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viernes, 29 de mayo de 2009

EL ROSTRO DEL DIFUNTO

El andariego viajante antes de pasar con su anfitriona a la vivienda, quiso asegurarse de que la bicicleta, junto al maletón de mercancía, quedaban bien guardados. Como por costumbre hacía, comprobó el aire de las ruedas. La de delante debe perder un poco. Tiene que cuidar de su herramienta de trabajo y posesiones, su único capital en la vida.
- Pásala para dentro de la tienda que ahí no estorba. Dame la mano y ven conmigo, Abel.
Todo le parecía extraño, como si se tratara de una película o de uno de sus sueños, el caso es que se dejaba llevar encantado de la vida. El hecho de que una desconocida le tratara con tanta familiaridad, con tanta exquisitez, por no decir con tanto afecto, con tanto cariño, tal vez, no dejaba de parecerle un milagro. Se trata de una mujer joven y guapa que le pide abrazos, que ahora le ofrece la mano como si se conocieran de toda la vida...
Mientras caminaban de la mano por el largo y ancho pasillo, ella le iba presentando cada una de las actividades que se ocultaban tras cada puerta.
- Esta da acceso al almacén de piensos compuestos y abonos minerales. Abonos minerales como Nitrato de Chile, sulfatos, azufre y cosas así. Esta otra es la del granero. Ahí tenemos trigo, cebada, centeno, alubias, grana de remolacha... todo de cara a los labradores, para simientes, aperos de labranza y todo lo que habitualmente necesitan los labradores del pueblo y de alguno de la zona que también compraban en la tienda “Casa Pascual”. Esta otra es la habitación que llamamos la Habitación del Obrero. Ahí dormía el empleado que trabajaba para mi padre a temporadas. Y por esta puerta, finalmente, se accede al cuerpo de casa.
Su mano era delicada pero firme, su voz, su forma de hablar, sus maneras se correspondían con las de toda una mujer, una señorita se podía decir, con personalidad y madurez. A veces, sentía como si le acariciara la palma de su mano con los dedos de ella. No pudo evitar los pensamientos pensar en aquella, ya antigua, amiga especial, a la que en años no consiguió ni tan siquiera rozar la mano. Eso es para que se vea, pensaba el andariego viajante.
La oscuridad del pasillo, levemente disuelta con la linterna de petaca, reflejaba sombras que bailaban a su paso. Traspasada la última puerta, daremos el paso de adentrarnos en el territorio donde algunos misterios se tendrán que diluir como copos de nieve. En todo caso, el andariego viajante piensa que ya está dentro del camino del no retorno.
La casa le recuerda a la de sus padres pero ésta está mucho mejor arreglada, se nota más postín y mejor gusto, no vayas a comparar. Esta es un palacio comparada con la otra, aunque haya semejanzas. Las dos son casas de pueblo agrícola de arquitectura típicamente castellana, pero aquí hay más azulejos, más alfombras, más muebles de nogal, más lámparas, más espejos, más cuadros, más jarrones, más de todo.
- Hombre, ya era hora ¿Le has ido a buscar a Salamanca? - dijo con cierto sarcasmo la hermana mayor.
- Le venía enseñando algunas de las cosas que vendemos, aparte de que se había dormido y me daba pena despertarle.
- ¿Qué tal se te ha dado el día? ¿Has vendido mucho?
- No me puedo quejar, si sigo así, en dos días vendo todo lo que me queda. Por cierto, ¿Puedo ir el baño?
- Ann, indícale dónde está mientras termino de poner un poco de lumbre, la casa está helada.
Al pasar por el salón, en medio de cuatro grandes cirios de cera, apagados, se encontraba el féretro elevado sobre cuatro patas de hierro.
- ¿Quieres verlo?
Sin que al andariego viajante le diera tiempo a contestar, la señorita ya le había acercado ante el cadáver de su padre difunto. Allí estaba, con la cara algo hinchada, con una leve sonrisa de serenidad en los labios, con las manos cruzadas, tan elegante, tan bien muerto.
El corazón del andariego viajante, le dio un vuelco y le entró como un pequeño desfallecimiento. Aquél hombre que yacía muerto era casi exacto a él. Su parecido físico era tan asombroso que por un instante infinito llegó a creer que el cadáver era él mismo.
- Dios mío, si se parece a mi. - Dijo el andariego viajante.
- Ya lo creo. Ese es uno de los motivos por los que estás aquí. Tanto a mi hermana, Emily, como a mi misma, nos sobrecogió el enorme parecido entre nuestro querido padre y tu. Entre otras muchas cosas, ese parecido nos animó a invitarte esta noche. Es como si mi padre fueras tu.
- ¿Por qué te llamó tu hermana Ann y tu a ella la llamas Emily?
- Porque nosotras somos semejantes a las hermanas Brontë.
- Necesito ir al baño con urgencia. Me estoy cagando, con perdón.
- No jodas, Abel. Los hombres no tienen miedo.
- Si no tengo miedo, lo que tengo es cagalera.
En el baño se miró en el espejo. Su rostro no había cambiado, nada en él había cambiado. Todo debía ser producto de la mera casualidad ¿O no?

jueves, 28 de mayo de 2009

EL ABRAZO DESPUÉS DEL SUEÑO

El andariego viajante siente hormigueo en las yemas de los dedos de los pies, siente cómo las uñas de los dedos de los pies se levantan y por debajo ve hormigueros, miles de hormigas negras y brillantes hacen su trabajo, incansables. Infinitas hileras de hormigas se introducen en cada poro de la piel que existe debajo de las uñas, las siente ascender por las tuberías enormes que son sus venas y el hormigueo va subiendo y subiendo. En la boca nota sabor a sangre y por las comisuras de los labios se deslizan enormes, gigantescas, hormigas que le van bajando por la barbilla, por el cuello, por el pecho y llegan hasta rodear su miembro largo y erecto como un poste de línea de teléfonos. Detiene el pensamiento y ahí está: Ruidos de cadenas arrastrándose por el suelo de baldosas de arcilla roja y blanda, como si fuera cera derretida, enciende la linterna de petaca y observa cómo las cadenas son arrastradas por miles y miles de ratones blancos.... que se encaminan hacia él. Os espero, os espero, os espero y la muchacha preciosa se asoma a la ventana y desnuda muestra su sexo abierto y susurra, ven, ven, ven, entra y hazme tuya. La ventana se abre y se convierte en puerta y la muchacha dice, entra, entra, entra, estoy abierta de par en par y se ve entrando con su bicicleta y la muchacha le dice que no tenga miedo, que no tenga miedo, sólo quiero de ti que me lo des todo, quiero que me poseas para siempre y que me lleves contigo. Estoy prisionera, estoy prisionera, sálvame, sálvame, te lo suplico y sus ojos negros lloran regueros de sangre y por su sexo se deslizan hormigas rojas que llevan ramitas de ortigas y en cada una de las hojas de las ortigas miles de avispas se afanan por construir avisperos de plastico que duran y duran y duran y su miembro, su miembro abre la boca y le dice al andariego que hace tiempo que le tiene en el olvido...
- Abel, Abel, despierta. Despierta, Abel.
- ¿Qué pasa, qué pasa? ¿Dónde estoy?
- Soy yo, soy yo. Ya se han ido todos y mi hermana está preparando la cena.
- Creo que me quedé dormido y que estaba soñando.
- Eso parece. Mira como te has despertado. Debía ser un sueño bonito.
- Era un sueño malo, como casi todos los míos.
- Pues sería malo pero... el efecto que te ha producido es evidente.
- Se me pasa en cuanto vaya al baño. Ya sabes, cosas de hombres.
- No te preocupes, lo comprendo. Vamos que nos espera y no quiero que piense nada.
- ¿Qué iba a pensar?
- Es muy posesiva y a nada que me descuido me pregunta y me pregunta. Si tu supieras Abel. La nuestra es una historia larga y difícil de comprender. Sólo personas muy especiales nos entenderían. Esta noche te lo contaremos y nos lo jugaremos a una carta. Si nos comprendes seremos felices. Ahora vamos a cenar y después tendremos toda la noche para los tres. Abre la mente, abre el corazón. Tras la puerta de tu alma existe otra que es la que queremos que abras y que nos dejes entrar dentro ¿Serás comprensivo con nosotras?
- No sé, supongo que si.
- ¿Me das otro abrazo?
Contra la pared se abrazaron en silencio, en la oscuridad.
- ¿Sabes una cosa Abel?
- Qué.
- Me gustaría que recordaras este abrazo toda tu vida. Que recordaras que es el abrazo de una entrega.
- Lo recordaré, con toda seguridad.
- ¿Vamos Abel?
- Vamos.

miércoles, 27 de mayo de 2009

El andariego viajante tiene hambre y come el bocadillo de queso despacio, muy despacio. De vez en cuando bebe, a morro, un pequeño trago de vino de la botella que le trajo la muchacha joven. El bocadillo y el vino le confortan y saben a gloria, pero casi ni se darse cuenta porque sus pensamientos, su mente, están lejos de allí.
Por primera vez, desde que salió de la casa de sus padres, le embarga una infinita tristeza, una inmensa sensación de soledad. No sabe por qué razón, allí, sentado en el escaño, tuvieron que venir tal alubión de recuerdos de su familia. No quería saber nada de ellos, ni de su madre, ni de su padre y mucho menos de sus dos hermanos mayores.
Ayer, solamente fue ayer, cuando les dejó con la firme idea de no volver por aquella casa, al menos en algún tiempo. Lo más pronto posible devolverá el dinero y la bicicleta que le dejó su padre. Escribirá una carta, muy de vez en cuando, para que sepan que no está muerto y sin más explicaciones, ir cortando los lastimosos lazos familiares que les unen. Al menos era lo que pensaba mientras comía.
Como la linterna de petaca alumbraba poco, sólo podía ver pequeños tramos de lo que debía ser una gran tienda. Parte del mostrador, alguna estantería, cajas, sacos abiertos con garbanzos, cadenas de diferente grosor y poco más. Detuvo sus pensamientos para escuchar rumores de gente en la calle. Debe ser que ya están saliendo de la casa los visitantes que velaban al difunto.
Se acordó de la muchacha preciosa que ante el espejo se acariciaba. Calle de Las Eras número doce. En el pueblo muy pocas casas tienen persianas o rejas en las ventanas. Se pueden hacer grandes negocios aquí ya que aún falta mucho por hacer. Asfaltar las calles, llevar agua corriente a las casas, poner calefacciones y muchas cosas más.
La bicicleta cargada con el maletón de mercancía descansa sobre la pared del pasillo que une la parte de la tienda con la que debe ser la casa donde viven las muchachas. Son las once. Falta poco para que se hayan ido todos y lo estaba deseando. Deseaba salir de la duda, saber qué le pensaban proponer y entre unos y otros pensamientos, más toda la tensión acumulada durante el ajetreado día, decidió sentarse y esperar tranquilo con los ojos cerrados.
Una vez, el andariego viajante, tuvo una amiga especial que pudo haber sido su novia. Iban juntos a todas partes, bailaban juntos toda la noche cuando las verbenas del pueblo, iban al cine juntos, paseaban por el paseo de los chopos juntos. Dame un beso le decía el andariego a su amiga. Mañana, te lo doy mañana y así siempre cada domingo, cada día que estaban juntos. Cuando iba a ir a la mili se fue a despedir y después de horas de conversación le pidió el beso tantas veces aplazado y la respuesta que obtuvo fue la más cruel que se podía imaginar. Cuando vuelvas de la mili.
Le daba el sueño y se dejó llevar. Soy un hombre, estoy vivo, se me levanta con cierta facilidad, no debo tener miedo a nada ni a nadie. Si lo veo mal ya me las arreglaré para defenderme ¿Cómo serán los besos de verdad? ¿Cómo será tener abrazada a una mujer de verdad? ¿Cómo arreglar la rueda de la bicicleta si se me pincha? Así era exactamente como sucedía. No tendré miedo de las sombras que se mueven en la pared, se dijo entre sueño y vela.

martes, 26 de mayo de 2009

EL REBUSCO

Vi cómo el padre de familia numerosa
se quemaba las manos
entre las traviesas del ferrocarril.
¿Qué buscas con tanto afán?
Ya ves, escorias encendidas
que caen cuando pasa el tren.

Pero hombre, ponte guantes.
Si me los compras tu.

Vi cómo la humilde obrera
respigaba en los trigales
después del acarreo de la mies.
¿Que buscas con tanto esmero?
Las cuatro espigas ocultas
entre los terrones de la tierra.

Pero mujer, ponte guantes.
Si me los compras tu.

Vi cómo la hija de la tejedora
se hacía sangre en las manos
cuando desenganchaba dedejos
de lana en las zarzas de la senda.
¿Qué buscas con tanta pasión?
Lana de oveja para que mi madre
me haga un jersey de domingo.

Pero niña, ponte guantes.
Si me los compras tu.

Yo vi toda la broza de la vida
entre las uñas de la gente.

Me pregunto qué les han prometido
para arquearse de esa forma.

Me pregunto cuánta muerte se necesita
para conseguir un gramo de belleza.

domingo, 24 de mayo de 2009

LA MÚSICA DE LOS INSTANTES

El andariego viajante y su inseparable bicicleta, cruzan la huerta de frutales por la senda que le indica la mayor de las hermanas, observando cada detalle perceptible en la noche cerrada, hasta llegar a la puerta que le indicó la muchacha.
No se atreve a toser ni a respirar como aquel que dice ¿Qué necesidad tengo de andar con estos misterios? El caso es que alguna extraña fuerza magnética le lleva a vivir esta experiencia como algo inevitable, como si se tratara de una fuerza mayor que le produce placer. El placentero gusto por traspasar la puerta que le lleve hasta el fondo del abismo de lo prohibido donde caer entregado a un destino incógnito. Mientras piensa, trata de identificar un suave murmullo que proviene de una de las ventanas que dan a la huerta y sin moverse del sitio, llega a identificarlo. Los familiares y amigos que velan al difunto están rezando un rosario.
La huerta debe tener media hectárea de terreno divido en tres secciones: árboles frutales, chopos y tierra de labor, las tres regadas por el agua que saca del pozo un motor para riego de la marca Piva. En estos pensamientos estaba el andariego viajante cuando se abrió la puerta.
- Pasa Abel. Perdona, estábamos rezando un rosario de difuntos por el alma del padre muerto. Esta es la zona de la casa que pertenece al comercio. Tenemos tienda de comestibles, ferretería, materiales de construcción y un poco de todo. Te he traído un bocadillo de queso y algo de vino en esta botella. Cuando se vayan todos haremos cena para los tres y hablamos en condiciones. Tenemos algo que proponerte que creemos nos puede interesar.
- Gracias. Tengo hambre, la verdad sea dicha.
- La hora no es para menos. No enciendas ninguna luz. Con esta linterna te alumbras si la necesitas, pero es preferible que te quedes sentado en este escaño hasta que regresemos.
- ¿No hubiera sido mejor haber venido mañana por la tarde una vez enterrado tu padre?
- En nuestro caso no. Lo hemos tenido que hacer así porque tenemos mucha prisa en solucionar algunos problemas imprevistos. No ha habido otro remedio, de verdad Abel, porque suponemos que eres andariego viajante sin destino fijo y hoy estás pero mañana, tal vez, no. Confía en mi.
- Confiar confío, pero reconoce que es extraño tener que andar a estas horas atravesando huertas.
- Abel, por favor, no me lo pongas más difícil. Nunca te haría daño por nada del mundo y mi hermana tampoco. Si supieras lo que duele perder a un padre, si supieras lo que estoy sufriendo porque, aparte de la muerte está la vida y nuestra vida es especial y complicada.
- Me imagino y lo siento mucho, de verdad.
- Necesito que me abraces Abel, por favor.
- No llores mujer, no llores.
El andariego viajante abrazó a la muchacha que, enlutada, era un reguero de lágrimas y su rostro parecía una Dolorosa. Ella se abrazó pegándose a su cuerpo con una fuerza tal que se podía sentir cada una de las formas de su cuerpo de mujer. De forma involuntaria, por ambas partes, se encontraron apoyados contra la pared y lo que había podido ser un abrazo de amistad o de apoyo moral para mitigar el dolor de la muchacha por la muerte de su padre, se convirtió en un abrazo que iba mucho más allá.
- No llores, por favor no llores.
- Más fuerte Abel, abrázame más fuerte.
- Quieta así, pero sin llorar.
- Abel, me gustaría besarte.
- Bésame.
- ¿No sabes besar, Abel?
- No
- ¿Te enseño?
- Si.
- Cuando se hayan ido. Salí con la disculpa de que iba al baño.
Es difícil comprender, por lo que, a veces, es mejor no darle importancia. El silencio de la estancia no era absoluto. Una música interna se escuchaba dentro de los pulsos. Era el caminar de los instantes. Si alguna vez pudiera elegir, quisiera elegir ser listo o tonto del todo, pensó.

sábado, 23 de mayo de 2009

¿DÓNDE LAS ALONDRAS?

El andariego viajante parece disponer de buen reloj biológico y, como había previsto, se despertó, automáticamente, sobre las nueve de la noche. Al abrir los ojos, aterido de frío, comprobó que el cielo se había encargado de dispersar las nubes y dejar al descubierto la bóveda limpia y azul ¡Qué maravilla, el cielo sabe lo que necesito!
Recuperado de la primera impresión, se desató de la bicicleta y despacio, se repeinó con los dedos y compuso su desaliñado aspecto.
Con la bicicleta Orbea, prestada por su padre, tirando del manillar, caminaba lentamente hacía el pueblo que parecía un fantasma de sombras acostado sobre una bahía desolada de luces y de vida. Antes de entrar en la Calle Ancha, bebió de la fuente que sirve para llenar el pilón donde beben los animales de los labradores.
El agua fresca en la cara y por el cuello, le despejó un poco. Encendió un Bisonte y mirando a su maletón de mercancía, el andariego viajante, pensó que no es bueno que un hombre ande solo por los caminos de dios con una bicicleta cargada como única meta en la vida. “Necesito tener casa”. Otra decisión ineludible: Tener casa donde comer, dormir, asearse en condiciones, tener un armario ropero, tener un par de libros o tres, tener un cuaderno para llevar bien las cuentas, tener una radio, tener un jardín con dos geranios, tener una parra, un rosal, tener... Dios mío, tener o no tener ¿Cómo acertar?
La noche de lobos invitaba a esconderse, a no ser visible por nada ni nadie. No se le pasaba por la cabeza la caja de zapatos, con goma, llena de billetes que se había encontrado. En cierto modo la daba por perdida. Las calles embarradas obligaban a andar con cuidado para no pisar en los charcos y empaparse los calcetines con el agua sucia y casi helada. Muy de tarde en tarde, una mísera luz de las dispersas farolas, le libraban de los atolladeros.
A veces, a través de las puertas se oían conversaciones, pequeños ruidos misteriosos, algún suspiro profundo o alguna canción de Antonio Molina que emitía la radio.
Al pasar pegado a la pared, pudo observar luz en una ventana y a través de los visillos medio descorridos, una muchacha se desnudaba ante el espejo del armario. Se paró un poco y por considerarlo como un acto impropio, se limitó a memorizar el número de la calle, el nombre de esta y avanzar rápido. Sobre las nueve y media se desnuda y se acaricia una muchacha preciosa, pensó. Volveré de día a tratar de vender algo a su madre y con un poco de suerte la veo vestida.
Tener mujer, tener familia, otra cuestión para guardar en la alforja de los futuros.
Por la calle no anda un alma. Hasta los perros ladran desde dentro de las tapias. Algún gato negro cruza desesperado y una lechuza sobrevuela de tejado en tejado hasta llegar a la veleta de la torre donde se dedica a vigilar los flecos de las sombras, por si cae algo.
La bicicleta y el andariego viajante solamente son una sombra de película de miedo. Al llegar a la puerta de la calleja, se queda pegado como si fuera la puerta misma. A las diez en punto se abre con un leve chirrido. La hermana mayor, vestida de luto y con los ojos encendidos de carbón, le recibe.
- Pasa en silencio, que nadie lo sepa. Me alegro de que te hayas decidido a venir. Entra por la senda hasta aquella puerta del fondo, allí te esperará mi hermana. Está medio pueblo velando al difunto del padre nuestro, pero a las doce se van todos y no vuelven hasta las ocho de la mañana. Es costumbre que los difuntos pasen la última noche en casa, completamente solos en su habitación de ovito, para que sus sueños incumplidos en vida queden impregnados entre los poros de las paredes y techos de la casa. Se cree que así sus descendientes podrán conseguir que parte de esos sueños se hagan realidad. Cuando se hayan ido, tendremos todo el tiempo del mundo para los tres.
- Está bien. Te acompaño en el sentimiento.
- Gracias Abel, fue cosa de Dios. Pasa sin un ruido ¿Te gustan los huevos fritos?
- Si, me gustan mucho.
- Tendrás huevos, chorizo y más cosas. Hambre no vas a pasar. Cuanto antes saldrá mi hermana a buscarte por la otra puerta ¿Hace?
- Hace.
El cielo es testigo de que el andariego viajante se deja llevar como si fuera un tronco que baja por la corriente de un río tortuoso. Es la vida, pensó mientras miraba a la luna que sonreía. No obstante, algo le inquietaba profundamente: ¿Dónde las alondras?

LA CAJA DE ZAPATOS CON GOMA

El andariego viajante ya está acostumbrado a vivir, casi siempre, con la duda, con esa lucha interna que le hace sentirse extraño. Una cosa es una preocupación y otra una duda, piensa.
Dentro de su ramificación, casi infinita, de pensamientos el que sobresale es el referido a su actividad como viajante. De sobra conoce el famoso cuento de la lechera, pero en sus fantasías de futuro inmediato, predomina la de ir avanzando por los pueblos de la provincia y cuando haya conseguido una clientela fija ir dando vueltas de un pueblo a otro y vuelta a empezar. No le vendría mal comprarse una moto, por ejemplo.
Mientras caminaba con su bicicleta cargada con el maletón, bajo un carro que estaba al lado de un portalón de los típicos de las casas de labranza, observó algo raro. Apoyó la bicicleta sobre la pared y fijándose mejor en aquel objeto, comprobó que se trataba de una caja de zapatos. “Una caja de zapatos con la goma y todo”.
Guardó entre el jersey lo encontrado y con su bicicleta, caminó hasta un rincón donde nadie le podría ver porque, como ya se ha dicho, a la gente no se la ve pero se sabe que está dentro y puede ser que esté siendo observado desde cualquiera de las ventanas de cada casa. Es frecuente notar cómo se mueven los visillos y según va pasando por la calle.
Se sienta al lado de sus pertenencias, enciende un cigarro y mira en condiciones la susodicha caja de cartón. En su interior no hay zapatos viejos ni nuevos. Lo que contiene la caja son dos sobres blancos llenos de billetes. Los cuenta bien y busca algún documento o fotografía que pudiera identificar a su dueño. Esto es mucho dinero, si no he contado mal, hay ciento veinte mil pesetas. Alguien que ha vendido unas vacas o una tierra, pensó ¿Qué hago yo con esta caja? ¿La devuelvo o me quedo con ella y ya tengo para comprarme un Seiscientos o un Lamborghini? ¿Me quedo con el dinero y me voy para Madrid y que nadie me vuelva a ver el pelo?
Una vez acabado el cigarro se dirigió hasta la Plaza Mayor. Como eran las seis y media de la tarde en el Ayuntamiento del pueblo había gente. Entró y preguntó por el alcalde. Solamente estaba una señora que hacía las veces de secretaria. En realidad, según supo, la señora era la maestra del pueblo que ayudaba a hacer los trabajos de máquina de escribir que se necesitaban en el Consistorio.
- Mira buen hombre. Vamos a acercarnos a la casa del alcalde y haces lo que él te aconseje.
El alcalde aconsejó que se hiciera un pregón por todas las calles de pueblo. Al que acredite ser el dueño de la caja se la devolvemos. Si no aparece nadie te la quedas y aquí paz y después gloria.
En una hora el alguacil con su tamboril y corneta ya había dado el pregón por cada una de las calles.
- ¿De dónde eres? - preguntó el alcalde.
- De Campazas, en la provincia de León.
- ¿Eso dónde queda?
- Cerca de Valderas.
- Ya me hago una idea. De Valderas vienen a vender queso, muy rico por cierto. Pues nada, si no aparece el dueño eres hombre rico. Ese dinero es un capital.
- A ver si hay suerte y aparece.
- Hombre, no me jodas, la suerte sería que no apareciera.
- Si le digo la verdad prefiero que aparezca, no podría vivir con la zozobra de que es dinero que a lo mejor arruina al que lo perdió.
- Lo que sea sonará. Mañana por la mañana ponemos un Edicto y lo repartimos por los lugares estratégicos del pueblo. Si pasado mañana, que es Sábado, no hay novedad, te quedas con la caja de zapatos y lo que contiene ¿Estamos?
- Estamos.
En el Mesón la gente que jugaba la partida y los cuatro que estaban holgazaneando en la barra, hacían todo tipo de comentarios sobre el acontecimiento del hallazgo que corría de boca en boca como la pólvora.
Como al andariego viajante no le gusta ser protagonista de nada, tomó un vaso de vino y sin comer más que unas avellanas, salió en dirección a las eras.
En una especie de cuneta apoyó su bicicleta y se dispuso a echar una cabezadita hasta que llegaran las diez de la noche. Con una cuerda atada a la cintura y a la bicicleta, por si acaso, se quedó tumbado mirando cómo avanzaban las nubes.
“Esa parece un elefante y aquella, un mapa de África".

jueves, 21 de mayo de 2009

LAS PRENDAS DE MUJER

El andariego está muy contento del éxito que tiene entre los parroquianos y parroquianas del primer pueblo que visita para foguearse en su profesión. De seguir a este ritmo de venta, en dos días termina con sus existencias y tendrá que volver a Benavente para reponer mercancía y aumentar su catálogo de productos.
No cayó en la cuenta de tener a disposición de sus clientas potenciales una cierta variedad de bragas, medias y sujetadores. Dado que las mujeres son las que más le van a comprar, parece ser que su actividad ha de ir dirigida a las mujeres principalmente.
Tal vez, pensaba el andariego viajante, necesite de asesoramiento femenino. En Benavente habrá alguna proveedora que le aconseje en ropa interior y de la otra de uso cotidiano y en cosmética y perfumes.
Es importante tener claro que las que compren bragas o sujetadores no los pueden probar ni cambiar. Una cosa son unos calcetines de trabajo, por poner un ejemplo y otra muy distinta son unas medias de cristal o unas bragas con blonda. Cada cosa es cada cosa.
Cuando iba a tomar nota de estas provisiones y al querer echar mano de su bolígrafo y libreta de notas con pastas de hule negro, se dio cuenta de que se le habían quedado en la chaqueta que le vendió a las hijas del difunto señor Pascual. “Voy rápido no vaya a ser que cierren la caja y ya no haya remedio“.
En aquella casa había tumulto de vecinos y familiares que se disponían a dar el pésame y a velar al fallecido. Como la puerta estaba abierta, entró en busca de las muchachas. El muerto en su féretro, tenía muy buen aspecto con su chaqueta nueva, su camisa y su corbata, eso si, con cara de muerto y las manos cruzadas sobre el pecho. La más joven se percibió de la presencia del viajante y le dio señas para que le siguiera.
- Abel, hemos encontrado en la chaqueta la libreta y el bolígrafo y hemos pensado que te hará falta. Aquí los tienes.
- Muchas gracias mujer. Por un momento pensé que se los llevaba tu padre a la tumba.
- Ha habido suerte y nos dimos cuenta tiempo. Esta noche, sobre las diez, vete por las puertas que dan a la huerta, por allí te guardaremos la bicicleta y tu maletón. Dormirás en la ferretería, que ya hemos pensado en llevarte unas mantas y aunque no sea muy cómodo, una noche se pasa de cualquier manera. A mi padre lo enterramos mañana a mediodía. Cuando haya pasado todo, te acomodaremos en la habitación de mis difuntos ¿Te parece bien Abel?
- Bueno. Si no queda más remedio.
- ¿Cuánto me vais a cobrar?
- No te preocupes del dinero, ya no arreglaremos de la mejor forma, menos que una pensión seguro ¿Vendrás, Abel?
- Vendré.
- Mi hermana se pondrá muy contenta. Dice que no estás mal, pero claro como nos has pillado con el padre muerto...
- ¿Cómo te llamas tu?
- Tina, me llamo Tina. Viene de Agustina.
- Eres muy guapa Agustina. Te acompaño en el sentimiento por la muerte de tu padre.
- Gracias hombre. Era de esperar, le dio una embolia y no hubo forma de llevarle al hospital. Estaba de Dios, supongo. Tendremos que apañarnos mi hermana y yo con el negocio de mi padre y con todo lo que se nos viene encima.
- Tranquila mujer, no llores. Todo se arreglará.
- Mi hermana se llama Lina, que viene de Angelina. No dejes de venir esta noche sobre las diez, por la puerta de la huerta de la calleja que está justo detrás de aquí. No tiene pérdida.
En la calle el andariego pensó que no tenía ninguna necesidad de andar escondiéndose como si fuera un ladrón. “Creo que me voy de este pueblo ahora mismo”.
El andariego no sabe por dónde tirar. El cielo está precioso con esas nubes enrojecidas. Menos mal.

miércoles, 20 de mayo de 2009

COMO LOS AMERICANOS

El andariego con su bicicleta y su maletón de mercancía, recorre las principales calles de Villaalgo. Se sorprende que no sienta nada extraño por su actividad. Se refiere a que su trabajo le parece tan digno como otro cualquiera y a que en ningún momento se siente arrepentido por su decisión.
Nadie le enseñó cómo vender. Hace su trabajo a imitación de los viajantes que le vendían a su madre y a su padre en su pueblo y también como ha visto que trabajan los vendedores americanos de las películas que tanto le gustan. No obstante, más de una vez, antes de abrir algún capicorte o de llamar a algún llamador de las puertas de los vecinos extraños, le ha recorrido por el cuerpo como un escalofrío, algo así como si se preguntara a si mismo qué hace una persona como él llamando a las puertas. En casa de sus padres no le faltaba de nada. Bueno si, en casa de sus padres le faltaba entenderse bien con su padre precisamente.
En esas estaba el andariego cuando un hombre que pasaba montado en un carro, tirado por una mula, le preguntó que si llevaba piedras de mechero.
- Si señor, algunas tengo.
- ¿Cuántas me das por una peseta?
- Cuatro, por una peseta cuatro.
- En Benavente me dan cinco, buen hombre.
- Usted perdone, algo he de ganar. Vaya a Benavente si quiere.
- Está bien. Ponme cuatro y ya que veo que llevas calcetines de trabajo, me das un par.
- Cierre el puño y levántelo que lo vea bien para saber qué talla de calcetín usa.
- Eso si que no. Levantar el brazo con el puño cerrado lo hacen los comunistas y yo soy del otro bando que son los vencedores.
- No se preocupe. Me hago una idea. Tome estos y muchas gracias, señor.
- Gracias a ti y que se de bien.
Hay que tener mucho cuidado, la gente hila muy fino, pensó el andariego. Como hacía un poco de rasca, se puso el jersey de lana gorda, de color azul, que le había hecho su madre por los Santos.
En el bar comió una ración de callos con garbanzos y tomó un vaso de vino.
- ¿Buscas alojamiento, buen hombre? Lo digo porque aquí es donde paran todos los viajantes. - Dijo la mesonera- Mujer recia y algo entrada en carnes, sobre todo en la parte de arriba.
Aún no está decidido. Ya veré.
La mesonera compra lienzo crudo para hacer un juego de sábanas para el ajuar de la chica casadera.
En la torre de la Iglesia encuerdan, es decir, tocan a muerto.
- Vaya, se murió Pascual. El hombre no resistió la embolia. Anda que las pobres hijas lo que han tenido que pasar desde que eran pequeñas. Pobre del que caiga en sus garras. - Dijo uno de los que jugaban la partida.
- Ya te digo. Se han convertido en unas amargadas y ahora se pondrán peor. Como no acaben en un manicomio, bien van. - Terció el del cigarro de cuarterón en las comisuras.
El andariego encendió un Bisonte y exhalando humo no pudo por menos que suspirar. “¡Vaya vida esta. Nos ha jodido!” - Dijo para si.
En los soportales de la Plaza Mayor se levantan remolinos que hacen volar las hojas y los papeles de los caramelos. Una pareja de perros están enganchados, como consecuencia, bien visible, de su frenético apareamiento. No ladran y la pobre perra espera, resignada y sumisa, a que se le pase la hinchazón a su compañero. El perro parece dar tiempo para volver a montarla.
Al andariego le vino a la mente que es primavera y lo notó.

martes, 19 de mayo de 2009

SE NOS MUERE EL PADRE

El andariego tiene dudas sobre cómo hacerse llamar. Mientras la bicicleta rodaba y rodaba, tomó la decisión de llamarse “El Viajante”. Lo de buhonero no encaja exactamente con su actividad.
El primer pueblo en el que hace parada se llama Villaalgo. No hay un alma por la calle, por lo que deduce que todos están dentro. Un ligero viento hace estremecer o tal vez sea que es la primera vez que se dispone a trabajar en serio.
Llama a la puerta de la casa primera de la Calle Ancha, levanta el picaporte y abre casi gritando.
- Señoraaaaaaaaaaaaaa “El viajante”.
- No queremos nada.
- Gracias señora, para otra vez será.
Segunda puerta de la Calle Ancha.
- Señoraaaaaaaa “El Viajante”.
- ¿Qué lleva usted?
- Un poco de todo ¿Qué necesita?
Salen hasta la puerta dos hermanas tristes.
- Se nos muere el padre. De esta noche no pasa. - Dice la más mayor-
- ¿Tiene camisas y chaquetas? Es que no tiene, el pobre hombre, ni una camisa en condiciones para la mortaja.
- Tengo camisas. Chaquetas no.
- ¿Cómo le vamos a enterrar sin camisa y chaqueta decente? - Comenta la que tiene menos años.
- Se me acaba de ocurrir que es fácil, muchachas. Os vendo la que llevo puesta que la compré ayer en Benavente, con camisa blanca a estrenar y una corbata azul marino, quedará hecho un primor.
- ¿Cuánto costará todo?
- No os preocupéis, vendo al mejor precio que hay. Cien la camisa, seis la corbata y la chaqueta, que llevo puesta, ochocientas del ala.
- Pues vale, denos unos calcetines, un pañuelo y alguna otra cosa hasta completar las mil pesetas.
- Eso está hecho en un periquete. Por cierto ¿Saben donde podría pasar unos días y unas noches?
- Aquí mismo. Si se muere el padre podrá dormir en la cama de matrimonio. La madre murió cuando éramos pequeñas.
-Aquí tenéis lo que hemos quedado. Voy a seguir picando puertas a ver si se me da bien.
- No deje de venir por si se muere el padre o no.
- Descuidar. Al oscurecer aquí estaré.
- ¿Cómo te llamas, buen hombre?
- Abel, me llamo Abel “El viajante”.
El andariego mandó un giro de mil pesetas a casa. En tres meses he de liquidar la deuda más el precio de la Orbea, pensó. Mejor que estén contentos con el hijo que se les fue.

lunes, 18 de mayo de 2009

LOS CAMINOS TORCIDOS

El andariego llega a la conclusión de que es mejor no tener que pedir nada a nadie y decide montar un negocio propio.
- Padre, he decidido buscarme la vida por esos caminos de dios.
- Dime, hijo lo que necesitas.
- Que me dejes, prestada, la bicicleta Orbea y cinco mil pesetas para comprar mercancía. En tres días empiezo a recorrer la provincia de Zamora, que es la más cercana a la nuestra.
- ¿Cuando te vas?
- Mañana de amanecida. Hoy engrasaré la bicicleta y me iré a cortar el pelo. Madre prepare una atillo con ropa para cambiarme cada semana.
El hombre andariego compra en Benavente el que sería su primer maletón y lo llena de los enseres que venderá de pueblo en pueblo. Docena de peines de carey, docena de espejos de mano, docena de alfiliteros, docena de camisas de hombre, docena de calzoncillos de hombre, docena de calcetines de lana y de vestir, docena de corbatas, seis lisas azul y seis a rayas y así hasta que la maleta esté llena a rebosar.
En una guardicionería compra tres correas de cuero largas con hebilla grande para, con ellas, atar su maletón al portabultos de la bicicleta.
Día 23 de Abril de 1962, empieza a funcionar la empresa ambulante del andariego convertido en ciclista que vende a buen precio lo que usted necesite, señora.

miércoles, 13 de mayo de 2009

CAFÉ CON RELOJ ANTIGUO

Sentado en la mesa de mármol irisado,
junto a la ventana que da a la calle,
me fijo en la paloma gris con pico rojo,
a juego con sus patas, que picotea
lágrimas de cristal en las rayas blancas
del paso de cebra y me da mala espina.

Sentado en la mesa de mármol irisado,
me fijo en el reloj antiguo que se paró
justo a las cinco en punto, más un minuto
y los ladrillos árabes de la pared están
ocultos con botellas de licores.
Les falta una botella de anís “La Asturiana“.

En la calle, los coches pasan desesperados
y los árboles bracean sus nerviosas ramas.
Debe ser que el viento suave sopla
entre las hojas verdes y los pájaros
no se oyen desde dentro, ni desde fuera.
Falta la zozobra de las nubes tan grises.

Los camareros trabajan frenéticos,
como a destajo o a comisión.
El vaso en el que me sirven el vino
está sucio de carmín en el vero
por donde besan los labios
cuando se bebe. “Déjelo así“.

Sentado en la mesa de mármol irisado,
me fijo en la gente que entra y sale.
Ese hombre de sonrisa ancha
se parece a mi tío y me acuerdo.
Las mujeres dicen que vienen
de la Galería de Arte y que están hartas.

Sentado en la mesa de mármol irisado,
vuelvo a mirar el reloj y ni se mueve.
La mujer que se sienta en la proximidad
tiene un aire a Silvie Vartán y mirada
de Greta Garbo cuando fuma Cherterfield.
Esos ojos entornados por el humo...

En los hombres ni me fijo pero hay una voz
que me recuerda a mi tío y me acuerdo.
Ríen y hablan de poemas que van a escribir
y la mujer rubia comenta que algo falta,
que no quiere pensar en quimioterapia
y que si al menos tuviera besos.

La cafetera exhala vapor de locomotora
y el molinillo tritura con tanta ferocidad,
que hace parecer a la gente actores
de una película triste de cine mudo.
El sofá de terciopelo rojo transpira
historia que se escribe en los espejos.

¿Para qué vine si voy a estar solo?
En la calle pasa gente que ni se habla
y las muchachas que vuelven del colegio
ya tienen pechos, aunque sean pequeños.
No me enciende el mechero y el vino está agrio
como la sonrisa de la mujer enferma.

¿Para qué vine si voy a estar solo?
Una vez vi a una chiquilla cómo se aupaba
para coger agua fresca de la fuente.
Yo fui el que te ayudó a llenar hasta el borde
el cántaro que pesaba más que tu.
Era yo el que te buscaba cada tarde.

Un domingo de ramos te encontré
sentada en el banco de las chicas.
Tan guapa, tan sonriente, tan niña.
Me miraste, me miraste y tus ojos
se clavaron como navajas y por dentro
temblé como rama de olivo bendecida.

Sentado en la mesa de mármol irisado,
miro a la calle y una paloma yace muerta
pegada a la raya blanca del paso de cebra.
Si tu supieras como me acuerdo,
si supieras lo que uno lleva dentro.
Al reloj antiguo le falta cuerda.

Cuando vuelva a la casa del pueblo
buscaré el cuaderno donde escribí
mil veces tu nombre con tinta negra
y me recostaré en el escaño a pensar.
Hice bien en venir a este viejo café.
¿Por favor, me puede dar fuego?

Se acabó el gas, señora.

lunes, 11 de mayo de 2009

EL INFIERNO PREFERIDO

Cuando nací era pequeño, demasiado pequeño.
Pronto me deslumbró un infierno.

Crecí débil y enfermizo.
Tanto sufrimiento semejaba un infierno.

Más tarde, rodeado de zancadillas,
malas pasadas y mil sinsabores. Un infierno.

Ha pasado el tiempo y el infierno permanece impregnado
en las aristas entretejidas de los poros del alma.

Parece ser que pronto me van a obsequiar con un cielo
y no vislumbro gracia en una gloria postrera.

La rutina, el día a día, la cotidianidad... coraza de tortuga.
Va a ser preferible este infierno.

Estoy acostumbrado.

domingo, 10 de mayo de 2009

HACERTE SUFRIR

No hace falta que lo agradezcas,
en realidad lo hago a cambio de nada.

Bien sabes que ahora mismo,
si quisieras,
lo dejaría todo
para uncirme al yugo contigo y
hacerte sufrir.

sábado, 9 de mayo de 2009

BRASA DE LUMBRE

Es brasa de lumbre olvidarte
y lo sabes.
Sabes que duele la certeza
de que jamás volverás
a lo que fuimos,
a pesar de haber sido,
apenas instantes, prisioneros
entre rejas de fulgores.

Aquí sigo, que lo sepas,
con la correa del tiempo
atada a la cintura.
Rodeado de sinsabores,
de silencios y quemazón de ortigas.
Marchito como lirios de procesiones,
fatigado perro mayor,
sin trigales ni maíces.

Ahora si que puedo llorarte
en condiciones.

viernes, 8 de mayo de 2009

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS.

VI
Volver a fumar.

- Perdona, ¿podrías darme un cigarrillo?
- Si claro, coja, coja los que quiera.
- Muchas gracias, cogeré dos ¿Me das fuego?
- Pero papá, por favor, si tu no fumas.
- Ahora si, ahora he vuelto a fumar. Lo dejé el día en que nuestra Sol ganó aquél trofeo que era tan grande como ella. Según se iba el partido, según iba observaba cómo mi hija iba ganando a Virginia, que todos la tenían como la mejor del campeonato, me prometía que si ganaba Sol, si ganaba, dejaba de fumar. Y lo dejé. Hace ocho o nueve años de eso.
- Estás tonto. A estas alturas volver a fumar.
- Déjalo mamá, es lógico que esté nervioso.
- ¿Usted es la señora Lucía y tu la hermana de Sol?
- Si, tu debes ser Paola, la que fue amiga y compañera de mi hermana.
- Esa soy. Trabajo aquí desde hace poco. Me ha dejado impresionada la situación de Sol ¿Desde cuando está así? Lo digo porque parece que su estado viene de atrás, que no es de ahora.
- Nosotros no nos hemos dado cuenta de nada. La notamos delgada pero creíamos que era su constitución así.
- No se, pero para mi que padece anorexia. Me ha conocido y no vea con qué fuerzas me apretaba la mano. Me ha dejado impresionada.
- ¿Qué crees que debemos hacer?
- De momento aquí nada. Vayan para casa y vuelvan mañana. He conseguido que la metan en una habitación a ella sola. Ya iremos viendo como evoluciona. Mi consejo es que se vayan a dormir.
- ¿Qué tal estás, Paola? ¿Te acuerdas de cuando ibas por casa a hacer los deberes y a los cumpleaños y a todas las cosas? ¿Qué tal está tu madre?
- Claro que me acuerdo señora Lucía y de Teresa y de usted, Andrés. Sólo han pasado cinco años. Mi madre lo pasó muy mal, pero desde hace tres años que abrió una Galería de Arte en Claudio Coello, se ha ido recuperando y actualmente se puede decir que ha rehecho su vida. Yo, ya ven, soy enfermera y estoy haciendo Medicina poco a poco. Estoy en tercero.
- ¿Mi hermana está consciente?
- Tu hermana está completamente sedada. Tiene la tensión descompensada y la sangre como agua. Hasta mañana no podréis hablar con ella un ratito. Estas cosas son para mucho tiempo, mucho tiempo, si es que lo supera, que esperemos que si. Que sepan que haré por ella todo lo que esté en mis manos. Fuimos muy amigas, pero muy amigas, hasta que pasó lo que pasó con mi padre.
- Muchas gracias hija, dame un abrazo, sé que os queríais mucho y Sol cada poco habla de ti. En su habitación hay más diez y de once fotos con las dos, tan sonrientes, tan guapas, con vuestras raquetas y recogiendo vuestros trofeos, que cuidado que ganasteis trofeos, juntas y por separado. Pobre hija mía ¿Cómo podríamos ayudar a que se ponga buena? ¿Qué puede hacer una madre para que se cure su hija? ¿Tu lo sabes?
- No llore mujer, se pondrá bien con la ayuda de todos y la ayuda, fundamental, de ella misma. Ya verá como sí. A Sol la tenemos que curar entre todos, si se deja claro, que eso es lo más complicado. Mañana libro, pero el lunes y siempre que pueda, ayudaré para que tenga lo mejor de lo que disponemos. El doctor Acosta nos ayudará.
- ¿Ya te has fumado los dos cigarros?
- Tu déjame, que bastante tengo para mi.

jueves, 7 de mayo de 2009

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS.

V
La prisa.


- ¿Has aparcado bien, Andrés?
- Si, Lucía si, muy cerca de aquí ¿Qué os han dicho?
- Nada papá, de momento nada. Lo primero que han hecho es llevarla para adentro e ir, a la carrera, en busca de un médico. Como es sábado sólo están los de guardia.
- A una de ellas la oí decir que había que entubarla urgentemente. Creo que tiene taquicardias o algo así.
- Bueno tenemos que estar tranquilos, una vez que está dentro del Hospital no nos queda otra que confiar en que lo médicos hagan lo que tengan que hacer.
- ¿A que no sabes a quién me pareció ver?
- Como no me lo digas, Lucía...
- Creo que una de las enfermeras es la chica de Paco Montesinos, aquel del Club que se mató con el Porche en la Cuesta de las Perdices ¿Sabes quién te digo?
- Si hombre, aquel que decían que iba con una amante que no llegaba ni a los veinte.
- Ese. Pues creo que la chica aquella, que era amiga de nuestra Sol, está aquí de enfermera.
- A ver si es verdad, mamá, y hablo con ella. El tener aquí a una conocida puede ser de mucha ayuda.
- ¿Como se llamaba? ¿Te acuerdas Andrés?
- Se llamaba Vanesa, creo.
- Qué va, se llamaba como su madre ¿Una que jugaba al padell con Chelo, la de la Farmacia de Delicias? Ya sé, esa chica se llama Paola.
- Si estás segura, preguntamos por ella y se lo decimos. Mira ahí viene el médico.
- ¿Son los familiares de María de la Soledad Mestre?
- Si doctor, yo soy Teresa, su hermana y ellos son los padres, nuestros padres.
- Está grave. Tiene muchas complicaciones derivadas de malnutrición provocada. Le han dado varias anginas de pecho, tenemos que subirla a planta para observación hasta el lunes que viene un doctor especialista en anorexia. Hemos visto que tiene derrames oculares y algunas lesiones extrañas, podrían ser auto lesiones. Lo del pie no tiene que ver con todo lo grave que tiene. Pueden irse a casa y venir mañana a partir de la once. Es lo que podemos decir en este momento. Lo importante es que, por ahora, está fuera de peligro. Si quieren algo pregunten por mí, Doctor Acosta.
- Una pregunta doctor Acosta ¿Trabaja aquí una enfermera que se llama Paola Montesinos?
- Si, es mi ayudante ¿Por qué?
- Es que a mi madre le pareció reconocerla. Era amiga de mi hermana cuando eran pequeñas y jugaban al tenis como pareja por toda la Comunidad de Madrid.
- Pues ahora le digo que salga a saludarles. Ustedes estén tranquilos que está en pronostico reservado, fuera de peligro. Menos mal que la han traído, por poco se nos va.
- ¿Tan grave doctor, tan grave?
- Si señor Mestre, muy grave, pero ahora está controlada por nosotros y por lo tanto, a salvo, le repito. De momento la hemos tenido que sedar.
- Pobre hija mía, con razón tenía tanto miedo. Se venía muriendo por el camino.
- Mamá, por favor. Tranquilízate, está en buenas manos.
- Ya hija ya, pero fíjate si nos llegamos a descuidar. Gracias a que nos diste prisa.

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS

IV
El viaje hasta urgencias.


- Te llevamos a Urgencias del Ramón y Cajal. Has tenido un mareo y convulsiones muy extrañas.
- No quiero ir a ningún sitio papá, sabes que odio los Hospitales. Ya estoy bien, da la vuelta por favor.
- No llores hija, que lo más seguro que no sea nada y que en unas horas te manden para casa. Conviene que te tengan en observación unas horas y que te pongan un tratamiento.
- Pero papá, tengo miedo de entrar y de que ya no pueda salir porque me muera.
- No tengas miedo hija, no te vas a morir, precisamente para eso te llevamos, para que te observen y te curen.
- Mamá, que llevo cuatro operaciones y sé lo que pasa en esos sitios tan horribles. Tu no tenías que haber venido, Teresa, mañana te espera un viaje muy largo y habrá caravana.
- Que cosas dices Sol, en casa me iba a quedar. Prefiero estar con vosotros a ver qué dicen los médicos y si hace falta me quedo unos días. Llamo al trabajo el lunes y me dan los días que necesite.
- Se ha quedado como dormida, papá. Date prisa.
- Pero si es que no se bien cómo se va. Prefiero ir mirando los carteles indicadores. Mira que he venido veces pero siempre me lío.
- Vete tranquilo no vaya a ser que nos choquemos o que te pierdas, entonces si que no llegamos.
- También tu mamá, siempre tan animosa.
- ¿Como va, Teresa?
- Ardiendo papá, debe tener cuarenta y pico.
- Es que la noche no me gusta nada para conducir. Creo que acerté. Debe ser donde aquel luminoso rojo.
- Si ahí es, para a la puerta que me bajo a avisar a alguien que nos ayude. Tu aparcas el coche bien y nos buscas.
- Cojan una silla de esas y ahora sale un celador a ayudarles.
- Gracias, ¿qué le ha pasado a ese chico que entraba con la cara llena de sangre?
- Lo de siempre, un accidente de tráfico. Dice que venía normal y le envistió un coche por detrás. Vete a saber como vendría él.
- Por favor, tenga mucho cuidado en cómo la coge, tiene un píe inflamado y no puede rozarse con nada hasta que la operen.
- Descuide mujer, somos profesionales. Vamos a ver esta moza tan guapa, pero si pesa como una pluma. Hay que comer más. Es muy guapa esta señorita. Señora, no se preocupe que aquí la ponen como a una rosa. Viene mareada y se le pasará en cuanto la miren las enfermeras y doctores. Ya verán. Sujete la pierna mientras la llevamos hasta la camilla. Tiene un pelo precioso, lo que son las cosas, se parece a mi sobrina, la de la anorexia. Bueno, ya está, ahora esperen aquí que voy a darle prisa a unas enfermeras para que no la dejen de la mano.
- Muchas gracias, ha sido muy amable.
- No se preocupe, es nuestro trabajo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS.

III
La cena.
- Creí que no llegaba a la cena, el super estaba a reventar. Vaya, pero si mi hermana está en su silla.
- Ya ves, gracias a tu fraternal ayuda. De todas formas, he hablado con papá y mamá y he decidido pediros perdón, a todos, a ti Teresa, porque se que no me echas la bronca con mala intención. A mamá porque se que hace por mi todo lo que puede y más. Papá es punto y aparte. Sabe que no le reprocho nada, aunque bien podía haberse dado cuenta de que me estaba imponiendo demasiado sacrificio... no puedo ni hablar.. porque me emociono. Había pensado, había soñado tanto con llegar a ser una buena pianista... me estoy mareando, y cuando iba a clases de música, la guitarra se me daba muy bien. Al pasarme a piano mi profesor me decía que tenía mucha sensibilidad, que podría llegar lejos si trabajaba mucho... y desde que os hicisteis socios del Club Deportivo, lo único para vosotros era el Club y el tenis. Mi piano sigue siendo un sueño, con el de la Academia me defendía... así que... perdonarme... pero no me encuentro bien.
- ¿Qué te pasa, Sol?
- No me llaméis Sol, me llamo María de la Soledad. Lo de Sol me lo llamabais por lo del tenis. Llamarme Soledad que es el nombre que mejor me pega y además es mi verdadero nombre.
- Pues yo tengo un disgusto terrible.
- ¿Qué te pasa, Teresa?
- Pues que no se si será a consecuencia del disgusto que me dio mi hermanita, el caso es que llevaba dos faltas y estaba, estábamos tan ilusionados Julio y yo, pensando que estaría embarazada. Con la discusión a cuenta de la silla, me ha bajado, por eso tuve que ir al super a la carrera.
- Hija, eso no tiene que ver con tu hermana, ni con la silla.
- O sí, vete a saber, mamá.
- Estaba de bajar y bajó. Un retraso lo tiene cualquiera.
- Creo que tengo fiebre o algo raro. Me sube fuego a la cabeza.
- Papá llama al médico de urgencias, Sol tiene un ataque de ansiedad o parecido. Corre que se ha desmayado.
- Animarla a ver si vuelve en si, mientras llamo. Si es que esta chica no come nada, no se como resiste.
- Ya le ha pasado más veces, no creas. Nos tiene muy preocupados Teresa, no lo sabes bien hija, el caso es que no sabemos por donde tirar, encima se ha vuelto protestona, contesta mal, se pone histérica, dice tacos terribles, se pone como una fiera contra nosotros. No se ni como resistimos tu padre y yo. Tu como estás en Murcia no sabes ni la mitad de la mitad.
- Tranquila mamá, la llevamos a urgencias no vaya a ser que sea más grave de lo que pensamos. No me gusta nada, la verdad.
- Dicen que será una bajada de tensión o una subida de azúcar. Que la llevemos.
- Saca el coche del garaje papá, que la acercamos mamá y yo en la silla. Mira, parece que abre los ojos.
- ¿Dónde me lleváis? ¿Qué me ha pasado?

lunes, 4 de mayo de 2009

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS

II
Sin los trofeos.


- ¡Hombreeeeeeeeeee, pero si mi niña está sentada en su flamante silla de ruedas! !Qué alegría me das, hija!
- Papá, por favor, que no estoy de humor.
- ¿Donde está Teresa?
- No sé, ni me importa. Creo que fue al Mercadona a comprar algo que se le olvidó esta mañana.
- ¿Qué pasa que has estado llorando?
- No, no he estado llorando. Bueno, un poco solo.
- Pues me ha dicho un pajarito que tienes una lengua viperina. Que sueltas lagartos y culebras.
- Nos ha llamado tu hermana al móvil, llorando y muy preocupada por ti.
- Mámá, por favor, tu no te metas.
- Vale, no me meto.
- Pero Sol, no nos hables así que nadie te ha hecho nada. Queremos lo mejor para ti.
- Ya, tu sobre todo. El papá ejemplar que quiere que su hija sea la mejor tenista de España.
- Deja eso ahora ¿Te ayudó Teresa a ponerte en la silla?
- Nooooooo, no me ayudó. Tuve que arrastrarme hasta coger una muleta y poco a poco, llegué hasta la silla.
- Muy bien, así me gusta ¿Ves como cuando quieres, puedes? Es muy importante que uses la silla.
- ¿Como tienes el pie, hija?
- Como un balón de fufbol, mamá? Me lo tendrán que cortar.
- ¿Como se te ocurre pensar eso? Precisamente el cirujano nos ha dicho que en cuanto se te vaya la inflamación, tres o cuatro días, te operarán para ponerte unas prótesis que traen de Francia y que quedarás como nueva.
- ¿Y tu le creíste, papá? Es la quinta operación que me hacen en tres años. En esta me cortan el pie.
- Si pones de tu parte, si comes bien y te pones fuerte, si te convences de que superarás este trance, seguro que te pondrás como una rosa, como la rosa que siempre fuiste. Así que tu misma, que vas para veintidos años, hija.
- Cuatro de los cuales perdidos por culpa de un esguince mal operado. Un esguince producido porque el señor quería que su hija fuera la mejor tenista de España y parte del extranjero. Mira ahora, mira en lo que me has convertido.
- En una arpía, por lo que veo. Hija, no te lo diré más veces, o cambias o no cuentes conmigo y ya puedes llamar a tu hermana Teresa para pedirle perdón por la cantidad de barbaridades que le dijiste.
- Vete esperando. Bueno en realidad, ya lo había pensado. Cuando venga le pido perdón.
- ¿Dónde has puesto los trofeos y los diplomas?
- En bolsas de basura. Eran tus diplomas, tus trofeos, los apreciabas más que yo, así que los guardé en el trastero
- Siempre creímos, tu madre y yo, que te gustaba el tenis.
-El tenis os gustaba a vosotros, a mi lo que me gustaba era y es el piano. Me disteis a elegir y como elegí el piano dijisteis que era mejor el tenis, que el tenis esto y lo otro. Pero llegó un momento que lo odiaba y vosotros insistiendo...
- Y fue cuando dejaste de comer y como estabas débil se te rompió el pie. Mira ahora, donde estás, en una silla de ruedas.
- Ya estamos... otra vez a llorar.
- Mamá, tu no te metas, por favor.

domingo, 3 de mayo de 2009

TERESA Y SOLEDAD, HERMANAS.

I
Algo tan horrible.
- ¿Qué te parece? ¿Te gusta?
- La odio ¿Cómo me va a gustar algo tan horrible?
- Pues debería gustarte. Era la más cara que había de las que recomendó el traumatólogo.
- ¿Cuánto costó?
- ¿Qué más da? Costara lo que costara había que comprarla.
- ¿Cuanto costó?
- Costó noventa y cinco mil euros.
- Una exageración. Eso son casi cien mil pesetas de las de antes.
- Lo que importa es que te encuentres a gusto con ella, que la manejes bien. Además casi todo lo paga la Seguridad Social.
- Lo que importa es que me muera en cuanto antes. Os saldría más barato.
- No empieces con las tonterias de siempre. Contenta deberías estar. Estas viva.
- ¿Viva? ¿Dices viva? ¿Crees que es vida estar así? Más valía que hubiera muerto.
- ¿La pruebas? ¿Quieres probarla?
- Acércamela.
- No, ven tu hasta ella. Está frenada.
- Está bien, acércame las muletas.
- No te las acercaré, te las tienes que arreglar sola. Imagina que no estoy.
- ¿Sabes lo que te digo?
- ¿Qué hermanita, qué me dices?
- Que eres una maldita hija de puta.
- Igual que tu, para eso somos hermanas.
- Me arrastraré hasta las muletas y con las muletas llegaré hasta ella, hija de puta mayor.
- Está bien, así me gusta, hija de puta pequeña. Tienes que manejarla bien, practicar hasta que te hagas con ella.
- No te pases de lista, solo eres una profesora, una simple profesora y ni eso, porque prefieres la comodidad de un ministerio.
- Y tu una simple gilipollas que estropeó su futuro, su carrera, su todo y no sólo eso, también el nuestro, que nos tienes a todos sufriendo por tu culpa. Mañana me voy , que tengo que trabajar.
- Pues te jodes y trabajas, peor estoy yo que a lo mejor me tienen que cortar el puto pie.
- ¿Me mandarás mensajes, me llamarás, hablarás conmigo como siempre?
- Te odio, ¿o es que no lo sabes?
- Lo sé, se que me odias porque me quieres. Siempre me has querido y siempre me querrás. Eres mi hermana pequeña del alma y yo para ti soy tu mejor hermana mayor del mundo.
- Eso era cuando éramos pequeñas, ahora eres la peor hermana, la hermana más mala del mundo.
- Bueno, me conformo con ser tu hermana, aunque sea tan mala porque te deseo lo mejor.
- Vete a la mierda, ojalá tengas una caravana de veinte horas ¿Cuando volverás?
- Cuando pueda Julio, creo que para el puente de San José.
- Hablando de Julio ¿No había otro más feo? Te fuiste a casar con el más feo y más bobo que existe.
- No te pases hermanita, que soy capaz de darte dos ostias. Porque eres una inválida, que si no...
- La verdad duele.

sábado, 2 de mayo de 2009

HAIKUS DE MADRUGADA

1.-
Los ríos despiertan
a los pájaros del nido.
Fluye el rumor.

2.-
Mirar cómo nace
el hermoso gigante.
¡Ese es nuestro Sol!

3.-
El rocío brilla
en cada tallo verde
de hierba fresca.

viernes, 1 de mayo de 2009

LA MIRADA

Siempre estuvo allí. En realidad, nunca se atrevió a mirar... si estaba cerrado con llave o abierto.

Una tarde de otoño, hará unos cinco años, entró en aquel céntrico Museo y supo de su existencia. Solitario, en silencio, como un viejo árbol seco en medio del lodo, abandonado en un rincón oscuro, sin que nadie le haga caso.

Durante unos minutos lo contempla emocionado, con el nudo en la garganta a punto de la lágrima seca, y poco después, regresa a casa.

Así ocurre diez o doce veces cada año y como si fuera un rito ancestral, cumple con la ceremonia de contemplarlo a escasos metros, admirarlo con inusitada devoción.

Siempre quiso poseer uno parecido, tan perfecto su perfil señorial, brillante como un espejo, radiante como un sol negro en medio del fuego de un volcán, hermoso como un dios de ebonita, inmenso en sus posibilidades, en sus infinitas sugerencias y sin embargo... parece que nadie se da cuenta de su existencia.

Significa tanto, pero tanto, saber que siempre estuvo y estará allí, aunque no se atreva a mirar si está abierto o cerrado con llave, porque en el supuesto de que estuviera abierto, no sabría cómo tocarlo.