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viernes, 31 de julio de 2009

MI VERDADERO AMOR, MI ÚNICO AMOR.

VI
Mi verdadero amor, mi único amor.

De regreso a casa , a nuestra habitación compartida, Carmen y yo hablábamos de lo completa que había sido la jornada a partir de las cuatro de la tarde, hora en la que cogimos juntas el Auto Res en Benavente. “Días tan completos, tan intensos, se cuentan con los dedos de la mano y aún sobran dedos. Concierto de Elisa Serna, aviso de bomba, chica en la acera medio muerta, irlandés en el Penta con los amigos, cena contigo ¿Hay quién de más?”.

Al llegar a la Puerta del Sol, Carmen me explicó, por encima, lo que significaba el reloj y la plaza donde se celebran las doce campanadas de la noche de Fin de Año. Su pelo tan negro y cortado a estilo chico, o garçon, sus ademanes, su vocabulario, su tez tan morena, sus brazos fuertes casi musculosos, sus pechos abundantes, su espalda robusta y sobre todo, sus ojos tan vivaces y expresivos, le daban un aire de fortaleza, de robustez a pesar de que sólo era un poco más alta que yo.

Cuando Carmen me explicaba las cosas, era como si lo hiciera una hermana mayor que no tengo. Ponía pasión, vida, entrega, generosidad, en suma.

En la habitación casi no hacía falta encender la luz porque entraba por el balcón, con las ventanas y contraventanas de par e par. Entraba la claridad de la noche de luna sin luna y una ligera brisa fresquita.

Me acosté junto a mi compañera y ¿amiga? con una combinación rosa y ligera. Ella dijo que sólo se ponía bragas para dormir cuando, por higiene, las necesitaba. A esos detalles no le daba importancia y si los digo es para que se vea nuestro compañerismo más que por otra cosa.

Nada más acostarnos y mirando las dos hacia la lámpara, pensativas, en silencio, percibimos un ligero ruido.

- Calla.

- ¿Qué pasa Carmen? No me asustes.

- ¿No oyes?

- ¿Qué es eso?

- Son los portugueses que están follando.

- ¿Qué portugueses?

- ¿Ya no te acuerdas? El matrimonio que duerme en la habitación de al lado. Trabajan en Francia y antes de ir a su país, pasan una semana en Madrid follando, aparte de algún museo, claro.

- ¿Y eso qué es?

- Hija, no sabes nada. Follar es joder. Para que lo entiendas bien: en Zamora, en nuestros pueblos, la gente jode, aquí en Madrid el que puede, folla ¿Te enteras Contreras?

- Si, creo que si ¿Están follando de verdad?

- Claro, escucha: Ese traca, traca, traca, es la cama, esos gemidos los hace ella que está gozando que no veas, ese que mete y saca y ruge como un jabalí, es él. Pues ya es el tercero del día, que yo sepa.

- Carmen ¿cómo lo sabes?

- Nos ha jodido mayo, porque lo sé ¿Qué pasa que tu no has jodido nunca?

- No, yo no. Soy virgen todavía ¿Y tú?

- ¿Yo? Aquí donde me ves, con estos pelos, soy la mayor folladora del mundo, lo que pasa es lo que pasa. Precisamente de eso te quería hablar y pedirte un favor enorme.

- ¿A mi?

- Si hija si, a ti. Mañana a las nueve y media sales de casa, desayunas en un bar y te vas al Retiro, pasas la mañana por allí, regresas a mediodía, comes aquí al lado, donde cenamos anoche, que dan paella por ser domingo, y después te metes en un cine de sesión continua y regresas sobre las nueve y media. Para esa hora ya habré terminado y podremos cenar juntas. Hablamos, preparamos el día siguiente y a dormir, que yo a las seis y media arriba.

- ¿Y qué vas a hacer?

- Follar todo lo que pueda. Mira te lo contaré: tengo un lío, un amante vaya, pero resulta que está casado. Es de Guadalajara. Los domingos dice que viene al rastro y regresa por la noche. Pero lo que hace en realidad es comprar cuatro libros y cuatro chorradas en el rastro para justificar y el resto del tiempo, hasta las ocho, está aquí conmigo follando.

- ¿Y follais todo el rato?

- Hombre tampoco es eso. Paramos para comer y para hablar algo, pero se podría decir que si, que aprovechamos el tiempo, vaya. El muy cabrón me tiene loca y no hay forma de que me pueda desprender de él. El domingo vino diciendo que su mujer está preñada del segundo. Así que no veas que llorera.

- ¿Qué triste verdad Carmen?

- ¿Triste dices? ¿Triste? ¡Me cago en todo lo que se menea! Es lo más maravilloso que me ha ocurrido en mi puta vida. Tu no sabes, salada, lo que significa temblar como una vara verde porque entra por esa puerta EL. El ¿entiendes? El es San Dios, mi hombre y te diré algo: mientras viva EL será mi verdadero amor, mi único amor.

- Qué bonito Carmen. Me haces llorar. No te preocupes por mi, me las arreglaré como pueda. Tu tranquila, solo te deseo una cosa y te lo digo con todo mi corazón: que seas muy feliz.

- Gracias salada ¿Dormimos un poco?

- Si. Hasta mañana, Carmen.

- Hasta mañana, Esmeralda.

- ¿Y ahora qué pasa?
-
Que se están corriendo. Duerme salada, cierra los ojos que estamos como la canela.

- ¿Cómo está la canela, Carmen?

- Molida.

- Ah ¿Cómo estará mi madre ahora?

- Dormida. Nos ha jodido, como la mía. Duerme y calla. A ver si voy a tener que sacar el zurriago a pasear.

- Vale. Perdona. Hoy no ha salido la luna.

- Se liaría con el sol. Digo.

CASI TODAS SIN SUJETADOR

V
Casi todas sin sujetador.

Nuestra singular procesión caminaba hacia el Pentagrama, que yo aún no sabía qué era, cuando a la altura del metro Tribunal, vimos cómo la gente se arremolinaba.
- ¿Qué ha pasado? -preguntó Felipe.
- Que esta chica se ha caído desmayada de muy mala forma y se ha debido dar un golpe en la cabeza con el suelo de la acera. Está sin conocimiento, parece. - dijo un hombre de mediana edad.
Una chica, algo mayor que yo, yacía de muy mala forma en el suelo, boca abajo, y totalmente sin sentido. Oscar, que al parecer es médico, dijo que pidieran una ambulancia y sin moverla trató de reanimar a la chica mientras le miraba el pulso.
- ¿Me escuchas? Si me oyes mueve una mano. Te has dado un golpe y tienes un chichón muy feo en la frente ¿Puedes oírme? Llamar a una ambulancia rápidamente.- dijo Oscar mientras le daba aire con un abanico.
Poco a poco, la muchacha empezó a volver en si y trataba de levantarse pero no podía. “Tranquila, no te muevas que va a venir una ambulancia y te lleva”. La chica hizo otro intento para levantarse pero le era imposible, no tenía fuerzas suficientes. Oscar le dijo que estuviera tranquila, que no hiciera esfuerzos inútiles, mientras, buscaba algo, que yo no sabía, en los brazos y en las piernas. Parece ser que junto a los tobillos tenía las señales de la evidencia.
- ¿Qué te has puesto?
- Caballo, caballo y coca. Ambulancia no, ambulancia no. -decía la pobre chica.
- Tranquila mujer. Te llevan y te pones buena. ¿De dónde eres?
- De a tomar por culo.
Dicho esto, hizo un tercer intento de levantarse y lo consiguió. Cogió su bolso, se miro por si le faltaba algo y echando a correr Fuencarral abajo, nos dejó a todos con dos palmos de narices.
- Eso es para que se vea, con el susto que nos ha dado y se va sin dar ni las gracias.
- Pobre chica, bastante tiene para ella. - comentó Oscar- Es drogadicta.
En el Pentagrama había bastante gente, pero tuvimos suerte que pudimos juntar dos mesas y sentarnos todos juntos. Como yo no estoy acostumbrada a estas cosas, estaba impresionada por lo que acabábamos de presenciar.
- Ya te irás acostumbrando. En Madrid hay de todo, hasta de lo que no hay, se encuentra. - dijo Carmen que se había sentado a mi lado.
- Bueno, vamos a tomar una buena copa, que nos la merecemos. Me voy a tomar un cubata que no lo salta ni un gitano. - dijo Felipe.
Como eran tan conocidos, todos menos yo, claro, les iban a saludar y algunos les daban de mano desde las mesas o desde la barrra del bar que estaba muy animada. Oscar y Carmen sentados cerca de mi. Elisa, Felipe y Dolores a continuación. Alfonso, como no puede parar, estaba de mesa en mesa, besando a casi todas y dando la mano a casi todos.
Le dije a Elisa que me gustaba mucho su voz, su forma de cantar, su forma de tocar la guitarra, que muchas gracias por dejármela y que con mi primer sueldo me compraría una guitarra como la de ella. A Oscar le pregunté que cómo sabía que la chica de antes era drogadicta. “Porque tenía el tobillo acribillado a pinchazos con las agujas hipodérmicas con las que se inyecta heroína“. Comentó. Yo, como siempre, ni idea de qué era todo eso.
De vez en cuando todos bajaban la cabeza hacia el centro y uno, o una, comentaba por lo bajo: “Aquél es Joaquín Sabina, aquél otro es Hilario Camacho. Aquí paran casi todos los cantautores”. Yo ni idea, no había oído hablar de ninguno.
Pasados los primeros minutos, una vez asentada, tuve tiempo de tomar nota visual y observar el panorama en condiciones. Gente joven, bien vestida, todos muy sonrientes, algunos demasiado, la verdad, y sobre todo como muy sanos, muy cultos, muy intelectuales, podría decir. Me llamó la atención que las chicas iban muy escotadas, muy abiertas, algunas con unas minifaldas de vértigo, y casi ninguna llevaba sujetador. Son detalles que puede que no tengan importancia, pero a mi me parecía significativo. Muy liberadas. Se veían algunas parejas besándose con muchas ganas.
Alfonso regresó diciendo que esta noche no hay actuación que, por lo visto, han denunciado los vecinos por el ruido y que se suspenden las actuaciones hasta octubre. No hay actuación ni de Javier Krahe ni de nadie. Ha habido una denuncia por exceso de ruido.
La chica que nos preguntó lo que vamos a tomar al bajarse a recoger los vasos y los ceniceros de la mesa, nos dejó ver con toda tranquilidad cómo se bamboleaban sus precisas tetas. Todos y todas las vimos y las admiramos. Alfonso la decía: limpia aquí que quedó agua, la chica limpiaba y Oscar decía: limpia aquí, por favor y ella obediente, limpiaba y su bamboleo era tan hermoso que hasta a mi me gustaba.
- La cadenas que durante siglos y siglos han esclavizado a las clase trabajadora y al proletariado en general, parece ser, que, gracias a la lucha incesante de los trabajadores, durante generaciones y generaciones, por fin, compañeros, por fin, está dándonos pequeños signos de éxito. Prueba de ello -decía Felipe, con la voz engolada y solemne, en plan de broma supuse, - prueba de ello repito, son las evidencias que aquí tan gratamente observamos. La mujer se está liberando de uno de los emblemas más evidentes de su opresión: los sostenes, o sea, los sujetadores. Ni una casa sin pan y ni una sola mujer con sujetador. Lo de que vayan sin bragas va a ser más complicado, pero todo se andará.
Todos se reían y hasta aplaudían. Por unanimidad los hombres tomaron cuba libres y las mujeres tomamos café irlandés. Otra novedad para mi. A mitad de la consumición todos levantaron sus cubatas y sus irlandeses y Alfonso dijo: “Compañeros y compañeras, vamos a brindar por la encantadora Ezmeralda. Brindamos, por ti, porque encuentres pronto trabajo y porque aquí, en Madrid, y que seas inmensamente feliz. Va por ti presiosa”. Todos y todas chocaron sus vasos contra el mío, mientras decían: por ti, por ti, po ti... Me emocioné tanto que se me cayó una lágrima como un puño.
Sobre las tres y media salimos del Pentagrama poco menos que cantando el Asturias Patria querida. Nos despedimos allí mismo, con efusivos abrazos y besos de todos y Carmen y yo regresamos andando hasta casa, hasta nuestra habitación compartida.
- ¿Lo has pasado bien?
- Ya lo creo, voy un poco piripi, pero en la gloria. Qué bien os portáis todos conmigo. Por cierto, no me habéis dejado pagar nada y eso no puede ser.
- Tranquila. Hay más días que ollas.
La luna seguía sin aparecer, pero el cielo era maravilloso y yo me sentía en la gloria. Un milagro, vaya.

miércoles, 29 de julio de 2009

MI PRIMER CONCIERTO DE LA VIDA

IV
Mi primer concierto de la vida.

Mientras Carmen y yo nos cambiábamos de ropa y nos arreglábamos un poco, un alubión de pensamientos extraños me invadieron las cavernas del sentido o del sentimiento, no se.

Cuando la miraba cómo se hacía la raya del ojo, me acordaba de todas mis anteriores compañeras de habitación, de Luisita, de Asun, de Rosi, de todas y cada una de aquellas compañeras que tuve, durante todos y cada uno de los cursos ¿Qué habrá sido de ellas? ¿Tan mal me porté como compañera, como confidente, compartiendo, cines, procesiones, exámenes, las magdalenas que mi madre hacía expresamente para ellas, las felicitaciones de Navidad, las excursiones y tantas y tantas cosas? ¿Qué misterio esconde la amistad para que no haya sido capaz de comprenderlo? ¿Por qué no tengo ni una sola amiga, amiga? ¿Qué es lo que tengo de repulsivo que nadie quiere saber de mi más allá de su interés?

Carmen dice que mi vestido está bien conjuntado con los zapatos, que le gusta mi forma de vestir, que tengo estilo y sobre todo, que me de prisa, que me enrollo como las persianas. Bajamos a la carrera por las escaleras de madera metiendo más ruido que unos caballos cordobeses en un tablao.

En la calle, la noche madrileña en todo su esplendor de maravilla. Me quedaba extasiada ante los escaparates, antes los cines, los anuncios de neón y la gente. Me emociona ver a la gente. Un desfile de modelos y de belleza. Hermosura por todas partes. Me tengo que dominar o me pierdo.

Felipe y su novia Dolores, simpatiquísimos, Alfonso que vino sin novia pero que trajo a Oscar y todos, a por mi, a besarme y a decirme que soy muy guapa y que bienvenida a los madriles. Que tuviera confianza en mi misma, que triunfaría y además habiendo caído en manos de Carmen, me debería sentir afortunada.

- Ha habido cambio de planes - dijo Felipe - me ha llamado Elisa diciendo que vayamos a verla, que a lo mejor se lo revientan, el concierto, los fachas, que ha recibido amenazas por teléfono. Así que no queda otra: o vamos, o vamos.

- Pues vamos. - dijo Alfonso con su acento de sevillano.

Elisa era Elisa Serna, de la cual yo no tenía ni idea. En el camino, un paseo, hasta la calle Infantas, me iban explicando todos los detalles. Era curiosa la especie de mini procesión que, espontáneamente, se organizaba: Felipe y Alfonso hablando de política, Oscar y Carmen de sindicalismo y Dolores y yo de rebajas al ver los escaparates de pasada.

El teatro Jacinto Benavente, no se me olvida, era pequeño pero muy bonito. Me llamó la atención que teníamos las butacas de la segunda fila reservadas. Nos sentamos así: Felipe y Dolores, Alfonso, yo misma, Oscar y Carmen. Para mi esos detalles significaban mucho y me impresionaban.

Se apagaron las luces del teatro quedando iluminado el escenario con una potente luz de cañón. Salió Elisa, con su carismática presencia, con su guitarra y con su actitud anti diva, anti estrella. Carraspeó y dijo más o menos: gracias compañeros y compañeras, como sabéis la lucha continúa, esperemos que nos dejen luchar en paz ¡Por nuestros derechos! Muchas gracias. Aplausos.

Cantó “A des alambrar” de Daniel Viglietti, “Los mineros de Santa Bárbara”, otra que no me acuerdo y nada más empezar con la cuarta canción, se encendieron las luces del teatro y todo el mundo inquieto preguntándose qué pasaba.

Unos segundos después, regresó al escenario Elisa Serna y con el micro en la mano y llorando dijo: Compañeros y compañeras, nos acaban de dar un aviso de bomba. Por favor, por favor, desalojar despacio. Está visto que no les gusto a los fachas de mierda, o a los que sean. Buenas noches ¡No pasarán! Volver mañana.

La gente se mostraba enfadada, indignada, impotente y serena a la vez. Poco a poco fuimos saliendo y ya en la calle, Elisa se nos unió al grupo. La consolaron lo mejor que pudieron y Alfonso, tratando de quitar hierro al asunto, habló de ir a tomar una copa al Pentagrama. Decía Oscar que a lo mejor estaba Javier.

Carmen me explicó que se refieren a Javier Krahe y yo, como casi siempre, no tenía ni idea de quién era. Elisa llevaba su guitarra en la mano y yo no sé cómo me las arreglé el caso es que dejó que se la llevara yo. En ese momento, yo con la guitarra al hombro, guitarra en ristre, como la llevaba en algunas fotos el Serrat de los años sesenta cuando “Tu nombre me sabe a hierba” me sentía la chica más feliz de la tierra, terrenal.

Caminábamos despacio calle Fuencarral arriba, noche estrellada, en animada charla. Un poco tristes pero contentos de estar allí. Las sirenas de la policía, bomberos, ambulancias, que se acercaban hasta el teatro que habíamos dejado a su suerte. Gracias a dios era una falsa amenaza, como tantas otras que, según me contaron, se producían con harta frecuencia.

En ese momento la procesión era así. Felipe, Elisa y Alfonso, más atrás les seguían Oscar y Carmen, Dolores y yo las últimas, pero yo con la guitarra al hombro, no vayas a comparar. A veces se paraban los de cabeza y se formaba un círculo y Alfonso decía: “Ezto cabrone nos han follao la fiezta, pero no nos van a follar el copazo que nos vamos a meter pal cuerpo”. Todos reían y yo también. Pero, la verdad, no me enteraba de nada.

Otra parada, otro corrillo y Alfonso decía: “A Ezmeralda la tenemo que encontrar trabajo como sea. Madrid sin Ezmeralda no es Madrid“. Risas y más risas.

Dolores me decía: “Qué contenta se te ve chiquilla, con tu guitarra al hombro, se diría que eres tu la cantante. ¡Qué arte, madre mía!“Yo en una nube. Es muy difícil ser feliz y yo estaba cerca.

La luna seguía sin asomarse.

martes, 28 de julio de 2009

LA PRIMERA CENA

III
La primera cena.

Cuando estudiaba en León vivía en casa de unos conocidos de mis padres que alojaban a estudiantes. Dos habitaciones y en cada una, dos camas, por lo que me tocaba compartir una de ellas con otra chica. Todos los cursos con una diferente, no me asustaba, por tanto, dormir junto a Carmen o con cualquier otra.

Me impresionó que me presentara a la dueña de la pensión como su amiga y sobre todo, me admiraba su soltura, su dominio sobre todas las cosas, su personalidad, su fuerza vital, su poderío, podría decir. Carmen es una apisonadora y eso puede ser interesante para mi.

Dejamos las maletas sin abrir y después de darnos una peinada ante el espejo del armario ropero, bajamos a la calle a cenar en un restaurante muy económico que había en un primer piso de una casa dos números más arriba de la misma calle. Restaurante Madrid.

A Carmen la conoce todo el mundo y todos le hablan con confianza. Me decía, mientras cenábamos, que la recuerdo a ella cuando llegó a Madrid. La misma pinta de paleta y la misma actitud de apocada y corta. Que no me preocupara, que en Madrid o espabilas o te espabilan a base de ostias. Lo pasarás mal, porque eso no te lo quita ni el apuntador, pero te merecerá la pena, ya verás, serás más libre, más culta, más luchadora, que mi juventud y mi presencia, son bazas a mi favor, comenta con una labia como un frenesí.

Dice, también, que ella encontró trabajo, sin recomendación, en Coca - Cola a lo tres días de llegar y que ahora es jefa de sección de una planta embotelladora. Que se está sacando el carnet de conducir, que se va a comprar un Citroen GS, precioso, que le dan, en tres meses, un piso de ciento veinte metros cuadrados, con todas las comodidades, a cinco minutos del trabajo. Yo escuchaba embelesada todo lo que me contaba y mientras comía una cena riquísima, iba mirando alrededor. La gente viste muy bien, es muy educada y se ve cada tío que se muere una de ganas.

- Mira Esmeralda, te lo voy a decir claramente, aquí, en Madrid, vas a sufrir mucho, pero mucho, pero a cambio tendrás la oportunidad de arrancarte de una puta vez la pátina de pueblo que llevas y dentro de tres años, cuando eches la vista atrás, sin ira, como la película tan maravillosa que conocerás, te darás cuenta de que ha merecido la pena. Podrás arrancarte hasta a tu familia, como he hecho yo, porque me tenían y me tienen, hasta los mismísimos cojones, que la familia, sólo sirve para hacerte sufrir desde que naces hasta que mueres. Felipe, que es majísimo, como has visto, y Alfonso y cientos y miles, por no decir millones, y yo misma, qué cojones, estamos luchando por cambiar esta puta sociedad consumista, reprimida, injusta, insolidaria, y mil cosas de más que sobran o que faltan. Se me revuelven las tripas cada vez que pienso en mis padres y en mis tíos y en todos, me cago en todo lo que se menea, en todos los españoles que aguantaron y aguantaron, cuarenta años hasta que se murió el dictador y menos mal que la espichó, que si no es por eso, aún estamos sometidos al yugo y a sus flechas, nos ha jodido. Pero ahora, amiga mía, ahora nos toca a nosotros, se van a enterar los muy cabrones ¿Sabes una cosa?

- ¿Qué? - yo, acojonada.

- Vamos a dar la vuelta a la tortilla.

- ¿Qué tortilla?

- ¿Qué tortilla va a ser? a la nuestra, a la sociedad, joder, a la sociedad! Es que me pongo de los nervios. Por cierto, ¿Tus ojos son azules o grises? No paro de darle vueltas mientras hablo. Este vino está de puta madre.

- Azules normalmente y grises cuando estoy triste.

- Pues estás más triste que el caldo de un asilo. Ahora nos ponemos guapas y ya verás que bien lo vamos a pasar. Por mis huevos. Si por mi fuera, ardía Troya.

- Carmen, ¿por qué haces esto por mi?

- Anda la ostia, porque me sale de los... ya te lo he dicho salada, porque eres como era yo. Mejor es que caigas en mis manos, que somos paisanas y siempre te ayudaré y para lo que necesites y te lo digo con todo mi corazón, para lo que necesites, aquí me tienes, porque hay mucho hijo de puta por ahí que se podría aprovechar de una pardilla como tu y además porque me caes bien. Y no me hagas decir más, ostias ¿Por qué lloras, guapa, por qué lloras?

- Pues porque me has emocionado, porque nadie en mi vida me ha hablado como lo has hecho tu y porque no se cómo podré pagarte lo que haces por mi.

- Te diré como me lo puedes pagar. Es fácil: convirtiéndote en una mujer luchadora, por ti y por las mujeres. Por la liberación de todas nosotras, por nuestros derechos, así que ya sabes. Ojo y al toro. Hala, vamos.

De camino a casa, a nuestra habitación, Carmen me hizo prometerla que lucharé. Como no entiendo mucho de lo que me habló y porque no la veo mala persona, le dije que si a todo. Además, como para llevarla la contraria. Ya te digo.

Busqué a la luna y no la encontré.

lunes, 27 de julio de 2009

LA LLEGADA. PENSIÓN "LA ORENSANA"

II
La llegada. “Pensión la Orensana”.

La vida es un eterno viaje, un viaje permanente, en el momento en que terminas uno, empiezas con otro. Pasa como con los horizontes, siempre hay otro más allá.
Cuando llegamos a Madrid, todavía quedaba algo de sol. Carmen, la compañera de viaje, dijo que esta noche me quedara en su misma pensión. Que en el caso de que no hubiera habitación, dormía con ella, que donde duermen cuatro, duermen cinco. Que mañana será otro día y que con luz todo se ve más claro.
Por ese lado estaba más tranquila. Me preocupa el poco dinero que me queda, cuatro mil seiscientas pesetas. Menos mal que mi madre, la pobre, me dio a escondidas un billete de cinco mil. “Toma, no se lo digas a nadie. Tu padre dice que no te da ni un duro y que no escribas para pedir que no te mandará ni un céntimo. Que mandar no mandes, pero que tampoco pidas y que des gracias que no te desherede". Por mí que le zurzan, no te jode.
Madrid impone. Nada más pisar tierra en la estación de Auto Res, me entró un escalofrío de tanta emoción. A Carmen le esperaba un chico muy amable que, con su Renault 5, nos acercó a las dos hasta la calle La Cruz que era donde estaba la Pensión “La Orensana“, donde vivía ella.
El chico y Carmen debían ser algo, porque se besaron en la boca pero por fuera, o sea en los labios, que no fue de tornillo, pero más que de amigo seguro. Yo me senté atrás y ellos hablaban raro, palabras que yo no entendía: clandestinidad, amnistía, acción y reacción, protesta callejera y cosas así. No se me olvida una frase ininteligible para mi en aquel momento: “El compañero Santiago dice que o ahora o nunca” y Carmen respondió: “Y tiene razón. Los tenemos cogidos por los huevos a los muy cabrones, es que manda cojones, cuarenta años esperando y aún quieren más, se dice pronto”.
Yo hacía como que no oía y me fijaba en las fuentes, en los edificios y Carmen, entre frase y frase, me iba señalando: eso es Neptuno, eso es Cibeles, eso es Banco de España y así. La verdad es que me sentía muy bien ayudada por la de Santa Cristina de la Polvorosa. Me parecía buena persona, aunque con una boca negra como la de un carbonero. En cada frase un taco o dos.
Para mis adentros me decía: “Quién me mandaría a mi meterme en estos berengenales”.
Felipe, que era como se llamaba el atento amigo, nos ayudó a bajar nuestras pesadas maletas y con el coche sobre la acera se despidió de su amiga, o lo que sea, y al despedirse de mi con dos besos, me raspó con su barba de ocho días y me recordó a mi padre que solo se afeita los domingos.
Me dijo que no estuviera triste ni preocupada, que el pueblo quedó en el pueblo y que ahora, en Madrid, a luchar y a triunfar. Carmen es un buen ejemplo de ello. Bueno guapas, os dejo.
Me quedé sin saber qué decir. Nunca nadie ha sido conmigo tan amable como aquél chico de barba de ocho días. Fué Carmen la que rompió el hielo.
- Una cosa que se me acaba de ocurrir ¿Por qué no quedamos esta noche después de cenar y llevamos a Esmeralda a conocer algo por ahi? Sería como un homenaje de bienvenida.
- Por mi vale ¿Vamos a escuchar música sudaméricana?
- Sería un detallazo, Felipe. Avisa a Alfonso y venís los cuatro ¿Te parece?
- Hecho. A las once en el Km 0.
La pensión "La Orensana" estaba en el cuarto piso. Escalera de madera, muy ancha y sin ascensor, así que llegamos arriba con la lengua fuera. La dueña era una mujer de mediana edad muy fuertota, que hablaba medio en gallego y que nos recibió con mucha alegría.
- Carmiña... un besiño. ¿Traes a tu hermana, rapaciña?
- No, señora Belarmina, es una amiga de cerca de mi pueblo ¿Puede quedarse esta noche a dormir en mi habitación?
- Pues claro, si viene recomendada por ti, aquí tiene su casa ¿Cómo te chamas guapiña?
- Esmeralda, me llamo Esmeralda.
- Anda, Esmeralda como la tía de mi marido, la de Carballino. Pues no se hable más. Mañana falaremos de los cuartos. Voy a la cocina que estoy facendo un pote galego pa chuparse los dedos.
La habitación de Carmen es muy grande, con un balcón a la calle. Una cama muy ancha, un armario, y una palangana en el palanganero...
¿Es posible que todo me vaya tan bien? ¿Madrid es del mismo país que mi pueblo?
Parece el extranjero, la verdad sea dicha.

domingo, 26 de julio de 2009

LA MUCHACHA CON LOS OJOS MÁS TRISTES QUE DE AQÚI A LA LUNA

LA MUCHACHA CON LOS OJOS MÁS TRISTES QUE DE AQUÍ A LA LUNA.
I
El viaje.

Eran las cuatro y media de la tarde, no se me olvidará mientras viva, las cuatro y media en punto de la tarde. Mi padre me había acompañado hasta la parada del Auto Res de Benavente. Tanto durante el viaje, desde el pueblo, como la despedida en la estación, fue triste y silenciosa. Ni una palabra de más ni de menos.
Al darme, mi padre, los besos de judas de despedida, no pude por menos que decirle:
- Cuide de madre que sabe que está muy delicada. Y a ver si deja de beber de una puñetera vez y de darle mala vida a ella y a los chicos. Me libro de usted , pero ellos no.
Ni se dignó contestar. Se fue y allí me dejó, en la pequeña cola para coger el billete del auto bus. El calor era sofocante puesto que aún era verano. Exactamente el día doce de septiembre de mil novecientos setenta y siete.
Como era la primera vez que venía a Madrid tenía que andar con ojo no fuera a ser que me equivocara y apareciera en Galicia o en Zamora. Le pregunté a una chica que andaba por allí fumando como un carretero:
- ¿Sabes si este va para Madrid?
- Claro que va para Madrid ¿Es que no ves el cartel?
- Es verdad, no lo veía, perdona.
- No pasa nada.
Había comprado el Nuevo Fotogramas porque, aunque me falte dinero, mi revista de cine es imprescindible. Es la única lectura que leo con autentica devoción. Libros no puedo, porque los cuatro cinco que tengo los dejé en el pueblo, más que nada porque pesan.
Dentro del autobús, compruebo que me toca estar sentada junto a la chica a la que pregunté. “Si quieres ponte al lado de la ventanilla, yo ya estoy harta de ver el paisaje”. “Gracias, muchas gracias”. “De nada mujer, a mandar que para eso estamos”.
El paisaje de los viajes siempre, desde niña, me han magnetizado. Mi padre, cuando me llevaba a estudiar a León, siempre me dejaba la ventanilla y a veces me decía: “no te fijes tanto que te vas a marear” y tenía razón. Al cabo de media hora me pasaba la bolsa. “Ya te lo decía, pero tienes la cabeza como tu madre, que ya es. Hasta que no te mareas, no paras”. “Es que me gusta ver correr a los árboles”. Una vez que vomitaba, me quedaba relajada y tranquila y podía mirar y mirar. Un viaje sin paisaje es como... una rosa sin espinas.

No entendía que la gente, cuando va de viaje, vaya leyendo o durmiendo, que es peor. Siempre en ventanilla y siempre mirando al campo, a la tierra, a la gente que trabaja, a los animales, a las montañas, al cielo, a los ríos. Un viaje es un sueño infinito.
Te vas diciendo: me gustaría una casa como esa, o me gustaría subir hasta allá arriba, o me gustaría chapinar por ese arroyo. Mis lágrimas estaban a punto de desbordar los lagrimales, porque el paisaje siempre es precioso, siempre es una maravilla su contemplación. Aunque, si he de decir la verdad, lo que me dolía profundamente era el penoso panorama que dejaba en casa y lo sentía sobre todo por mi madre, porque los hermanos se defienden de otra manera.
- ¿Quieres un cigarro? Es Piper mentolado.
- Gracias. No fumo mucho pero me vendrá bien.
- ¿Estás nerviosa?
- Un poco. Es la primera vez que voy a Madrid y no tengo ni donde caerme muerta ¿Sabes de alguna pensión donde pasar la noche?
- Lo que sobra son pensiones en Madrid. Nos ha jodido, en Madrid encuentras de todo, hasta de lo que no hay. Soy de Santa Cristina y me llamo Carmen ¿Y tu?
- Me llamo Esmeralda, aunque en mi pueblo me llaman Emeraldina, y soy de Santa Colomba.
- Las dos de pueblos con el Santa por delante, vaya coincidencia. Pues nada, no te preocupes que en Madrid la gente ayuda mucho y encontrarás más de lo que busques. Te gusta el cine por lo que veo ¿Me dejas hojear la revista?
- Si claro. Hojéala todo lo que quieras, yo tengo tiempo de leerla. Hasta la próxima semana no sale la nueva.
El viaje se desarrollaba con toda normalidad y aunque preocupada, no tenía otro remedio que estar serena y esperar que lleguemos pronto. Resulta un viaje más largo que una semana sin pan.
¿Habrá reñido mi padre a madre por haberle dicho lo que le dije?
Me juego un riñón.

sábado, 25 de julio de 2009

HAY VIDA DENTRO

Los sábados por la tarde, hoy es sábado, me suelo hacer lo que yo llamo la ITV. O sea, limpieza general y exhaustiva, de todo mi cuerpo, incluidas mis veinte uñas. Aunque parezca mentira, es cierto, tengo veinte dedos con sus respectivas uñas. Total: veinte uñas.

Me gusta cuidar mi higiene corporal, visible e invisible, sobre todo de las manos, porque son las que van al pan y porque con ellas toco algunos instrumentos.

El caso es que me senté en el baño, con la tapa de la taza quitada, y me puse a reflexionar y de paso, cortarme las uñas. Lo hago con sumo cuidado y a las de las manos las paso la lima. Lo de la lima es cierto solo a veces.

Mientras estaba en tan solitaria e íntima tarea, me fijé en una de las venas más gruesas de mi mano derecha, la más marcada y oscura y observé con sorpresa y detenimiento.

Es cierto, no es una alucinación, dentro de mi vena gorda de la mano derecha, existe una mancha blanquecina, cerúlea más bien, del tamaño de una lentejita.

Es raro, y por lo tanto, me fijé detenidamente en la manchita, con intensidad, con detenimiento, como miran los relojeros con su lente de relojero, o los artistas de las imprentas con su cuenta hilos. La mancha está quieta, paralizada, inmóvil, es como si estuviera dormida, en permanente letargo.

Pensaba yo que podía ser una mancha en la piel, pero no, está dentro de la vena. Así que me fijé más y más y cuando comprobé que estaba quieta, aparté la mirada y en ese preciso momento, en ese infinito átomo de instante, la manchita se movió. Imperceptiblemente, pero se movió.

Me fijé con más intensidad, incluso me apreté la vena por ver si la mancha caminaba, como caminan los niños que aprenden a andar con el empujoncito de sus papás, pero no se mueve del sitio. Mi manchita tiene cuerpo, o sea, tiene volumen, pequeño, pero lo tiene. Parece no tener, al menos que se vea, ojos, ni boca, ni otros signos aparentes de identidad sexual. Pero yo sé que de ser algo es hembra. No tiene sentido ser habitado por un hembro, por un macho.

Así que, ante tal incertidumbre, y para certificar la movilidad de mi manchita, puse una marca con un boli sobre la piel que envuelve a la vena que, a su vez, envuelve a la manchita.

En seis horas ha caminado milímetro y medio, como mucho, pero ha caminado.

Hoy me siento el hombre más feliz de la tierra. Por fin tengo compañía y bien a la mano.

No puedo dejar de pensar en ti, amor, digo mirándola.

viernes, 24 de julio de 2009

¿MAMÁ, FALTA MUCHO?

Y XIII

Al salir de la casa, del piso, de la calle Libertad miré el reloj. Las 5,45. Como diría mi padre: está a punto de rayar el día.
El cielo está precioso. Aún se ven algunas estrellas y las cuatro nubes forman un paisaje excelso, único de este instante. Lo contemplo mientras Praxila y yo avanzamos, un poco tambaleantes hasta el hotel que está muy cerca. Los tacones me matan y la cabeza me duele un poco. Fisicamente, salvo eso, me encuentro bien. Los excesos que sucedieron no me han afectado. Ni tan siquiera tengo molestias en el ano y en la vagina.
Praxila dice que tenga mucho cuidado, que el sexo extremo se puede hacer adiptivo. Que ella lo controla, pero que hay que ser muy fuertes para superar las ganas permanentes. Control, me dice, mucho control.
- El cuerpo te pedirá más y más y puedes llegar a ser drogadicta de tus deseos de sexo sin limites y siendo casada y con hijos, puedes destrozar tu familia.
- Lo sé, Praxila, lo sé. Descuida me controlaré ¿Podemos volver mañana? Ya necesito otra dosis, jejejeje
- No te rias que es muy serio. Ahora, cuando lleguemos, al hotel nos dormimos y nos olvidamos de todo. Tenemos que ser frias y fuertes ¿Cómo se llama el ciego de la casa palacio?
- Abel, se llama Abel.
- ¿Quiere tenernos a las dos?
- Si.
- Estoy deseando. Mira a ver si puede ser pronto.
En el hotel dormimos abrazadas como para despedirnos.
- ¿Mámá, falta mucho?
- Sandrita, que me has despertado. Santiago ¿Dónde estamos?
- Llegando a Benidorm. En diez minutos estamos, cariño.
- Qué tonta, me he dormido ¿Desde cuando llevo dormida?
- Desde Aranjuez, más o menos.
- Santiago ¿sabes una cosa?
- ¿Qué?
- Te quiero. (joder, qué sueño más raro he tenido)
-¿Mamá, falta mucho?
- No, amor. Estamos llegando. Mira tus hermanos como duermen. Parecen querubines.
- Santiago.
- ¿Qué?
- ¿Te he dicho que te quiero?
- Si. Mari Luz ¿Te he dicho que el olor a mar me la ha puesto como una piedra, y que estoy deseando pillarte en condiciones?
- ¿Si? Pues me he despertado... ufff... si yo te contara como lo tengo.
FIN

jueves, 23 de julio de 2009

EL INFIERNO DE LA NOCHE

XII
Algo muy profundo se rompió dentro de mis entrañas. Sentí un dolor tan intenso como el que produce una traición o una falsedad. Efectivamente, el que esté loca es una posibilidad, pero no soy tonta. Esta manipuladora esconde más bazas de las que yo soy capaz de comprender.
Tal vez me equivoque, pero desde que vi la máscara que, de antemano, Praxila traía preparada de Córdoba, o de donde sea, me sentí tan abatida, tan dolorida, tan triste, tan absurda, que tomé una decisión pero no se la dije.
Como que no pasaba nada, me dispuse a planchar mi vestido que realmente estaba hecho una pena y a continuación limpié con agua y un poco de gel de baño la mancha inconfesable que tenían mis pantalones vaqueros. Mañana estará seca y nadie notará nada.
- ¿Qué quiere decir Tea?
- Mi nombre no tiene significados ocultos. Mi nombre es Arimatea, pero desde niña todos me llaman Tea.
- El mío tampoco los tiene. Praxila era una poetisa griega que le leía versos a Safo la diosa de Lesbos. Parece ser que mi padre tuvo un amor secreto. Mi madre piensa que era una mujer griega que traicionó a mi padre con otra mujer, es decir, que resultó ser lesbiana. En una ocasión, siendo yo niña, encontré a mi padre que, con la cabeza entre los brazos, lloriqueaba, completamente borracho . Traté de ayudarle, pero él, furioso, me tiró a la cara un cuaderno escrito con delicada caligrafía. Lo llevé a mi habitación y llorando como una Magdalena, leí lo que estaba escrito ¿Sabes lo que ponía?
- ¿Qué ponía?
- Praxila, Praxila, Praxila, así miles de veces. Todo un cuaderno de treinta o cuarenta hojas, terminado totalmente, con una sola palabra: Praxila. Desde entonces adoro mi nombre porque yo adoraba a mi padre.
- Es curioso. Yo idolatraba a mi padre tanto que, cuando era niña, como te pasó a ti, descubrí que mi padre besaba a su mejor amigo. Nos había llevados a todos, a mi madre, a mis dos hermanos y a mi, a Bayona, a casa de su amigo, a pasar quince días de vacaciones junto al mar.
Aquél hombre era muy guapo y a mi me parecía un dios. Un amanecer, mientras todos dormían, me llevó con él a pescar. Me enseñó a remar con su barca pequeña y aquel día me enamoré de él, creo yo, para no enamorarme de mi padre ¿Por qué hay ciertas semejanzas entre tu vida y la mía? ¿Por qué sabías que me gustan los tigres?
- Es un simple cálculo de probabilidades. No le des importancia.
- Praxila. Iré a la fiesta porque te lo prometí. Pero es muy posible que no cruce la puerta, esa puerta.
- Tea. Nunca hagas nada en contra de tu voluntad. Eres libre. Yo que tu, traspasaría esa puerta y todas las puertas que se te presenten en la vida, pero si no estás convencida de que lo deseas con toda tu alma, no lo hagas. No existe otro compromiso que de tu conciencia.

No pude contener las lágrimas. Y mientras me consolaba Praxila besándome y dándome mimos la pude inducir para cambiarnos de vestido y de máscara. La gente creerá que yo soy ella y que ella soy yo.
- ¿No me sacas las fotos que tenías pensadas?
- No Praxila. Mi fotografía no será convencional. No me interesas como modelo y no lo digo de mala forma. Te conozco y prefiero fotografiar lo desconocido, lo que no es convencional. Fotos de mujeres desnudas ya hay muchas. O consigo que mis fotos sean únicas, personales y distintas, o lo dejo.
El tiempo corre más que un tren o que un avión, el tiempo es veloz como un suspiro y ya son las doce menos cinco. Mi tristeza íntima permanece. Mi infierno interior sigue con su tortura y su masacre interna me produce tal destrozo que siento que la realidad me acerca, peligrosamente, a la frontera con la cordura.
En la casa, en el piso de la calle Libertad, hay que entrar con contraseña que Praxila sabe y dice sin que yo pueda entenderla. Parece algo en alemán o en otro idioma desconocido.
Una vez dentro, el salón está casi lleno de gente sentada en mesas como si fuera un café clandestino donde se juegan millonarias partidas de póker. Nos saludan muy atentos, muchos besos y parabienes y yo trato de reconocer a alguien y si, hay alguien que conozco, por mucho que se esconda tras su máscara de zorro. El hombre mayor, el señor amable está allí y la jovencita que estaba junto a él y M la actriz de teatro. Veinte o veinticinco personas, cada una con su máscara.
- Te has dejado el Cartier en casa. Es una lástima, te lo pensaba robar. - Me dijo un hombre como un armario, con la cabeza más brillante que una bola de guá y tatuaje en el cuello - ¿Traspasamos la puerta juntos?
- Eso cuesta.
- ¿Cuanto por ser el primero?
- 1.200.
- Hecho. Ahí los tienes.
- Búscame a otros tres como tu y a dos chicas más jóvenes que yo. Ellos 1.000 y ellas 600.
- Dame unos minutos y te aviso.
Nunca hablaré del infierno de la noche ¿O si?

miércoles, 22 de julio de 2009

LA TIGRESA

XI
Dormitamos, más que dormimos, una hora y pico y mientras, Praxila, me hablaba anteponiendo la consabida frase: sé que eres muy inteligente y por lo tanto no hace falta que te diga que todas las precauciones son pocas, pero, por si acaso, te lo digo: ten mucho ojo. Me recomendaba que tuviera al corriente a la familia del sitio aproximado donde estaba, por si pasaba algo. Que llamara dos o tres veces al día, que fuera muy cuidadosa con los detalles, muy observadora.
Cuidado con las contradicciones, con los deslices, tienes que ser muy lista. Que nunca te pillen, y si te pillan ten preparada la coartada. Siempre con los ojos bien abiertos.
Praxila hablaba tan cerca de mi boca, que era como si quisiera que me tragara sus palabras. Nunca nombres a nadie sin necesidad y si acaso, con nombres ficticios y lugares imaginados. No anotes nombres ni teléfonos que te puedan comprometer.
- Memoriza: Trabajo en la Plaza Averroes, 6 5º B. 6566500371 ¿Sabes quién era Averroes?
- Si, lo sé. Soy profesora en un Colegio Privado, no te vayas a creer. Plaza Averroes, 6 5º B. 6566500371. Tengo memoria, no te preocupes.
- Ahí tengo mi despacho, trabajan conmigo dos chicas. Llama en horas de trabajo. También memorizaremos nuestros correos electrónicos. Puedes escribir cuando quieras que contesto siempre. Si mañana o cuando sea, en tu casa, te acuerdas de mi, que te acordarás, te resistes. En varios días como que no ha pasado nada. Si pasados esos días quieres, cítame y quedamos en un hotel de carretera a medio camino entre Puertollano y Córdoba ¿Estás de acuerdo?
- Si cariño, lo que tu digas ¿Sabes una cosa? En un lugar, cerca de mi pueblo, existe otro pueblo pequeñito y a las afueras de ese pueblo pequeñito hay una casa palacio. En esa casa vive un hombre de unos cincuenta años. Es ciego. Puso un anuncio pidiendo una mujer que le leyera sus poemas y sus relatos, que le ordenara sus papeles y sus cosas y me eligió. Vive con un ama de llaves que le cuidaba desde que era niño, debe tener setenta años esa mujer, pero le deja solo a partir de las tres y media, que es cuando llego yo. Un día dijo que no podía resistir la vida, que se iba a quitar de en medio. Al preguntarle por qué, dijo que se había enamorado de mi y le respondí que me pasaba lo mismo. Tiene fantasías y una de ellas es que le lleve a otra mujer que sea antagónica a mi y le prometí que algún día le llevaría a esa mujer.
- ¿Quieres que vaya contigo a verle?
- Me gustaría.
- Pues iré. Dame quince días y lo organizamos.
- Está bien. Gracias cariño, que quede entre tu y yo.
- Descuida ¿Es guapo?
- Te gustará. Me arriesgo a que le gustes más que yo, pero lo he decidido por su felicidad.
- Tranquila, me pondré en sus manos por ti, no por él.
- Praxila.
- ¿Qué?
- Te quiero.
- Está bien, te dejo que me quieras. Con una condición: que no sufras innecesariamente. Si sufres por mi, me arrancas de tu vida. Dime tu animal preferido.
- La tigresa.
- ¿Quieres probar tu máscara?
- Si, quiero.
Praxila, desnuda, se acercó hasta su maletín de viaje y de un sobre de tamaño folio, acolchado, con burbujas por dentro, sacó dos máscaras con adornos simulando piel. Uno de ellos era piel de tigre y el otro de murciélago, de vampiro vaya. Se puso la de ella y al acercarse con la máscara de tigre, sentí un escalofrío ¿Cómo era posible tal coincidencia?
- Prueba a ver cómo te queda. Serás la atracción de la fiesta.
Con las máscaras puestas nos miramos en el espejo grande y en el del baño. Me sentía transformada y no pude soportar el peso de la duda ¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho que mi animal preferido es una ardilla o una iguana?
A veces, millones de veces, es mejor no preguntarse cosas.
La locura es otra posibilidad.

martes, 21 de julio de 2009

BENDITAS PALABRAS DE AMOR

X
La noche tarda en llegar a mediados de Julio. Son las nueve y media y aún falta para que oscurezca. Caminando, Praxila y yo, por la Calle Príncipe y cruzando hasta Virgen de los Peligros, donde está nuestro hotel high tech, hablamos como si tuviéramos prisa en tantas cosas, tantas impresiones, que nos faltan por comentar.
Sorprende la agilidad con la que se mueve Praxila con sus tacones imposibles. No nos damos la mano, no nos cogemos del brazo, ni por la cintura, pero procuramos el roce, el contacto. El vello de mi brazo hace ligero contacto con el del suyo y saltan chispas, saltan emociones, saltan vibraciones de su cuerpo que concatenan y dialogan con el mío. Las dos estamos deseando lo oscuro de la noche para que, sin rubor, sin pudor, poder cojernos de la cintura y que nos procuremos el contacto del pelo y si podemos, de nuestras mejillas.

Siento que Praxila es mi mujer y yo soy soy esposa, que soy la mujer de mi esposa Praxila, y esos sentimientos me duelen porque tienen periodo de caducidad. Mañana a estas horas estaré en mi casa con mi marido y mis hijos, procurando que no se me note el infierno que padezco.

Praxila decide comprar unos bocadillos, dos botellas de vino, una de coca-cola de dos litros y tres plátanos. Al darnos cuenta de que nos falta navaja o cuchillo, compramos uno de dos euros en un chino.

- No soporto la ropa arrugada. Ahora en recepción pedimos una plancha y planchamos tu vestido. Parece que te has estado revolcando en la era.

- Tienes razón, soy un desastre. Creí que cenaríamos en el Gijón, cariño.

- Hay cambio de planes. Cenamos un poco en el Hotel y luego salimos. La noche es larga ¿Te atreves?

- Si te atreves tu, me atrevo yo.

En el ascensor del Hotel, Praxila, me metió sus dedos para comprobar. Como dio su aprobación, me abrazó y doblando mi cabeza a su antojo, me besó con inusitada ansia. Nos miramos fijamente y las dos vimos cómo nos queríamos, que existe el amor o lo que sea.

Teníamos prisa por desnudarnos y sobre la alfombra me expuse todo lo que soy y me dejé amar por ella y ella me pidió con la mirada que le hiciera lo mismo. Haz exactamente lo mismo que te hago a ti y me vendrá como a ti te viene. Y así fue cómo supe que sus orgasmos son un paroxismo y que su placer se derramaba por mi cara y por mi boca. Dulzura igual no existe en la tierra.

Comimos un poco y bebimos a morro de la primera botella de vino. Nos acostamos una frente a la otra y la cogía de la mano y la miraba su reloj de oro con pulsera casi maciza, sus otras pulseras, su cadena y medalla en el cuello denotaba una fortuna sólo en lo que llevaba puesto.

- Es un Cartier del 54, me costó millón y medio de hace once años. Es lo que gané aquel año en esto.

- ¿Qué es esto?

- Cariño, esta noche tu y yo vamos a una fiesta especial que organizo cada cuatro meses. Celebramos el solsticio de verano. Esta noche a las doce saldremos del hotel y nos dirigiremos a una casa, a un piso, de la calle Libertad. Allí nos esperan e irán llegando unas personas con las que charlaremos sobre literatura, sobre poesía, sobre teatro, sobre arte en general. Poco después se cruza una puerta secreta. Libremente, el que quiera. Lo que ocurra tras la puerta es y será siempre, nuestro secreto bajo juramento de sangre.

- ¿Cuántos y quienes serán?

- Quince, seremos quince. Nueve hombres y seis mujeres, todos desconocidos porque todos llevaremos máscaras. Si vienes dímelo ahora, si no también. Hay una mujer de comodín que está esperando. Si la llamo viene en tu lugar, si no la llamo es porque vienes tu. Decide ahora mismo ¿Vienes?

- Voy contigo donde me lleves, aunque sea a la muerte.

- No llores. Nadie te hará daño ni hará nada que no permitas que te hagan. Tranquila que no te dejarán preñada ni a mi. Llevo un diu como tu. Fíjate bien en todo, porque si llegamos a un acuerdo tu serás la que organices tus fiestas en Ciudad Real y provincia.

- ¿Se gana dinero?

- Mucho dinero ¿De donde crees que salen estas joyas y las que no ves. La casa de Zahara de los Atunes. El piso de Paris... ¿Estás conmigo?

- Estoy contigo ¿Puedes regalarme otra venida?

-No, ahora te toca a ti. Bésame.

Nos abrazamos y mientras me venía me hablaba y me hablaba y me venía, me venía y ella era una diosa que susurraba benditas palabras de amor. Me vino más intenso y duradero que nunca y se lo debo a su voz, a la música de sus palabras.

Así fue y así lo cuento.

lunes, 20 de julio de 2009

NO TODO ES ORO LO QUE RELUCE

IX
En el hall de entrada al Teatro Príncipe ya había gente, aunque no mucha. En la taquilla Praxila preguntó por M y entregó nuestras entradas - invitación. Como aún faltaba algo más de media hora para que empezara la representación, la taquillera dijo que iba a avisar para que alguien nos acompañara hasta el despacho de M.
No dejaba de sorprenderme la facilidad con la que Praxila se relacionaba con todo tipo de personas ¿Cómo imaginar que pasaríamos al despacho de la actriz principal?
Las miradas de fuego que mi amiga me dedicaba eran tan fulminantes, tan cegadoras, que me dejaba desarmada.
- Estás preciosa. Mis amigos y amigas querían conocerte pero hiciste bien en salir a fumar. Te quiero sólo para mi. Por cierto, ¿estás tomando la píldora?
- Tengo un diu desde hace años. Cuando nació Sandra, mi hija pequeña, me lo puse y hasta hoy.
- Así me gusta. Mujer precavida vale por dos. Llevas el vestido todo arrugado por detrás, no sé si lo sabes.
- ¿De verdad? Habrá sido cuando me apoyé para fumar.
- Será de eso. Me gustaría comerte ahora mismo ¿Sigues mojada?
- Si. Sigo.
Un señor que hacía las funciones de conserje, de portero y un poco de todo, nos avisó de que le siguiéramos.
El Teatro, como edificio, como local de Teatro es de tipo medio en cuanto a extensión, de estilo renacentista, principios de siglo, creo, los palcos, la platea, el anfiteatro, etc; recuerdan a los franceses, a los italianos, al Liceo de Barcelona, aunque, eso si, más pequeño. Sólo están encendidas las luces de seguridad por lo que todo estaba casi a oscuras. El conserje nos guía hasta un pasillo donde pone un cartel con una flecha: Camerinos.
A la puerta del camerino principal, nos espera, muy sonriente, M, la actriz protagonista y coproductora de la obra.
Como conoce personalmente a Praxila, parece que bastante bien, casi todo lo habla con ella. Se limita a preguntarme que si soy la admiradora de internet. Ellas hablan y hablan y yo escucho y escucho. En una mesa aparte, tiene tres bandejas, dos con canapés riquísimos y otra con pasteles deliciosos. Como nos invita e insiste y tengo más hambre que un maestro escuelas, como y bebo un poco de vino de Madrid, buenísimo. Praxila me mira como diciéndome que tenga un poco de reparo. Yo alo mío, a los canapés. M, me ha desilusionado, demasiado subida en el pedestal, demasiado cursi, demasiado gilipollas. Así que canapés y pasteles y que se joda y el vino que no falte. Me vendría bien una buena borrachera.
La obra, según dicen, es un éxito de público y crítica pero, por lo que yo vi, había muchos huecos entre las butacas y la mitad de los que estábamos, con invitación. Me gusta el teatro, incluso me gusta mucho, pero o no era mi día o el de ellas. Me jode ese falso feminismo, ese abanderamiento tópico, para hacer negocio.
- Praxila
- ¿Qué?
- ¿Nos vamos?
- No podemos. Nos ha invitado M a una fiesta que celebran en Kapital al terminar la función.
- Pues salimos y nos presentamos a la fiesta. Tengo ganas... de estar contigo.
- Cuando cuente tres sales y me esperas a la puerta. En diez minutos salgo yo.
En la puerta fumo un cigarro y observo detalles. Por ejemplo que enfrente, encima de unos cartones duerme una mujer joven. El pelo revuelto y descuidado, las manos negras de tan sucias. Un carro de la compra cerca y unos zapatos embarrados junto al oído. Con esta ya son dos indigentes que veo. Al otro le vi en la puerta del C.B. A. Parece ser que ése vive, de hecho, en un una de los huecos de la fachada del que fue Hotel Suecia.
No todo es oro lo que reluce en Madrid. Según subíamos por la calle Los Madrazo, no se si Praxila, se daría cuenta, pero vi cómo una pareja, chico y chica, muy jovenes, se fumaban una china dentro de un Ford Fiesta matricula SO-.....AB
Me tocan la fibra estas cosas tan terribles y cuando veo esa miseria, esa pobreza, esa injusticia de la vida, no puedo por menos que acordarme de mi hijo Luis Miguel, que es el mayor ¿Qué estará haciendo mi Luismi? ¿Estudiará lo que le dije? ¿Qué hará mi niño del alma, Jorge, la ternura y la belleza de un querubín? y mi niña, la niña de mis ojos, la niña de mi alma, Sandra, ¿Qué estará haciendo mi Sandrita?
Santiago, mi marido, supongo que estará bien. No se le ha ocurrido ni llamarme a ver qué tal estoy, qué tal llegué, que tal me encuentro. Le importa un huevo lo que haga, lo que me pase. Pues que le den mucho por el culo, ya que él se olvidó de darme a mi. Paso.
Esta vida es una puta mierda. Si no fuera por mis...
La noche me acerca al infinito.

domingo, 19 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (VIII)

No sé qué sería de mi si viviera permanentemente en Madrid. Me vuelvo loca sólo de pensarlo. Pensar, por ejemplo, en los parques, otra de mis pasiones, en tantas iglesias, tantos museos, tanto arte, tanta vida, tanta muerte, tanto tráfico, tanta actividad, tanto frenesí y mi cuerpo me pide más y más... y sin embargo pienso en la muerte. Nunca creí que pudiera seguir viva y ese hombre... me recordó al amigo de mi padre que cuando aún era niña, en Bayona, me llevó en su barca a pescar y me pidió que le enseñara las que aún no me habían nacido y me sentí triste por ser tan niña y no haber podido ser más mujer. El mar es un hombre como mi padre que me desea. No quiero pensar.
En la cafetería del C. B. A., Praxila y sus amigos continuaban con su animada conversación. Las estatuas de mármol Ariadna dormida, y la de Minerva en bronce, creo, me dejan sin palabras y pienso en sacar fotos a la cúpula tan hermosa, a las columnas que tanto me atraen desde que mi padre me enseñó a distinguir las salomónicas de la ermita de su pueblo de las otras, los grabados a carboncillo de los cuadros en la pared de todo alrededor, cuerpos desnudos tan perfectos como un sueño lascivo, la lámpara como no hay otra y tantas y tantas cosas como allí existen. Arte y cultura supurando por todas partes y me acuerdo de mi padre cuando me decía: tienes que ser bien lista y no perder detalle de todo lo que veas. Fíjate bien en todo y ten cuidado de que no te hagan daño y tanto arte, no me canso de repetir, tanta belleza me hace daño. Mi padre sería tan feliz aquí conmigo.
- ¿Dónde te metes? Has debido fumar una paquete, me tenías preocupada, pensé que mira que si la secuestran.
- Me enseñó el edificio un señor muy atento. Es una maravilla.
- ¿El edificio o el señor? Toma, ya que estás de pie, dile al camarero que te de cambio.
- ¿Puedo comer aceitunas?
- Las que quieras, van a quedar ahí.
Las mujeres y los hombres me miraban como se mira a una extraña a la que se quiere conocer pero yo pasaba de presentaciones, como ya dije, y fui a hablar con el camarero para que me diera el cambio. El hombre mayor, el señor mayor, estaba sentado en una de las mesas con una chica muy guapa y una señora que bien podrían ser su mujer y su hija. Me dio un vuelco el corazón. Su perfil de hombre árabe, su tez tan morena, sus ademanes, su sonrisa, su... ¿Cómo es posible que me pasen estas cosas a mi que soy tan tímida y tan poca cosa?
- Perdone, ese señor de pelo largo y casi blanco ¿sabe quién es?
- Es un poeta y ellas son compañeras de tertulia. Vienen todos los miércoles.
Praxila dijo que ya era hora de salir hacia el Teatro, que convenía llegar un poco antes para poder hablar con M. y cambiar las entradas en taquilla. Se levantaron para despedirse con besos y a mi me dijeron que les hubiera gustado conocerme. Les dije que habría más ocasiones, que me pienso aficionar a venir con frecuencia a Madrid. Que como se decía antes, Madrid me mata, y que a mi me mata bien matada.
La fluidez con la que fluye mi imaginación, mi actividad frenética en Madrid, no sólo la de aspecto sexual, me tiene la cabeza embotada. No sé muy bien si todo ha sido real o imaginado, no sé si he bebido alguna pócima secreta y lo que vivo son alucinaciones o alubión de realidades. No sé si estaré siendo drogada por alguien o por algo que está diluido en el propio aire que respiro.
Praxila se ha puesto un vestido negro de seda, tirantes y escote generoso, su sujetador no lleva tirantes y su tanga de encaje, precioso, que yo vi cómo se lo ponía, le hace un trasero sensual y su espalda tan morena, su cuello, su pelo recogido y sus alhajas, sus zapatos de vértigo, que yo sería incapaz, le hacen resultar una mujer elegante y sofisticada. Es muy guapa y me atrae poderosamente, tanto que me da miedo.
Al salir del C. B. A. me dijo que tenía miedo por mi. Que no quería que me enamorase mucho de ella y que, sin embargo, necesitaba que la quisiera.
- Esta noche, en el hotel, hablaremos de ello. Si no consigo que te venga, olvídame. Yo también existo.

viernes, 17 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (VII)

VII
Desde niña sentí una inusitada fascinación por los edificios especiales. Recuerdo que cuando era niña, mis padres y mis hermanos, fuimos de vacaciones a un pueblo precioso de Galicia donde mi padre tenía un intimo amigo que conservaba de cuando hizo la mili.
El pueblo se llama Bayona y no olvido jamás muchas cosas de allí ¡Oh el mar, siempre el mar!

Al pasar por León, hicimos una parada para comer y para que descansaran mi padre y el pobre Citröen GSA. El caso es que vimos la catedral de León y me quedé tan encantada, que desde entonces me meto en todas las iglesias, en todas las basílicas, en todos los castillos, en todos los paradores, en todo edificio monumental o con alguna singularidad extraordinaria, que entro para contemplar con deleite y asombro los detalles arquitectónicos y ornamentales. Es una afición, una pasión, una necesidad física.

Debí haber sido arquitecto pero no lo fui ni lo seré. Y... ahora estoy dentro de un edificio que me atrae poderosamente. Me llama, me reclama como un amante necesitado de poseerme.
En la cafetería del C. B. A., Praxila habla torrencialmente, como acostumbra, y es el punto de atención de tres o cuatro mujeres y dos hombres. Como no conozco a nadie y paso de presentaciones, por señas le digo a mi... lo que sea, que salgo a fumar un cigarro.
En la calle, a la puerta del Círculo me pongo a buscar el mechero, que en mi bolso siempre desaparece y que hasta que lo encuentro puede pasar un rato. Un hombre, un señor yo diría, que también fumaba, me acercó su mechero encendido.

- Toma, no busques más.

- Gracias, este bolso es un pozo sin fondo. Nunca aparece lo que busco.
- Os suele pasar. Nosotros, los hombres, lo tenemos más fácil ¿Vienes a alguna fiesta?
- Vamos al Teatro Príncipe a ver “La sirviente“, basada en la obra de Harold Pinter. Espero a alguien que está en la cafetería y mientras termina, me apetecía ver el edificio por dentro, pero no sé si se puede.
- Claro que se puede ¿Quieres que te lo enseñe?

- ¿El edificio?

- Si claro.
- Si es posible, me encantaría.

Aquel señor, se mostró muy atento. Conversamos sobre naderías y al acabar el cigarro me indicó que le siguiera.
Entramos en el ascensor y él pulsó el botón del sexto piso.
- Ese vestido es precioso, como tu. Te costó 49,00 euros y lo compraste en Zara.
- ¿Cómo lo sabes? Qué tonta soy, he dejado la etiqueta puesta ¿Dónde está?
Cogió el vestido por la bastilla y subiéndolo hasta verme más de medio muslo, dijo: Aquí, espera que solo hay que tirar del hilo.
- Aprovechas todos los momentos eh. Con qué disculpa me has visto los muslos.
- Me hubiera gustado ver más, pero eres muy joven para mi y sólo te interesa ver el edificio.
- No eres tan mayor ¿Sólo hay seis pisos?
- Sólo y ya llegamos. Hueles muy bien, tienes un aire a Sarah Miles, una actriz que me encantaba. Aquí se dan clases de pintura con modelos en vivo, chicos y chicas jóvenes posan desnudos para los estudiantes. En esta otra aula se dan clases de ajedrez. Desde los ventanales y las terrazas se puede contemplar uno de los más hermosos paisajes de los tejados de Madrid. El cielo desde aquí es extraordinario, como tu belleza. Esos ojos...
- ¿Qué hay tras esa puerta?
- Antiguamente era un aula de escultura, quedan algunos bocetos, dibujos, esculturas de escayola y mármol a medio terminar ¿Quieres que probemos a ver si está abierta?
- Quiero si tu quieres.
- Te encantará..
El hombre aquél, aquel señor, probó una y otra vez manejando con fuerza la manilla. Está cerrada pero habló con alguien del aula de dibujo y consiguió la llave.
- ¿Entramos?
- Si
Lo que menos queríamos los dos era ver esculturas o bocetos. Nada más cerrar la puerta nos abrazamos. Sus ojos se convirtieron en poemas cuando se dio cuenta de que no llevaba nada debajo. Sé que estoy loca, lo sé, lo acepto. Pero aquel hombre, aquel señor, no tardó ni quince minutos en llevarme a la gloria poniéndome contra la pared y poseyéndome como un toro, por delante con sus dedos y por detrás con su arma, hasta que tuve que tragarlo.
El edificio pasó a un segundo plano. Sofocados, nos colocamos la ropa y el pelo, echamos una mirada al cielo y a los tejados de casi todo Madrid y extasiados con tanta belleza, nos besamos frenéticamente para despedirnos.
Bajamos por la espectacular escalera de mármol, poco a poco, viendo con detalle fugaz, pero con detalle, cada una de las secciones de cada piso. Las esculturas, los espejos, el Salón de Columnas, el teatro vacío, los enormes salones de baile a modo de discotecas, las salas de exposiciones y conciertos, la sala de billares, la biblioteca, y más inmensidad que es el edificio y lo que contiene. Jamás tuve mejor cicerone y anfitrión para algo tan maravilloso. No me duele nada y eso que no me suelen penetrar por ahí.
- ¿Cómo te llamas?
- Mary Luz. Me llamo Mary Luz ¿Y tú?
- No tengo nombre. Para ti no existo.
- Pues para no existir me has hecho la mujer más feliz, por el edificio, y por el buen sabor de boca que jamás olvidaré.
- Soy mayor para ti, eso es todo.

jueves, 16 de julio de 2009

PRAXILA T TEA (VI)

VI
No es posible entender lo que es misterioso, lo enigmático, lo incomprensible. La única certeza de la que estoy segura, es de que no me preocupan las consecuencias de esta situación entre Praxila y yo. No me preocupa que no me haya acordado ni de mis hijos, que son mi vida, ni de mi marido, al que se supone que amo, ni tampoco de Abel con el que me siento atrapada sexualmente y algo más, desde hace tres meses o cuatro.
Me dejo llevar plácidamente y siento de todo menos culpabilidad o preocupación. Me dejo llevar, ya digo, como cáscara de almendra sobre el lecho del río remansado entre las espadañas, donde canta el ruiseñor. Mañana a estas horas todo habrá terminado y no se hable más.

Praxila me explica las razones por las que no debo ducharme tanto. Según ella el agua, tanta agua, modifica el PH de mi piel. Lo que ella dice para mi es ley, por lo que sólo me lavo un poco la cara, las axilas y mis partes íntimas. Ella hace lo mismo y me deja prestados sus pantalones de corte, beige, que resultan un poco largos pero que recojo para no pisarlos.

En poco tiempo bajamos a la calle. En el ascensor nos damos tres picos y un morreo profundo y hacemos un pacto sin palabras: en la calle, ante los demás, no nos mostraremos cariñosas con nosotras mismas.
Son las seis y seis minutos. Madrid, en la calle Preciados, arde de fuego que es el calor y bochorno. Arde de gente de todos los colores y extracciones, arde de belleza y de realidad. Madrid es un hervidero y un día como hoy , quince de julio, mucho más.
En un Zara compramos un vestido y unos zapatos sandalia de medio tacón para mi. Praxila dice que estoy preciosa, que no use sujetador, que no lo necesito. Los tirantes de mi vestido nuevo, el escote generoso y el vuelo evasé, la textura muy cercana a la seda, el color verde pistacho con hojas y tallos de bambú de un verde vegetal y los zapatos sandalia me dan aire de mujer más joven y elegante. Como estamos en rebajas, no es caro y así puedo dejar de usar los pantalones de mi amor, o lo que sea.
En el probador me miraba una y otra vez al espejo porque soy bastante indecisa, cuando entró Praxila y al oído susurró: “compra dos bragas pero no te pongas ninguna“. La miré para negarme, para abrir la boca y decir que ni hablar, que yo sin bragas no iba, pero lo que dije fue que ya lo había pensado, qué por qué adivinaba mis pensamientos.
En otra tienda compré una buena cámara digital de la marca Canon, con muchas prestaciones y por supuesto, con un buen flash incorporado. Estaba gastando más de lo previsto pero no me importaba porque sabía que era buena inversión, tanto por el vestido, que me vendría bien para otras muchas ocasiones, como por la cámara fotográfica. Me servirá para tirar cientos de fotos, malo será que de entre todas pueda conseguir tres o cuatro con la calidad que busco según mi instinto de aprendiz.
Praxila compró, en una tienda de ropa y complementos de la cadena china Mulaya, un collar de cuentas ovaladas, simulando el tacto de la perlas, como huevos de perdiz, del mismo color rojo que mis zapatos y me lo regaló.
- ¿Qué te puedo regalar yo, Praxila?
- ¿Te parece poco lo que me das? Me das la vida, que lo sepas.
En el hotel aprovechamos para darnos el último retoque y hacer pis. Poco después bajábamos a la calle. En el ascensor, que se había convertido en nuestro refugio de amor, nos comimos la boca con mucha dulzura y pasión. Faltó poco para que me viniera. Sus dedos son mágicos ¿o es su lengua?
A las siete en punto entramos en la cafetería de El Círculo de Bellas Artes. Ahí ya no pude por menos y antes de admirar la belleza de tan emblemático lugar, fui al baño. Con papel higiénico me limpié la vulva y cogí unos metros repartidos en cuatro o cinco partes para tenerlos preparados por si los necesitaba. No quería correr el riesgo de que por mis piernas se celebrara un desfile de gotas que bajan.
Era buena hora para llamar a Abel.
- Hola, ¿estás bien? ¿Se te pasó el dolor de cabeza? La tengo. Rubia natural, pelo largo y ondulado, uno setenta, delgada, vagina grande, 90 de pecho, pezones como nos gustan a ti y a mi. Va de lista pero la soporto hasta ver si te la consigo sin que lo perciba. Cuídate mi amor y convéncete, si lo deseas lo tendrás. Te dejo, no quiero que me pille.
¿Me volveré loca de tanto ardor? Mi fuente es fiel reflejo de mis sentimientos o, tal vez, mis sentimientos se reflejan en mi fuente.

Al salir del baño, en el espejo se reflejó una desconocida. Era yo.

miércoles, 15 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (V)

V
- Mi padre, papá, como yo le llamaba, era Historiador especializado en Historia Antigua, sobre todo en Arte y Literatura Clásica Griega. Fue catedrático en Berlín y cuando mi hermano tenía cuatro años y yo dos, le destinaron como agregado cultural a la Embajada Alemana en Moscú. Así que viví en Moscú desde los dos hasta los doce años .
En esa época mi padre se destacó como poeta y articulista en revistas literarias del ámbito germano. Por asuntos políticos fue destituido de sus cargos y privilegios y tuvo que pedir la excedencia definitiva y en unas vacaciones en Torremolinos, se enamoró de España y aquí me tienes. Española, con doble nacionalidad, porque me interesa tener la puerta abierta en instituciones culturales alemanas, por razones empresariales.
Papá mandaba poemas y artículos de crítica literaria, pero se los rechazaban una y otra vez. Cayó en una profunda depresión y un domingo de Resurrección de hace tres años, papá, que seguía viviendo en Torremolinos, junto a mi madre, se metió en el mar y caminando, caminando, se introdujo tanto, que su cadáver apareció flotando tres millas mar adentro.
Cuando le preguntaba a mi madre qué quería decir mi nombre, respondía: que te lo explique tu padre que fue idea suya y me acercaba a mi padre y le decía papá ¿Por que me llamo así y qué significa? y él siempre me respondía que cuando fuera mayor me daría todos los detalles.
El domingo de Ramos, es decir justo una semana antes de que se suicidara, les llamé a casa por teléfono para preguntar por cómo se encontraban. Mi madre estaba triste y preocupada porque mi padre, de repente pasó de estar postrado sin hablar, sin casi comer, a una explosión de hiperactividad. Llevaba unos días contento, cantaba, tocaba la guitarra y escribía y pintaba cuadros, acuarelas y óleos, con frenesí, su otra vocación, y le dije a mi madre que le llamara, que quería hablar con él y cuando se puso, aquél hombre, papá, había vuelto a ser el padre que recordaba cuando era tan feliz en Moscú. Me dijo contento, entusiasmado, jubiloso: Praxila, hija mía, ya se que habrás investigado por tu cuenta y que ya no te interesa que tu padre te cuente lo que significa tu nombre y entonces, fulminantemente, en ese preciso instante, mi padre se volvió a derrumbar y sólo le entendí, entre lágrimas: Praxila era... y se cortó la comunicación.
Volví a llamar y mi madre dijo que papá había ido, apresurado, con dos libros en la mano, en dirección a la playa. Mi madre no le dio importancia, porque lo hacía con frecuencia. Papá se murió voluntariamente sin contarme qué significa mi nombre, no por mi nombre, si no el significado que para él, como persona de sensibilidad artística extraordinaria, significaba. Esa es una de las muchas espinas que tengo clavadas en lo más adentro de mi corazón. Mi fachada tan así, tan de mujer que se come el mundo, esconde unos sótanos y unos habitáculos llenos de inmundicia y terror emocional. Si yo te contara... pero no quiero llorar. La llorona eres tu ¿Ves? Ya está llorando... Sube y no llores.
- Subo, pero no me metas los dedos. Praxila, amor mío, es una historia terrible.
- Lo es...
- ¿Tienes hijos?
- Tres, como tu, pero no son míos. Soy madrastra de tres niños, ya mayores. Me casé con un hombre bueno que se quedó viudo al cargo tres niños, alumnos de la escuela donde yo era profesora de inglés y alemán. Cuando me casé con él ya estaba preñada, pero aborté a los cuatro meses. Dos años después volví a quedarme, aunque el segundo era de un amante furtivo y yo estaba muy ilusionada porque creía que lo podría parir sin problemas, pero al tercer mes volví a abortar.
- ¿Tu marido lo sabía?
- Se lo pensaba decir cuando estuviera cerca del parto, como no lo hubo, no se enterará. Mi amante era un emigrante de Namibia que llegó en una patera y al que ayudé a esconder durante unos meses hasta que conseguí sus papeles. Cuando tuve el aborto, se fue a París donde trabaja en el servicio de limpieza, como el taxista cuando estaba de emigrante en Alemania. No se si te das cuenta de lo que significa todo. No existe el azar. Existe la vida y la vida es maravillosa, como lo es que tu y yo estemos juntas ahora.
- Praxila
- ¿Qué?
- ¿Me quieres?
- Yo qué se. Vamos a la calle que Madrid nos está esperando y no me rayes preguntando evidencias.

martes, 14 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (IV)

IV
Me sorprendo dejándome llevar y cuando estaba sin camiseta y sujetador, nos dimos cuenta de la gran mancha que había llegado a mis pantalones de tanta excitación y el fluir de mi fuente tenía los pantalones perdidos.
- Cierra los ojos y no pienses en nada. Todo tiene arreglo, menos la muerte. Desnúdate del todo, cariño mío, que lo haré yo contigo.
Apartamos la colcha gruesa de algodón de color crudo y sobre la sábana blanca y fresca, nos tendimos una frente a otra. La penumbra y el aire acondicionado, el cuadro grande de inspiración japonesa, el espejo con marco ancho, minimalista, en la pared de enfrente y toda la decoración zen que nos rodeaba, incrementaba la sensación de relax y bienestar.
- Qué bien se está aquí, amor mío. - dije de forma inconsciente, pero dije.
- Tienes cuerpo de atleta, eres fibra pura, piel bronceada y suave como el mármol. Me vuelve loca tu piel y tus pezones son dos aceitunas negras de Baeza... te los comería el resto de mi vida para que se alargaran como dedos de ángel negro y tus ojos, tan brillantes, tan llenos de luz, como dijo el taxista... no soy lesbiana pero me gustas y podremos hacer el amor si quieres, si no... no pasa nada ¿Quieres?
- No sé lo que quiero y como no quiero volverme loca, te dejaré hacer y haré lo que me pidas.
- Sube...
No tardé ni tres minutos en sentir mi primera “petite mort”, pequeña muerte, y cuando me vino la tercera, se incorporó Praxila para encender un cigarrillo.
- Tenemos que controlar, si no lo hacemos, no habrá Teatro Príncipe, ni Círculo de Bellas Artes, ni Café Gijón, ni calle Libertad, ni nada de nada.
- ¿Tu no te corres?
- Claro, pero en su momento. De mi no te preocupes ¿Quieres una chupada?
Y chupé de su cigarro tantas veces como ella y en cada chupada, exhalábamos el humo tratando de hacer redondeles y cuando lo conseguíamos, a veces, se hacían concéntricos y ese pequeño juego nos hacía reír y sentir que la felicidad puede ser tan fácil como dos círculos de humo que se desvanecen y eso a mi me tenía aterrada, porque no recordaba momentos tan excelsos, tan sublimes, como esos. Praxila es una mujer con un físico potente, con una elegancia natural, con una expresividad y unas dotes de persuasión y seducción tales que haber sido conquistada por una mujer así era un honor y un privilegio. No me importaba nada en esta vida, sólo una cosa: ser y estar a su disposición. Recibir su placer y ofrecerle el mío.
- Praxila.
- ¿Qué?
- Siempre tuve un sueño: ser fotógrafa artística y echo de menos mi cámara.
- Compraremos una cuando compremos el vestido que necesitas. No te preocupes por lo que se pueda comprar con dinero. Si sueñas con ser fotógrafa artística, lo serás. Tienes el resto de la vida por delante.
- Es que... Praxila, en mi sueño estás tu. Te necesito como modelo esta noche ¿Quieres, por favor?
Se incorporó y mirándome a los ojos se acercó a mi boca y con su lengua acariciándome los labios y las mejillas y mis párpados cerrados y mi frente y... dios, sus dedos volvieron a horadarme y me venía, me venía y antes de que me viniera, me susurró al oído: “te dejo”, y la explosión fue tal que su mano se llenó de mi lava blanca y ligera como una eyaculación de hombre y a mi nunca me había pasado, ni tan siquiera con mi marido o con Abel, mi amante
No debería llorar, sé que no debería llorar, pero... ella lamió mis lágrimas y yo a ella le lamí un suspiro.
- Te contaré lo que significa mi nombre. Praxila era...

lunes, 13 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (III)

III
Nada más bajar del tren, al pisar tierra en la estación de Atocha, me entró por el cuerpo una emoción, un hormigueo, una excitación especial, semejante a cuando intuyes que algo grande está a punto de pasarte. No noté el calor, el bochorno madrileño de un día de Julio a las cinco en punto de la tarde. Noté, eso si, que mi cuerpo latía distinto.
Praxila debió sentir algo parecido ya que comentó que no estaba bien decirlo pero que sentía humedad. Nos miramos con picardía y añadió: siempre que voy al mar me excito tanto que se me moja y ahora, no sé por qué será, pero en cuanto llegue al hotel me tendré que cambiar de bragas. No quise dar a entender que a mi me ocurría lo mismo y me encantaba saber que no era la única.
El aroma, la gente tan guapa, tan educada, los edificios, la arquitectura, el cielo, la propia estación atestada de gentío, era una fiesta para los ojos. Sentí ganas de tener conmigo mi cámara de fotos.
El taxista que nos llevó hasta el hotel hablaba en alemán con Praxila. Nos contó que había estado tres años en Alemania como emigrante, que trabajaba en los camiones de basura de Berlín, que estuvo liado con una chica alemana y que por eso aprendió el idioma. Praxila le dijo que yo era su secretaria y que veníamos a un congreso de traductores. Que ella hablaba perfectamente inglés, alemán, ruso e italiano. Que tenía una empresa de traductores en Cordoba donde yo trabajaba con ella. Nos dejó el móvil y se ofreció a llevarnos a donde hiciera falta, que sólo con llamarle, aparecería en minutos y se pondría a nuestro servicio.
- ¿Cómo te llamas, seria? - dijo dirigiéndose a mi.

- ¿Quién yo? - pregunté haciendo como que no fuera conmigo la peli.
- Si tu, quién va a ser. - respondió.
- Me llamo Mari Luz ¿Cómo te llamas tu? - apostillé más que nada por cumplir.

- Me llamo Antonio, pero todos me llaman Tony. Mari Luz, llevas luz en el nombre para que rime con la luz de tus ojos. Lástima, llegamos, preciosas. El Teatro Príncipe queda a unos metros por esa calle. No tiene pérdida.

En el ascensor mi nueva amiga, mi nueva compañera, mi nueva lo que sea, comentó que le había gustado al taxista, que tengo mucho sex appeal, que si me diera un retoque por aquí y otro por allí, que estaría mucho mejor.
- Me gustó tu nuevo nombre. Has tenido una idea genial, yo, a veces, también me cambio de nombre por no tener que explicar lo que significa mi nombre real. ¿Qué nombre me pondrías tu, querida? - dijo según abría la puerta de la habitación.

- ¿Te gusta Ludivina?
- ¿Ludivina? Claro que me gusta. Haremos un trato: Tu serás Mary Luz y yo Luz Divina. Esta habitación es preciosa. Me encanta la penumbra de las habitaciones de hotel. Es una sensación especial ¿No te parece?
- Si lo es ¿No te molestaré? Tenías previsto estar sola.
- Pero apareciste tu con el mismo motivo para el viaje que yo. Prefiero estar contigo ¿O es que me tienes miedo? - dijo Praxila mientras se tendía todo a lo largo, o mejor, a lo ancho, atravesada, a la cama de 1.35. Era una mujer muy especial y yo nunca me había fijado en una mujer.
- No tengo miedo de ti, si acaso, lo tengo de mi ¿Quieres un cigarrillo?
Se levantó y se puso frente a mi, mientras cogía el cigarrillo y se lo encendía, me traspasaba con los ojos. Me acercó contra la pared junto a la cortina proxima a la ventana, me apretó con su brazo y por bajo mi camiseta, acarició mi espalda con su mano fina y delicada, bajándola hasta meterla dentro de mi pantalón vaquero. Cuando me quise dar cuenta ya tenía sus dedos dentro de mi sexo. Me atrajo y me besó en la boca con dulzura, con mucha dulzura.

- Cariño, esto que te pasa en el coñito no es por Madrid, es por mi. Dame tu mano y mira cómo estoy yo. Eso te puede dar una idea de lo que significa “sentir”.

- Es una locura. - dije emocionada y con lágrimas en los ojos.

- No lo es, pero si quieres puedes irte. Eres libre. Fuma de mi cigarro y yo fumaré del tuyo ¿Quieres?

- Si, quiero. Dame una chupada de tu cigarro. - y le ofrecí mi boca y chupé y ella... ella chupó del mío cuando se lo metí en los labios carmesí. El humo nos cegaba los sentidos.
Un manantial se esconde en cada una de nosotras y me gusta sentir cómo fluye. Dios, qué a gusto me siento.

domingo, 12 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (II)

II

Como se sabe todo son dificultades para fumar en casi todos los sitios públicos, incluido el Ave, por lo que desistimos y nos aguantamos hasta llegar a la estación de Atocha.

Lo digo porque es importante señalar que no hubo la posibilidad de que yo fumara un cigarrillo de Praxila y tampoco bebí nada que ella me hubiera podido invitar. Sin embargo, de una forma misteriosa, extraña, en todo caso, sin que me diera cuenta, desde el primer instante en que ella se dirigió a mi, de palabra, porque tampoco hubo contacto físico, me sentí tan fascinada, tan obnubilada, que desde el principio, ya digo, sentí como un dominio absoluto por ella, una dominación psicológica, una sumisión, una perdida absoluta de voluntad.

Todo, naturalmente, sucedía sin que yo me diera cuenta. Al llegar a la altura de Arganda, poco antes de Madrid, ya me había contado casi toda su vida, me había contado tantas cosas que, ahora que lo pienso, era imposible que supiera de ella tantas cosas sin que apenas me las hubiera contado. Sin embargo, yo sabía todo de ella y ella de mi cuatro detalles, precisamente los básicos que necesitaba, supongo. Le dije que estaba felizmente casada, ya se sabe que eso es lo que siempre se dice, aunque la realidad sea un poco bastante distinta, que tengo dos niños, y una niña, que los dejé con mi marido y una prima que nos ayuda, que tengo la intención de dar la vuelta a casa, antes de las once de la noche.

Praxila, dios, Praxila es una mujer extraordinaria, con poderes extraordinarios, que maneja a quien se propone y a mi me manejó a su antojo y lo curioso, ahí está el misterio, es que lo hice encantada. Me sentía la mujer más feliz de la tierra, la más entregada a su voluntad por mi propia iniciativa.

No es que sea ahorradora o pesetera, como se decía antes, pero por principio me jode coger taxis. Pues nada más llegar a Atocha, ahí me verías, yo misma, repito, yo misma buscando un taxi para que nos llevara hasta la calle Alcalá donde Praxila tenía reservada una habitación en un hotel. Lo decía como de pasada y yo hacía lo que ella decía como si fueran ordenes que tenía que cumplir. Por ejemplo hablando de lo más normal: “pues nada al llegar a la estación cogemos un taxi y te vienes conmigo hasta el hotel, que tengo reservada una habitación doble, porque sencillas no había y te vienes conmigo y cuando salgamos del teatro llamas a tu marido y le dices que hasta mañana no regresas porque ha habido un error con el billete del Ave, y le dices que no volverás hasta por la tarde, que ya que estás aquí, quieres aprovechar para ver la exposición de Graciela Iturbide, en la Fundación Maphre de la Avda. General Perón... quieres ir a ver la Galería de Soledad Lorenzo y ya de paso las de la calle Orfila y todas las de Recoletos que nos diera tiempo.”
Y así hice y ahora, juro por dios, no me explico por qué hice todo lo que ella quiso que hiciera.

Jamás se me había pasado por la cabeza comprar utensilios y compré, no uno o dos, varios más. Bueno tres y unos lubricantes. Lo que ella me aconsejó, o debo decir mejor: “lo que ella me ordenó con la mente“·
Vete a saber qué me hizo.

sábado, 11 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA

I.- PRAXILA Y TEA.
Esta podría ser la historia más triste jamás contada, la historia de una mujer libre que se dejó encadenar por la esclavitud de la dependencia de una mujer, otra mujer como yo, a la que amé con toda mi alma y a la que amo, permanentemente, hasta el último instante de mi vida.

Nada hay nada más amargo y dulce que el amor, todo el placer que viene después no podría existir sin antes haber amado, como amé y amo yo. El placer, que nunca es pecado, se convierte en placer intenso, en verdadero placer, cuando éste proviene del uso y la frecuencia realizada con alguien, aunque a la vista de los demás, parece, o puede parecer pecaminoso o, al menos, extraviado. Nunca pienso en lo que puedan pensar los otros, ya que mi único verdadero patrimonio, es la libertad que tengo para elegir quién es, o será, mi objeto de amor, quién o qué, ha de ser lo que me interese.

Los dioses a veces se ponen de acuerdo y hacen coincidir los caminos en un cruce donde los caminantes se juntan y unos toman una misma dirección común y otros, otro distinto.
La obra empezaba a las ocho en punto en uno de los Teatros más conocidos de Madrid. La directora de la obra me había invitado, de forma personal, a la representación y aunque no nos conocíamos de forma física, yo me había informado en internet y había visto algunas fotos de ella, por lo que no me resultaría difícil reconocerla.

Acudir a esa representación era la excusa, el pretexto para salir de casa y por lo tanto de la rutina. Se podría decir que me daba a mi misma una pequeña fiesta de libertad que duraría menos de ocho horas, intensas, muy intensas, fuera del control de los míos.

La directora, según mis previsiones, me presentaría a la actriz protagonista, M, a la que admiraba profundamente y de la que, en mi imaginación, creí estar enamorada.
En el tren se me ocurrió sacar el programa y la invitación para la obra, con la idea, de memorizar algunos detalles, algunas informaciones sobre la compañía que iba a ver actuando en el escenario poco después.

Una mujer con acento extranjero se acercó con el mismo programa invitación en la mano que el mío.

- Perdona, ¿vas a ver la obra de M?
- Pues si, ¿Tu también?

- Si, lo que pasa es que vivo en Cordoba y no conozco casi nada de Madrid. Me siento perdida, nerviosa, muy mal ¿Podrías echarme una mano?

- Claro que si. No te preocupes, vamos juntas, sin problema.

- Muchas gracias, me llamo Praxila, alemana, casada con español. Tengo reservada habitación en un hotel para pasar la noche y mañana, al atardecer, regreso a casa.
- Encantada de conocerte Praxila, yo me llamo Tea y vivo en Puertollano. Pienso regresar cuando termine la obra, sobre las once de la noche, más o menos.
- Qué suerte he tenido en conocerte, porque no soy nadie, pierdo los papeles, cuando me siento agobiada con un problema, aunque parezca simple. Soy muy... bueno ya me irás conociendo. Me he tomado un día libre para mi misma y lo pienso apurar como si fuera un vaso de veneno. Una cicuta, vaya.

- ¿Salimos a buscar donde fumar?
- Si. Lo estoy deseando.

viernes, 10 de julio de 2009

LAS TIJERAS

Ahora que nadie me ve,
deshilacho el filete de ternera con los dedos
y lo devoro como si fuera una bestia.
Necesito sentir la primitiva libertad.

Ahora que nadie me ve,
rasgo la funda del colchón
y rescato tu foto desnuda y abierta.
Necesito lo sonrosado de tus labios.

Ahora que nadie me ve,
abro en canal mi esternón
y te guardo entre alma y pecho.
Necesito sentirme habitado.

Han vuelto. Todos han vuelto
y andan por la casa a lo suyo.
¿Alguien ha visto las tijeras?
Buscan por la casa y ni me ven.

El del banco dice que tengo mala cara
y noto soledad y acidez de entrañas.
Ahora que nadie me oye lo voy a gritar
como se grita en el desierto:

¡Las tijeras me están cortando la vida
y el tiempo se me ha vuelto líquido!

jueves, 9 de julio de 2009

¡¡¡HERMANO!!!

Día 3 de Febrero de 1939, fiesta grande de San Blas en Villamandos (León). El teniente Martínez, que era de cerca de mi pueblo, también se acordó y mientras cenábamos, dijo alborozado:

- Cadenas, ¿te imaginas?, a estas horas, en el baile del salón de Villamandos, con orquesta y todo ¡Que buenas mozas hay en Villamandos! dijo.

- Son mejores las de Villaquejida, no vayas a comparar, respondí.
- Como que las de mi pueblo están malas. No te jode.
Habíamos tenido la suerte de que nos destinaran a este destacamento en la montaña. Aquí, estamos más tranquilos que en las trincheras, heladas y llenas de fango y charcos ocultos bajo el carámbano del frente, donde habíamos luchado a base de fusil y bañoneta, desde el día de Todos los Santos hasta las Navidades. Nuestra misión era prácticamente secreta y nos librábamos de las rutinarias guardias y de otras actividades realmente penosas. Ocupábamos un caserío en las afueras de aquel pueblo, de cuyo nombre mejor no acordarse. El invierno ha sido muy duro y aún nieva con frecuencia. Las tapias tienen una cuarta de nieve y en el tejado la blancura se está helando. Nuestra habitación es amplia y disponemos de chimenea, atestada de leña ardiendo, para el teniente y para mí. Junto con el cabo Primero y los soldados, debíamos ser unos quince. Eso sí, teníamos que estar con los ojos bien abiertos, en alerta permanente, por si acaso.
Serían sobre las tres de la mañana, cuando varios golpes en la puerta, me despertaron con un sobresalto. Era el teniente:
- Cadenas, Cadenas, levántate que se acerca un camión ¿Mando formar?
Abrí la puerta de la habitación y medio vestido, le mandé entrar.
- Tranquilo hombre, no pasa nada. Lo estaba esperando.
- ¿Pero qué cojones ocurre?
- Nada, no pasa nada, todos tranquilos. Estar pendientes para abrir las cancelas cuando llegue el cargamento y dar señas de adelante con los faros de nuestros camiones. Hay que pedir el santo y seña y que pasen a los corrales de las cuadras.

- ¿Qué traen a estas jodidas horas de la noche, con la que está cayendo?
- Ya lo verás hombre, ya lo verás. Baja, pon en alerta a la tropa y estar preparados y atentos a mis ordenes. Ahora bajo yo. Una cosa muy importante: Comprobar la munición y tener las armas preparadas. Tenemos canción.

- ¡No jodas!

- Sin joder. Son ordenes de arriba y ya sabes, a obedecer tocan.

Me dio tiempo a coger unas nueces y un cacho de pan. Bajé a recibir “la mercancía” que nos traían desde el frente de batalla.
- Cadenas, le faltan dos curvas para llegar.
- Está bien. Tranquilos que no pasa nada. Este asunto lo ventilamos en un periquete y que nadie se cague por la pata abajo. Los cojones, como los amigos, para las ocasiones, que para eso están.
Los soldados se mostraban inquietos y preocupados por la sorpresa. Respecto a mi, sereno y muy... digamos en mi puesto, como corresponde a un capitán, acostumbrado a la brutalidad humana desde que empezó la guerra, aunque, dicha sea la verdad, la procesión iba por dentro. Cumpliendo con mi deber, vamos.
Me acerco, pistola en mano, al conductor del camión entoldado que se había detenido a la orden de ¡alto!, unos metros antes de la cancela de entrada.

- Buenas noches, camarada ¿Santo y seña?
- “Asturias patria querida”.
- Adelante, ponlo bajo el cobertizo, junto a aquellas cuadras. Por cierto..., ¿cuántos son?

- Trece.

- ¿Trece?
- Sí, trece.
- Mal número... joder, mal número. Levantas la lona, y que vayan bajando.

- A ver vosotros, venir aquí. Bueno, ya sabéis, alguna vez nos tenía que tocar y estas cosas alguien las tiene que hacer. Necesito seis voluntarios.

Como un rayo saltó Pablo Castro y dice: cuenta conmigo. Enseguida dieron un paso al frente: Jacinto García, cuenta conmigo, Santiago Carrera, cuenta conmigo, Ezequiel Navarro, cuenta conmigo, Lucio Restrepo, cuenta conmigo, Lázaro Prieto, cuenta conmigo.
-Bien, así me gusta. Quiero una cosa rápida y limpia. Ráfaga al corazón y tiro de gracia. Son trece, os tocan a dos cada uno y tu, Pablo, al del centro ¿Estáis de acuerdo? Pues adelante. Ponerles contra la tapia del huerto.

- Una pregunta mi capitán, saltó Ezequiel, y digo yo... ¿Sin confesar?

- Sin confesar ni ostias. No me jodas, Ezequiel, ¿Cuándo se ha visto que los rojos se confiesen?
- Pues nada, manos a la obra, por mi que no quede. Respondió Ezequiel.
- Encender los focos de los camiones, ponerles contra la pared, quitarles la venda de los ojos y las esposas, para que se enteren bien estos cabrones.

Atento el pelotón de fusilamiento: A formar.
- ¿Veis bien el objetivo?
- Si mi capitán, lo vemos.
- Perfecto. Hacer buena puntería y tirar al corazón, que no quiero destrozos. Preparados, firmes. Rodilla en tierra, apunten armas...

En esto, que de entre los prisioneros, salió más que una voz, un grito estremecedor que hizo que se congelara la noche del tiempo.
- Pablo Castroooooooooooooooo, ¡¡¡Hermanoooooooooo!!!, ¡¡¡Hermano!!! ¿Serías capaz de fusilar a tu hermano Luis?, ¡¡¡Soy Luis Castro!!!

A todos se nos cortó la respiración.

- ¡¡¡Altoooooooooooooooo el pelotón de fusilamientoooooooooo!!!, dije, con un grito salido de mis infiernos ¡Que no dispare nadie! ¡Que nadie se mueva, me cago en dios! ¡Quietos todos!

- Pablo Castro...¿Reconoces a tu hermano?
- Si, capitán Cadenas, si. Es mi hermano Luis Castro ¿Podemos abrazarnos?
- Pues claro coño, daros un abrazo, ostias. A ver, tranquilos todos y dejaros de lágrimas de parvulinas de escuela. Esto es la guerra, o es que ¿nos os dais cuenta? Hacerles prisioneros, tomarles la afiliación y que coman de caliente y lo que necesiten, que duerman en las cuadras de los caballos con buen mullido de paja, que mañana será otro día.

Los hermanos Pablo y Luis Castro, no se separaron ni un momento. Al día siguiente, conseguí del Estado Mayor que se aplazara la ejecución, al menos ocho días. Les hicieron Consejo de Guerra y se salvaron los trece soldados rojos, que, dicho sea de paso, resultaron ser excelentes personas. Me hice amigo de uno de los prisioneros, que era de la parte de Babia. Excelente poeta y mejor persona.
Una cosa no quita la otra.