaginación se desbocó y eso es bueno. Ahí está. Le abrí la cancela y esperé a la puerta del porche. Perdona, el retraso. Me entretuve despidiendo a mi marido ¿Es cazador? No, juega campeonatos de tenis y padel en un club de la Sierra. No vuelve hasta el atardecer. Tienes un chalet precioso. Traía un maletín y un neceser con los artilugios de su profesión. Te mandé un mensaje ayer. Lo vi pero no suelo contestar. Vaya, pues me has tenido preocupada ¿Preocupada? Si, pensaba que había metido la pata. No mujer. Necesitamos ponernos delante de un buen espejo. Lo he pensado y creo que el mejor sitio es en mi habitación. Mira a ver si los de los armarios empotrados nos valen. Perfectos, pues aquí montamos nuestro salón de peluquería particular ¿Te llamo Hair? Si, ahora me he puesto ese seudónimo y yo a ti ¿Cómo te llamo? Llámame Theresse, me gusta. Tomamos una coca-cola en el salón y fumamos unos cigarros. Me da pereza que me hagas nada hoy. La peluquería para mi siempre es una tortura. Salvo contigo, nunca me quedo a gusto con lo que me hacen. Te lo digo sinceramente ¿Conmigo te quedabas contenta? Casi siempre. Lo hacías tan entusiasmada con tu trabajo que daba gusto ponerse en tus manos. Transmites mucho optimismo, eso para mi es fundamental. Dejé de ir a tu peluquería cuando ya no estabas. La nueva no me gusta mucho. Si te sirve de algo, contestó, eras mi clienta preferida. No me ponías pegas. Me acuerdo de tu viaje a Egipto, de tu viaje a París, me lo contabas todo. Es que fueron cinco años y siempre contigo. Imagínate que llevo casi medio año sin depilarme arriba. Me da vergüenza. Entre nosotras no debería existir la vergüenza. Me gustaría ser tu amiga mas que tu peluquera. Al menos ser las dos cosas. Claro que si mujer. Haremos un pacto de confianza y libertad, ¿Quieres? Quiero, contestó Hair. Y chocamos nuestros vasos de cocacola y nos dimos un beso en las mejilla ¿Nos relajamos entonces? Nos relajamos. ¿Te cuento un secreto? Cuenta. Lo que más me gusta cuando estoy en casa es estar desnuda. Quiero notar en mis pies la madera, el terrazo, la naturaleza y en mi cuerpo el aire, la brisa, la vida del viento. Joder, Therese, así hago yo nada mas entrar en casa. Mi marido y yo desnudos casi siempre. Y ahí empezó el diario de mi peluquera y yo. No se si podré transmitir en mis futuros escritos lo que supone tener una peluquera particular. Ahora sé que habrá otros escritos y otra música en mis versos. Hay un latido interno que me sirve. Cecilia Bartoli, canta al fondo “Una furtiva lágrima”, y se me erizan los sentidos... T. Q.

viernes, 25 de enero de 2008

TERESSE QUERELLE, 26 de enero, sábado

Busco el placer, más allá del placer, para ocultar el dolor que tanto duele. Busco la coherencia de mi personaje para sangrarle despacito, como hacen las sanguijuelas y autodestruirme con lentitud, como el rumiar de los bueyes. Tengo que alojarme en la más recóndita de las cavernas donde poder adorar al dios Dionisos y gritar a los cuatro vientos que quiero ser libre, que no quiero que nadie me hiera, ni me haga sombra. Tengo tantas cosas que anhelo con frenesí las que me faltan. Necesito comprar libros y tenerlos para saber que los tengo, para adorarlos y engullirlos y hacerlos míos, aunque no los lea del todo. Necesito escribir como la hacía Raimond Cárver, o como lo hace mi colega, como guionista de cine, Belén Gopegui y fracasar una y otra vez en el intento para retomar cada día la búsqueda del infinito placer que da asesinar a tu protagonista para que aprenda de una jodida vez y parir cada día nuevas criaturas, ya que nunca podré parir a mi hijo del alma y engullirlas mucho antes de que adquieran madurez y consistencia. Por eso me ilusiona haberme encontrado, por casualidad, con la peluquera de tantos años. Dice que ahora se ha puesto por su cuenta y trabaja para varias clientas a domicilio. Su saludo, tan efusivo, tan contenta, después de casi un año, tan explícita y tan... generosa diría yo, aunque sólo fuera por conseguirme como una nueva cliente. Nos encontramos en el mercado y enseguida me dio su móvil y me pidió el mío. No tardó ni cinco minutos en conseguir que la pudiera recibir mañana, en mi casa, para que me haga un completo. Te pondré guapa de arriba abajo, dijo. No había terminado de colocar el carro de la compra cuando sonó un mensaje. Sorprendida de que alguien se acordara de que existo, comprobé de quién era y lo que decía: “Soy Hair, tu nuev plukra. M invtrás a kfé klient? Nunca contesto los mensajes, debe ser por eso que apenas los recibo. Llevo casi dos meses en el dique seco, sin escribir un mal verso o una mala página de la novela, o del guión, que ya me urge terminar. El borbonJack Daniel`s, me pone, el tabaco me pone, la escritura me pone a las puertas de la gloria y el insomnio me graba a martillazos y cincel, las ojeras y los surcos en la frente que me envejecen a pasos agigantados. Necesito abrevar el mayor placer posible. El espejo me dice que me hago vieja y estéril antes de la cuenta. Sin embargo, no puedo escribir nada coherente y que merezca la pena ¿Qué es eso de que quiere un café caliente? ¿Qué confianzas se atribuye? ¿Me atreveré a estrenar la felicidad de una nueva fuente de inspiración? Me acuerdo que una vez, en la peluquería del barrio, una chica nueva me atendió y me hizo las mechas y la manicura. Sus miradas, su vitalidad, su entusiasmo, su risa, me dejaban para el arrastre y estuve yendo a esa peluquería durante cinco años, cada quince días, y dejé de ir cuando supe que ya no estaba ¿Por qué ha tenido que aparecer ahora? Dios mío, podría escribir tantas cosas, escribir por ejemplo: no quiero reconocer que estoy deseando que venga. Dejaré de beber y de fumar tanto y me concentraré en mis personajes para poder dar alimento, hasta la saciedad, a este trozo de carne sin sentido en el que me estoy convirtiendo. Algo tendré que hacer para resucitarme, para enhebrar nuevo sentido a mi vida. No puedo dejar de escribir, ni de mirar a la luna cuando la noche me envuelve en el jardín... desnuda de todo. T. Q.

jueves, 24 de enero de 2008

HAIKU PARA El 24 DE ENERO

“Blancos pétalos,
almendros en el valle.
¿Ya primavera?”.

El lunes siguiente, al salir de clase, no perdí ni un segundo en llegar el primero en sentarme en mi mesa de costumbre. La bibliotecaria vestía un jersey de lana y cuello vuelto, color granate, tejido de ochos y una falda plisada, azul cielo. Sus medias de seda, casi negras y sus zapatos de medio tacón, color corinto. Una gargantilla de plata, cordón no muy grueso y en las manos dos anillos argenta, damasquinados y otro con símbolos arábigos. Su reloj, creo que un Duward, con pulsera de piel negra. Me la sabía de memoria porque la contemplaba continuamente, como se contempla una Inmaculada en la iglesia, mientras la Misa. Su melena de pelo negro y lacio... aquella sonrisa tan luminosa y blanca como nube de Murillo. Demasiado preciosa para mi, me decía. Había pasado los dos días y noches anteriores, enfebrecido y sobreexcitado con los recuerdos e imagines de lo ocurrido entre la señorita y yo. Me acerqué a su mesa para entregar “Pabellón de reposo”. Mientras rellenaba las fichas de los libros que había sacado el viernes y de los que llevaba, dijo que hoy no podíamos tocar. Es posible que mañana. No te pongas triste. Mañana es mañana y está cerca. Saqué, para leer en casa,: “La familia de Pascual Duarte” y “La Colmena” de Cela, y “Nada” de Carmen Laforet. Leí casi toda la noche y no se me iba la imagen divina de aquella preciosidad. El martes me dijo que tal vez mañana. Así cada día. El viernes: Quédate y tocamos. Ya lo había dado por perdido y me sorprendió. Cerró la puerta por dentro con llave y volvió a quedar el recinto decimonónico en penumbra. Llevaba un traje chaqueta y una blusa de seda color champagne. Los mismos anillos y gargantilla de toda la semana. Siéntate a mi lado que la banqueta de pianista es ancha. El teclado del piano apareció majestuoso y ella estaba radiante con aquel brillo en los ojos. Hoy tocaremos pegados el uno al otro, porque puede que sea el último día junto el piano. Tengo que preparar las Oposiciones y me voy para León. Pondrán a alguien en mi lugar. Espera que me quite la chaqueta para estar más cómoda. Voy a ver si me sale un nocturno de Chopin que recordé anoche, es más o menos así: y aquel piano emanaba música celestial, igual que el piano del caserón de mi pueblo. Hoy suena mas cristalino, los pianos vibran mejor mientras mas los tocas, como las personas, dijo con risa pícara. El sonido interno que contiene está deseando salir del silencio. Imagínate a Chopin tocando y su amante, George Sand, haciendo el amor con él ¿Cómo no estar inspirado amando tanto? El piano es muy erótico y sensual. No puedo por menos que sentir una extraña sensación de ansias de liberación total. Voy a quitarme la blusa para ti, porque hoy tendrás que apurar la esencia del encuentro. Pon las manos en el teclado y toca en la escala grave lo que yo en otra aguda y verás que maravilla. Pero yo no podía tocar al verla semidesnuda junto a mi. Eres preciosa y estás casi desnuda conmigo, ¿no puedo acariciarte como el otro día? No, sólo puedes mirarme. Eres muy niño aún. Tendrás que pensar en chicas de tu edad o más pequeñas y a mi me tienes que olvidar. Imagínate que soy un sueño y siempre que quieras volver a tenerme contigo en sueños. Mira esto es pura poesía, un fragmento de Claude Debussy ¿Te das cuenta de su lirismo? Transporta a cielos inmensos de hermosura tan sublime como el amor. El amor es un misterio que nadie entiende, poco a poco irás aprendiendo las cosas de la vida: el amor y la muerte. Tienes que ser fuerte y no estar triste ni llorar por mi, ni por nadie. No me lo pongas más difícil ¿Puedo verte el reloj? Míralo. Es un Festina, precioso como tu, dije cogiendo su mano. Me dio un beso en los labios y acercó sus marmóreos senos para que los besara. Bésalos, suave, muy suave, como si besaras una rosa. Solo bésalos, no chupes los pezones, por favor. Recuerda: soy un sueño en tu vida. No los chupes, por favor. Pero los chupé durante diecisiete segundos, como se chupa un dedo mojado en el tarro de miel. Volvió a besarme los labios y a limpiar su carmín con el pañuelo. Estudia mucho y hazte un hombre de provecho. Si te gusta la música tanto como yo creo, cómprate una guitarra, o una armónica y ten cerca de ti la maravilla de la música. Escucha esto: es el comienzo de la Patética, de Bethoven. Por un segundo creí poder decir grandes palabras pero no sabía lo que me inundaba, ni lo que sentía. Otra nube, otra realidad irreal. Escucha: esto es un preludio de Bach. ¿A que no sabes qué es esto? Eso es “Let it be”. Si, señor. Para que veas la versatilidad del piano. Lo mismo se puede tocar una sonata, que rock, que blues, que jazz,.. un ragtime, por ejemplo. El piano es el rey de los instrumentos. Se vistió y dándome un fuerte abrazo me besó con mucha fuerza en el cuello y en los labios. Mira como te has puesto, tus hormonas parecen de toro bravo y las mías de huracán. Me limpió con su pañuelo. Vete saliendo y no nos olvides, ni al piano ni a mi. Al volver a casa miré a las estrellas y sólo pude sentir un nudo en la garganta que me ahogaba los gritos de rabia e impotencia. La luna a lo suyo, a ser siempre hermosa y yo desolado como la simiente de olvido que germina.

martes, 22 de enero de 2008

HAIKU PARA EL 22 DE ENERO

“La luna niña
brilla triste y sola.
¡Nunca crecerá!”.

A la biblioteca iba poca gente, dos o tres compañeros de curso, cuatro o cinco más mayores que nosotros y poco más. Se iban pronto, por lo que casi siempre estábamos la bibliotecaria y yo solos. Era viernes y no tenía prisa por hacer los deberes. Me acerqué hasta la mesa de la señorita y le di mi fotografía para el carnet de socio. Cuando se vayan todos cierro la puerta por dentro y tocamos un poco ¿Te parece bien? Claro que si, claro que si. En las revistas extranjeras aparecían artículos, entrevistas y fotografías de los cantantes y grupos de moda. Reseñas de películas que aquí nunca llegarían por culpa de la censura. Otro inmenso descubrimiento. Leer y contemplar las fotos de la revista Life, o Time, era todo un lujo para un chico como yo y en los tiempos que corrían. Ver fotos de Bob Dylan, de Leonard Cohen, de John Lennon y Yoko Ono... ver fotos de Monica Vitti, de Ornella Mutti, de Patty Bravo, de Brigitte Bardot, Joan Fonda, a veces desnudas, de tantas y tantas. Fotos sobre la guerra de Viet-Nán, sobre los experimentos de la Nasa, o sobre los conciertos de mis roqueros favoritos. Leía inglés e italiano con cierta facilidad, del francés me enteraba menos, pero me quedaba con la esencia. Tener acceso a aquellas revistas era un privilegio. También de las revista españolas, de literatura, poesía y música. Descubrí la revista Ínsula, Litoral, Revista de Occidente, La gaceta literaria, Film Ideal, Fotogramas, Fans, y muchas otras. La biblioteca era como un mar inmenso de hallazgos, en los que me sumergía con verdadera deleitación. Mi otro mundo. El piano, siempre solo, allí al fondo y los ojos de la señorita. Era tan feliz con aquellas cosas, que me dolía no poder ser el dueño y que llegara el momento de irnos para casa, donde reinaba la siempre cruda realidad. El reloj grande de caoba y octogonal, de pared, caminaba lento, como para hacerme conocer la eternidad que supone un segundo. Al llegar las ocho, la señorita apagó las luces de las lámparas del techo y cerró la puerta. Nos quedamos solos a la luz de la lamparita, como una vela, de mesa, que acercó al piano todo lo que daba de si el cable. El paraíso aquél estaba como en penumbra y parecía un lugar místico, como una catedral a oscuras, tenebroso, tétrico, enigmático, si no fuera que sabía el motivo de aquella decisión. Al no ver luz desde fuera, no nos molestarán, dijo. Aquella situación tan sugestiva, hacía que me sintiera como en una nube. La señorita y yo, solos, entre miles de libros y un piano. Del cajón de su mesa sacó una llave. Al levantar la tapa del instrumento quedó al descubierto el teclado. Sacó el asiento de pianista, que estaba a un lado, y se sentó. A ver como suena, igual está desafinado. Sus manos se deslizaron por el teclado con cierta maestría. Esto es Para Elisa, de Bethoven, esto es de Chopin, esto son improvisaciones mías. El sonido me transportó, por instantes, al piano del caserón de mi pueblo ¿Qué habrá sido de él?. El piano resucitó de su silencio y veía como la señorita bibliotecaria lo tocaba. No sé mucho porque en casa no tenemos piano. Aprendí a tocar esto en el de la casa de mi tía. Mi prima es pianista profesional, hizo la carrera y da clases en una Academia de León y da conciertos con su marido, que toca el violín. Ahora ponte tu. Me senté y tenía ante mi la inmensidad del piano con el que tanto había soñado. Dios mío, si no se tocar nada. Tu toca como sea. Te iré enseñando lo poco que sé. Sus manos se pusieron sobre mis hombros. Pulsa las teclas con delicadeza, rotundo y eficaz para que salga el sonido límpido y concreto, sin aporrear, piensa que el piano es una delicada mujer a la que amas con toda tu pasión. No te olvides de la mano izquierda y busca que el sonido deje lugar al silencio. Estás tenso. Te daré un pequeño masaje. Sus manos eran delicadas y fuertes. Como lo hacía muy mal, se volvió a poner ella ante el piano. Mira, aquí está el Do, ¿ves?, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do, Si, La, Do...Haces escalas, haces arpegios y poco a poco, aprenderás. Amar la música significa amar la belleza. Estaba allí sentada, y yo de pie me acordaba de la película Intermezzo, con Ingrid Bergman y de Tolstoi y su novela corta, Sonata de Otoño y allí, junto a mi, estaba la bibliotecaria-pianista tocando Claro de Luna ¿Te gusta como suena? Ya lo creo que me gusta. Parece que no necesita afinador, por ahora, y la acústica es perfecta. Pon tus manos en mis hombros y dame un masaje, lo necesito. Mis manos torpes, se pusieron sobre sus hombros. Espera que me quito la chaqueta. Se quedó con su blusa blanca. Ahora es mejor. Mis manos sobre la piel de sus hombros, los tirantes del sujetador se los había bajado. Esto es un preludio de List que nunca me sale, decía. Sigue así, masajea mis hombros y mi cuello, con los pulgares presionando, suave, muy suave. Baja un poco mas, un poco mas, no tengas miedo, quiero que llegues a mis pechos. Mientras yo toco las teclas del piano tu me tocas las tetas, que te necesitan y tu a ellas. Pégate a mi espalda... Sus pechos en mis manos, mis piernas firmes y noté como me bajaba la sangre poco a poco y... dios mío, la naturaleza hizo de las suyas y se me produjo una inusitada erección. Sigue así, lo haces muy bien, tienes manos de niño-hombre. Me apretaba a su espalda y mi miembro crecía y crecía y mis manos exploraban el territorio de aquellos senos, como los de la Venus de Milo, sus pezones tersos. La besé en el cuello y decía: muérdeme suave pero fuerte. Mete la lengua en mi oído y lame mi oreja. Los pulgares en mi nuca y me volverás loca. Una de sus manos me agarraba una pierna y me apretaba contra su espalda. Aquellos senos, redondos, turgentes, parecían crecer por el efecto de mis manos inexpertas y los pezones, como perlas, se desbocaban. El lunes te enseñaré más cosas. Ahora tenemos que irnos. Se levantó y se puso la chaqueta. Me miró a los ojos, con los suyos iluminados y brillantes y me besó en los labios, suave, muy suave, me limpió con su pañuelo el carmín que se me había pegado. Has sido muy bueno. No se lo digas a nadie jamás, que sea nuestro secreto ¿No podemos seguir? No podemos cielo, no podemos. Nos volveríamos locos, tu más que yo. Mira cómo te has puesto. Coge estos libros y los lees, el lunes te haré la ficha y ahora sales tu primero, que nadie sospeche. No te ilusiones conmigo, no merece la pena. De vuelta a casa comprobé los libros: “Pabellón de reposo”, de Camilo José Cela y “La sombra del ciprés es alargada”, de Miguel Delibes. Una estrella fugaz se cayó del cielo y me traspasó el corazón ¿Era hermoso o dolía?

domingo, 20 de enero de 2008

HAIKU PARA EL 20 DE ENERO

“Flores hermosas
que esconden un silencio
iluminando ecos”.

Cada tarde, al salir de clase, entraba en la biblioteca, me sentaba en una mesa, siempre la misma, no muy lejos del piano, ni tampoco de la señorita bibliotecaria. Mientras hacía los deberes o leía libros, cada poco me quedaba mirando y mirando a la encargada de la biblioteca, que debía ser cuatro o cinco años mayor que yo. Vestía muy moderna y como hago siempre, inevitablemente, observaba cada detalle. Su pelo largo y negro, sus ojos grandes y melosos como de gacela, su sonrisa inmensa y blanca como la nieve. Era preciosa. Pero... tenía que arreglármelas para tocar el piano. Mientras investigaba los libros de las vitrinas, que forraban las cuatro grandes paredes del entorno, me iba acercando, con disimulo, hasta llegar al piano. Como que no quiere la cosa, con un libro en la mano, haciendo que leía, me apoyé sobre él y con una mano traté de levantar la tapa del teclado del instrumento. Estaba cerrado con llave. Volví hasta mi mesa cuando se acercó la bibliotecaria. Al oído me dijo que pasara por su mesa que tenía que rellenar la ficha de socio de la Biblioteca. Necesito una foto, me la traes un día de estos. Así que te llamas como mi abuelo, qué casualidad. Tenía una letra muy bonita y parece ser que siempre escribía con pluma estilográfica ¿Me la dejas ver? Si hombre. Es muy bonita. Es una Mont Blac, me la regalaron por mi cumpleaños y por aprobar la carrera. Soy maestra y me faltan las oposiciones para ejercer. Espero aprobarlas este año. Es preciosa y mirándola a los ojos dije: preciosa como tu. Gracias, tan pequeño y tan galante. No soy tan pequeño, voy a cumplir diecisiete. Recoge tus cosas que tenemos que cerrar ¿Mañana vendrás? Claro que si. Vendré siempre. Mira, estas revistas han llegado hoy, mañana las miras si quieres. Eran ejemplares de Life, Time, Newsweek, Paris Mach y otras desconocidas para mi. La llave la tengo yo ¿Qué llave? La del piano, no creas que no me di cuenta. Estás deseando tocar. Sonriendo contesté... quiero tocar, ¿me vas a dejar? Si te portas bien, mañana o pasado, te dejo tocar, pero solo un poco, que luego siempre querrás mas y mas. Pero si siempre me porto bien. Me pones nerviosa con tus miradas. Me fui para casa pensando y pensando y no dejé de hacerlo incluso por la noche. Algo extraño me arañaba por dentro. Que pena que sea tan mayor, me decía. Eran tiempos en los que se acumulaban los descubrimientos y las fascinaciones. No me quedaba más remedio que padecer de insomnio para poder asimilar cada sensación nueva del día. Por las noches aparecían todas las cosas. Lo bien que fumaba la profesora de Lengua y Literatura. Sus labios aspirando el cigarrillo de Chesterfield sin filtro. Sus ojos entornados cuando el humo le hería. La bibliotecaria, su melena, su escote, sus manos tan blancas cogiendo la pluma tan negra. El piano de caoba en su rincón, solitario como yo, las revistas en inglés, francés, italiano, alemán... las dos o tres películas que veía cada semana. El grupo musical que tocaría este domingo... ¿Traerán un Hammond o un Farfisa? ¿Se llegarán a separar Los Brincos? ¿Habrán traído los del bar el nuevo disco de Los Rolling? Que maravilla... Y descubrí que todo era hermoso, porque tenía miles de cosas en qué pensar ¿Me dejaría tocarla? Era inevitable soñar despierto en el amor a todas las cosas, incluso a esta soledad de siempre.

sábado, 19 de enero de 2008

HAIKU PARA EL 19 DE ENERO

“Todas las flores
que adornan mi camino
ocultan los cardos”.

La profesora de Lengua y Literatura del Instituto, empezó a ejercer su carrera justo cuando yo el Bachiller. Era la más joven de todos los profesores y la más elegante y guapa. No sé si sería por eso, el caso es que yo estudiaba su asignatura con mucho más interés y dedicación que las otras. Me ponía muy buenas notas, más de una vez y de dos, me echó un cable ante otros profesores y entre unas cosas y otras, para mi era como una diosa protectora a la que adorar en silencio. Cada día la miraba por los pasillos, en clase no la quitaba ojo, por la calle, por todos los sitios. Observaba los vestidos, las blusas, dios mío, qué blusas, las faldas, los complementos, todo lo que se ponía. En clase, la miraba más que como profesora como mujer, como la más próxima referencia de belleza y feminidad. Sus ojos verdes, sus labios, sus manos, sus anillos, sus pulseras, sus collares, era perfecta en todos los sentidos. Sabía que yo la miraba con admiración y mucho más allá que como profesora. En el Instituto había una biblioteca que siempre estaba cerrada, pero cuando ya tenía dieciséis años, la profesora nos dijo que a partir de ahora podríamos visitarla y aprovechar sus estancias para estudiar, para hacer los deberes y para leer. Ah, y muy importante, para estar bien calientes en invierno. Habían contratado a una bibliotecaria. Como los consejos y sugerencias de la profesora, para mi eran ordenes, al salir de la última clase, visité la biblioteca por primera vez. Una amplia y luminosa sala, grandes ventanales, grandes mesas de lectura, miles y miles de libros, revistas españolas, italianas, francesas, alemanas, inglesas, americanas... cuadros con litografías, acuarelas y óleos. Un lugar en silencio, rodeado de belleza y serenidad por todas partes. La señorita bibliotecaria... era preciosa. Nada más tomar asiento me fijé en ella y en que al fondo, muy cerca de una de las ventanas, había un piano de pared. Tenía ante mi tres nuevos descubrimientos vitales para el resto de mi vida: la biblioteca, la bibliotecaria y el piano. La señorita... ¿cómo lo diria?

jueves, 17 de enero de 2008

VOY A ENCENDER UN INFIERNO

A ver si lo digo con claridad:
Nunca tuve un invierno tan frío y antártico.

Los aledaños de mis patios son escarcha,
los perfiles de los aleros tienen carámbano.
En los charcos las aves juegan a patinar
y en el alfeizar los tiestos se hacen marrón oscuro.

Todo el frío se incrusta en los huesos como alfileres
y me pincha el tuétano como si fueran navajazos.
Es un frío como no hubo jamás y aquí me tienes,
sin una triste hoguera, ni un beso que llevar a la boca.

Más claro imposible:

Tengo frío. Un frío ancestral e inolvidable,
de cuando niño de pantalón corto en la sementera.
De cuando el brasero sobre la sábana,
de cuando succionaba sol junto a la tapia.

No hay forma de ahuyentar frío tan intenso,
ni de alejar de mi interior tanto témpano.
Tengo invierno en los atómos del corazón
desde mucho antes de haber nacido.

La carta de ayer dice que ya no me quiere,
que me distraiga pensando en otras cosas.
Salí hasta el río y noté destellos helados
entre las estrellas y un iceberg adornaba la luna.

A ver si lo puedo explicar claramente:

Me estoy quedando como estalagtita translúcida,
que gota a gota congela mis genes de hombre.
Me estoy convirtiendo en mascara helada,
sin un ápice de calor entre mis poros.

Será mejor encender un infierno.

HAIKU PARA EL 17 DE ENERO

“Pequeñas luces
sobre césped nocturno.
¡Mis luciérnagas!”.

Había un gran caserón en la plaza de mi pueblo. Tenía más de diez ventanas y un gran balcón. Una vez pasábamos por allí, mi padre y yo, montados en el caballo ¿Esta casa grande de quién es? De Las Médicas, contestó mi padre. Gente muy rica que vive en Madrid. Otro día pasábamos por el mismo lugar y observamos que todas las ventanas y el gran balcón, estaban abiertos de par en par. Se nota que llega la primavera. Saturnina, la guardesa de la casa, ha puesto a ventilar los salones. Pronto vendrán Las Médicas a pasar el verano. Poco días después, camino de la escuela, me asomé a una de las ventanas que estaban abiertas de aquel caserón. Como pude me alcé sobre mis pies y con mi cabecita entre las rejas pude observar el interior de un gran salón. Aquello era una novedad fantástica para mis inocentes ojos. Grandes cuadros de pinturas al óleo, grandes espejos, grandes lámparas de araña en los techos artesonados, grandes librerías llenas de libros muy gruesos y perfectamente encuadernados en piel. Los muebles estaban tapados con sábanas y retales blancos. En el centro del salón había un piano, de media cola, precioso. Aquel piano fue el primero que vi en mi vida. Pocos días después pasaba con mi padre en el caballo. Papa, ¿sabes una cosa?... en esa casa tan grande hay un piano. Claro, ¿cómo no lo va a ver? Una de las hijas de Las Médicas, es pianista muy famosa y da conciertos por todo el mundo. Fíjate como será, que sale hasta en los periódicos, pero a su pueblo ni lo nombra. Cuando vienen, en el verano, dan grandes fiestas para los Marqueses de Belvís, la Condesa de Romanones, el médico, el alcalde, el farmacéutico y gente que viene de Madrid, León y Benavente. Menudas juergas que deben preparar. Ahí hacen hasta baile para ellos solos. Cuando llegó el verano y vinieron las dueñas de la casa estaba pendiente del piano. Me asomaba a través de la reja y me quedaba mirando, fascinado, el teclado y toda la estética del instrumento. Una vez, al pasar, lo estaba tocando la pianista, pero la ventana estaba cerrada y con los visillos completamente pegados a los cristales. Hice esfuerzos para ver a la señorita tocando. No pudo ser, pero me quedé durante un buen rato, sentado junto a la ventana escuchando ¡Qué maravilla! Aquel piano sonaba como los ángeles. Al llegar a casa, le dije a mi madre que quería tener un piano y me contestó: Cuando ganes para él, lo compras. Nosotros somos pobres para pensar en pianos.

miércoles, 16 de enero de 2008

HAIKU PARA EL 16 DE ENERO

“Rompe silencios
un trino bien lejano
que me consuela”.

Me arrepiento de tanta queja y tanta muestra de dolor. A partir de ahora todo será distinto, muy diferente. Voy a venir cada día, con una sonrisa externa y luminosa como un escaparate y con tanta calor en las manos, que voy a tener hasta para regalar. Cuando me notéis el cambio espero que estéis contentos. No seré el mismo, pero por lo menos vosotros no tendréis motivos de preocupación ¿Sabéis el cuento del hombre cambiado? Pues no tiene ninguna gracia, pero dice así: Había una vez un hombre que no le gustaba como era. Se miró al espejo y tomó una decisión: A partir de ahora todo será distinto, muy diferente. Voy a venir cada día con una sonrisa externa, amplia y luminosa como un escaparate y con tanta calor en las manos que voy a tener hasta para regalar. Al poco rato no pudo contener una lágrima.

martes, 15 de enero de 2008

OTOÑO EN LAS SIENES

Fué tanto el tiempo de desesperanza
que no hubo forma de echárle un pulso a la vida,
ni al respiro.
Estamos aquí, sentados a la cabecera de la muerte
y de los últimos esbozos,
como a la espera del chispazo último.

Sólo nos queda el recuerdo de los pasos perdidos
entre tanto guijarro,
tanta rodera de barro negro
y toda la metralla entre las postillas de los refregones.

Si acaso, de vez en cuando,
el recuerdo de la luz, huella luminosa,
que dejáste cuando habitabas estos horizontes.

Anduviste aquí, cómo ángel de acuarela en el paisaje,
maravillada junto a la prisa del agua del río
y el rocío de los juncos
en el vero del charco de las ranas y los grillos,
con tu risa y mi premura, anduvimos con el roce de las manos,
al mismo paso que el torrente.

Ahora el río y yo nos acordamos,
por si vuelves, de que no se te olvide mirar el chopo
donde quedaron las iniciales imperfectas
por las aristas de la corteza del árbol viejo,
que permanece.

Si supieras..., sabrías que ha llovido mucho
y que, sin embargo,
aún siembro versos
en los surcos de los cuadernos a rayas.
Porque de todas formas, eres más protagonista
que yo y que nadie.

Este invieno hace otoño en las sienes.

No hay que extrañarse.
Fuiste más que ojos y labios,
más que blusa desabotonada...
y que el collar de suspiros sobre la hojarasca.

Todavía eres la que más, la que todo
y de eso me valgo,
para resistir este frío y tanto mármol.

lunes, 14 de enero de 2008

EN MEMORIA DE ÁNGEL GONZÁLEZ

Ayer me enteré de que se ha muerto el poeta Ángel González al que admiraba y leía con cierta regularidad. En Tv ví un documental y anoche en Radio 3, en el programa La Estación Azul, le rindieron un homenaje repitiendo un programa monográfico que le habían grabado y emitido hace tres años. Valga esta reseña como reconocimiento a un poeta que escribió por ejemplo:

EL OTOÑO SE ACERCA
"Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida,
y lo perdimos para siempre".
Cuando un poeta como Ángel González se muere no queda más remedio que recordar, una vez más, que aquí nosotros, estamos restando tiempo al tiempo. Descanse en paz.

domingo, 13 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 13 DE ENERO

“La parra nace
brotes cada invierno.
¡Buena memoria!”.

Se hizo escaso el sentido de lo cotidiano y tuve que recurrir al viaje y al desentendimiento. Era el único clavo ardiendo, a mano, para aferrarse y no caer en el abismo de la nada y la sangre como agua. Lo impar que quedaba inédito, sin descubrir, estaba más allá de los límites de lo real e imaginado, por eso la noche es la esencia que cargo a cuestas para que me dure todo el día. Diariamente sólo la nube me guía por los senderos que el cielo acota y ando como si fuera opaco para todos y translúcido para mí. Se aproxima el día en que ni a las nubes de alcance. Demasiado altas y grises o tal vez, anhelo mas a ras de tierra. Todo es ilegible, hasta la esencia misma de la palabra ¿Qué hay después de tanta nada?

sábado, 12 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 12 DE ENERO

“La vieja pluma
sigue arando los surcos,
buscando versos”.

No es necesario tiempo para reconocerte como el más sublime y hermoso de los sueños. Eres tan hermosa que da miedo despertar. Si no tuvieras nombre, si no supiera que realmente eres, si no estuviera tu cuerpo habitado por la sonrisa del paraíso celestial y exacto, con que adornas tus límites, dudaría hasta de mi cordura. Por eso para mi es inimaginable despertar algún día con tus labios ofreciéndose. Lo soñado es perfecto y da miedo tanta exactitud y deseo de precisión de rayos y risas. Ya está, ya lo dije. Que los colores de los sueños aligeren la duda y el temor y si llegara un día en que posaras tu mano sobre mi mano, que sepas que la piel es la única que manda ¿Dejo la puerta abierta?

viernes, 11 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 11 DE ENERO

“En frío invierno
resiste inclemencias.
¡Árbol desnudo!”.

Escribir es una aventura que nos lleva hacia lo más absoluto. Por eso es tan difícil poder expresar cada mañana lo que realmente me gustaría. De ese misterio y dificultad nacen las incertidumbres y los pesares ante tal impotencia. No obstante hoy podría escribir: “A pesar de que está nublado y hace frío, me levantaré e iré en busca de la savia de la vida. Las liebres no vienen solas a la cazuela”.

jueves, 10 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 10 DE ENERO

“La luna tiembla
en los cristales limpios
del agua helada”.

El sueño es un laberinto donde se enredan las filigranas de las imágenes que vienen y que van. Todo colgando de un hilo que sostiene no se sabe quién y siempre apareces diciendo adiós con un pañuelo con florecitas bordadas de color rojo. Te cuesta aparecer cerca de mi, pero me conformo con saber que eres tu, la de siempre.

miércoles, 9 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 9 DE ENERO

“Huellas de perros
y rebaños en la senda.
Todavía huele”.

La velada había sido muy agradable, nuestro grupo ya es sólido y de vez en cuando aparece alguien invitado. Hablamos de lo divino y de lo humano y nos olvidamos de nuestras realidades. Era muy guapa y parecía sentirse sola. En casa no me dejan fumar, ¿aprovechamos?, dijo. La vi salir, contenta, agarrada a su presente y futuro, dócil y confiada. La seguí con la mirada y justo antes de desaparecer, volvió la cabeza y sonriendo me lanzó un beso al aire. No ha vuelto. Si es que no hay forma.

martes, 8 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 8 DE ENERO

"Tras el recodo
de la senda estrecha,
nace lo ancho".

No se ve nada, no se oye nada. Han debido dejar cerradas las puertas de la noche. No sé.

lunes, 7 de enero de 2008

HAIKU PARA UN 7 DE ENERO

“Sobre las ramas
secas del roble viejo
cuervos se posan”.

Acepta este silencio de palabras vacías de letras y contenido, como parte substancial de la garganta dormida, o muerta, que me habita. Son cosas que pasan sin que nadie, y yo menos que nadie, pueda explicar claramente. Habría que saber cómo despertar al jabalí dormido que en otros tiempos, desataba la jauría interna, que se desbocaba y arrasaba con lo más intransitable de mi locura y frenesí. Habría que saber cómo resucitar los estambres que removían los crisoles donde se fundían las chatarras y los estaños de tanto sentimiento contradictorio y tanta lucha inútil, pero que producía un determinado material resistente y pétreo como los refractarios ladrillos que rodean las costuras de mis desgarros. Los días pasan como cerezas enganchadas, unas a otras, y la única novedad sobresaliente que toca vivir, con demasiada frecuencia, es la lastimosa certeza de que se nos van todos, incluso los recuerdos de tanto abrazo y tanto beso inconcluso.
Cerraré los ojos y pensaré en que pronto las bestias se desperezarán victoriosas y saldrán de sus letargos y pútridas madrigueras para pellizcar el resorte de la navaja con la que restaurar el respiro que me despierte de la noche, silencio de sombras.
No obstante, da tiempo.

viernes, 4 de enero de 2008

ESCRIBIR, ESCRIBIR, ESCRIBIR...

sin motivo, sin argumento, ni propósito. Escribir sobre que la vida es hermosa y sorprendente y que a la vuelta de la esquina puede estar esperando la sorpresa de la de los ojos negros, o verdes, o miel. Escribir para notar cómo pueden fluir los pensamientos que no se tienen, las sensaciones de que la belleza toda de la vida, puede estar oculta en las palabras que aún no he escrito y que pueden surgir de la nada. Como esta nada que ahora escribo. Escribir para librarme de la sensación de que soy más inútil si no escribo, que debo ir a ese sitio donde no consigo llegar, ese sitio que es más real que un sueño y mas imposible que una enteléquia y debo ir antes de morirme. Escribo porque no consigo ser feliz escribiendo, ni sin escribir. Escribiendo me quito la carga de no haber hecho todo lo posible. Escribo para por si acaso pudiera ser feliz. Escribo porque es agradable esa riqueza oculta y misteriosa.

jueves, 3 de enero de 2008

HAIKU PARA UN JUEVES

"Bajo la luna
brilla concha perdida.
¿Dónde la pérla?".

Aforismo: No son las espinas las que protegen a la rosa, sino su perfume. (Paul Claudel)

miércoles, 2 de enero de 2008

HAIKU PRIMER MIÉRCOLES DEL AÑO

"El río de plata
cruza el valle fértil.
Nace belleza".

Nunca se sabe si volverán los días de las palabras. El misterio rodea cada uno de los filamentos que envuelven lo cotidiano. Habrá que esperar a ver qué pasa.