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lunes, 31 de marzo de 2008

ALAS

I
Si tuviera alas y pudiera volar,
volaría hasta extensas tundras nevadas.
Me cubriría de nieve,
para dormir entre silenciosos cristales
y
caería,
planeando,
desde
arriba...
Despertaría entre los brazos
de la virgen que me espera
envuelta entre mis pensamientos,
al raso de azules
como la bóveda celeste.

domingo, 30 de marzo de 2008

T. Q. 30 de marzo, domingo.

Al despertarme y abrir los ojos, la mujer del espejo estaba allí. Me separé el pelo de la cara y observé ¿Está triste o es que me mira seria? El reloj marca las tres y diez, pero es una hora mas, por la tanto, una hora de menos. Trato de recordar y la mujer del espejo me coge de la mano y me mete en su mundo, la sigo por un pasillo estrecho forrado de espejos y cristales. En el espejo interminable se ve a la mujer duplicada en otra y son dos mujeres desnudas agarradas de la mano. No tengo miedo y me dejo llevar. Los tramos de cristal permiten ver paisajes idílicos y distintos. Un campo de cebollas, un erial nevado, un bosque de pinos con mucha niebla y escarcha, un iceberg gigantesco que se roza con una extensa planicie helada, habitada por pingüinos... El pasillo no termina nunca, como si fuera el camino de la vida y la mujer me empuja contra el espejo y nos hundimos las dos en una piscina con el agua muy fría. Salgo del agua y regreso sola y despavorida hasta el espejo del armario donde recobro la realidad y vuelvo a ser yo, en mi cama mirándome en el espejo. Sonrío y pienso que tras el espejo hay mil, tal vez, millones de mundos. Otro día me dejaré llevar y me adentraré, con la mujer que me mira y que es un duplicado de mi, en exóticos mundos que me esperan. Un nuevo descubrimiento: la vida que existe tras los espejos. Cierro los ojos y trato de dormir otro poco. Estoy cansada, ayer caminamos mucho, sin embargo necesito levantarme para fumar mi primer Pall-Mall azul y sembrar de palabras la inmensa blancura de los folios. Subiré a la habitación de mi hermano muerto y sobre la alfombra recordaré. Llevo mi kimono japonés de seda abierto, cojo la carpeta que guardaba mi hermano y sentada, como se sienta un buda, busco entre las hojas escritas a máquina. Un poema dice: “Si tuviera alas y pudiera volar/ Volaría hasta extensas tundras nevadas/ me cubriría de nieve,/ para dormir entre silenciosos cristales/ y caer, planeando, desde arriba/ y despertar entre los brazos/ de la virgen que me espera/ envuelta entre mis pensamientos azules de raso” y este otro: “Si tuviera la facultad de la música/ dispondría a todos los sonidos,/ que bullen y chocan entre intensidades fluctuantes,/ en una gran fila de a dos./ Gritaría mi voz de mando militar/ y les haría derramar cascadas torrenciales/ de acordes percusivos y transparentes/ que me trasladen a la gloriosa incandescencia/ del estallido que produce mi incertidumbre./ Si tuviera... una lágrima transparente/ la depositaría entre tus labios sonrosados/ para que te escueza la sal de mi deseo.../ que te abras y me dejes entrar en ti/ para me que agregues a tu inmenso mar.” Cierro la carpeta y recuerdo cuando mi hermano se ponía a improvisar con su guitarra, y cantaba canciones que no tenía escritas y que le salían automáticamente. Con cuatro simples acordes era capaz de improvisar maravillosas canciones que me dedicaba en el momento ¡Cuanto le quise! Ahora que ya ha muerto, que ya nada es posible, creo, sinceramente, que mi hermano pudo haberme querido mas que nadie. Fui al museo para que supiera que había ido, sin otra intención. Tenía que ir a la presentación del primer libro de poemas de la amiga de una amiga. Sus ojos delataban alegría. Ante el cuadro de Barceló dijo que esperara a las ocho y cuarto en la esquina del otro día. Mi coche es un Citroen amarillo, como el ecarabajo. Me llamo Lara pero todo el mundo me llama ISHA, por lo de Larisa, ¿comprendes? Esta vida es un cruce de mil caminos. Lara es Doctor Zhivago. Fuimos a un Mc Donald´s de las afueras. Desde el coche compramos coca-cola y amburguesas. Cenamos a la luz de la luna y nos amamos como se aman dos mujeres y fue hermoso como lo es el amor. A las diez me trajo a casa y su boca se metió en la mía para despedirme. Mis manos acariciaron sus pechos y pude comprobar que se iba mojada y que yo también lo estaba. Mañana haré la maleta. Nueva York espera. Mi madre me llamó para decirme que mi padre está triste. Que no sabe que le pasa. Está en el local y se ha dejado el movil aquí, dijo mi madre. Le llamaré sobre las once. Anoche estuvimos con Olimpia y Ciprianne por Lavapiés. En la fachada de la Casa Encendida han puesto unos luminosos con frases sueltas. Una maravilla. El poder mágico e infinito de las palabras. Me emocioné tanto con esta simple frase: “Eso era todo, y teníamos bastante.” Dios mío, si yo supiera, si yo pudiera... tengo ganas de amarme y me voy a correr, aquí ahora, necesito sentir como me viene mi propio amor a mi misma. Mis dedos se introducen y me desean como si fueran los tuyos, tu que nunca estás cuando te necesito, que eres el odioso amado, que eternamente deseo que me penetres y me jodas millones de veces para me que dejes preñada de una puta vez, porque... T. Q.

viernes, 28 de marzo de 2008

T. Q. 29 de marzo, sábado.

Al despertarme, la poca claridad que entra de la calle permitía verme, medio en penumbra, en el gran espejo del armario empotrado, y me sorprendí mirándome. Siempre duermo desnuda, excepto esos días en que me veo obligada a mantener la compresa o el tampón, en los que uso braguita. Me observé fijamente. En el cristal una mujer de pelo negro azabache, enmarañado, que casi le cubría la cara, sus pezones negros desarrollados y erectos, el vello de su pubis negro, en forma de corazón, sus piernas, sus manos largas, parecían saludarme. Si levantaba la mano derecha, ella levantaba su mano izquierda, si levantaba mi pierna izquierda, ella levantaba su derecha. Abría la boca y sacaba la lengua para hacerle burla y ella me la hacía a mi. Tras ella, un hombre de espaldas, grande, desnudo, parecía dormir por lo inmóvil que estaba, las cortinas azules dejaban entrar claridad. Ese espejo es mágico. Refleja a una mujer idéntica a mi, pero esa no soy yo, supongo ¿Qué hace en mi habitación duplicándome? Estaba jugando con mi imagen, cuando Maurice, mi marido, se despertó y se dio la vuelta. Al darse cuenta de que tenía los ojos abiertos y levantaba la mano o la pierna, preguntó: ¿Qué haces There? ¿Estás jugando a los espejos? No, ¿por qué? Me pareció. Estaba pensando en lo cambiada que estoy. Me abrazó por detrás y me preguntó que si quería escuchar su sueño. Me di la vuelta y desperezándome, le miré a los ojos y le escuché: Soñaba que una mujer muy guapa, pero muy guapa... Yo, esa mujer soy yo, le corté. Claro, eras tu... Sigo, venía desnuda hasta el césped, en la sombra de la encina, donde dormía la siesta. Se puso encima de mi y me despertó. Al ver a aquella mujer con tanto pelo, que le tapaba totalmente la cara, me asusté un poco. Al ver que no me hacía daño, con mis manos le separaba el pelo y vi su sonrisa y sus ojos tan bonitos. La besaba y era hermosa, no la besaba y se le ponía el pelo por la cara y era feísima. Así que decidí besarla y besarla y mientras mas la besaba, más hermosa se ponía. De tanto beso me excité muchísimo y ella me ayudó a que la penetrara, pero se le cayó el pelo otra vez por la cara y me desperté, así que menuda faena. No te preocupes, ese sueño se puede hacer realidad. Me puse encima de él y con el pelo sobre mi cara, me lo separaba y me besaba, así varias veces hasta que pasó lo que tenía que pasar. Estuvimos jodiendo durante mas de una hora y me vino de maravilla. Después de tres orgasmos como castillos de cristal, me sentía como una reina. Se ha quedado dormido como un tronco y aquí estoy, fumando mi segundo Pall-Mall azul. Ayer cuando bajaba por la Cuesta de Moyano hacia el museo, rebusqué libros en una caja que ponía: dos euros. De todos ellos había uno, en edición de bolsillo, que destacaba por su grosor. Lo observé. Está bastante bien conservado y recordé que lo tenía mi padre en edición del Círculo de Lectores y que se lo veía leer. Doctor Zhivago, dos euros. Una vez en mi poder, lo revisé bien y tenía, entre las páginas, un billete de metro con fecha 28 de marzo de 2003. Cinco años justos han pasado ¿Casualidad? En la página donde está el billete dice: “Adiós, mi gran amor; adiós, mi orgullo; adiós, mi triste, pequeño y profundo río, ¡Cuánto amaba tu incesante rumor, cuánto amaba arrojarme sobre tus tibias ondas!”. El Doctor Yuri Zhivago ha muerto y su gran amor, Lara Fiodorovna, abrazada a su cuerpo, se despide de él. Boris Pasternack, el autor, era un gran escritor, un gran poeta, Premio Nobel en el 59, creo. Tengo que ver la película dirigida por David Lean e interpretada por Omar Shariff y la bellísima Julie Cristhie, que, por cierto, Irina se le parece bastante. El caso es que empecé anoche a leer el libro. La gran Literatura, el gran Cine, la gran Música... ¿Cómo estar triste o aburrida? No debo. Las fuentes de la Cultura son inagotables y gratis o casi en muchos casos. Se va acercando la fecha del viaje a Nueva York y todo lo que eso significa. No puedo perderme la visita obligada a la Neue Galerie, donde se exponen cuadros, fotografías, efectos personales y una reproducción del estudio de Gustav Klimt, autor del célebre cuadro “El beso” (1908) del que se cumplen cien años que fue pintado. Klimt es uno de los pintores que más me impresionan y del que cada día descubro nuevas cosas. Se dice que tuvo 18 hijos naturales con sus numerosas modelos y amantes. Emilie Flöge fue la mujer con la que mantuvo una relación mas prolongada. Me gustaría un Klimt para mi y que me deje preñada por lo menos una vez. No quiero pensar demasiado, vuelvo a la cama. Al fin y al cabo, ¿a quién le importa mi vida?... ni tan siquiera a ti, por mucho que te quiera aquí conmigo, porque... T. Q.

T. Q. 28 de marzo, viernes.

La mujer extraña que soy, y que ahora escribe, suspira ante la imposibilidad de plasmar la realidad de lo que le pasa íntimamente. Creo que me castigo demasiado, que soy injusta conmigo misma y que no acabo de asumir, no mis propias limitaciones, también las limitaciones de todo y todos los que me rodean. Debería aprender a aceptarme y a los otros. Mientras necesite escuchar música, leer libros, ver cine y admirar la belleza de las cosas mínimas, queda la posibilidad de seguir avanzando por el camino que me lleva al horizonte que espera. A veces se necesita retroceder tres pasos para poder avanzar uno. De mi vida externa no puedo ni debo quejarme, las cosas van bien, siempre mejorables, pero van bien, el problema está en esa vida interna que es imposible satisfacer por unas circunstancias u otras. Alex me ha llamado para decirme que la película se estrena el último fin de semana de Mayo. La ha comprado la distribuidora que tiene la mas importante cadena de multicines por toda España y la van a presentar a dos festivales, aún no concretados. Me citó para la próxima semana y quiere que le entregue el proyecto de guión que me había encargado. Lo tengo casi terminado y creo que lo podré tener dispuesto para esa fecha, aunque me cueste un par de noches o tres de rematar algunos detalles. Esta vez me he lanzado con algo mucho mas ambicioso. Será muy literario y poético, con mucho personajes que se mueven entrelazados entre tres ciudades, Madrid, Barcelona e Ibiza. Me enteré de que ha fallecido Rafael Azcona, maestro de guionistas de cine, como se sabe ¿Por eso que ayer tuve un día tan negro? No podré olvidar las amables y generosas palabras que me dedicó hace un año, cuando vino a la presentación de la primera película que se hizo basada en un guión mío. Me contó que le había gustado mucho y que era una pena que le haya pillado tan mayor, que podría ayudarme, si le quedara mas futuro, sobre todo con algunos consejos. Dijo: mira Theresse, este mundo del cine es como una pequeña mafia que se mueve centrípetamente, escribe tus guiones sin pensar en directores o productoras. Esmera tu estilo, tu impronta personal, procurando que te guste a ti sobre todas las cosas. Si es bueno, alguien te lo comprará. Descansa en paz, maestro. En el museo, delante del cuadro de Barceló, me quedé a la espera de que la azafata diera el primer paso ¿Me invitas a un cigarrillo a las ocho y cuarto? No podré, se me hace tarde, respondí. No puedo antes, replicó. Está bien, a las ocho y cuarto ¿Dónde? Esquina paseo del Prado, frente a Huertas. Estaré. Subí a la cafetería para hacer tiempo tomando café. En una mesa, junto a la celosía, miraba al exterior. Parecía a una monja de clausura en su convento. En el baño me arreglé un poco. Me compuse la camiseta y el jersey de lana, los tejanos y las botas de media caña. Mi pelo enmarañado, estaba perfecto en su imperfección, me di un poco de pintalabios y salí antes de que me echaran. En la calle ya era noche oscura. Los transeúntes hacían comentarios muy favorables sobre la arquitectura espectacular del museo. Hacía frío para ir en cazadora pero apenas si lo sentía. Frente a Huertas esperé. En un banco nos sentamos las dos. Sin uniforme parecía mas alta y mas guapa ¿No tienes frío con la cazadora? Soy atérmica, no siento el frío ni el calor. Ese cigarro. Le ofrecí un pitillo de Pall-Mall azul. Hace tres meses que dejé de fumar ¿Por qué fumas a ahora? Porque me intrigas, supongo. Mientras le daba fuego observé sus negros ojos brillantes como la luna ¿Me buscas? En absoluto, mentí. La primera vez que te vi no dejaste de mirarme, la segunda vez te vi buscarme, y hoy, ya ves. Sentadas juntas, en un banco fumando un cigarrillo, repliqué ¿Pero por qué? Me gusta el Arte, la belleza, eso es todo. Me acerqué a su mejilla y en su oído metí la lengua lamiendo muy adentro. Al separarme sus ojos eran volcanes ¿Quieres enrollarte conmigo? No sé lo que quiero. Se acercó y con sus dedos separó mi pelo para poder llegar a mi oreja. Metió su lengua y lamió durante mas tiempo que yo lo había hecho. Millones de mariposas revoloteaban por mi estómago. Nos mirábamos y hablábamos con el código de las mujeres y nos entendíamos. Parecíamos dos serpientes observándonos sin atrevernos a besarnos o a herirnos. Tragaba el humo con mucho ímpetu. Me encanta tu pelo, tu estilo, tu look, pero es imposible ¿Me das otro? Me has puesto nerviosa ¿Vendrás mañana? No sé, contesté. Traeré el coche, por si vienes, así podremos salir al campo a ver las estrellas ¿Te gustaría? Si, me gustaría. Nos separamos y me sentía feliz y pero triste ¿Me estoy convirtiendo en una coleccionista? Sus ojos de luna negra me siguen martilleando las sienes y su lengua me hace cosquillas como los flecos de sus labios. En Atocha me quedé asombrada ante las esculturas gigantescas que se exponen y la gente se detenía un rato mirando sorprendida ¿Alguien anota el nombre del artista que las creó? En la cama leía y a la segunda página me di cuenta de que no me había enterado de nada. Apagué la lamparita y mis dedos se metieron donde mas me gusta. Me dejé caer entre las plumas azules de la nube de algodón y me hundía y hundía, hasta que me vino... el sueño. Pero me acordé de ti, no creas que no, porque... T. Q.

jueves, 27 de marzo de 2008

THERESSE QUERELLE, 27 de marzo, jueves creo.

Evidentemente, estoy aquí. Se que estoy, porque estoy, pero tengo mis dudas. No, así no. Empiezo de nuevo: Una terrible pesadilla me despertó. Alguien hurgaba en mis cosas personales, en mis intimidades. Me amenazaba diciendo que se lo iba a contar a todos, que le iba a decir a mi marido lo que hacía y lo que no. Que se iba a ir a Mojácar y decirles a mis padres la clase de mujer que soy. Que iba a hablar con Alex y a decirle que soy una plagiadora. Que mis ideas no son mías, que las saco de los dvds que veo, de los libros que leo, de los videos que veo en you tube y de la información que saco de san google. Una cabeza parlante, monstruosa, gritaba y gritaba: te voy a delatar, te voy a delatar. Quería despertarme, quería venir aquí, pero no podía. Maldito sueño, no debería dormir absolutamente nada. Alguien dijo que los que padecemos de insomnio viviremos mucho menos que los que duermen plácidamente sus ocho o nueve horas, como un reloj. Vale, se acepta. Que me muera antes, por mi como si es mañana, con tal de no sufrir de pesadillas como las que sufro. Mi hermano muerto tuvo temporadas de comprador compulsivo de discos, de vinilo primero, de cedés después y cuando empezó su racha de dvds, le pasó lo que le pasó. A veces le acompañaba a las tiendas de segunda mano, de la calle Montera, de Tres Cruces, los sótanos, La Metralleta, Discoplay y sitios así. Era bonito acompañar a mi hermano de tiendas de discos. A veces, compraba clásicos del rock, o blues, o punky, o tecno y a la vuelta, en el 32, me iba explicando lo que había comprado. Mira este es el primero de Leonard Cohen incluyendo "Susanne", una maravilla, este otro es de Joan Baez y trae el "Blowind in the wind" de Dylan. Este otro, otra maravilla, mira el primero de los Credence Clearwater Revival... y este... chan, chan... este es de los Ramones, ya tenemos para toda la semana, decía ¿Qué te has comprado tu? Este: y se lo enseñaba. A ver... Joder y ¿quién es esta? Es Marina Rossell. Pues no la conoce ni su padre. La conozco yo, contestaba. En casa nos sentábamos a escuchar y me quedaba entusiasmada con su entusiasmo. Eso es... entusiasmo ¿Te imaginas? Yo entusiasmada con mi trabajo, con mi profesión ¿Qué profesión tengo yo? ¿Escritora? Ojalá, si acaso aprendiz de guionista, de novelista, de poeta... una mierda en un palo, es lo que soy yo. Joder que mala hostia tengo hoy. Una vez, mi padre se puso muy enfermo y le llevaron a un hospital. Debía tener yo como unos cinco años. Me dijeron que subiera a verle. Mi madre me cogió de la mano y mientras recorría aquellos enormes pasillos le pregunté: ¿Papá se va a morir? No hija no, morirse no. Está malito, pero se pondrá bien, aunque tiene para una temporada. Le das un beso y le dices “papá, quiero que te pongas bueno”. Aquel pasillo era interminable y la gente que andaba por allí estaba muy triste y tanta enfermera y médicos con bata blanca, me daban miedo. No quería estar allí pero mi madre me agarraba fuerte de la mano y no me podía escapar. Al ver a mi padre, con un pijama de la seguridad social, con un tuvo en una muñeca y otro escondido entre las sábanas, que no se a donde iría... me quedé paralizada. Mi madre me miraba y me daba señas para que me acercara y le dijera lo que me había dicho. Me acerqué y le di un beso en la frente y se me ocurrió decirle mas o menos: papá ¿Sabes una cosa? estás horrible con ese pijama tan feo y esos tubos. Date prisa en ponerte bueno como el pan con chorizo, y estarás mucho mas guapo. El caso es que mi padre se reía y se reía y eso me gustó. Mi madre me riñó por no haberle dicho lo que ella quería que le dijera. Esta chica tiene unas ocurrencias, decía mi padre. En seis días se puso bueno y hasta ahora. Toco madera. Realmente de estas cosas no me acuerdo, pero mi padre siempre las comenta ante sus amigos. Repiten siempre las mismas cosas y las tengo archisabidas. No me encuentro con ganas de nada. Cuando voy al piso de la editorial tengo que pasar, irremediablemente, delante de una guardería. Hay madres con sus pequeños, que les llevan o recogen. Algunas están embarazadas. Me entra una pena, o envidia, o rabia, o no sé, indescriptible. Quiero tener un hijo, mi propio hijo. Acabo de leer una noticia que me ha dejado perpleja. Parece ser que en un colegio de el norte de Inglaterra unos adolescentes participaron en una orgía colectiva. Ante la posibilidad de que muchas adolescentes se hayan quedado preñadas, el propio colegio les facilitó la píldora del día después. Dice el periódico que entre chicos y chicas participaron mas de doscientos alumnos ¿Por qué no me quedo? ¿De qué sirve tanta palabra, tanta banalidad, tanto vacío, si no sirvo ni para quedarme preñada? No me acuerdo de ti ni de nadie. T. Q.

miércoles, 26 de marzo de 2008

T. Q. 26 de marzo, miércoles.

Son las tres y diez de la madrugada, todo el mundo duerme ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no puedo dormir como todo el mundo? Cuando era pequeña mi abuelo me llevó al Retiro a ver títeres. Uno de los personajes aquellos, me dio mucho miedo. Por la noche tardé en dormir y a media noche, me desperté por un pequeño ruido. Me quedé pensando en aquel odioso personaje, cuando noté que el ruido no era ruido, era mi madre que se quejaba. Puse más atención, a mi madre la estaba pasando algo. Pensé que estaba a punto de gritar. Me levanté y me dirigí hasta la habitación de mis padres, despacio fui avanzando y encontré la puerta medio abierta. Mi padre estaba desnudo encima de mi madre y como ella se quejaba tanto, no se me ocurrió otra cosa que coger una zapatilla de mi padre y arrearle con ella en el culo, diciendo algo así: malo, eres malo que estás pegando a mi mamá, ¿no ves cómo se queja? Mi madre, también desnuda, se levantó como un rayo, mientras mi padre se tapaba lo mejor que podía, y me cogió en brazos. No te preocupes hija, papá es bueno y no me estaba haciendo daño. A dormir inmediatamente, que si no viene un lobo y te come. Mano santa. A partir de entonces todas las noches me dormía pensando en lobos y me despertaba a media noche recordando el cuento de Caperucita Roja y aquello era un suplicio. Desde entonces, hasta ahora, padezco de insomnio. Me aconsejan que tome valeriana, que tome pastillas para dormir, que tome esto o lo otro. Me niego. Mis fantasías han sido elaboradas y potenciadas en mis noches en vela, supongo que me ha venido bien para escribir las novelas y películas que, desde mi mas tierna infancia, me he montado sola. Van tres Pall-Mall azul, medio vaso de coca-cola y no sé por donde empezar. Todo anda un poco bastante revuelto en mi cabeza y no tengo muy claro que será de mi. Estoy viendo bastante cine en DVD en casa, para documentarme de cara al pre guión de Alex y escribo menos de lo que debiera. La nostalgia de Mojácar aún me dura, tengo vivas muchas sensaciones, muchas. Irina vino guapa como un sol. Es increíble la belleza de sus ojos y sus rasgos eslavos. Su pelo rubio, su cuerpo perfecto, su sonrisa blanquísima y angelical, sus manos, su todo, me enamora. Trajo fotos nuevas de su niña Karenina, que celebró su cumpleaños, y se les ve a todos muy felices. A principios de mes trasladará sus cosas y vivirá en el piso de la editorial. Tenemos trabajo y no hemos podido dedicar mucho tiempo a hablar en detalle sobre su viaje. Esta tarde iré al museo, buscaré a aquella azafata que se insinuó conmigo, si no está ella otra habrá, tengo ganas de mujer y aún es pronto para Irina. Pondré la cazadora de mi hermano muerto y cruzaré por el Retiro, sola, si encontrara a la patinadora... El afinador de pianos llamó ayer. Durante mas de media hora hablamos como en susurros. Sabe bien cómo transportarme al paraíso ¿Sabes una cosa? ¿Qué? Los tengo dentro ¿De verdad? Si, de verdad ¿Qué quieres sentir? Todo, lo quiero todo. Me vino como un torrente y mojé la toalla que había puesto debajo. Es increíble lo que me puede hacer sentir solo con su voz. Vendrá un día de estos y me lo imagino tocando el piano y yo debajo, como una gatita, con su instrumento en mi boca, despacio, despacio, in crescendo, in crescendo, despacio, despacio... No lo puedo remediar, mi vulva me reclama y ahí tengo ahora mis dedos. Es muy posible que algún día pueda estar contigo como ahora deseo, porque... T. Q.

martes, 25 de marzo de 2008

DIAMANTE ENCASTRADO

Diamantes de lluvia se estrellan
contra tu rostro de muchacha indefensa.
Fugaces relámpagos iluminan tu miedo
y te guareces bajo el pórtico, aterida.

Tiemblas, tienes pánico a la tormenta
y al aguacero que empapa el abrigo.
No pasa nadie, los viajeros se fueron
y el tren deja eco áspero de adioses.

El brillo de tus párpados no es de lluvia,
bien lo sabes, son lágrimas que te duelen.
Esperas a que pase el chaparrón, solitaria
y triste, como un junco al amanecer.

Te vi, ¿recuerdas? Vi cómo te nacía
el suspiro terrible del alma impotente.
Fumamos juntos un cigarrillo de serenidad
y salimos bajo mi paraguas, rozándonos.

Estos charcos nos cubrirán los zapatos
y a la de tres dimos un salto largo.
De vez en cuando mirabas para atrás
como si hubieras olvidado un olvido.

La hermosura me miraba con tus ojos,
tus palabras anunciaban gratitudes.
No es nada, mujer, no es nada...
Y lapidamos el futuro del presente.

Posiblemente ni te acuerdes,
pero hoy hace frío en casa,
en la calle llueven diamantes
y quedan brasas de tu recuerdo.

La vida continua y sigo sembrando
páramos con cenizas de mala muerte.
Con la lluvia fraguará sólido
el diamante encastrado que donaste.

Ruge el viento
y el bosque se queja como un acordeón.

lunes, 24 de marzo de 2008

T. Q. 24 de marzo, lunes.

Conservo las sensaciones de mis paseos por los riscos de las montañas y por los aledaños de la playa, entretejida entre la bruma de la noche y del amanecer. Al alba, cuando aún no ha muerto la noche ni ha nacido el día, cuando se despiertan los buhos y los pardales y revolotean las gaviotas picoteando la claridad de la aurora, es cuando realmente soy yo misma. Mi pelo negro, largo y revuelto, se me mete entre los ojos y la boca, siento mis pezones erizados y ardientes, siento mis píes, correr, volar, por los senderos donde nacen diminutas margaritas blancas y vuelo a ras de la tierra y mis cabellos buscan el cielo. Si pudiera estar desnuda estaría, si pudiera gritar al viento gritaría y algunas veces canto a grito desesperado las canciones que aprendí de niña. Mi madre dice que cualquiera que me vea pensará que estoy loca, con esos pelos, con esos gestos casi masculinos, con estos ademanes y estas furias que me dan cuando trato de sacar de mi la fiera que me habita. Pensarán que estoy loca, dice mi madre. Pensarán que soy una romántica, dice mi padre y yo digo para mis adentros que nadie sabe, ni yo misma, qué soy y qué no soy. Me gusta ver el cielo rojizo anunciando la salida del sol y las nubes encarnadas me llenan de deseos de reencarnarme en una diosa del Olimpo o un hada bruja de la Edad Media. No sé. Solo sé que es difícil comprenderme, lo entiendo, que es difícil convivir con una persona que solo vive medianamente feliz cuando, en completa soledad, se transmuta en un ser mas allá de lo humanamente comprensible. La música que me susurra el viento en mis paseos, en mis carreras, solitaria entre la maleza de las zarzas y los juncos, entre la arena y la espuma de las olas, esa música me ilumina el alma y me engarza los sentidos con lo sobrenatural. Esa soy yo realmente. Esta que ahora fuma su tercer Pall-Mall azul, mientras todos duermen, es una lejana semejanza con lo que realmente soy. Si pudiera morirme a mi gusto, cuando yo quisiera, me habría muerto estos días atrás, apoyada mi cabeza sobre una roca y desnuda, con mi vulva bien abierta y mis manos abrazando mi corazón y mis ojos abiertos y brillando fuego, apagarme, apagarme, apagarme y morirme entregada a los seres invisibles que me aman y me reciben en su seno. Que me encuentren muerta y que digan que se ha muerto la loca esa que soy yo. Si pudiera morirme ahora mismo... dios... morirme ahora mismo y juntarme con mi hermano muerto y pedirle perdón por haber dudado de su pacifica y humana persona. Mi hermano muerto y yo nos sentábamos juntos en una alfombra persa, similar a esta donde ahora escribo, y cogía su guitarra y tocaba y tocaba y me transportaba a mundos increíbles. Mi hermano no era un gran interprete, no era un experto, no era guitarrista como los demás, pero cuando tocaba a su manera, lo hacía con tanta sensibilidad, con tanta emoción, que casi siempre me sumergía en su mundo íntimo y oírle provocaba en mi una ternura indescriptible. Irina vendrá esta mañana y remataremos los asuntos burocráticos de su contrato como secretaria, por seis meses, y si todo va bien pronto se hará cargo de llevar lo mas importante de la editorial. Estoy deseando verla y escuchar sus cosas. Ha estado ocho en su país, en su casa con su hija y con su madre. Tal vez haya podido estar con su esposo. No sé. Necesito que venga Hair a arreglarme y hacerme un completo, como yo digo. El vello de mi pubis ha crecido mucho y me molesta tener la vulva rodeada de vello. Quiero que venga y me repase el corazón que corona mi sexo. Tengo ganas, muchas ganas de ser comida por ella y de comerla yo. El otro día en el Mercadona de Mojácar me encontré con la chica preñada que se besaba con el hombre de la edad del afinador de pianos. En el pasillo de perfumería no había nadie y cuando me quise dar cuenta, ella estaba allí, a mi lado, disimulando, haciendo como que quería llevar un champú ¿De cuanto estás? De siete meses ¿Será una niña? Si, una niña va a ser ¿Cómo lo sabes? Me pareció por la forma de tu tripita. Se levantó un poco la camiseta y me dijo que la tocara si quería. La toqué y sentí su piel caliente. Eres muy guapa y tu hija lo será aún mas. Gracias, un besito. Nos acercamos las mejillas y nos besamos con nuestros labios húmedos, suave, muy suave y presionamos un poco mas y... dios... la quise sin darme cuenta y sé que era reciproco, con deseo intenso. No me olvides, dije. No lo haré, contestó. Marcho mañana ¿A dónde te vas? Soy de Barcelona. Soy de Madrid y también me voy mañana. Otro besito. Y nuestros labios se detuvieron una eternidad de instante. Que seas muy feliz, que todo te vaya muy bien. Gracias, igualmente. Nadie sabe lo que escondo dentro de mi. Si vinieras trataría de que me entendieras y me desearas tanto como te deseo a ti, ahora mismo, ven, porque... T. Q,

domingo, 23 de marzo de 2008

T. Q. 23 de marzo, domingo.

Hemos vuelto a casa. Atrás quedaron mi Ítaca preferida, mi padre, mi madre, alguna que otra lágrima y millones de moléculas de sentimientos almacenados en la memoria. La casa está fría pero ordenada y confortable. Aún queda alguna maleta por deshacer y en la tarjeta de mi cámara cientos de fotos que fui tomando en mis salidas solitarias por las veredas de los montes, por la playa, por las callejas empinadas de Mojácar, por sus escalinatas estrechas y sus rincones cargados de historia, de pasado, de sangre derramada entre los moros y cristianos, de los de verdad, que hace siglos dejaron su huella y su nombre. Han sido días agridulces, como no podía ser de otra manera, en algún momento, tristísimos y dolorosos. La familia es la cara y la cruz de la vida, de mi vida. Nada sería sin la ayuda, sin el apoyo de mis padres, pero... hay veces en los que, sin saber muy bien por qué, son la causa de muchos disgustos y sin sabores. Ha pasado todo y a la vuelta, le decía a mi marido, llorando como una perdida, que no volvemos a pasar tantos días en su casa. Nos queremos y nos odiamos a la vez. Mi padre es bueno y no digo que mi madre sea mala, pero... por un motivo u otro siempre acabamos mal y rematamos con la ya archisabida frase: No vuelvo si no es absolutamente necesario. Mis noches de insomnio las pasé ensimismada mirando el mar desde la cristalera de la terraza, organizando, sin organizar, mi agenda para la próxima semana, mis personajes están vivos dentro de mi y me reclaman que no les olvide. La novela sobre los niños de la guerra, tiene muchas posibilidades de que la concluya antes de fin de año, aunque se que me llevará mucho trabajo de documentación, de estructura, de revisión y pulido, pero está en mi cabeza y con un poco de suerte, la daré feliz término con el objetivo único: que me guste mucho, pero mucho, a mi misma. Los proyectos siguen vivos y con mas fuerza que nunca. He hablado largo y tendido con mi padre, le ayudé a elaborar una buena base de datos para que lleve al día un archivo de todos los libros que vayan entrando o saliendo de su negocio. Estábamos solos cuando, por no se qué motivo, salió el tema de mi hermano muerto y no pude por menos que insinuarle sobre algunas dudas ¿Sabías que Patrick, tenía una pistola Astra? Eso es imposible, Theresse, tu hermano odiaba las armas, era pacifista y jamás podría sostener un arma en sus manos ¿Cómo te explicas entonces que tenga unas balas en su mesilla de noche? Se las di yo. Con esas balas pensaba hacerse unos colgantes para el cuello. Los vimos en un mercadillo y le parecieron un símbolo antibelicista. Comentó que le gustaría hacérselos el mismo y le di cuatro balas, quiero recordar. Entonces el que tiene una pistola eres tu. Así es. Tuve que comprarme una porque, cuando trabajaba, recibía frecuentes amenazas de muerte. Estuve de jefe de personal durante cinco años y eso me creaba enemigos. A veces tenía que despedir a gente. Tranquila que la pistola está bien guardada y tu hermano no tenia nada que ver con ella ¿Por qué mamá odiaba tanto a la tía Ruth? Es una historia de la que ya sabes lo que tenías que saber, por ahora. Encontré entre los libros una edición barata de “La perla” y me lo quedé. Lo releí por quinta o sexta vez. John Steinbeck nunca me defrauda y siempre aprendo cómo administrar debidamente las palabras. Entre los discos de mi padre encontré un c d de Jacqueline du Pré y recordé un episodio extraordinario de la gran violonchelista: En uno de sus primeros conciertos en solitario, Jacqueline ejecutaba con su precisión acostumbrada, una complicada obra. El teatro estaba lleno, a rebosar, ya que estaba empezando a ser popular su extraordinario dominio del instrumento. En la mitad del concierto, todos entusiasmados, tuvo dos fallos seguidos. Detuvo su Interpretación y dirigiéndose al público dijo: Perdonen ustedes, pero mi instrumento se ha desafinado, por favor, esperen unos minutos mientras lo afino, ahora vuelvo. El público en total y sepulcral silencio, esperó. Al poco rato apareció la intérprete y continuó con su magistral actuación. Fue tanto el éxito que obtuvo aquella noche, que mientras tomaban unos canapés para celebrar el acontecimiento, le entregaron un sobre junto con un impecable violonchelo nuevo, de la marca Davidoff, algo así como el Stradivarius de los violines. En el sobre decía: Le regalo este Davidoff, cuídelo y nunca le fallará. Anónimo. Escucho varias veces a Jacqueline y me ayuda a replantear muchas cosas. Voy a ser mas exigente conmigo misma y a dejarme de pensar en tonterías. Una pareja se besaba en la playa. El tendría la edad del afinador de pianos y ella, embarazada de seis o siete meses, no llegaba a los treinta ¡Cuánta ternura! Mi dedos me buscaron varias veces y me encontraron. No puedo vivir sin ellos y ahora entran en mi vulva, bien mojada, como si fueras tu, porque... T. Q.

miércoles, 19 de marzo de 2008

T. Q. 19 de marzo, miércoles.

La fascinación que el mar ejerce sobre mi espíritu, el comprobar que mis padres se encuentran bien y compartir con mi marido los paseos por la playa y por los montes de los alrededores, me está sirviendo de gran ayuda. No puedo decir que soy feliz, ya que, como se sabe, siempre hay pequeñas nubes grises que estorban la pureza imposible. Aquí todo es, sereno, tranquilo, silencioso, podría decirse que aquí no pasa nada, no ocurren cosas, acontecimientos, sobresaltos y así se detecta y siente. Sin embargo, no me conformo, no admito ese “no pasa nada”, porque estoy convencida de que algo pasa. Es muy posible que ahora mismo en este pueblo, tan hermoso y pacífico, alguien ha muerto, alguna mujer acaba de parir un nuevo ser, alguien, en este preciso momento, está bajo los efectos del alcohol, de la droga, de la depresión, de la enfermedad o de la desdicha. Con toda seguridad. Los que están viviendo el acontecimiento saben de su existencia. No debo hablar alto, no vaya a ser que esté tentando al diablo y de repente, surja la gran sorpresa que nace de la propia existencia. Son las cuatro de la mañana, todos duermen, el mar está nervioso, su rumor es mas ronco y sus olas más abruptas que ayer, fumo mi primer Pall-Mall azul y hago un recorrido mental por todo lo que hicimos ayer y, principalmente, por lo que hice o no hice. Empiezo por la A y termino por la Z y siempre hay algo que, por su sencillez o simplicidad, por su cotidianidad e irrelevancia, acaba siendo trascendente. Las historias de unos y otros se entrecruzan, se entrelazan y por azar, llegan a configurar líneas paralelas, casi tan perfectas que parecen la misma. Mi vida es parecida a la de otra persona que está en otro lugar. Somos parte de una gran cebolla, a medida que vas quitando capas y capas de esa cebolla, si buscas semejanzas, mas encontrarás que nos vamos pareciendo unos a otros. Siento miedo de los días tranquilos. Ayer mi marido nos hizo una paella de las que hacen historia. Maurice y mi padre fueron al mercado a comprar los ingredientes y mientras tanto, hablé con mi madre. Hoy iremos a Almería a llevar dos cuadros que le han pedido para una exposición colectiva. Le ayudé a elegir los que mas nos gustaban a las dos y los embalamos para que estuvieran preparados. Mi madre es muy especial. Siempre con una sonrisa, siempre haciendo algo, a parte de pintar, es agente libre de seguros y aunque no lo necesita para vivir, sigue activa para llegar a tener su propia paga de jubilación, para ella lo importante es tener algo que hacer. Le han propuesto integrarse en una coral. Mi vida al lado de tu padre ha tenido altibajos, como en todas las parejas. Siempre fui celosa, cuando tu padre tenía secretarias era un sin vivir. Ahora está tan ilusionado con la tienda de libros que no le digo nada e incluso le animo, pero me corroe que tenga a una chica joven a su lado. Es muy mujeriego y aunque me jura y perjura que nunca me los ha puesto, tengo mis dudas ¿Qué tal me encuentras, hija? ¿Qué tal me queda este rubio? ¿Me habré pasado? No, mamá estás muy guapa y no te preocupes, sigue haciendo lo que te gusta y no te preocupes. Eso mismo me dice tu padre, las mismas palabras. Sois como dos gotas de agua, tu hermano era mas como yo. Hicieron la paella en la barbacoa del jardín y como se levantó aire y cayeron cuatro gotas, tuvimos que comer dentro, junto a la terraza para poder ver el mar. Fue hermoso, muy hermoso. He jodido bastante, ayer, al regresar a la cama, Maurice estaba medio despierto, con un ojo entreabierto y otro cerrado, me miraba y al quitarme su camisa se empalmó y aprovechamos para joder hasta casi las once y por qué tenía que ir al mercado que si no... Aquí no ve la tele así que nos acostamos a la vez, nos pusimos a leer y al poco rato ya estábamos liados y bueno... algo extraordinario. El mar, debe ser el mar... este sabor andaluz, esta luz, este calor de la gente... Una alemana que trabaja en un restaurante, cerca de la plaza, no me quita ojo... no se yo. Ojalá estuvieras aquí.. te lo digo porque... T. Q.

martes, 18 de marzo de 2008

T. Q. 18 de marzo, martes.

Debe ser porque me siento más relajada, sin la presión de las actividades cotidianas de Madrid, el caso es que he dormido casi seis horas seguidas, un record. Apenas si he soñado y me acabo de despertar como nueva. Mi padre parece dormir y todo está en silencio ya que mi madre y mi marido duermen como las personas normales, es decir, como troncos sus ocho o nueve horas seguidas. Me asomo a la terraza mirador, a través del cristal, y el mar ahí está, a lo suyo, a su infinita e incansable maquinaria de olas, siempre distintas, siempre infalible y sorprendente con su rumor acompasado. A veces, se enfurece y entonces ese rumor se vuelve estruendo ensordecedor y las mansas olas se transforman en furibundas lenguas de torrenciales aguas que buscan la destrucción de lo que pillan a su paso y la espuma es efervescencia de una fuerza incontenible. Me apetece observarlo mientras fumo mi primer Pall-Mall azul. Mis pensamientos se distribuyen a partes iguales por entre los mil y un entresijos de los sentimientos reales y los imaginados. No se puede decir que esté despreocupada de todo, pero casi. No leo los periódicos ni veo la tele, por supuesto, no me apetece leer ni escribir, solo respirar, respirar para no morirme. No me acuerdo de mi hermano muerto, ni de el afinador de pianos, ni de Irina, Irina, te amaré solo con que me digas un te quiero, ni en Hair, ni en nadie, ni tan siquiera en la niña que espera Sophie, que dicho sea de paso, acerté en mi predicción. Vacaciones de cuerpo y alma. No pensar en nada ni en nadie. Lo que haya de pasar que pase. Es como si me dejara llevar por la inercia de la nada. Ahora podrían hacer conmigo lo que quisieran. Cierro los ojos y me dejo llevar... mis dedos... No ahora no, aquí no. Los pensamientos fluyen como el agua por la playa, como la ola que se desvanece entre los poros de la arena. Pensar plácidamente, pensar líquidamente, que las palabras se hagan protagonistas de si mismas y que signifiquen cada una de ellas toda la fuerza simbólica que representan, que dejen el rastro de todo su significado y toda su musicalidad expresiva. Así, que surjan como agua de manantial y que se desborde el encanto poético de sus infinitas sugerencias. Que reinen sobre todas las cosas y que cada una se apodere y fertilice el terreno al que pertenece... Dios.... si yo pudiera ser domadora de las palabras, domesticadora del alfabeto y de todo el diccionario de la lengua, de todas las lenguas. Las palabras son mi único tesoro y aunque no siempre aparece la justa y necesaria, se que podría ser mía si tuviera el talento y la perseverancia suficiente para alcanzarla y dominarla e imprimirla en mis labios o en mi corazón y plasmarla en el momento preciso sobre este papel, que no es papel. Las palabras son poderosas y sabias. Si yo pudiera tener un mercado de palabras donde poder suministrarme cada segundo de mi vida, aunque el precio fuera mi alma, mi existir. Daría todo por tener la palabra que requerida en cada instante concreto. Adoro la palabra y vivo angustiada por tenerla siempre disponible. Esa búsqueda permanente, es la fuerza que me permite resistir y el camino que recorro cada día, en mi deambular por la vida, no es otra cosa que la parte esencial de mi búsqueda. Estoy muy excitada, mi vulva se ha despertado, palpita y se abre y cierra como si fuera una parte independiente, autónoma de mi misma, abro la camisa de mi marido, que llevo puesta y dejo los pezones al aire... mi pubis se mueve sin que se lo diga nadie y mis dedos se meten dentro de mi, primero uno, después otro y mi esfínter libera sus músculos y forma parte de mi sensibilidad y acelero el ritmo y me veo a mi misma amándome, y me amo, y me amo, y otros dedos aprietan y tiran de mi pezón derecho y me viene, me viene... dios... largo, intenso, que me dure una eternidad, un sin fin de eternos segundos, mas, mas, aún mas... mi corazón se desboca y mi vulva descarga su lava blanca y espesa, como hacía tiempo que no me pasaba y mientras mis espasmos se desvanecen, más lava se desliza por mis piernas, qué locura más divina y que orgasmo más sublime y místico me acabo de regalar y ¿sabes una cosa? No pensé en ti, ni en nadie, ni en nada, solo en mi... buscaba el placer de mi placer y lo tuve y lo tendré siempre que quiera... soy la dueña de mi y puede que algún día te tenga conmigo para regalarte miles de orgasmos, aunque tu solo estés ahí, desvanecido en una imagen evanescente, pero real, como fue real el gran "petite-mort" que me acaba de llegar y que deseo mas, porque... T. Q.

lunes, 17 de marzo de 2008

T. Q. 17 de marzo, lunes.

Antonio Gamoneda dice, en un poema precioso: “La belleza no necesita ser pensada”. Es muy posible que el insigne poeta tenga razón, que no haga falta pensar en tanta belleza como me transmite el paisaje que significa el mar, para sentirla. El mar que contemplo en la playa de Mojácar es tan distinto, tan inmensamente intenso, que no puedo por menos que pensar en los misterios que contiene, mas que por lo que se ve, por lo que inspira y sugiere su inmensidad, su profunda naturaleza de recipiente de insondables incógnitas y en estos momentos, su nerviosa calma. El mar, mi mar, significa mucho mas que la belleza de lo conocido. Cuando vengo a Mojácar, una fuerza magnética, inconmensurable e irresistible, me atrae hasta sus perfiles de olas espumosas que chocan y se deshacen contra mis pies descalzos. Venir aquí, a este lugar elegido por los dioses para encandilarme, es venir a algo mas que a ver a mis padres. Es acercarse a contemplar la belleza para no pensar en tan horrible realidad. Llegamos sobre las doce la mañana. Hacía sol y un poco de viento fresco, que alborotaba el pelo y obligaba a abrigarse con jersey o cazadora. Mis padres nos acogieron con fuertes abrazos y alguna que otra lágrima contenida. Pasado el primer momento de intensos saludos y parabienes, mientras metíamos en casa el equipaje, noté a mi madre disgustada ¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué esa tristeza? No te has cortado el pelo, dijo. No te preocupes, ahora mismo te daré el gusto de verme distinta. En el baño, mojé un poco el peine y de cuatro peinadas, me lo recogí en un moño que até con una gomita, que ya llevaba preparada, para por si acaso. Me puse un gorrito de lana, como los que llevan los jamaicanos para esconder sus rastas, me di un ligero toque de rouge en los pómulos y remarqué mi rimel, para parecer mas mujer. Al salir, todos aplaudieron mi nuevo aspecto. Mi madre dijo que así por lo menos no le recordaba tanto a mi hermano muerto, que ahora parezco mas una muchacha que un muchacho. Cosas de mi madre y que por un pequeño detalle, por mi parte, podía evitar su disgusto. Mi padre nos llevó, dando un paseo, hasta la librería de viejo. Su fondo de libros va en aumento. Tiene un apartado muy importante de libros en inglés, alemán, francés y dentro de poco en italiano. Me enseñó una colección de libros clásicos italianos, en edición de lujo, que le regaló una señora mayor que hace unos días pasó por el local ¿Podría venir por mi casa y le enseño la biblioteca que tenía mi hija? Mi padre fue. Un chalet muy grande, la señora se deshizo en amabilidad con mi padre y le mostró una habitación dormitorio, con mesa de estudio, llena de libros por las cuatro paredes. Mire: mi hija trabajaba en Roma, un buen puesto en una multinacional y se enamoró de un hombre italiano del mundo de la música rock y esas cosas y parece ser que la llevó por mal camino y ni marido ni yo sabíamos nada. Tenían mucho dinero y le regaló todos estos libros en italiano. Al cabo de casi diez años de estar viviendo juntos, no sé de qué manera ni por qué, mi hija se contagió de sida y falleció hace dos años. Desde que murió hasta ahora, no sabía qué hacer con todo esto, porque ni entro en su habitación para no deshacerme en llanto. Lléveselos todos que se los regalo. Cogió cuatro bolsas de plástico y me dio a elegir para que llevara los que cupieran y quedé en volver otro día con una furgoneta para recoger el resto, unos mil ejemplares entre los que están Dante, D`anuncio, Magris, Moravia, Oriana Fallaci, De Amicis y muchos otros. Así que mi padre está encantado porque de vez en cuado le entran verdaderas joyas incunables de bibliófilo y casi regaladas. Todavía no ha encontrado dependienta, por lo que, oficialmente, no puede abrir al público. Si le pillan trabajando, en su propio negocio, le pueden quitar la generosa pensión que cobra como prejubilado de RENFE, donde era un alto ejecutivo. Estoy tranquila y descanso bastante, aunque, en realidad, la cabeza está en mil sitios a la vez y mis personajes y proyectos no dejan de bullir en mi interior. Comeremos en un restaurante que tiene mirador desde el que se divisa toda la bahía y el hermoso mar. Trato de no torturarme demasiado y por ahora estoy tranquila. Mi marido me dejó venir, sola, hasta la playa para ver amanecer. Cuando regrese, me meteré en la cama y me abrigaré al calor del cuerpo de mi esposo y trataré de joder hasta las once. Sé que lo agradecerá porque lo está deseando. También es cierto que cuando sienta que me viene, irremediablemente, me acordaré de ti porque... T. Q.

viernes, 14 de marzo de 2008

T. Q. 15 de marzo, sábado.

Desperté sobresaltada por culpa de no sé que sueño: alguien me perseguía y cuando casi me coge, caigo en un charco que no era charco, algo mucho peor, una especie de arenas movedizas gelatinosas y asquerosas, donde me hundía y hundía y cuando ya me llegaba el lodo de arena, o de heces, por la comisura de los labios, hice píe en una protuberancia, como si fuera un cuerno del diablo que en el infierno me espera y al hacer un impulso hacia arriba, tomé aire y me desperté. Tengo sueños tan horribles, tan pesarosos, que prefiero mil veces estar despierta. Casi a ciegas, me puse una camisa de mi marido y sin bragas ni nada, me senté sobre la alfombra persa junto al piano y fumando mi primer Pall-Mall azul, me vino el pensamiento de pensar, de revivir, de fertilizar mi velada nocturna de cuando todos duermen. Me acordé de que cuando era pequeña, mi padre llevaba al rastro a mi hermano muerto. Quería ir a toda costa con ellos y preparaba unas rabietas histéricas, de actriz histriónica, que a mi pobre padre no le quedaba otro remedio que llevarme. El rastro era lo más emocionante de todos los días de la semana, junto con el cine, claro. Al llegar y envolvernos entre la marabunta de gente, mi padre nos agarraba fuerte, de la manita, y uno a cada lado le seguíamos, con los ojos como platos para no perder detalle de tan abigarrado mundo de potentes, como latigazos, imágenes para la gran esponja observadora que era yo. Una mañana, a nada que se distrajo mi padre, mi hermano se perdió. Menos mal que al cabo de media hora lo encontré escondido, sentado y tan tranquilo, jugando con un cachorro de perrito que estaba bajo una mesa de un vendedor de figuritas de cristal. Mira papá, papá, mira, está ahí... Mi padre respiró hondo y dimos la vuelta y se acabó la fiesta. Si te llegas a perder tu madre me mata. Al llegar a casa, fue tal la bronca que se llevó el pobre Patrick que, por capricho, se negó a volver al rastro con mi padre. Mejor para mi, debí pensar yo, así voy sola. Cada domingo, cuando veía que mi padre estaba terminando de preparase ya estaba, como un clavo, esperándole a la puerta, no fuera a ser que se olvidara de mi. Me están cayendo las lágrimas. Lo estoy viviendo. Pápá ¿Qué vende ese señor que dice “¡Pa la gripe, pa la gripe! Calla y no preguntes tanto. Papá, ¿Por qué esa señora monstruosa no tiene piernas y encima pide limosna? Papá ¿Qué quiere decir rastro? Mi padre compraba muchos libros ¿Cuánto cuesta este?, preguntaba. Quinientas pesetas. Te doy cien y vas que ardes, respondía mi padre. Imposible, contestaba el vendedor. Al hacer el gesto de que nos íbamos, el vendedor llamaba a mi padre: Cógelo hombre, cógelo ¿Te das cuenta? Hay que saber comprar. Mi padre es tan bueno, tan buen conversador, tan simpático, tan buena persona... De repente, se paraba y se ponía a hablar con un amigo. No te lo puedo contar porque hay ropa tendida ¿Dónde está la ropa tendida? Me preguntaba para mi. Hasta que pasados unos años me di cuenta que era yo, la ropa tendida era yo. Tenía tantos conocidos mi padre... Una vez, un señor miraba unas revistas y al pasar las hojas me las iba enseñando. Mi padre se dio cuenta y al llegar a casa le dijo a mi madre que se acabó el llevarme al rastro. A partir de ahora, la llevas a misa de doce que aprenderá cosas mucho mas positivas. No volví con mi padre. Pero... me quedé con las imágenes. Debía tener nueve años y ya sentía cosas. Pronto empecé a buscar parte de lo que mi padre compraba y escondía. Le pillaba revistas como el Play Boy, el Penthouse y otras de las guarras, que tenía escondidas. Esa fue mi perdición, gracias a dios. Empecé muy niña a observar fotografías de mujeres besándose con una lenguas larguísimas, vulvas abiertas y mojadas, hombres con unos falos como círios, que se introducían por todos los orificios de aquellas elegantes y sofisticadas mujeres. Pronto madrugué a la fantasía y al erotismo. Ese desbordamiento de la imaginación pudo ser la espoleta de donde estalló mi pasión por escribir. Mi padre me compraba libros infantiles y discos de vinilo con portadas maravillosas. Leía mis libros y a veces los de mi padre. Leer era una necesidad biológica. Cuando mi padre y yo llegábamos al puesto de las aceitunas y variantes me compraba una berenjena de Tomelloso y me ponía perdida el vestido tan bonito que mi madre me había puesto con tanto esmero. Me encantaba mancharme del líquido que soltaban y pringarme bien con los helados de chocolate. Mi padre... El afinador de pianos me cogió en volandas, como el que coge un barquito de papel y me puso boca abajo en la alfombra persa que había junto al piano K-Kaway. No quiero preñarte, dijo. Me abrí los glúteos y dejé que me penetrará por detrás, sorprendida de su impulso y de su miembro de dios fauno. Así es como se ama, amando aunque duela, pero no dolía y después de un buen rato de gritos y gemidos, me levantó y me llevó al sofá... Escucho a Hélène Grimaud tocando a Schumann y ¿Sabes una cosa? Te estoy deseando a ti, a ti que nunca te tuve, ni me tuviste y mis dedos buscan placer para ofrecértelo en ánfora de bronce, porque... T. Q.

T. Q. 14 de marzo, viernes.

Vivo en un frenesí íntimo, confuso, desasosegado, rutinario, inútil, infértil, absurdo, inoperante, seco como las ramas de las zarzas en invierno. Las zarzas son la materia prima fundamental para elaborar las coronas de espinas que se me clavan, alternativamente, en las sienes o en mi corazón. No sirvo para ser feliz o para estar medianamente satisfecha con lo que hago, con lo que vivo cotidianamente. Muy de vez en cuando, una sonrisa o un orgasmo y a seguir adelante. En mi horizonte más próximo detecto un muro pétreo e impenetrable... pero estoy viva y aún tengo un poco de sangre que noto circular por mis venas y todos los meses puedo manchar varias compresas y varios tampones. No todo está perdido, supongo. Pronto florecerán los cerezos. Me ilusiona el viaje a Nueva York, la visita a mis clubs de jazz preferidos, a los teatros y a .... mis tugurios secretos, donde una masa informe de hombres y mujeres se exhiben y desahogan, para liberarse de la mala conciencia, sudorosos y lúbricos. Mientras Maurice, mi marido, duerme, iré en busca de aventura y me prometo a mi misma que gozaré con otros y con otras. Compraré libros de Arte, dvd`s de Opera, de Jazz de Blues y de los nuevos, de los originarios, que merecen la pena, veré cine indie y asistiré a conferencias sobre Literatura, y... ya veré. Pasaré horas y horas en el MOMA y me extasiaré de belleza, libaré las gotas de música que supuran los escenarios de los grandes y clásicos monumentos de la Ópera y de las Orquestas Sinfónicas. Nueva York me pone. Siempre que voy, me impregno de un mundo lleno de sensibilidad y poesía. Me enaltece los sentidos y suelo estar excitada día y noche. Una maravilla tras otra y nunca cesan de poseerme ingentes sensaciones llenas de sensualidad y carnosa necesidad de sexo y... descubrimientos. Esta vez será diferente. Maurice me prometió que si no me deja preñada durante estos días y los del viaje, a la vuelta, iremos juntos a un especialista para que determine la causa de que no me pueda quedar. Si es mi marido el que tiene problemas de fertilidad, me dará campo libre para quedarme de quién yo decida. Me niego a la fertilidad por inseminación y tampoco soy partidaria de adoptar una niña. Así que está decidido. Toda la pasión y el sexo que he disfrutado y disfruto con mis mujeres, a partir de los resultados médicos, se tornará en pasión y sexo desbordado con uno o varios hombres. No hay vuelta de hoja y tal como lo digo, lo haré. Mi vida es un torbellino de contradicciones, dudas, errores, y... destrozos interiores y sólo el hedonismo me salva. Me han llamado de un periódico para que escriba una colaboración semanal. Como es uno de esos periódicos que dice que tiene la razón, les he contestado que no me interesa, que estoy con la novela, con el pre-guión de la próxima película y no tengo tiempo. Si hubiera sido un periódico que trate las cosas como yo las veo y las siento, de el país en el que vivo, sería otro cantar. La tía Ruth tuvo una relación continuada y casi a las claras, con mi abuelo. En dos ocasiones se quedó preñada y en las dos tuvo abortos. Mi abuela era consentidora y sabía que además había otra mujer, de la diplomacia latino américana, que era la amante oficial de mi abuelo. Mi abuela tenía como válvula de escape sus meriendas y tertulias en un café de fama literaria, con sus amigas y amigos. Se supone que ella también tenía algún secreto inconfesable. Mi padre me contó estas cosas y me pidió que nunca insinuara a mi madre que yo lo sabía. En Mojácar le preguntaré a mi padre el por qué de esa rabia y ese odio, ese secretismo, esa adversión que mi madre tenía a su criada, la tía Ruth. Algo raro intuyo. El afinador de pianos, diosssssss, el afinador de pianos... ¿cómo lo diría? El afinador de pianos... tan serio, tan prudente, tan buena persona, tan inalcanzable. se sentó a tocar en el K-Kaway y sonaba con sonido nítido, cristalino, perfecto. Escucha que sonoridad, que dulzura en el impacto, que teclado más húmedo y tierno, decía ¿Un teclado de piano puede ser húmedo y tierno? Pregunté, ignorante de mi. Acércate y verás. Metió sus dedos y comprobó ¿Te das cuenta? Estás húmeda y tierna, gracias a las sensaciones que te produce el sonido del piano. Me atrajo hacia si y me comió los pezones y sus dedos hurgaban y hurgaban en mi vulva, los empapaba bien de mi y me los daba a chupar. Bebía coca-cola y fumaba Pall-Mall azul, como yo. Me desnudé y como si fuera una gatita me metí entre sus piernas y le abrí la cremallera de su pantalón... cogí con mis manos su... y lo acaricié, qué hermosura su hermosura, lo metí en mi boca y a medida que iba lamiendo y succionando, él tocaba, in crescendo, lento, lentísimo... molto moderato... crescendo, lento, crescendo y yo era poseedora de su instrumento y lo metía hasta mi tráquea y él tocaba el piano dándome instrucciones con su forma de atacar el teclado y se me caían lágrimas como perlas por mi vulva y lágrimas como gotas de rocío por mis ojos, porque mi alma lloraba de placer. Ahora escucho a Maria Joao Pires interpretar la sonata nº 21, D 960, de Shubert y estoy en la gloria recordando las sensaciones. Sensaciones que espero sentir, potenciadas, el día que estés aquí conmigo, cuando el tiempo deje de ser líquido, porque... T. Q.

jueves, 13 de marzo de 2008

T. Q. 13 de marzo, jueves.

Este insomnio en vez de quitarme la vida me la da. Las cuatro horas despierta, mientras todos duermen, me permite llevar una doble vida que aprovecho para pensar en lo imaginado. Lo imaginado siempre puede llegar a ser realidad mientras que las fantasías, al pertenecer a el mundo de lo fantástico, nunca podrán ser realidad. Bueno, mas o menos. Nunca está una segura de nada, porque lo que ayer me parecía imposible hoy ya está realizado. Esa es, quizá, la más maravillosa razón para seguir viviendo. Estoy convencida de que pronto, muy pronto, me quedaré preñada y lo voy a conseguir, aunque no sea de mi marido. No quiero que mi maternidad se convierta en una obsesión, pero tampoco quiero alejar de mi horizonte ese deseo tan íntimo e insistente, en lo que va de año y en todo el anterior. En la habitación de mi hermano muerto, paso muchas horas intentado visualizar su vida entre estas cuatro paredes. Me quedo ensimismada mirando el póster de Guns & Roses y las guitarras colgadas en la pared. Le veo cuando tocaba, junto con su grupo, la Fender Stratocaster sobre el escenario de la Sala Mirasol, o en el Galileo, o en el Moby Dick, o en la Clamores. Tuvieron mucho éxito durante dos temporadas, a partir de haber quedado segundos en el San Isidro Rock. La Ibanez Les Paul, tan bonita, la tenía casi sin estrenar cuando le pasó lo que le pasó. La Yamaha acústica era su guitarra para practicar en casa y antes había sido la española que le compró mi padre, en Contreras, cuando cumplió diez años. Mi hermano muerto era muy buen guitarrista y pudo haber llegado lejos. La vida, como ya se sabe, es muy cabrona. La tía Ruth, aquella tarde de sábado, salió de paseo y al llegar por Atocha, un soldado le preguntó donde había una pensión para pasar la noche. Ella, por lo visto, le llevó a un hostal barato de la misma calle Atocha. Según dijo, algo le debió pasar, el caso es que aquel muchacho la embaucó y estuvieron jodiendo hasta el día siguiente. Ocho días después, cuando el soldado volvía de su pueblo de Zamora para regresar a Cádiz donde, al parecer, hacía la mili, volvieron a pasar un sábado hasta el domingo, sin salir del hostal y jodiendo sin parar. Al cabo de un par de meses resultó que la tía Ruth confesó, con veinte años, que estaba preñada del soldado sin nombre ni apellidos. Mis abuelos le ayudaron y mantuvieron en secreto el estado de su criada, más que nada por el qué dirán. Una noche que se sintió indispuesta, al ir al baño, creyendo que para hacer una necesidad, resultó que tuvo un aborto natural y por lo tanto perdió a su criatura. Aquél hecho fue un alivio para mis abuelos. No quiero hablar de Luccia Benvenutti. Sigo pidiéndole los libros que voy necesitando, pero Luccia me defraudó y nuestra amistad se enfría poco a poco. No suelo usar mucho el metro, pero ayer tuve que ir a El Corte de Castellana y anoté en mi libreta esta conversación de tres chicas como de veinte años. Hablaban alto, para que nos diéramos cuenta, los que estábamos alrededor, de lo que decían: Imaginaros, me desnudo, bueno, en tanga y suje, para ponerme el uniforme y una tía que nunca había visto, insinuándose, que te comería bien, que vaya cuerpo, que esos pezones, que esto y lo otro. Toda nerviosa me apresuro a vestirme. Subo a la planta y resulta que, al poco rato, me entero de que es la jefa de perfumería. Esa se quiere enrollar contigo. Paso de tías. Pues yo me lo pensaría, dijo la otra. El caso es que es guapísima y no me quita ojo. Pues yo ya lo hice con una y me mola. No jodas, ¿Lo has hecho? Ya te digo. De vez en cuando nos líamos y mola cantidad. Una mujer sabe mas de otra mujer que cualquier tío. Dime quién es y me la tiro yo ¿Lo harías? Si me promociona ¿Por qué no? Por el interés, añadió la primera. Hay que reconocer que las de perfumería están bien buenas. Literal. Bajaron en Odonnell. La promiscuidad no es solo mía. Llevo unos cuantos días sin joder con mi marido, me estoy reservando para el afinador de pianos y se me sale el deseo, sin que me toque. Ayer, al regresar en el metro, con mis piernas cruzadas, me apretaba bien y porque me retuve que si no... pude haberme corrido varias veces. Mi madre está mucho mejor. Dice que ya no oye ruidos ni voces de ultratumba, que ahora es peor, que se imagina a mi padre liado con la dependienta de la librería de libros de segunda mano y que tiene unos celos como castillos. Escucho a Amy Whinehouse y me sorprende su gran voz, su sonoridad, su registro y el sonido perfecto de su grupo. Una maravilla. En Semana Santa estaremos en Mojácar y me excita pensar en el mar. Mi mar me espera como yo te espero a ti, porque... T. Q.

miércoles, 12 de marzo de 2008

T. Q. 12 de marzo, miércoles.

Mejor no hablar de los días malos para no convertirme en patética pladiñera. Dos días sin escribir una palabra casi son un alivio, un éxito de creatividad. Puede que algún día saque mas provecho de lo que no hago que de lo que hago de mala forma. Nunca se sabe donde está lo mejor de las cosas. Alguien decía que la belleza de las cosas es efímera, porque todas las cosas se terminan. La casa está fría y no puedo estar desnuda por la casa. Mi kimono japonés de seda me arropa y me da un aire de exotismo que me excita. Parezco una geisha, la gran geisha del reinado del gran mandarín. Son las tres y media de la mañana y ya llevo varios cigarros de Pall-Mall azul. Tuve la botella de Jack Daniel`s abierta y antes de servirme en el vaso, sin hielo, me arrepentí y la cerré. Estoy impaciente, nerviosa, subí a la buhardilla y me recosté en la cama que había sido de la tía Ruth y que durante los tres días de gripe de Irina, ocupó. Cierro los ojos y recuerdo la conversación con mi padre en Mojácar. La tía Ruth llegó a Madrid cuando tenía cerca de veinte años. Era muy tímida y no muy agraciada. Una de esas personas que notas como si le faltara un hervor, no era inocencia ni ingenuidad, tal vez, era falta de luces. Sin embargo su cuerpo era perfecto y sus grandes pechos la hacían muy apetecible para los hombres. Mis abuelos la admitieron y al principio la tuvieron que enseñar a casi todo. Tenía muy buena mano para la cocina y era muy trabajadora. Estaba interna y desde el principio la habilitaron la buhardilla y aunque era muy modesta en su mobiliario, la joven chica de pueblo se sentía en la gloria. Tenía libres los jueves y los sábados por la tarde. Salía con una chica de su pueblo y normalmente era muy puntual a la hora de regresar a casa. Un sábado tardó en llegar mas de la cuenta. De hecho no llegó hasta las nueve de la mañana del domingo. Dijo que había estado en casa de unos familiares lejanos que no tenían teléfono. Parece ser que la realidad fue muy diferente. A las nueve y media de la mañana llamó el afinador de pianos para decirme que venían de camino los transportistas con el piano K-Kaway. Que a él le habían surgido unos avisos para el Conservatorio y que no podía venir. Encárgate de que lo dejen en el sitio que elegimos y vigila que no le den ningún golpe. El jueves por la mañana pasaré a cobrar y a estar un rato contigo ¿No puedes venir esta tarde? Imposible, tengo que atender la tienda. Me pasé un buen rato llorando como una Magdalena, era un sentimiento de desgarro, un sufrir por amor, supongo. No se por qué siento algo de decepción. Algo me da que será una relación inacabada, como un continuo demorar. Sophie vino a casa ayer por la tarde. Tomé medida de su tripita y puse mi oído para oír la vida que lleva dentro. Es una sensación hermosa y me da envidia que ese hijo no lo lleve yo dentro de mis entrañas. Sus pechos han crecido y los pezones se le han desarrollado y oscurecido. Es una sensualidad tan especial que no pude por menos que acariciarla y hacerla llegar un par de veces. Me lo pedía con tanta insistencia y tanta dulzura, que no pude decir que no y bastó con su boca y la mía y mis dedos dentro de su vulva... dios cómo le manaba la fuente. Dije que es una niña lo que nacerá. Mi hermano muerto tenía en su habitación un póster enmarcado de Guns & Roses y ayer, fijándome bien, observé que tenía un aire al guitarrista Slach Hudson y caí en la cuenta: soy como Slach Hudson, pero en mujer y no lo sabía. Ahora me explico muchas cosas. Una flor ha nacido en mi corazón: es la primavera que te ha devuelto a mi, porque... T. Q.

LA HERIDA

Nada es la herida del cuerpo en vilo
que silenciosa me distrae
del vacío de la infinita eternidad.
Duele tan bastante como una ausencia.

Tu ausencia hiere pero no sangra,
colma este hueco tortuoso de plenitud
y demora el infinito sentado a la sombra
de la tapia externa del cementerio.

Un fotograma más de la película
que tu herida me fuerza a ver en sala solitaria
donde la pantalla es sábana ensangrentada.

Peor sería no haber sido traspasado
por tu mortífera lanza, hiriéndome
justo entre el pliegue de vida y muerte.

Sabes la imensidad que me dueles
y se que jamás podré dolerte.

martes, 11 de marzo de 2008

EL VÉRTIGO

I
Cuado era niño en el pueblo de adobe
tenía casa grande, patio y rosal.
Sendas con pequeñas margaritas blancas
amapolas y en el huerto un nogal.

Mi madre me besaba en la frente
y me ponía perfume para la misa.
En la torre vuelo de campanas
y niñas guapas de risa que te risa.

Cuando era niño en el pueblo de adobe...
tenía sesenta ovejas y un carnero.
Caballo grande con cascabeles
y fuí jinete de los de sombrero.

II
Y de pronto asoman gestos de grajos
que oscurecen la blancura de la inocencia
arrasando la confianza hasta en el cielo.

Porque el cielo derrama tormentas
que lo dejan todo como un páramo
y los rayos queman hasta los trigos.

Y de pronto se destruye incluso el caos
indescriptible: la posibilidad de ser niño
y nace el hombre putrefacto por dentro.

Las casas se tambalean y los dioses
enfurecidos, envian toneladas de realidad
dejando muertos ocultos bajo el escombro.

La única percección es el vértigo
que obliga al viaje para ser extranjero
en lugares inhóspitos y destartalados.

Podéis comprobar que no invento nada,
que todo lo que digo es cierto porque lo viví
en mis entrañas y me habitó otro.

Nací para ser niño y me desgrano como espiga,
convertido en sombra de lo que era.
Ahora... ni torre, ni casa, ni nogal.

Nadie me advirtió y me encuentro abrasado
en esta gruta de inmensa profundidad
donde no llega la luz de las estrellas.

Tengo vértigo...
¿Queda una tapia para apoyarme?

lunes, 10 de marzo de 2008

"EL CUADRO"

Había llegado el sábado bastante de noche. Madrid y la vida misma, eran un misterio. Dormí en un hostal sin estrellas de la calle Carretas. Oía gritos y quejas de mujeres en la habitación de al lado y no sabía el por qué. Tiempo después, alguien me abrió los ojos. El domingo por la mañana di una vuelta por los alrededores del hostal donde había dejado la maleta. Deslumbrado por la grandeza de la ciudad, busqué una pensión para mas tiempo. Calle de la Cruz, 37, cuarto izquierda. La escalera olía a barniz y a madera antigua.
Me recibió una señora, casi anciana. "Esta es tu habitación para compartirla con otra persona, que puede llegar en cualquier momento. Me tienes que pagar quince días por adelantado". Casi me quedaba sin dinero. Era grande y luminosa, entraba el sol hasta más de la mitad. Dos camas de 1,20, armario de tres cuerpos con espejo de luna, palanganero, palangana, jabón, toalla de color rosa y jofaina blanca de porcelana. Una ventana grande con balcón a la calle. Buena vista de los tejados de Madrid y sobre todo, del maravilloso cielo madrileño. Ese balcón me daba la vida.
Lunes por la mañana, hay que buscar trabajo. Casa Ciriaco, en Tirso de Molina. "Si no eres camarero puedes entrar como ayudante de cocina. Fregar, pelar patatas, barrer y todo lo que te mande el cocinero. Cuando vea como trabajas, te pagaré lo que crea conveniente. Si en quince días me gustas, te haré un contrato y entonces puedes llegar a cinco mil pesetas. Si quieres ser camarero, antes tienes que pasar por la cocina unos meses. De camarero ganarás siete mil, mas las propinas. Si aceptas ven a las siete". Me acordé de mi pueblo, de mi casa ¿Para qué vendría? Fui ayudante de cocina en Casa Ciriaco.
El dueño me presentó al cocinero y ofreciéndome un delantal: "no pares de hacer cosas, aquí no se puede parar ni un solo momento", dijo con voz áspera. Lo mejor era que comía bien y que el señor Aquilino, el cocinero, me cogió aprecio y al terminar la jornada, metía comida en una fiambrera de aluminio y me la daba en una bolsa con su agradable sonrisa, diciendo: "por lo menos que no pases hambre". Terminaba el último, fregaba lo de la cocina, lo de la barra y lo de todo el mundo, barría el bar y sobre la una y media de la madrugada, regresaba andando hasta casa, directo a la cama, reventado de tanto trabajar.
Una noche, cambié la ruta de vuelta y me detuve en un escaparate de la calle Paz, junto al Teatro Albeniz. Una guitarra preciosa reposaba sobre una silla de enea, adornada con un mantón de Manila, dispuesta de tal forma que parecía una obra de arte, porque aquella guitarra lo era. Durante unos minutos la admiré con envidia. Nunca podré tener una guitarra de José Ramirez. Caminé un poco más, por la misma calle y en una tienda de enmarcar cuadros y complemetos para el Arte, había varios ya enmarcados en el escaparate. Uno de ellos me llamó la atención. Representaba a una niña muy guapa, con una bola en la mano derecha y la izquierda, apenas si se veía entre los pliegues de su vestido de color azul celeste. Sus ojos luminosos, su pelo negro azabache con flequillo hasta media frente, su rostro sereno y hermoso, aquella sonrisa de Gioconda. Todo el cuadro me fascinaba. La contemplaba mientras lo que se tarda en fumar un cigarro. Muy de cuando en cuando, pasaba algún transeunte pero nadie se paraba a ver los cuadros. Me fijaba en todos los detalles. Quería ver la firma del autor o autora. Ni fecha, ni firma, tampoco título alguno. La bauticé como "La niña de la bola". Regresaba hasta casa y antes de dormir, pensaba en la magnética niña del cuadro.
Durante meses hice el mismo recorrido, cada noche, a la misma hora. Repetía el rito de llegar al escaparate, encender un cigarro y contemplar a aquella niña con su bola en la mano. El trabajo era agotador, pero entre la comida que no tenía que pagar y el dinero suficiente para la pensión, me conformaba. Las noches, al salir del trabajo, eran tranquilas, el cielo precioso, solo el ruído de los camiones de la basura, los aguadores que regaban las calles y el sereno, un gallego que se llamaba Rufino y que siempre me decía: "carallo, tarde xegas, rapaz". Antes de dormir pensaba en "La niña de la bola".
Al cabo de tres meses había ahorrado ocho mil pesetas. Temprano me dirigí hasta la tienda ¿Cuánto cuesta el cuadro de la niña? "Tienes buen gusto", dijo el dueño, un señor de pelo blanco y bigote de respeto. "Sólo los artistas preguntan por ese cuadro. Cuesta noventa mil pesetas, es de una pintora que quiere pasar desapercibida. Por detrás, está su firma y su certificado de autenticidad".
El domingo en el periódico venía un anuncio que prometía buen sueldo, más comisiones. Me despedí del bar y el señor Aquilino me dio un fuerte abrazo y una bolsa con mas comida que nunca. "Chaval, que tengas mucha suerte en la vida". Según mis calculos, podría tener el cuadro en seis meses. Trabajaba de vendedor de libros, casi doce horas diarias. Destrozaba zapatos y salud, pero con dignidad. Solo podía ir los sábados y los domingos a ver el escaparate y allí estaba mi niña, tan solitaria como yo. En poco tiempo me hice un profesional de la venta. Al cabo de seis meses tenía ahorrado más de noventa mil pesetas y mi prioridad era el cuadro.
Un sábado me levanté decidido a comprar el sueño de mi vida. El señor del establecimiento dijo que había mucha gente interesada en ver a la niña y que aunque no lo compraban, se decidian a entrar en la tienda a preguntar y de paso llevaban pinceles, óleos, lienzos, caballetes, etc. "El precio ahora, es de ciento ochenta mil pesetas". Al verme tan triste y hundido, cuando ya tenía la manilla de la puerta en la mano, me llamó "¿Te gustaría ser dependiente?" Hablamos y el lunes siguiente me dió una bata blanca, como las de los médicos y fuí dependiente y tuve conmigo a la niña de la bola. No ganaba mucho, pero el estar tan cerca del cuadro, vender a los artistas y hablar con ellos, me colmaba de una satisfacción que no se paga con dinero. Hasta que un día llegó un hombre con aspecto de ganster y subió al despacho para hablar con el dueño. Aquel tipo tan trajeado me dió mala espina. La tienda pasó a ser sucursal de un gran banco y tuve que volver a ser vendedor de libros.
"La niña de la bola" pertenece al fondo de Arte de la Fundación de la Obra Social, del dichoso banco. Lo tienen escondido, creo.

sábado, 8 de marzo de 2008

T. Q. 9 de marzo, domingo.

Mi marido y yo iremos a votar como hacemos cada cuatro años, tomaremos vermuth de grifo, riquísimo, con una racioncita de paella o, tal vez, de callos un poco picantes. Hoy dormiremos una buena siesta y al atardecer saldremos a ver el museo juntos. De regreso, cenaremos en un mesón donde nos ponen un rioja con tortilla española y aceitunas. De postre un queso curado de Zamora y finalmente un chupito de hiervas. Miraré al cielo y con suerte, veré a la luna como me mira. En casa, leeré hasta que me de el sueño y luego ya se verá. Hoy no puede venir Hair porque se ha ido a su pueblo para estar con su padre y hermanos. Aún es muy reciente la muerte de su madre, tan joven. Ayer después de comer se fue Irina. Tuvimos una animada conversación sobre literatura y música. Adora el piano y es posible que prepare un pequeño repertorio para grabarlo en plan casero. Dice que así se impone una disciplina y que en tres meses lo ha de tener preparado. Curiosamente está intentando acercarse al jazz y al blues. Hablamos de asistir juntas a conciertos en el Populart de la calle Huertas, al Clamores o al Café Central. Por la tarde estuvimos con Olimpia y Ciprianne en su casa. Jugamos a las cartas y mientras los maridos preparaban la cena, Olimpia y yo, hablamos de nuestras cosas. Está convencida de que su marido se los pone y se plantea tener aventuras esporádicas. Dice que le fascinan los negros, que en sus sueños, de la última temporada, siempre es una imagen recurrente. Cree que se debe a su pasión por África, el continente que quiere empezar a visitar cada año durante quince días. Este verano tienen pensado ir a Kenia, un sueño antiguo de Olimpia. Tal vez me busque un africano, dijo. Es muy duro superar una infidelidad, pero hay dos salidas posibles y que mientras los niños sean pequeños, ha decidido continuar a ver qué pasa. Su marido jode con ella algún fin de semana, el resto de los días no puede, porque ya ha estado con “la otra”. Dice Olimpia que se está cansando de hacerse dedos y de sufrir innecesariamente. No hablamos de política, pero eran reacios a ir a votar, les convencimos y lo harán, aunque me temo que a los otros. Es igual. Mañana traen el piano K-Kaway para el piso y vendrá el afinador de pianos para repasarlo y le pregunté que si me haría a mi un buen repaso. Su risa es encantadora, su voz es como el susurro de las olas del mar. Su aliento es salino y dulce a la vez y sus besos tiernos como un corderito recién nacido. Sus manos se deslizan por el teclado con una agilidad tal, que el piano suena como los dioses. Esos dedos han estado dentro de mi y los añoro, los deseo, le deseo a todas horas, porque me encanta estar con él, sentirle aunque no me joda. Dios mío, ¿Por qué la felicidad no es el pan de cada segundo? Ahora me siento tan feliz pensando en él, que me gustaría hacérmelo aquí, ahora. Resistiré reservando mi almacén de placer para regalárselo. Le daré todos los orgasmos que me pida y trataré de conseguir ver su esperma deslizarse por mis labios ¡Qué ganas tengo, dios mío! Para el martes he quedado con Sophie, quiero ver como le ha crecido la tripita y cuando sienta el movimiento de su bebé, adivinaré su sexo antes de que se lo diga el ginecólogo el miércoles. Parece ser que su marido ya jode con ella, aunque no tanto como antes, porque sigue con miedo a hacer daño a la criatura. A Catterina no la tengo olvidada, ni mucho menos, ahí está y se conforma con correrse al teléfono. Tengo medio hilvanado el pre guión para Alex. Me faltan muchos datos y creo que iré a unos conciertos al Moby Dick, al Costelo y al Chesterfield. Estoy tratando de convencer a mi marido para que me deje ir sola. Dice Elhena, la chica de Moratalaz, que el sexo entre los adolescentes no es el mayor problema, lo que más peligro corre es la droga y el alcohol. Parece ser que es tanta la que circula por Madrid y por toda España, claro, que de cada diez, tres o cuatro, están enganchados o a punto. La cocaína es moneda de cambio tan habitual como las pipas de girasol. Tengo que comprobarlo y hacerme topo para sacar información de primera mano. Hubo un tiempo en que anotaba las frases de la gente que pasaba a mi lado. Antes de ayer cruzaban el semáforo unas colegialas de apenas doce años y una de ellas, sin cortarse un pelo, es decir, en voz bien alta, les gritaba a las otras: “Paso de porros y esas historias, donde esté un buen polvo que se quite todo. Llevo nueve en lo que va de semana y de puta madre, tía”. Literal y no se si llegaría a los doce años. Estamos rodeados de monstruos y yo puedo ser la imagen de uno de ellos. Mi monstruo se construye a base de la ficción que plasmo en la novela y en los poemas y se destruye al comprobar su imperfección. Esta promiscuidad mía no es otra cosa que un escudo, una coraza, un caparazón, que me sirve para resistir tanta realidad. Tu eres lo único que te mantienes como el primer día. Estás dentro de mi, escondido entre mis arterias. Si me busco entre la sangre te encuentro porque... T. Q.

T. Q. 8 de marzo, sábado.

“Las moscas se meten dentro del cuerpo de la mujer y van comiéndose su carne”, escribe Haruki Murakami en su libro “Sauce ciego, mujer dormida”. Qué insecto se meterá en el cuerpo de los asesinos para que les haya comido la conciencia de humanidad, que les ha convertido en bestias carroñeras, me pregunto. Tal vez no sea un insecto, es muy posible que sea una víbora. Hay días tan terribles en que no pude una abstraerse de la realidad. No hay cosa que mas odie en esta vida que las armas y a los que las usan, aunque solo sea para jugar. Odio a mi hermano muerto por haber tenido algo que ver con pistolas, aunque en realidad solo tengo una evidencia real: sus balas en la mesilla de noche y su libro de instrucciones de una Astra. Siempre le querré como hermano mío que fue, pero odio la posibilidad de que haya estado metido en líos con pistolas de por medio. Mi marido es cazador y tienes tres o cuatro escopetas de caza, le respeto pero no comparto su afición y toda la caza que trae la vende en el Mercado de Maravillas o la regala a sus amigos. En mi casa jamás se come una perdiz o un conejo que hayan sido cazados en el campo. Irina ya está bien y ha vuelto a dormir en su casa. Estuvimos en el piso de Avenida del Mediterráneo y le expliqué mi proyecto de la editorial, que había pensado en ella como colaboradora, de mi interés por publicar a poetas rusos y se mostró muy ilusionada. Decía que era como un sueño, que no se había imaginado nunca que podría trabajar en algo relacionado con su verdadera vocación: escribir y traducir. Le enseñé la distribución del piso y pensamos en que podría vivir allí. Una habitación para ella y el resto despachos y salón para instalar una buena biblioteca, el piano K-Kawai, ordenadores conectados a internet y trabajar y trabajar. Irina me miró fijamente y me preguntó: Therese, ¿Por qué te portas así conmigo? ¿Quieres joderme? Al notarme contrariada me abrazó y dijo que la perdonara, que solo había querido decir que si quería, que estaba dispuesta a todo, incluso sexo si me apetecía. No te confundas Irina, solo quiero que trabajes para mi al menos durante unos meses de prueba. Es un proyecto de trabajo serio, muy duro, con continuidad y que el sexo con ella ni se me había pasado por la cabeza. Noto como me miras, dijo. Si te digo la verdad, me gustaría ser tu amiga y mas, añadió. No soy lesbiana, pero no quiero correr riesgos con hombres. Mi marido está trabajando en Moscú y llegamos a un pacto: siempre nos amaremos y aunque estemos con otras personas, nuestro amor permanece. Cuando gane lo suficiente en España y él en Rusia, nos reuniremos de nuevo en nuestra casa de Letonia, justo cuando nuestra hija Karenina cumpla los diez años. Somos jóvenes y muy sensuales, somos libres pero sujetos a nuestro compromiso. ¿Cómo se llama tu marido? Se llama Varisnoff pero yo le llamo Varis ¿Funciona la ducha? Claro que si. Se desnudó y se metió en la ducha. Sentada en la alfombra esperé fumando un Pall-Mall azul. Me resistí porque aun tengo la regla, de no haber sido por eso es muy posible que nos hubiéramos duchado juntas. Mejor así, por ahora. Salió secándose el pelo con la toalla y pude recrearme viendo su maravilloso cuerpo. Irina, ¿Te gustaría ser mi modelo? Me encantaría emprender una nueva faceta que se me acaba de ocurrir al verte desnuda. Me gustaría explorar el campo de la fotografía erótica ¿Podría ser? Me encantaría Theressese, porque ya he sido modelo en mi país. Sabes que me tienes para lo que quieras y como quieras. Me quitó el cigarro de los labios y fumó unas caladas y mirándome a los ojos dijo: Seré tu modelo si tu eres mi modelo. Te enseñaré y podemos hacer arte con nuestros cuerpos. Sus ojos se clavaron en los míos y se acercó a mi oído: Si todo va bien podremos ser muy felices juntas. Mi tesis doctoral fue sobre la más importante poeta rusa, fui modelo, escribo poemas y cuentos, eres morena y yo muy rubia. Necesito dinero y tu lo tienes, no quiero que me regales nada, todo lo he de ganar con mi esfuerzo, con mi trabajo. Eres mi complementaria. Su lengua se introdujo en mi oreja. Irina, dame el cigarro y vamos que se nos hace tarde. Piensa en lo que te dicho, dije. Está decidido, Theresse. Sí a todo. Salimos juntas y mientras íbamos para la casa, nuestras manos se rozaban y no sé muy bien si me gustaba. Otra preocupación mas. No tiene ningún sentido la vida sin preocupaciones y a mi me sobran. Por ejemplo: se me olvida pensar en ti y cuando me acuerdo, me remuerde la conciencia porque... T. Q.

viernes, 7 de marzo de 2008

T. Q. 7 de marzo, viernes.

Me gusta el teatro, me gusta hasta la extenuación el teatro, la simbología escenográfica de los teatros, la luz que ilumina los escenarios de los teatros. Todo el teatro es un teatro, el patio de butacas, los pasillos de los teatros, los escenarios, los palcos, las lámparas de los techo de los teatros, la oscuridad en penumbra de los teatros. Me extasío pensando en mi amor por los teatros, debe ser por eso que mi vida es puro teatro, todo a mi alrededor es teatro, mis personajes son las personas que me rodean, que me acosan, que me presionan, que me subyugan, creo que hasta la luna que tantas noches contemplo, es la protagonista lumínica de toda la iluminación que decora mi propia escenografía. Soy la gran actriz de mi gran obra inútil. Soy la más inútil de las actrices protagonistas de su propia obra... La carpeta que escondía mi hermano muerto, contiene un pequeño dialogo que podría forma parte de una obra de teatro:
“PATRICK: - No vuelvas por aquí si no traes tu propia pistola.
EL OTRO: - No me será fácil conseguirla. Me faltan contactos.
P. – Decías que tienes un amigo policía. Ahí está tu mejor contacto. Él tiene permiso de armas y con su chapa puede ir a la sucursal de Astra y comprar cualquier pistola. Puedes ir con él a elegirla. La comprará y en la calle se la pagas y te quedas tu con ella. Así de fácil.
E. O. – No creo que sea tan fácil, pero lo intentaré.
P. - ¿Cómo le fue al de Gijón?
E. O. – Mal. Había apostado 6.000 al tercero y en el tercero cayó redondo.
P. – Si es que no sabéis. El tambor admite seis, pues hay que apostar por el 5 y que pase lo que pase. El mismo error cometió el de Jerez y el Benicasim. Ya puedes tener cuidado, la ruleta juega en contra nuestra, tenemos que ser mas listos que ella. Yo ya llevo cuatro y aquí me tienes.
E. O. – Mañana cuando nos veamos en el local de ensayo ya tendré mi pistola. Con la tuya he ensayado muchas veces y estoy aquí igual que tu.
P. – No te equivoques, sabes que mis balas son de fogueo. Las reales no las tengo conmigo. Te disparabas en la sien y en el peor de los casos te hacías una quemadura. Con balas reales dudo que te hubieras atrevido.
E. O. – Te juro por mi padre, que se acaba de morir, que no sabía que tus balas eran de fogueo.
P. – Bien, dejemos eso. Dile a la gente que se ponga las pilas, el concierto de Leganés lo quiero impecable. Que se curren bien los temas. Ensayaremos ocho horas diarias y nada de birra ni otras cosas. Hay que estar a lo que hay que estar. Si triunfamos en Leganés tendremos pasaporte para una gira por todo el país. Está todo planeado. Una cosa más. Esto de la ruleta que no salga de aquí. Cuando consigamos la pasta para la grabación en Londres, lo dejamos. No me mola estar pensando en algo que no sea la música y no quiero que se nos vaya de las manos.
E. O. – Hecho, colega. Totalmente de acuerdo. Me voy que me espera mi pivita. Esos cinco...”.
Nunca sabré si este relato es real o forma parte de algo literario que pudiera estar escribiendo mi hermano muerto. No puedo demorar ir a la Hemeroteca. Averiguar si ha habido muertes extrañas en los lugares que menciona: Gijón, Jerez y Benicasim. Sé que en los tres ha estado mi hermano muerto ¿Participó en el macabro y terrible juego de la ruleta? ¿Por qué Elhena, la chica de Moratalaz, hablaba ayer de rituales con perros y con pistolas? Irina está mucho mejor. Ayer tocó el piano y me hablaba en ruso. Es una maravilla la musicalidad y la gran carga poética que me sugiere el ruso hablado por una mujer tan hermosa como Irina. Hoy me acordaré de ti, es inevitable porque... T. Q.



jueves, 6 de marzo de 2008

T. Q. 6 de marzo, jueves.

De sobra se que el camino está lleno de piedras, de charcos, de cardos y zarzas. De sobra lo sé porque cada día me toca tropezar con distintos baches y arañarme, hasta hacerme sangre, con las púas de las malditas zarzas que siempre me rasguñan las piernas. No me conformo con saber que es ley de vida el sufrimiento y el desconsuelo. No me conformo y busco desesperadamente el alivio. A Irina le ha bajado la fiebre pero continúa con el catarro agarrado al pecho y algo de gastroenteritis. La farmacéutica me recomendó un jarabe para el principio de bronquitis y parece que le va bien. En tres días suponemos que podrá hacer vida normal. Ha sido una experiencia muy emotiva el estar pendiente de su gripe. Karima, la chica filipina de por las tardes, viene unas horas antes para hacer la limpieza y la compra. Se están haciendo buenas amigas y compañeras. He trabajado mucho en la novela de los niños rusos y ayer, a pesar de mi gran disgusto, pude ir a la reunión con Alex en la productora. Menos mal que fui y llegué a tiempo para corregir unos detalles en los carteles y publicidad de la película. Conseguí que mi nombre como guionista apareciera con el mismo tamaño de letra que los del director y primeros actores y actrices de reparto. Aparecerá: Guión cinematográfico: Theresse Querelle. Por poco me ponen en las filas de abajo donde nadie lee. En el cine se verá mi nombre al lado del director: Guión: Theresse Querelle. Los guionistas tenemos que empezar a luchar por nuestros derechos. Sin nuestra labor no pueden hacer nada. En Estados Unidos se han pasado casi medio año en huelga todos los guionistas de TV y cine. Aquí, en España, estamos muy lejos de ser reconocidos y valorados. Cuando éramos niños, no tan niños, mi hermano muerto y yo, mis padres hicieron un viaje de diez días a New York. Como era verano la tía Ruth nos llevó con ella a su pueblo. Era Agosto, en aquel pueblo de León, estaban atareados con las faenas del campo y la tía Ruth nos llevaba a ver como trillaban en la era, como regaban la remolacha, la alfalfa y las legumbres que los labradores cultivaban. Mi hermano debía tener quince años y yo trece para catorce. Los chicos y las chicas de aquel pueblo no nos quitaban ojo, les parecíamos señoritos porque vestíamos siempre de domingo, como ellos decían. Mi hermano se ligó a la hija del médico y tuvo con ella unas tórridas experiencias, que nunca me contó del todo. A mi me gustaba un chico que estudiaba en León y bailábamos juntos y no nos separábamos ni a sol ni a sombra. Me enseñó muchas cosas de su pueblo y sobre todo a admirar el cielo y a la luna, que le tenía fascinado. Una noche, después del baile en la plaza, me llevó hasta la casa de la tía Ruth y un poco antes de llegar nos detuvimos en un rincón oscuro de unas tapias. Allí se puso pesado y hasta que no consiguió un beso no paró. Me apretaba contra la pared y yo sentí cosas que nunca había sentido. Me besó varias veces y no se como pero en uno de esos besos nos dimos la lengua y estuvimos besándonos como dios manda un buen rato. Por primera vez sentí lo que tienen los chicos y lo que tenía yo como chica. Me abracé a él y aprovechó para tocarme lo que quiso. Al día siguiente volvimos para Madrid y siempre, siempre me acuerdo de aquel chico y de lo que me hizo. Sus besos... aún me duran. Ahora mismo tengo el tampax completamente mojado de sangre, si no fuera por eso me metería los dedos. Me pasa muy de vez en cuando, pero me pasa. Me acuerdo de aquel rincón oscuro, de aquella tapia y... lo hago. Por la tarde fui al encuentro con la chica de Moratalaz. Hablamos durante casi dos horas. Me contó tantas cosas que yo alucinaba. Está todavía bajo los efectos de la pena por la muerte de su novio, en la moto que acababa de estrenar cuando iba a la concentración de Jerez, y dice que ya va mucho mejor. Es muy posible que un día me líe la manta a la cabeza y acuda, con antifaz, a una de sus orgías clandestinas. Muy posible. Ahora tengo sueño y dejo de escribir. Pensaré que estás conmigo abrazándome con toda tu ternura y mi deseo, porque... T. Q.

martes, 4 de marzo de 2008

THERESSE QUERELLE. 5 de marzo, miércoles.

En realidad escribo para mi sola, escribo cada palabra, cada coma, cada gesto de escritura que plasmo en el texto, siempre imperfecto e inconcluso, está destinado únicamente para mi. Si es terapia, si es confesión, si es vómito, solamente a mi me incumbe y me sorprende cuando alguien me dice, si es que me lo dice, que se conmueve al leerme. Es lo mismo. No puedo evitarlo y por lo tanto, no lo evito. Este libro que ahora leo, me explica, certeramente, la misma impresión. Irina se ha quedado a dormir en casa. Le di uno de mis pijamas y solo se levanta para ir al baño. Está bastante afectada por la gripe. No puede ir al médico porque no tiene seguro y ayer llamó a sus amigos compatriotas, compañeros de piso, para avisar de que durante unos días, hasta que se recupere, se quedará con nosotros en la casa. Subo su comida a base de sopas y tortillas francesas u otras tan ligeras. No puede comer mucho porque lo devuelve. La fiebre se mantiene alta, la tos es bronquial y tiene accesos frecuentes. La cojo por la frente cuando, en el baño, le viene el vómito. Dice que se siente muy mal, no por la enfermedad en si, por que le vienen muchos recuerdos de su hija y de su familia. Trato de que se olvide de pensamientos negativos, la animo y digo que cuando se le haya pasado la gripe, formalizaremos el contrato laboral y tendrá todos sus papeles en regla y podrá vivir en nuestra casa, si quiere. Tiene miedo de muchas cosas y sobre todo a sus amigos que la han utilizado sexualmente y cree que será difícil que renuncien a poseerla, de vez en cuando. Es un asunto delicado que supongo se podrá solucionar. En la Embajada de su país nos han conformado y validado los documentos y expedientes universitarios. Es cierto todo lo que me dijo sobre su carrera y sus estudios complementarios. No hay problema para confiar en ella. Parece una buena mujer y le he ofrecido dinero, por si necesita enviar a su madre para la manutención y cuidado de su hija. Irina es buena y la cuidaré. Anoche, al despertarme, miré mi compresa por si había manchado algo. Nada, no me baja, pensé. En vez de levantarme y sin premeditación, abracé a mi marido que dormía plácidamente. Su pajarito era tan... ¿cómo era? Era tan tierno que me dio tanta ternura verlo así... y me lo metí en la boca, como si quisiera darle calor para que no pasara frío. Lamí su piel dormida y noté como iba despertando, poco a poco, crecía, crecía y acariciaba el escroto y los testículos y crecía y crecía, lo saqué de mi boca y lo contemplé, se había convertido en un gran gavilán y lo volví a meter en la boca, lamí su corona, su rajita y succioné, venía un líquido dulce, muy dulce, y crecía mas, yo chupando, succionando, tragando la delicia y mi vulva empapada, se abría y cerraba ella sola, excitada, loca, como si pidiera a gritos que se la metiera. Las manos de mi marido acariciaban mi espalda y mi pelo y presionaban mi cabeza hacia abajo para que me la tragara hasta la tráquea y yo lo hacía complacida, por complacerle. Me indicó que me subiera encima y me la metí cogiendola con los dedos de mi mano y notaba como iba entrando y diossssssssssss, pensaba: que tonta soy, debería joder cada instante de mi vida, este es el mejor placer que existe en el mundo y yo, Theresse Querelle, estoy sintiéndolo. Subía muy lentamente mientras mi marido se dejaba montar, cabalgar, unas veces al paseo, otras al trote, otras al galope. Subía y bajaba y me comía su boca y él la mía y subía y bajaba. Me levanté un poco y quise volver a chupar a su gavilán, cuando comprobé que la tenía llena de sangre. No nos habíamos dado cuenta. Me había bajado mientras jodíamos. Tuve que levantarme al baño a coger papel y una toalla mojada para limpiar a mi marido y limpiarme yo misma. Me ha bajado mientras jodía. Lloré como una desesperada, lloré como si hubiera perdido a mi hijo, como si hubiera sido un aborto natural. Diosssssss, cuánto duele el dolor de un hijo que aún no se ha tenido. Me había hecho la ilusión y ahora todo está perdido. Todo mi castillo se ha desmoronado como si fuera de arena. Diosssssss que mala suerte tengo en esta puta vida. No estoy preñada y había creído que si. No valgo para tener hijos, soy una piltrafa como mujer, como esposa, como hija, como hermana de mi hermano muerto. Hoy todo es distinto. Todo ha cambiado. No sé si me acuerdo de ti y en el supuesto de que me acordara ¿De qué me sirve? Un vacío, eso soy, un vacío, un cadáver viviente... T. Q.

T. Q. 4 de marzo, martes.

Un terrible sentimiento de culpabilidad me corroe por dentro y alimenta mi inquietud permanente. Culpable de no alcanzar la calidad literaria que necesito para sentirme confortada, culpable de mi impotencia ante esta sociedad injusta e intolerante, culpable de todo lo me concierne en lo personal y profesional. Culpable, soy culpable de mi yo y mis circunstancias. Me tengo que arreglar con pequeños grandes paliativos que debo suministrarme por la única vía libre que me queda: la conformidad. Es doloroso y no me queda otra que acudir a los aledaños del placer para poder soportar tanto sufrimiento. Mi culpabilidad es mía, intransferible y única. Irina llegó a casa enferma. Traía mala cara y tuvo varios vómitos. Temblaba de fiebre y casi no podía hablar de tanto catarro agarrado al pecho. Le mandé ponerse el termómetro y marcaba 38,32. Le di a tomar un frenadol y la obligué a que se acostara en la cama de la buhardilla, que antes había sido de la tía Ruth. Tomó un caldo muy caliente y bien arropada con mantas y dejando la habitación a oscuras, se quedó dormida. Duerme y descansa tranquila, no te preocupes por el trabajo ni por nada, has cogido la gripe y este año es muy fuerte. Te tendrá varios días de baja. Ponte buena que yo me encargaré de todo. Theresse, me has recordado a mi madre y sus ojos se inundaron de lágrimas. Tranquila cielo, tranquila, yo te cuidaré. Alex me llamó para quedar y que revise los carteles y el material promocional de la película. Quedamos en las oficinas de la Productora mañana, calle Hortaleza. Envié un correo a la chica de Moratalaz, llámame Elhena, dijo. El miércoles a las siete en la cafetería de Conde Casal ¿No te querrás enrollar conmigo? Dijo. Te advierto que no me va el rollo bollo. Por dios, qué ocurrencia, ni hablar, contesté. Ya caerás, pensé para mis adentros. Poco me conoces y poco te conoces a ti misma, Elhena. Torres mas altas han caído. Sigue sin bajarme y ya son diez días. Pienso mucho en el hijo que llevo dentro aunque aún no sé si estoy preñada. No he jodido con mi marido desde hace unos días. Esta mañana se levantó como un toro. Como creía que no le veía, al levantarse se miró el instrumento en el armario y después de darse unos meneos se metió en la ducha. Realmente la tiene muy grande y hermosa, Maurice es un hombre grande y hermoso y es mi marido ¿Soy injusta con él? Me llamó mi padre. Está muy contento y dice que vende mucho y que por motivos legales, está prejubilado, no puede trabajar en su propio negocio y tendrá que coger un empleado o empleada. Seguro que coge a una chica joven y se liará con ella. Si no lo hace bien tonto es. Me dijo que mi madre está mucho mejor, que sigue pintando mucho y que por favor, no se te ocurra mencionar a la tía Ruth delante de ella. Te iré contando todo lo que pueda, poco a poco y personalmente. Si venís en Semana Santa, hablaremos. Tu mutis, ¿de acuerdo, hija? Si papá, tranquilo. Ayer estuvimos juntos el afinador y yo en el piso de Avenida del Mediterráneo. Le compré el piano K-Kaway y ya le encontramos el sitio. Nos sentamos en el suelo, sobre la alfombra, con el cenicero al lado y unos botes de coca-cola, inclinados sobre nuestros codos, al estilo campesino, hablamos y hablamos. No pude reprimirme y me desnudé para él, le ofrecí hacerle una mamada y no quiso, le ofrecí mi ano y no quiso, le ofrecí mi cuerpo entero y no quiso. Solo me comió la boca y me llevó tres veces al paraíso con sus dedos. No quiero que sufras, eres mucho mas joven que yo, estas casada, yo también. Te prometo que si aun me deseas, la próxima vez que nos veamos, joderemos hasta las ultimas consecuencias. Si quieres que seamos amantes lo seremos, tomaremos precauciones para que no te quedes preñada de mi y también para que no nos pillen. Theresse, lo único que quiero de ti es que seas muy feliz. Me puse encima de el y frotándome sobre sus pantalones conseguí un orgasmo... y aún no se como la tiene. Su voz me deja indefensa, y sus ojos, y sus manos, y sus pies, y su... Escucho en mi mp3 a Miles Davis con John Coltrane. No creas que no pienso en ti, aunque les quiera a todos, a ti es al que más, te lo juro. Porque... T. Q.